¡Hay que neutralizar el crecimiento “K”! Esta es la consigna.
¿Cómo borrar del panorama político las multitudes en las movilizaciones populares del bicentenario y los millares de personas que superando todas las expectativas, sobre todo en la proporción de jóvenes, rindieron homenaje de adhesión entusiasta a Néstor y su esposa?
Se trata de un problema gravísimo. Todas las advertencias de inclemencia meteorológica, de desórdenes y atentados, anticipadas por la supuestamente “prensa libre” (para fraguar acontecimientos y publicitar calumnias), fallaron en el caso del bicentenario.
En cambio, lo imprevisto de la muerte del ex presidente, tomó a todos de sorpresa. Era de muy mala educación no expresar condolencias ante el estado general de dolor y consternación que se apoderó inmediatamente de la sociedad argentina. Y entonces, algunos hasta lloraron y se emocionaron (estilo Mirtha). Los más avispados se apresuraron a emitir supuestos mensajes de esperanza, como regodeándose irrespetuosamente de la muerte de Néstor Kirchner, (lo habían hecho ya con la de Mariano Ferreyra) aprovechándola para atacar al gobierno con la palabra sagrada del rabino Bergman y la imagen de padre dolorido del Ingenioso Blumberg. Gracias a eso, el país cambiaría empezando por la Presidenta, que sucumbiría a su condición de debilidad femenina y no dudaría en alejarse del movimiento obrero, rompiendo relaciones con H. Moyano y accediendo a reconocer la alteración de las mediciones del INDEC, con el despido inmediato de G. Moreno. Así la gente (o la calle como dice la Sra. Legrand) se convencería de que estamos peor que nunca y hay que comenzar un nuevo período de alianzas y concertaciones.
Pero esto no sucedió. Muy pronto Cristina, aun golpeada y conmovida por la muerte de su esposo y compañero, se irguió y visitó Córdoba fortaleciendo el convencimiento de la lucha por la clase trabajadora y, asegurando la continuidad del proceso industrializador. Y, en Berazategui no dejó de ratificar, sin lugar a dudas, la calaña de una oposición que no se detiene ante ninguna regla de convivencia.
¿Qué hacer entonces? Lentamente fue apareciendo la solución elegida. Hacer creer a las multitudes que se reunieron para homenajear a ex presidente, que se trataba de un montaje escénico electoralista. Algunos hasta se animaron a afirmar que Kirhner no había muerto sino que había huido. Otros, menos atrevidos, hablaron de un suicidio, de un cajón pequeño para su estatura, de falta de fotos del cadáver, de los obstáculos para que la gente se acercara al lugar del velatorio en la Casa Rosada, de la incomprensible y estoica permanencia de Cristina junto al ataúd que interpretaron no como signo de adhesión y dolor sino de ocultamiento de la verdad sobre la muerte. No dejaron sin revisar en este plan, ningún reducto que pudiera suministrar argumentos para cumplir con sus objetivos de contrarrestar las avalancha popular que les hacía anticipar una derrota 2011. Tanto y tan desesperadamente revisaron, que descubrieron al fin, a un supuesto artista vidente (Solari Parravicini) que se dio cuenta de que sus cuadros eran en realidad profecías que se cumplían inexorablemente, y en uno referido a Argentina, en 1939, ponía un féretro con una mujer de pañuelo blanco en la cabeza, tal como se dio en el velatorio en que una de las madres se sacó el pañuelo y lo colocó sobre el cajón. Faltaría nomás que alguien invocara ahora al brujo López Rega para consultarlo sobre si no se trataría de una jugarreta de la triple A.
Refiriéndose a un asunto distinto Kichner decía en una ocasión: ¿Qué te pasa Clarín? ¿Estás nervioso? Ahora esa oposición ha entrado en nerviosismo y descontrol. Porque todo este afán de desmontar el crecimiento del proyecto kircherista con medios tan extraños y espúreos no puede explicarse de otro modo.