Tema (Ju.15,1-8)
Yo soy como una vid. Y el Padre es quien la cultiva. Si una rama no da uvas la corta, pero si da uvas la poda y limpia para que dé más. Uds. ya están limpios por las palabras que les he trasmitido. Sigan unidos a mí como yo sigo unido a ustedes.
Una rama no puede dar uvas por sí misma si no está unida a la vid. De la misma manera ustedes no pueden dar frutos si no están unidos a mí. Yo soy la vid, ustedes son las ramas. El que permanece unido a mí y yo a él, da mucho fruto porque sin mí no pueden hacer nada. El que no permanece unido a mí será echado fuera y se secará como las ramas que se recogen y se queman en el fuego.
Síntesis de la homilía Es muy elocuente y cálido el simbolismo de la vid, cultivo predominante en Palestina y origen del vino con toda su capacidad de alimentar la alegría y el optimismo del corazón.
Jesús lo elige para dar idea a sus discípulos de la importancia de mantener la unión con él. Una unión que no es solamente afectiva sino apreciativa de sus enseñanzas y su conducta. Hay realmente una savia que recorre desde las raíces todo el tronco de la planta y distribuyéndose generosamente por las ramas las hace fecundas en dulces frutos. Pero, nacidas y enriquecidas por el tronco, las ramas no pueden considerarse independientes de la savia central. Además de la infecundidad cuando esa unión se rompe, la semejanza usada por Jesús advierte que el padre las corta y son basura para el fuego.
En una interpretación individualista la calidez de la comparación resulta entusiasmante.
Quien está unido por el conocimiento, el corazón y la conducta, a Jesús tiene garantizada la fecundidad en frutos (dulces uvas). La queja bíblica del Dios de Israel es que plantó una vid y cuando esperaba dulces racimos, sólo produjo mezquinos frutos amargos. Y es queja no se aplica a cada israelita sino al conjunto del pueblo. Como también tenemos que hacer nosotros con este pasaje de Juan.
La comunidad eclesial, el conjunto de seguidores de Jesús, es la que debe tener conciencia de que es un ramaje que si no permanece unido a la propuesta del Evangelio, la buena noticia de Jesús, poco a poco va transformándose en ramas secas y estériles que sólo sirven para el fuego.
La Iglesia institucional vive y se mueve a través de distintas organizaciones que tienen como función trasmitir los principios de la vida cristiana. Las instituciones naturalmente necesarias para la permanencia de la comunidad y sus objetivos olvidan muchas veces detrás de metas temporales y urgentes, como la férrea disciplina, el manejo del dinero, la majestuosidad de la liturgia, el autoritarismo impositivo, la postergación de la defensa de los derechos humanos, las adhesión a los beneficios de los poderosos.. Realmente hay gente que dándose cuenta de esas deficiencias, renuncia a complicidades concretas sin dejar de comprometerse con otros aspectos no descuidados en la Iglesia. Y pareciera que esta conducta, además de ser inevitable es también justificada por las afirmaciones taxativas de este pasaje de Juan