Cuestión de vida o muerte. Por Guillermo “Quito” Mariani

El debate ya iniciado y frenado en la cámara de diputados sobre la nueva ley del aborto, es un paso largamente esperado para remediar ese mal en aumento que son los abortos, con una cantidad de consecuencias perjudiciales para las personas, la familia y la sociedad.

Hay quienes no admiten ni siquiera proponer el debate. Para ellos el aborto es delito grave contra el hombre y contra Dios, y debe ser penalizado consecuentemente en esta vida y en la otra.

Y se plantea entonces, como publicidad para impresionar y alarmar, una falsa disyuntiva. NO AL ABORTO! SI A LA VIDA!

El NO absoluto al aborto, que consistiría en que ipso facto (por algún decreto divino de necesidad y urgencia) quedaran suprimidos todos los abortos, es imposible de lograr.

La represión, la penalización, la recomendación de abstinencia sexual, no han tenido ni tendrán éxito. El número sigue creciendo.

La disyuntiva que se presenta entonces, es:

¿Dejamos que se sigan multiplicando los abortos, siempre traumáticos para quienes lo viven y su entorno? ¿O hacemos un esfuerzo real para disminuir el número de abortos y sus consecuencias fatales? Porque en muchas oportunidades acaban  con dos vidas inocentes (la del feto y la de la madre que muere precisamente como tal).

Lo que se pretende entonces desde el sector que opina a favor de la legislación y despenalización es: disminuir las muertes de niños antes de nacer y de madres, como consecuencia de serlo.

Y para eso se propone cambiar el criterio represivo y discriminante (los ricos sí, los pobres no) mantenido hasta ahora, que no ha logrado otro efecto que multiplicar los abortos y sus secuelas trágicas. Que remedios se proponen?

1ro.- despenalizar. Quitando al aborto la condición de lo clandestino, para que la decisión de realizarlo pueda ser motivo de consulta; para que se proceda rápidamente en el caso del hijo no deseado interrumpiendo el proceso y no una vida humana; para que esté al alcance de todos acceder a métodos modernos, asépticos y gratuitos.

2do.- Legislar sobre las condiciones de máximo y mínimo que deben brindar los centros de salud, el estado y la sociedad frente a las diversas  circunstancias que inducen a este proceder, en cuánto a quiénes, cómo, cuando, impulsados por qué situaciones, con qué posibilidades de asesoramiento y propuestas de soluciones,

3ro.- Destrabar las objeciones de cualquier origen que estén impidiendo una educación sexual precoz y completa en todos los ambiente educativos sobre todo lo referido a la sexualidad y su ejercicio natural y responsable.

4to.- determinar claramente los casos especiales, más allá del tiempo acordado en la ley, ((los 14 dias cuentan con casi unanimidad científica, no así las 12 semanas)con asesoramiento de especialistas, para que pueda elegirse, entre dos vidas en peligro, la  que tenga más probabilidades de supervivencia. O para que al menos puedan disminuirse las consecuencias desfavorables de una libre y motivada elección.

 No pareciera que a esta propuesta pudiera ser objetada razonablemente desde el punto de vista ético. Sin embargo hay una agresiva condenación hasta sobre la posibilidad de debatirlo. Y detrás de eso,  está dictando entre bambalinas, la Iglesia institucional, sobre la que hablo en la reflexión siguiente.

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