Homilías Dominicales. Domingo 5 de junio de 2016 – 10 domingo durante el año (ciclo”C”)  Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Lucas 7,11-17)

Jesús se dirigía a una ciudad llamada Naim. Lo seguía mucha gente. Justamente al llegar a las puertas de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: No llores. Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo ”Joven yo te lo ordeno ¡levántate!  Y  el muerto se incorporó y comenzó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.

 

Síntesis de la homilía

Lucas es el único relator de este acontecimiento. Y lo hace preparando lo que afirmará acerca de Jesús de acuerdo a la profecía de Isaías, unos versículos más adelante.(22)

Los anuncios de este profeta acerca de la resurrección de los muertos del pueblo, aplicables al resurgimiento de Israel después de las derrotas y deportaciones habían difundido la idea de que se trataba de una resurrección corporal. No llamaba demasiado la atención ni parecía inverosímil un relato de resurrección. Como Juan que es el único que relata la resurrección de Lázaro, el objetivo de Lucas es trasmitir el profundo convencimiento de que Jesús no quedó prisionero de la muerte sino continuó obrando como viviente en la fuerza que les siguió comunicando y la claridad con que fueron comprendiendo la profundidad e importancia de su mensaje y su causa

No es lo más importante entonces, detenerse a establecer si los detalles de la resurrección: incorporarse y recobrar la comunicación con el medio, son auténticos,  sino ayudarnos a interpretar la resurrección de Cristo y por lo tanto nuestra propia resurrección como una prolongación de la vida corporal sino como una vida absolutamente distinta en su apariencia y en su dinamismo o actividad.            Para tomar en cuenta están además  los detalles aportados por el relato de Lucas A nosotros no nos resulta demasiado llamativo que Jesús se detenga y se conmueva ante la mujer afligida por la muerte de su hijo. Porque no tenemos en cuenta la fuerza de la cultura paternalista con la primacía absoluta del varón sobre la mujer en lo personal, lo familiar y lo social. No merece la pena, con esa degradación de la dignidad femenina, detener la marcha frente a la situación personal de una mujer. Pero Jesús, no solamente se fija en ella, se conmueve con su dolor. Con esa intensificación de la soledad que le ha producido la muerte de su hijo único. Hay gestos que, en determinados momentos tienen una significación insospechada. Eso pudo significar este detener su camino atendiendo a la gente que lo seguía, para fijarse en ella y su dolor, Gesto que, seguramente, conmovió también a la viuda acercándole de un nuevo modo a su hijo muerto.

Absorbidos casi completamente por la afirmación de la divinidad de Jesús que parece comprobarse con el poder de devolver la vida, solemos perder la importancia de muchos otros pequeños gestos a favorecen la vida, la hacen más agradable, le dan sentido más profundo y, en el fondo,  hacen que merezca ser vivida a pesar de las luchas y dificultades.

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