Afirmar que “tenemos” es ya positivo. Si embargo, es prudente analizar lo que tenemos aunque la exclamación venga con muchos convincentes signos de admiración, y de paso, fijarnos también en lo que nos falta.
Hay signos muy fuertes en el evento de la elección de Francisco I.
-El más fuerte quizás, el de la elección del nombre, identificándose con un rebelde contra las estructuras, desde la pobreza. “Il poverello” El ideal es inmejorable.
-Se trata del primer Papa no europeo, una especie de exaltación de la catolicidad de la Iglesia, pendiente de la universalidad del mensaje cristiano.
-Sucede a un renunciante, vencido por la ineficacia de un estilo teológica y socialmente monárquico, ineficaz desde la concepción agustiniana de la Iglesia (ciudad de Dios, sin la que no hay salvación para nadie) y el mundo absolutamente pervertido, y desde el ejercicio de un poder represivo y condenatorio.
-Es un latinoamericano. En contacto con una realidad fecunda en iniciativas de reformas hacia la justicia, la actualización eclesial, y la promoción humana a todos los niveles.
-La explosión periodística revelando parcialmente las intimidades vaticanas realmente escandalizantes financiera y sexualmente, ha conmovido más que cualquier intento de reforma la estructura institucional, potenciando su desprestigio. Y esto, indudablemente ha sido la raíz del acuerdo cardenalicio, de promover a un estratega habituado a evitar escollos y avanzar en sus objetivos.
-La sencillez antiprotocolar de su primer saludo “buona sera!”, de su sorprendente viaje en micro para el encuentro eucarístico con los cardenales, de su vestimenta y pectoral sencillos, de su presentación como obispo de Roma (primus inter pares) evitando los títulos de superioridad.
-La esperanza tantas veces acallada de una cantidad en aumento de gente de pueblo y de personas y grupos de los más calificados dentro de la Iglesia, reclamando cambios fundamentales, se ha volcado en esta cantidad de signos producidos en conjunto e inesperadamente.
Los signos, sin embargo, deben llenarse de contenido y, si bien puede explicarse que con un cultivo de la sumisión completa y la vigilancia estricta del vaticano, la actuación del cardenal Bergoglio, entre nosotros haya producido signos claramente negativos, permanece la incertidumbre acerca de lo que será su proceder como cabeza de la Iglesia, necesariamente condicionado por la fuerza del colegio electoral.
Los signos negativos? La indefensión como superior de la orden, de los sacerdote más comprometidos con la promoción de los necesitados; el mantenimiento de la vicaría castrense; la unidad con el episcopado en el apoyo a la dictadura; su alianza con sectores francamente destituyentes en el campo político; la guerra santa declarada contra los favorecedores de la ley de matrimonio igualitario y otras, relacionadas con temas parecidos; la estrictez y hasta agresividad frente a determinadas manifestaciones artísticas; la influencia activa para oponerse a leyes y decisiones que miran a la totalidad de la sociedad, como si todos tuvieran que someterse a la visión eclesiástica; hizo valer su influencia para ocultar y defender a pederastas; y, finalmente, esa escarapela vaticana que mostraron orgullos y triunfantes en una de las sesiones publicas de la megacausa de La Perla los imputados en esa causa. Sólo nosotros, argentinos, conocemos estos signos negativos. Y esto nos hace desear que no se proyecten hacia el futuro de la iglesia y nos mantienen en pie para caminar y proceder en la dirección opuesta.