Recuerdo, memoria e historia. Por Guillermo “Quito” Mariani

Cuando la historia se convierte en recuerdo, deja de ser historia, quehacer y creación cotidiana. No es lo mismo por eso, recordar que conmemorar. El recuerdo es emoción (cor), la memoria es mental (memo). La memoria incluye un compromiso. El recuerdo es casi únicamente una satisfacción personal.

Se acostumbra, en empresas con muchas reparticiones, recurrir a los “memos” para que se cumplan las actividades programadas. Pizarrones, avisadores o simples papeles sirven para adquirir seguridad de que las tareas van a realizarse. Eso es memoria. La que compromete a cumplir.

La hermosa conmemoración de hoy nos coloca ante la figura del gran prócer José de san Martín. La simpatía y el cariño han convertido en leyenda muchos relatos de su vida, con riqueza ejemplificadora. Quizás,  acordarnos de colocar la escarapela nacional en nuestras solapas, resulte un gran homenaje de admiración y agradecimiento a su gesta.

La figura central en nuestra historia, no es sin embargo, la de un San Martín conduciendo sus tropas de gauchos a través de la Cordillera con las dificultades que parecían  insalvables en aquellos tiempos, con la abnegación, la prudencia y la valentía que supo contagiar a sus soldados. El bronce lo ha inmortalizado señalando más arriba de las montañas. Porque su gran realización fue  contagiar de libertad a los países conquistados y absorbidos por la fuerza de las culturas europeas. Es libertador de América, aunque su actitud en Guayaquil prefiriera confiar ese título y los resultados finales de la empresa acometida por ambos, a Simón Bolívar. Las consignas bolivarianas son también las sanmartinianas. Y las estamos viviendo no como recuerdo o investigación de condicionamientos o limitaciones individuales sino como memoria liberadora. Esa memoria que del recuerdo pasa a la acción. Esa memoria que para nosotros, en la actual situación de hermandad e independencia latinoamericana, es la que vuelve a colocarnos en el clima los grandes ideales de los máximos próceres.  Conquistas logradas con apoyo común, han llegado a  romper cadenas del colonialismo político y económico. Ellas están iluminando con el mismo resplandor que marcó el camino de nuestros próceres, la restauración de la unión latinoamericana. Esa unión que se ha convertido en el único modo de defendernos de la voracidad de la globalización capitalista, que actualmente se va desinflando con los intentos de salvar la economía,  aunque sea denigrando  al hombre y al ciudadano.

La cordillera de los Andes es el gran brazo unificador y como sostén de la América Latina.  Ojalá el otro, crezca también, con las políticas y decisiones concertadas por los pueblos del sur, para completar así un abrazo liberador.

 

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