¿Cuál es la espada y cuál la pared? El período poseleccionario ha abierto como un espacio de clima diferente en las relaciones del gobierno con el pueblo. Pareciera que un replegarse en la toma de medidas impactantes, antes de las elecciones, hubiera sido una táctica adoptada oficialmente, sobre todo en lo referido a economía.
Da esa impresión en este momento, no sólo por la ambigüedad de las medidas que se toman, sino por la cantidad de decisiones sobrepuestas y las cuidadosas referencias de los discursos presidenciales a diversos sectores de la oposición. Esa que, tan encarnizada como desunida e ineficaz, buscó apoyarse en los intereses corporativos, y de la prensa monopólica.
Este período de transición es aprovechado por algunos para apresurar medidas intimidatorias e ilegales, como la resolución de autorizar el desmonte en Santiago del Estero por parte de la Dirección Provincial de Bosques y la ejecución del joven integrante del MOCASE, Cristian Ferreyra, a manos de los esbirros contratados por un conglomerado sojero de Santa Fe.
Otros, en cambio, parecen intentar aprovecharlo para disminuir el efecto que puedan producir decisiones económicas más profundas, que seguramente tendrán que tomarse si se pretende continuidad para el proyecto kirchnerista aprobado masivamente en las últimas elecciones.
Empresarios y gremialistas de primera línea (rara junta) parecieron congraciarse con las decisiones adoptadas en los últimos días por el Gobierno nacional, acerca del control para la circulación de dólares y la supresión de los subsidios estatales a las grandes Empresas. Ninguna de estas propuestas está definitivamente aclarada frente a una prensa que se obstina en descalificarlas y en oscurecer el panorama hacia el futuro, como deleitándose en que la crisis financiera mundial nos complique cada vez más, disminuyendo logros y conquistas adquiridas.
Creo que lo sucedido con las elecciones españolas debe ser tenido muy en cuenta. Los que aclamaban a Rajoy saludando desde el balcón con los brazos levantados, a la multitud rebosante de alegría y saltando con ella, no son seguramente los “indignados” de la Puerta del Sol. Ni los que en todas las naciones se han manifestado, culpando a los principales actores del sistema capitalista, banqueros y políticos, de la crisis financiera que los desplaza sin reparos. Indignados, porque la gran burbuja se ha desinflado y las promesas de bienestar y dignidad se transformaron repentinamente, en injusticia de ajustes, represión y desempleo. Ya el representante del P.P. ha aceptado las condiciones impuestas por el Foro europeo para aumentar la austeridad, el ajuste y la desocupación. El triunfo no ha sido entonces el de una propuesta liberadora, ni siquiera de una campaña organizada con grandes promesas, sino el de la desesperación asfixiante. No creo por eso que Rajoy tarde mucho tiempo en convertirse en Piñera, intentando como él solucionar los irrefrenables problemas con postergaciones y represión.
Nuestro andar ha sido, felizmente, diferente. Lo realizado y conseguido hasta hoy, nos hace optimistas para el futuro. Si las protestas y los aplausos de ayer, ensayan ahora una reconciliación parcial, para sumarse al proyecto, serán bienvenidos. Si concluyen hundiéndolo, será desesperante.
Los frecuentes discursos de Cristina están marcando, a mi entender, con prudente inteligencia, un espacio no excluyente, pero sí comprometido aunque sea parcialmente con el proyecto sostenido esforzadamente hasta ahora.