Homilías Dominicales. Domingo 10 de Mayo de 2015 – 6 de Pascua. Por Guillermo “Quito” Mariani

Texto: (Ju.15,9-17)

Dijo Jesús a sus discípulos: Así como el Padre me amó yo también los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mi mandamiento, permanecerán en mi amor como yo cumplí el mandamiento de mi Padre y permanezco en su amor. Este es mi mandamiento: Ámense unos a otros como yo los he amado. No hay amor más grande que dar nla vida por los amigos. Uds. son mis amigos si hacen lo que les mando. No los llamo servidores porque el servidor ignora lo que hace su señor.

Yo los llamo amigos porque les he revelado todo lo que aprendí de mi Padre. No son ustedes quienes me eligieron a mí sino que yo los he elegido a ustedes, destinándolos a que vayan y den frutos y esos frutos sean duraderos. Mi Padre les concederá entonces todo lo que pidan en mi nombre. Lo que yo les mando es que se amen unos a otros.

 

Síntesis de la homilía

Llama la atención esta insistencia de Jesús en el mandamiento del amor que es su único mandamiento, el del reinado de Dios que pretende instaurar. Y seguramente él no está hablando de un amor sobrenatural, divino. Pretender que el amor humano llegara a esa dimensión que sería el amor de las personas en la Trinidad, es absolutamente imposible. El dogma formulado filosófica y metafísicamente de un Dios Padre, Hijo y Espìritu Santo, en que se ha transformado la verdad evangélica de un Dios Padre que confía una misión a un hijo querido, junto con la riqueza de su espíritu de amor, no aparece en la concepción de Jesús. El está hablando del amor en sentido humano. De ese que nace abarcando el espìritu, el pensamiento, los afectos, las expresiones corporales y culmina en un compromiso de vida con la persona del otro, de ese “otro”que son todos los demás.

El enunciado de los mandamientos del decálogo mosaico ha parecido tradicionalmente más popular y claro en lo concreto de sus especificaciones, que el mandamiento de Jesús. El mismo ha afirmado que no ha venido a suprimir la Ley, sino a convertirla en la realidad del Reinado de Dios. Y Juan habla claramente de un solo mandamiento que merece también la calificación de “nuevo”. El mandamiento del amor. Pero ¿es que el amor puede mandarse, puede ser objeto de un precepto obligatorio? Seguramente que no, en muchos de sus aspectos. Hay una especie de proceso en el amor. Conocimiento en profundidad, aprecio, afecto, expresiones corporales, compromiso con la felicidad del otro y, a veces, la tolerancia de la no correspondencia que puede, muy fácilmente provocar una negativa de nuevos intentos. Y en estas últimas etapas nacidas de la espontaneidad de las primeras, si hace falta una fuerza interior presionante para vivirlas teniendo en cuenta el bien a que se aspira.

También el amor de Jesús, como amor humano, ha pasado por esas etapas. No nos podemos olvidar de esa exclamación: “hasta cuándo deberé estar con ustedes, generación perversa e incrédula!” que denota el cansancio de no ver aceptadas sus enseñanzas y testimonios de vida. La decepción ante el beso de Judas y la negación de Pedro. La indignación con que reprocha a Pedro llamándolo Satanás…y de la afirmación

de Marcos “no se fiaba de ellos”…

hay una especie de alivio que experimentamos cuando escuchamos esta afirmación tan drástica de Jesús acerca del cumplimiento del mandamiento nuevo, pero no siempre apreciamos lo abarcativo de esta virtud del reino y las exigencias que supone vivirla con toda su dimensión y en todo tiempo

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