¿Utopismo espiritualista? Puntualizaciones a una alocución de Benedicto XVI. Por José Arregui

Este artículo fué escrito por el autor unas semanas antes de que publicara su “Pido la palabra” y se desencadenara la polémica. Lo publica el último número de la revista de Pensamiento Cristiano “Iglesia Viva” entre otros interesantes materiales.  Esta reflexión sobre historia y actualidad puede servir para explicar una tensión que se repite desde los tiempos de Francisco de Asís y Buenaventura entre el espíritu franciscano y el poder romano.

En la alocución pronunciada en la Audiencia General del pasado 10 de Marzo1, Benedicto XVI censuró por enésima vez a los cristianos católicos que reivindican reformas radicales en la Iglesia de hoy. Lo hizo con la inteligencia y sensibilidad que le caracterizan, pero también con la parcialidad y dureza de juicio que a veces muestra. Su argumentación y, más concretamente, su lectura de los orígenes franciscanos me parecen cuando menos parciales, y me atrevo a hacer unas puntualizaciones –no menos parciales sin duda– con la simplicidad y libertad a la que nos animó Francisco de Asís, el humilde y libre seguidor de Jesús.

1. Para descalificar y desacreditar a los cristianos que sueñan con otra Iglesia muy distinta, Benedicto XVI los asimila a los “espirituales franciscanos” del s. XIII, dando por supuesto que éstos eran frailes descarriados. Creo que es injusto con aquellos franciscanos de entonces y con los cristianos de hoy que al parecer siguen sus pasos. Los espirituales franciscanos no fueron en absoluto un movimiento homogéneo, y toda condena sumaria y conjunta es una deformación de la historia (y del evangelio). Algunos de ellos eran compañeros de primera hora de Francisco, como el Hermano León, y a todos les unía era el recuerdo del pobrecillo de Asís y su fervor evangélico; querían seguir el espíritu, la intuición y el estilo de vida de Francisco de Asís, pobre e itinerante como Jesús, y tenían muy buenas razones para resistirse a aceptar la evolución de la Orden, cada vez más alejada del Poverello. Pudo haber derivas antieclesiales y antiinstitucionales demasiado radicales, pero ¿quién puede afirmar que eran menos erróneas y peligrosas las derivas antievangélicas de la institución eclesial de la época o de la propia Orden franciscana? ¿Y quién sería capaz de determinar en qué medida la radicalización de los espirituales fue causa de su persecución por parte de la institución y en qué medida fue efecto de la propia persecución? Lo mismo vale para hoy. Muchos, muchísimos cristianos quisieran ver a la Iglesia avanzar con decisión hacia los nuevos horizontes abiertos –más bien insinuados– por el Vaticano II, y lamentan el giro restaurador de la jerarquía eclesial en las últimas décadas, se duelen de la contrarreforma en curso, deploran la estrechez y la asfixia crecientes en el seno de la Iglesia Católica, quieren seguir soñando, arriesgando, respirando aire y vida. ¿No sería más eclesial reconocer en ellos al Espíritu que renueva la faz de la tierra y de la Iglesia?

2. El papa indica que los “hermanos espirituales” se inspiraban en Joaquín de Fiore (1135-1202),aquel monje místico, teólogo y brillante escritor que vislumbraba una Iglesia espiritual, pobre y libre, libre de tanto poder y de tanta sumisión a los poderes, libre de tantas riquezas materiales, libre de tan rígidas estructuras clericales. Es cierto que este monje, abad de Fiore, inspiró a algunos miembros del movimiento  espiritual franciscano. Pero vuelve a imponerse aquí la misma observación del punto anterior: no me parece correcto aducir a Joaquín para desacreditar a los espirituales, como si aquel monje genial fuera un siniestro hereje, responsable de males sin cuento en la posteridad de la Iglesia. Seguramente, la visión histórica del papa en este punto está demasiado condicionada por la conferencia que el predicador del Vaticano, el franciscano capuchino Raniero Cantalamessa, pronunció en 2009 sobre Joaquín de Fiore para el papa y la curia pontificia. No estoy capacitado para emitir un juicio histórico sobre el abad de Fiore, pero sin duda la visión oficial católica ha sido unilateral y se requiere una perspectiva más amplia. De hecho, Joaquín contó en vida con el favor de varios papas, y sólo fue condenado años después de su muerte por  profecías milenaristas simplemente pintorescas, por enredadas cuestiones acerca de la Trinidad y, en el fondo, por su potencial peligrosidad para la institución eclesial.

3. Frente a Joaquín de Fiore y los “espirituales franciscanos”, el papa propone como modelo a San Buenaventura, Ministro General de la Orden franciscana entre 1257 y 1274. Admiro a Buenaventura: fue místico, pensador y humilde. Amó a Jesús, amó a Francisco, amó a las criaturas, que eran para él epifanía de Dios y camino hacia Dios. Pero no cuenta entre sus méritos su antagonismo con Joaquín de Fiore, ni sus prevenciones con los hermanos “espirituales”, ni el haber encarcelado a su predecesor en el generalato Juan de Parma, un fraile bendito éste, que había sido malintencionadamente acusado de joaquinismo y por ello depuesto de su cargo (supongamos que fuera un convencido joaquinista: ¿acaso puede ser eso justo motivo para encarcelar a nadie?). Y Buenaventura lo encarceló en Greccio, en el mismo lugar donde Francisco había revivido la Navidad de Belén, con el pesebre y el heno, el asno y el buey, y toda la fraternidad y toda la naturaleza celebrando juntos la tierna humanidad de Dios. En una mísera celda de Greccio pasó Juan 30 años, hasta que fue absuelto, y siglos después fue declarado Beato. (La Florecilla 48 es muy ilustrativa de cómo miraban a Buenaventura los hermanos “espirituales”: describe la visión tenida por un hermano en la que Buenaventura aparecía atacando a Juan de Parma con garras de hierro). No es ciertamente su hostilidad para con los espirituales y joaquinistas lo que más asemeja a Buenaventura con Francisco ni, como sugiere el papa, lo que hace de él un modelo de actitud eclesial para nuestros  días. Como si la continuidad con el pasado, el recelo ante lo nuevo, el miedo a la libertad, la obediencia sumisa al sistema, la acomodación a lo establecido, el realismo prudente fuesen lo que más nos hace ser Iglesia, discípulos de Jesús. Como si el idealismo arriesgado, la disidencia crítica y fraterna, el conflicto de interpretaciones, el pluralismo de visiones y de opciones, la opción radical por los pobres fueran el máximo peligro. No nos enseñó eso Jesús. No nos enseñó eso Francisco.

4. El papa fue más lejos en su alocución: Buenaventura no sólo es modelo de espíritu eclesial para los fieles, sino también es modelo de gobierno eclesial para los papas de hoy. Me agrada que se tome al franciscano Buenaventura como espejo en los palacios del Vaticano. Pero me temo que se trata de un espejo previamente –con intención o sin ella– deslucido y deformado. Se toma a Buenaventura como paradigma al servicio de unos intereses. Se le toma como el hombre elegido y asistido por el Espíritu de Dios para atajar el supuesto gran peligro de su época, el movimiento espiritual, su radicalismo franciscano, con la mirada puesta en el momento eclesial que vivimos y en el mayor peligro que el gobierno de la Iglesia debe combatir: el reformismo. Benedicto XVI menciona a Pablo VI y Juan Pablo II como las dos grandes figuras que así lo han hecho, siguiendo la pauta marcada por San Buenaventura; Pablo VI y Juan Pablo II son los dos “sabios timoneles” que supieron conducir la barca de la Iglesia en medio de la amenaza postconciliar de los reformadores “utópicos”, “espiritualistas”, “anárquicos” (entre ellos habría que incluir, sin duda, a destacados teólogos como Rahner, Congar, Schillebeeckx ,y a grandes obispos como Helder Cámara, Alfrink, Suenens, Proaño, Arns, Lorscheider…). Surgen muchas preguntas: ¿Es correcto mencionar juntos a dos personalidades y programas eclesiales tan diversos como Pablo VI y Juan Pablo II? ¿Se ha borrado incluso la memoria de Juan Pablo I y de su sueño de reforma que no pudo ni estrenar? Por lo demás, el papa actual apenas disimula que es él mismo quien en realidad encarna el buen gobierno del “doctor seráfico” Buenaventura, sustentado en dos pilares: “pensar y rezar”; no en vano ha sido él, desde el principio, el verdadero artífice de la recuperación del espíritu preconciliar – algunos la llaman contrarreforma– iniciada en los años 80. Está muy bien “pensar y rezar”. La cuestión es cómo se piensa y cómo se reza. Y la cuestión es si, además o primero, se escucha, se dialoga, se tolera. Y la cuestión más importante es cuáles son las prioridades: la doctrina y la moral o la solidaridad y la compasión. Es difícil leer el pasado sin la mirada puesta en el presente, pero es preciso evitar la manipulación del pasado y del presente. La historia es buena maestra, pero a condición de no utilizar el pasado como justificación del presente y de no apelar al pasado para impedir un futuro nuevo. En el fondo, ¿no se está utilizando a Buenaventura para seguir manteniendo a la Iglesia de hoy prisionera de la Edad Media?

5. La cuestión fundamental es cómo entendió Buenaventura a Francisco. Lo admiró sobremanera, celebró sus virtudes, lo elevó a lo más alto, pero ¿no fue al precio de volverlo inimitable, tal vez, inconscientemente, para no tener que imitarlo? Lo ensalzó como “otro Cristo”, pero ¿no fue al precio de olvidar demasiado al Jesús pobre, libre, itinerante, a quien Francisco quiso seguir y quiso que siguiéramos? De hecho, los artistas de la época pasaron de representar las escenas de la vida de Francisco a representar sus “milagros”; el modelo a imitar se convirtió muy pronto en mediador a quien invocar. Y Buenaventura encarna e impulsa este cambio de perspectiva. Salvó la Orden franciscana de una posible disolución, pero ¿salvó en ella el espíritu de Francisco, su intuición originaria? ¿Qué significa que en las Constituciones de Narbona promulgadas por Buenaventura sean tan exclusivamente disciplinares y no se mencione en ellas la primera Regla de Francisco, expresión más espontánea del alma de Francisco? ¿Dónde quedó la minoridad de éste, su firme voluntad de vivir con y como los menores de la sociedad? ¿Qué fue de las pobrecillas moradas en las que Francisco quiso habitar, como los pobres campesinos, y que nunca quiso tener en propiedad? ¿Qué fue de su itinerancia, de aquel vivir como peregrinos y advenedizos sin domicilio fijo ni propiedad y siempre con los últimos? ¿Qué fue del resuelto propósito de Francisco de romper con el clericalismo cuando, con Buenaventura, la Orden se clericalizó enteramente, de modo que los hermanos no clérigos se convirtieron en excepción y fueron relegados al servicio doméstico de los conventos? ¿Dónde quedó la evangélica obsesión de Francisco de ser todos hermanos y los menores en todo? ¿Tomó en serio Buenaventura –el eminente maestro de teología en la universidad de París, que con razón se sentía feliz y orgulloso de acoger en los conventos a teólogos e intelectuales universitarios–, tomó en serio aquella advertencia de Francisco: “Aunque vengan a nosotros los mejores teólogos de París, escribe, hermano León: No está ahí la verdadera alegría”?

Es difícil imaginar que, para Francisco, el verdadero riesgo de “gravísima tergiversación” de su mensaje e intuición o la verdadera “visión errónea del cristianismo en su conjunto” fuesen precisamente los hermanos “espirituales”, como afirma el papa en su alocución. Es una lectura muy discutible de los orígenes franciscanos. El Espíritu no es monopolio de nadie, pero está donde las instituciones se transforman y la vida reverdece.

NOTA AL PIE:

1 El texto completo de esta catequesis del 10 de Marzo de 2010 se encuentra en la página vatican.va. Reproducimos a continuación los párrafos más significativos:

Como ya dije, uno de los varios méritos de san Buenaventura fue interpretar de forma auténtica y fiel la figura de san Francisco de Asís, a quien veneró y estudió con gran amor. En tiempos de san Buenaventura una corriente de Frailes Menores, llamados “espirituales”, sostenía en particular que con san Francisco se había inaugurado una fase totalmente nueva de la historia, en la que aparecería el “Evangelio eterno”, del que habla el Apocalipsis, sustituyendo al Nuevo Testamento. Este grupo afirmaba que la Iglesia ya había agotado su papel histórico, y una comunidad carismática de hombres libres guiados interiormente por el Espíritu —es decir, los “Franciscanos espirituales”— pasaba a ocupar su lugar. Las ideas de este grupo se basaban en los escritos de un abad cisterciense, Gioacchino da Fiore, fallecido en 1202. En sus obras, afirmaba un ritmo trinitario de la historia. Consideraba el Antiguo Testamento como la edad del Padre, seguida del tiempo del Hijo, el tiempo de la Iglesia. Había que esperar aún la tercera edad, la del Espíritu Santo. Así, toda la historia se debía interpretar como una historia de progreso: desde la severidad del Antiguo Testamento a la relativa libertad del tiempo del Hijo, en la Iglesia, hasta la plena libertad de los hijos de Dios, en el período del Espíritu Santo, que iba a ser, por fin, el tiempo de la paz entre los hombres, de la reconciliación de los pueblos y de las religiones. (…)

Llegados a este punto, quizá es útil decir que también hoy existen visiones según las cuales toda la historia de la Iglesia en el segundo milenio ha sido una decadencia permanente; algunos ya ven la decadencia inmediatamente después del Nuevo Testamento. En realidad, “Opera Christi non deficiunt, sed proficiunt”, las obras de Cristo no retroceden, sino que avanzan. ¿Qué sería la Iglesia sin la nueva espiritualidad de los cistercienses, de los franciscanos y de los dominicos, de la espiritualidad de santa Teresa de Ávila y de san Juan de la Cruz, etcétera? También hoy vale esta afirmación: “Opera Christi non deficiunt, sed proficiunt”, avanzan. San Buenaventura nos enseña el conjunto del discernimiento necesario, incluso severo, del realismo sobrio y de la apertura a los nuevos carismas que Cristo da, en el Espíritu Santo, a su Iglesia. Y mientras se repite esta idea de la decadencia, existe también otra idea, este “utopismo espiritualista”, que se repite. De hecho, sabemos que después del concilio Vaticano II algunos estaban convencidos de que todo era nuevo, de que había otra Iglesia, de que la Iglesia pre-conciliar había acabado e iba a surgir otra, totalmente “otra”. ¡Un utopismo anárquico! Y, gracias a Dios, los timoneles sabios de la barca de Pedro, el Papa Pablo vi y el Papa Juan Pablo II, por una parte defendieron la novedad del Concilio y, por otra, al mismo tiempo, defendieron la unicidad y la continuidad de la Iglesia, que siempre es Iglesia de pecadores y siempre es lugar de gracia.

4.En este sentido, san Buenaventura, como ministro general de los franciscanos, adoptó una línea de gobierno en la que era clarísimo que la nueva Orden, como comunidad, no podía vivir a la misma “altura escatológica” de san Francisco, en el cual él ve anticipado el mundo futuro, sino que —guiada, al mismo tiempo, por un sano realismo y por la valentía espiritual— debía acercarse tanto como fuera posible a la realización máxima del Sermón de la montaña, que para san Francisco fue la regla, si bien teniendo en cuenta los límites del hombre, marcado por el pecado original.

Vemos así que para san Buenaventura gobernar no coincidía simplemente con hacer algo, sino que era sobre todo pensar y rezar. En la base de su gobierno siempre encontramos la oración y el pensamiento; todas sus decisiones eran fruto de la reflexión, del pensamiento iluminado de la oración. Su íntima relación con Cristo acompañó siempre su labor de ministro general y, por esto, compuso una serie de escritos teológico-místicos, que expresan el alma de su gobierno y manifiestan la intención de guiar interiormente la Orden, es decir, de gobernar no sólo mediante órdenes y estructuras, sino guiando e iluminando las almas, orientando hacia Cristo. (…)

Fuente: www.atrio.org

Respeto y dignidad. Por Carlos Valle

La sexualidad humana, expresión vital de la persona, está íntimamente vinculada con lo afectivo, lo placentero y con las relaciones interpersonales. Su comprensión está modelada por todos los procesos de cambio cultural, social, religioso y científico. Su historia, que ha mostrado cambios drásticos en los últimos tiempos, está marcada por intransigencias, discriminaciones y contradicciones.

Desde que el emperador Constantino en el siglo IV adoptó el cristianismo como religión oficial, la llamada “cultura de la cristiandad” ha marcado la historia de Occidente. La concepción de una sociedad organizada por una particular y cerrada visión religiosa se prolongó por muchos siglos pero, poco a poco, se fue desmantelando por los reiterados cuestionamientos que fueron abriendo paso al desarrollo de la libertad religiosa, la tolerancia, a nuevas comprensiones del mundo y de la vida. Este proceso dio lugar a un creciente escepticismo religioso.

Esa religiosidad cristiana ha impuesto sobre la sociedad una férrea marca de control sobre la sexualidad humana. La limitación de la relación sexual en el matrimonio a la procreación, el desprecio del placer en las relaciones sexuales y el rechazo a toda manifestación de diversidad sexual fueron algunos de los postulados con los que se impuso y ejerció poder y dominación sobre la intimidad de las personas.

Hoy sabemos que ya no es posible imponer una comprensión única de la vida y de la sociedad. Las culturas y las religiones están seriamente afectadas por los cambios experimentados en el mundo y, en ese contexto, se ha relativizado su autoridad. Las verdades absolutas han dejado su lugar a posturas más modestas y tolerantes. Los desafíos de esta nueva era ponen de manifiesto que vivimos en una sociedad cada vez más pluralista en términos sociales, culturales, religiosos y étnicos.

La fe religiosa no puede imponerse. La gente recibe, selecciona e interpreta desde su propia óptica social y cultural, y sospecha cada vez más de las imposiciones autoritarias y dogmáticas.

La tendencia de varias confesiones religiosas sobre la homosexualidad ha sido la de estimar su posición como la única válida. En ese sentido, el uso tradicional que se ha hecho de la Biblia como fuente de autoridad indiscutida ha tendido a abusar de los breves textos que hacen referencia a la conducta homosexual aunque, en realidad, la Biblia no aborda la problemática de la homosexualidad como tal. Por otra parte, en la Biblia no se señala que Jesús haya hecho alusión alguna al tema, por el contrario, sí hay alusiones directas al tema de la infidelidad. La centralidad del respeto y la dignidad de todos los seres humanos están en el corazón de la fe cristiana. Una fe que se basa en el amor de Dios para todos los seres humanos sin distingos, que llama a amar a los demás seres humanos como a uno mismo. De esa manera, erradica la discriminación y la exclusión.

El concepto de matrimonio es una construcción social. Varía según la sociedad a la que nos referimos. En algunas, por ejemplo, se reconocen matrimonios monogámicos y, en otras, poligámicos. La base del matrimonio muda considerablemente según la sociedad de la que se trate, ya sea acentuando el amor romántico o el matrimonio por arreglo entre familias. En algunos lugares del mundo se prohibió el casamiento entre blancos y negros o entre blancos y asiáticos. Los derechos de las mujeres fueron cambiando hasta obtener igualdad legal. El divorcio vincular ha sido aceptado alrededor del mundo.

Algunas confesiones religiosas sostienen que el matrimonio es una institución sagrada que impone ciertas reglas a los contrayentes. En general, ceremonias o contratos matrimoniales –religiosos o no– involucran una serie de deberes y derechos, tales como el cuidado y la protección.

Sin embargo, el matrimonio religioso, no importa el carácter que se le otorgue, no tiene el mismo significado que el civil. El civil es un contrato social con repercusiones de variado tipo, pero sin consecuencias religiosas que lo determinen. Los fundamentos y requerimientos de un casamiento religioso deben resguardase para los creyentes, pero no corresponde imponerlos a la sociedad toda.

La convivencia en una sociedad pluralista sólo es posible cuando se preservan el respeto y la dignidad de todos los seres humanos. Para este fin, el Estado debe procurar que los derechos sean ejercidos sin ningún tipo de discriminación. Y esto es parte de nuestra propia historia.

El pedido de la modificación legal que permita a los homosexuales que lo deseen ejercer sus derechos como las parejas heterosexuales debería encuadrarse en el marco de esta sociedad plural, que busca preservar la libertad y la dignidad de todos.

* Pastor de la Iglesia Metodista argentina, ex presidente de la Asociación Mundial para las Comunicaciones Cristianas. Texto que el religioso no pudo leer en la comisión del Senado que debate el matrimonio gay.

Fuente: Página 12

La tortuga y el 82. Por Guillermo “Quito” Mariani

¡Genial! La oposición, convertida en grupo “A”, lanza un revolucionario proyecto en favor de los viejos. Volver al 82 % del sueldo de los activos, como asignación jubilatoria, de acuerdo a los establecido por la Ley 14.499, que logró vigencia durante  el corto período de cinco años en el gobierno frondizista.

Es para saltar de alegría esto de ver a quienes, favoreciendo supuestamente  la justa distribución de ingresos, (han evadido en poco más de un año 615 millones de pesos en impuestos de producción y exportación, de los que 570 millones corresponden a soja),  convertidos ahora en protectores de los pobres jubilados. Pobres, porque lo que les llega actualmente después de años de reclamos, es apenas un módico aumento, que no satisface sus necesidades, ni siquiera con la reglamentación de crecimiento periódico establecida por ley. Aparece muy consecuente que, con el juicio de pobreza escandalosa en que coincidieron con el episcopado nacional, estos honorables legisladores hayan propuesto esta magnífica solución para favorecer a esos pobres por desplazamiento que son los jubilados.  Y esto, mientras se guardan otras disposiciones que acaben con los subsidios para desempleados, o los chicos imposibilitados por carencias económicas familiares de participar en la educación formal. Lo cual es parte de las deliberaciones de representantes del grupo “A” en gestación, que escucharon la propuesta y proyecto de futuro gobierno, de  la suprema autoridad jerárquica de la iglesia católica. La sugerencia es disminuir radicalmente los aportes “sociales” populistas.

¿Será que detrás de esa aparente unión partidaria para pesar en el Congreso en la aprobación de nuevas leyes, están dispuestos a una colaboración efectiva para financiar ese proyecto, obligándose al menos a no evadir los impuestos a las ganancias y al IVA? Abandonemos esta ilusión, porque en el mismo proyecto “Bergoglio” se propone la supresión de las retenciones como absoluta prioridad. ¿A qué se debe entonces esta repentina solidaridad con los jubilados, ausente en absoluto en otros tiempos,  cuando ellos (la mayoría) fueron gobierno?

Si en el estado actual de las cosas fuera posible una decisión de esta índole que acabara con el paso de tortuga que regula las presentes jubilaciones, todos nos sentiríamos mejor. Pero, ante el notable incremento de la población envejecida y el añadido de las decisiones gubernamentales de incorporar a cerca de dos millones y medio en completo desamparo, junto con el desempleo y la crisis internacional de la que ellos afirman que no podemos salvarnos, el 82 por ciento parece una meta inalcanzable. Pero eso sí, es una bandera justificante y al parecer, (como lo fue el salariazo prometido por Menem en el 89) con tufillo eleccionario. Si hubiera creatividad e intención de buscar una verdadera solución, la preocupación debería fijarse en propuestas ya existentes acerca de una modificación del régimen jubilatorio que apresurara los pasos de la tortuga y no en su simple eliminación, corriendo peligro de quedarnos sin el pan y sin la torta.

Que con el ideal de compensar debidamente a los que trabajaron toda su vida y aún a los que no lo hicieron por la exclusión social que significa el desempleo, se discutan y sugieran nuevos puntos de vista, será seguramente provechoso. Pero lo positivo, con una dosis mínima de realismo, no puede consistir en destruir lo que tenemos, sino en mejorarlo. En acelerar el ritmo de marcha de la tortuga.

José Guillermo Mariani (pbro)

jubilado autónomo nacional mínimo, con otro aporte mínimo del Arzobispado de Córdoba.

Domingo 25 de Julio de 2010 – 17 durante el año litúrgico (ciclo “C”)

Tema: (Lc.11,1-13)

Viendo a Jesús orar los discípulos piden que les enseñe y el responde que cuando oren digan: Padre santificado sea tu nombre, que venga tu reino, danos nuestro pan cotidiano, perdona nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación. Luego agregó Si alguno de ustedes recurre a medianoche a un amigo para pedirle unos panes para atender a un amigo que llegó, se los negará diciendo que es muy tarde y todos están descansando? Les aseguro que si él no se levanta porque se trata de un amigo lo hará al menos por su insistencia y le dará lo que pide Por eso les recomiendo: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. ¿Hay entre ustedes algún padre que dé a su hijo una piedra cuando le pide pan? O una serpiente en lugar de un pescado. Si uds que son malos saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo enviará su espíritu a quienes se lo pidan.

Síntesis de la homilía

La fórmula que Jesús enseña a sus discípulos para orar no es para que la aprendan de memoria y la repitan siempre que quieran dirigirse a Dios, haciendo consistir su eficacia en la repetición de las palabras. Como toda oración, su sentido es que lo que se hace como pedido engendre en el corazón un auténtico deseo y propósito de esforzarse por lograrlo. De otro modo todo estaría hecho y quedaría vacío nuestro compromiso con el crecimiento del reino.

Se trata, sí, de una actitud cariñosa y por eso absolutamente confiada en el amor del Padre. Por eso el uso de la palabra Abba.

Lucas no dice el “que está en el cielo” contenido en la fórmula usada por nosotros. Marcos habla sí del Padre de los cielos, indicando no un lugar en que está, sino una presencia en el cosmos que es lo que en muchas oportunidades se designaba como “cielo”. El primer deseo expresado como compromiso es que todos reconozcan su presencia amorosa y por eso nos esmeremos en construir su reinado entre nosotros modificando nuestras relaciones para irlas convirtiendo en fraternales de acuerdo a la dignidad compartida por todos, de ser sus hijos.

Enseguida aparece la pobreza y necesidad de los hijos que deben ser remediadas: el pan cotidiano. Y con ellas el compromiso de buscarlo para todos en una justa distribución de los bienes de este mundo. Lo que obstaculiza ese ideal de justicia es el pecado. El del egoísmo que produce acaparamientos e insensibilidad ante el otro, con deterioro de su felicidad y herida a su dignidad. El perdón que sigue a continuación no es simplemente una actitud sentimental sino que como todo pecado exige reparación. Todo vacío reclama ser llenado- Y así resulta un deseo de que supliendo nuestras deficiencias nos veamos ayudados a esforzarnos para suplir las que descubrimos a nuestro alrededor. Lo cual siempre tendrá que superar el obstáculo de caer en la tentación del individualismo egoísta que romperá los vínculos sociales hasta impedir la realización y el crecimiento del reino.

Desde esta formulación se entiende el sentido de la oración cristiana, la que fue esa enseñanza de Jesús a sus discípulos.

No se descarta la oración de petición a la que se refiere la parábola del vecino inoportuno que pide e insiste en el pan para cumplir con su deber de hospitalidad con un recién llegado. A ese tipo de oración pertenecen las afirmaciones de pedir para recibir, de buscar para encontrar, de golpear para que se abra la puerta. Y ese pedido sincero que es reconocimiento de nuestras limitaciones siempre obtiene lo que se indica al fin de la parábola, el espíritu, que es regalo que a nadie se niega. La riqueza del espíritu del Padre que es espíritu de amor es nuestra fortaleza para ir obteniendo todo lo que deseamos, con el corazón abierto a todas las necesidades y carencia que nos rodean.

Quizás pensemos que las formulaciones literales en esa enseñanza de Jesús son más sencillas de lo que hemos explicado y basta con recitarlas para obtener la ayuda de Dios. Esto significaría en primer término alienación y alejamiento de nuestra realidad. Además convertiría a Dios en responsable de todo lo que nos falta individual y socialmente. E incurriría también en la falsedad de que el amor de ese Padre necesita o exige ser insistido para que por esa insistencia obtengamos lo que pedimos como  si El no supiera lo que necesitamos y se complaciera en vernos suplicar para obtenerlo. En la perspectiva que hemos presentado hay un reconocimiento de nuestra debilidad, un acto de confianza en la bondad del padre, una seguridad de que ya tenemos lo necesario si lo deseamos con sinceridad y un compromiso real por construir su reino de justicia y amor.

Buscando coincidencias entre las Lecturas

El regateo de Abraham con Dios y las concesiones obtenidas para que no destruya la ciudad, son una muestra de la inmensa bondad de quien ama por sobre todas las ingratitudes. A lo mismo se refiere Pablo hablando de la cancelación del acta de condenación que nos devuelve la libertad y la dignidad de hijos. La parábola de Lucas indica a propósito del espíritu de la oración, lo que es nuetra íntima relación con Dios.

¿Una Iglesia de Laicos? Por José Ma Castillo

Con frecuencia se habla de la crisis del clero: cada día hay menos sacerdotes, y los que van quedando, envejecen, se enferman….; además, las vocaciones descienden más y más. Otro tanto hay que decir de los religiosos y religiosas, de forma que las órdenes y congregaciones religiosas se van reduciendo y muchas de ellas están abocadas a desaparecer. Por otra parte, es comprensible que, en una situación de crisis como la actual, los clérigos que van quedando, resulta inevitable que, de día en día, se sientan menos motivados, con menos inciativas y con menos fuerzas. Es ley de vida.

Pero, tal como están las cosas en la Iglesia, más que de crisis del clero, tendríamos que hablar de fracaso del clero. Porque el problema más serio no está en el “futuro del clero”, sino en el “pasado de clero”. Digo que el problema más serio está en el pasado del clero porque, en este momento, los países en los que secularmente ha habido más vocaciones, más sacerdotes, más religiosos/as, son ahora precisamente los países en los que la crisis del cristianismo es más profunda. Mientras que los países que, durante siglos, tenían que mantenerse gracias a los misioneros/as que, iban de los países de más larga tradición cristiana, son en este momento los países que tienen diócesis, parroquias y comunidades cristianas con más esperanzadora vitalidad. Por eso abundan las personas que están persuadidas de que el futuro del cristianismo está en los países que, hasta hace dos o tres décadas, eran los llamados “países de misión”. Es decir, los países que necesitaban importar clero de Europa y de Estados Unidos.

Dando un paso más, creo que hay datos suficientes para pensar que la raíz de este problema no está en la “falta de generosidad” de los jóvenes. Si este asunto se piensa despacio, pronto se da uno cuenta de que la raíz de la crisis está en que el clero es una institución inadaptada. Y que, además, no es fácil que se pueda adaptar a la cultura y a la sociedad en que vivimos. Si pensamos en la formación intelectual, que reciben los clérigos, y en la espiritualidad que tienen que asumir, pronto se comprende que, ni la mentalidad de los hombres de Iglesia, ni los compromisos que tienen que vivir, los capacitan para poder ser un colectivo de personas que tengan una posibilidad (real y concreta) para influir en la gran mayoría de la gente. El clero es, y será, una institución cada día más marginal en la sociedad del presente y del futuro. Los contenidos básicos de la teología de la Iglesia, tal como eso se sigue enseñando obligatoriamente en los seminarios, interesan cada día menos a la gran mayoría de la población que todavía se relaciona con las parroquias y conventos. Por otra parte, a los clérigos se les obliga a contraer unos compromisos (obediencia al obispo, celibato, votos de castidad, pobreza y obediencia) que, sin que sean plenamente conscientes los mismos clérigos, el hecho es que esa forma de pensar y esa forma de vivir les aleja del común de los mortales. De ahí que las ideas y el lenguaje de la Iglesia están cada día más ausentes de los problemas que vive la gente. Y de ahí también que por algo será que la forma clerical de vivir, si es asumida ahora por algunos jóvenes, resulta que se trata de jóvenes que, sin saber exactamente por qué, pero el hecho es que se trata de hombres que son más integristas, conservadores y hasta más fundamentalistas que los clérigos de edad.

Por supuesto, que en todo esto hay excepciones y sería una falsedad y una injusticia generalizar y aplicar a todos los cléricos (jóvenes y mayores) este modelo de clérigo del que aquí estoy hablando. Eso no se puede hacer. Y no se puede hacer porque son muchos los hombres y mujeres que están dando lo mejor de sí mismos para que este mundo sea más habitable. Pero nadie me puede negar que, al decir estas cosas, estoy retratando una situación que es bastante real.

Pues bien, con todos los matices que haya que ponerle a lo que digo aquí, una cosa me parece evidente: o pronto se produce un cambio milagroso, o podemos decir que la institución clerical ha enfilado el camino de su desaparición. Pero, ¡atención!, la Iglesia no es el clero. La Iglesia seguirá adelante. Pero será una Iglesia de laicos. Una Iglesia, por tanto, en la que los laicos asuman sus responsabilidades y vean como suya esta Iglesia que tiene su origen en un laico, Jesús. Y que nació, no como un clero dirigente de laicos, sino como un pueblo, una comunidad de comunidades en las que todos se veían como hermanos. Y todos corresponsables de anunciar y de vivir el mensaje de Jesucristo. Las formas concretas de organización y de gestión de esta “Iglesia de laicos” no estaban claras cuando nació la Iglesia. Tampoco lo están hoy. Pero, si en sus orígenes salió adelante, también saldrá ahora y en el futuro: a corto, medio y largo plazo.

Fuente: Teología sin censura

Domingo 18 de julio de 2010 – 16 durante el año litúrgico (ciclo “C”)

Tema: (Lc.10,38-42)

Entró Jesús a un pueblo y lo recibió en su casa una mujer llamada marta que tenía una hermana llamada María- María sentada a los pie de Jesús lo escuchaba. Marta preparaba la comida y en un momento dijo a Jesús ¿No te importa que María me deje sola para preparar todo? Jesús contestó: No te aflijas ni te preocupes demasiado, basta con un plato. María ha elegido lo mejor y no la voy a privar de atenderme.

Síntesis de la homilía

Habiendo enviado a los setenta y dos y estando ya de camino Jesús aprovecha la amistad con una familia para hospedarse con ellos. Marta es quien dirige la casa y se preocupa por dar una buena acogida al huésped. La comida es siempre un momento de comunión y valía la pena preocuparse de que todos estuvieran bien cuando se sentaran a la mesa.

Desde luego que esa era una preocupación legítima. Más para los judíos que hacían de la comida un verdadero rito de acogida al peregrino. Pero María atendía otro aspecto. La relación humana y confidencial con Jesús, aprovechando esa ocurrencia del maestro de ir a visitarlas de paso por su casa. Por eso ante el pedido de ayuda de Marta, Jesús indica que él se siente muy bien atendido por María y no le va a quitar este gusto que también ella experimenta.

El episodio colocado significativamente por Lucas entre la misión de los setenta y dos y el discurso sobre la oración, pone de manifiesto el valor del clima familiar para el encuentro de comunión con el Padre. Y en ese encuentro aunque sea muy importante compartir la mesa (símbolo bíblico referido muchas veces al banquete final del reino) es también muy importante la comunicación cálida que llamamos amistad.

La relación con María, identificada por algunos como la magdalena, ha sido estudiada y calificada por muchos como una relación de pareja ( a lo cual Jesús no tenía por qué sustraerse). Sea lo que fuere lo cierto es que esto de conversar íntimamente con Jesús y de sentarse Jesús a la mesa con dos mujeres nos lo acerca como cultor de la amistad que, cuando es profunda y sincera significa tanto apoyo para la vida humana.

Además todo el misogenismo con que muchas veces se ha pretendido presentar a Jesús no es basado en datos evangélicos ya que en varias oportunidades Jesús mantiene encuentros con mujeres y aun más, con mujeres señaladas como pecadoras. Esta especie de tradición masculinista que ha influenciado tanto en la iglesia católica no es simplemente una conducta actual de menosprecio de la mujer. Se trata de una tradición ancestral en la cultura judía que se prolongó y dejó huellas muy profundas en lo que llamamos la tradición occidental cristiana. En realidad para muchos biblistas, las mujeres que varias veces se citan en los evangelio como acompañantes de Jesús, tenían para él la misma categoría de los discípulos, pero han sido borradas con el pretexto de que alguna vez se dice que ellas acompañaban con sus bienes al sostenimiento del grupo, como si fueran simplemente señoras bien que con su dinero sostenían al prestigioso maestro itinerante y a sus seguidores.

Nuestra Iglesia que resiste a la presencia de la mujer junto al hombre en el ejercicio del ministerio sacerdotal y durante mucho tiempo y hasta con disposiciones actuales del vaticano, la excluyen de servicios en el Altar (cosa que a pesar de estar indicada, nadie acepta aunque sin manifestarlo expresamente), ha heredado esa tradición de la mujer postergada reduciéndola a su calidad de productora y cuidadora de hijos, como una cosa establecida por la ley natural , como un argumento que utilizan para muchos otros aspectos que a fuerza de defender esa supuesta ley, contrarían la naturaleza con efectos muchas veces catastróficos.

Se escuchó muchas veces la interpretación de que la defensa que Jesús hace de la actitud de María, indica la superioridad de la contemplación sobre la acción. Esta dualidad ha colaborado a que la fe cristiana que tiene como objetivo la comunicación humana hasta convertirla en fraternidad, descalifique la acción y las vocaciones de servicio en cuya entrega a la felicidad y salud de los seres humanos, muchos encarrilan su vida y sus preocupaciones.

Nada más injusto y más antievangélico.

Buscando coincidencias entre las Lecturas

La actitud de Abraham con los viajeros traduce a la perfección la conducta de los judíos con respecto a la hospitalidad como virtud humana fundamental, y la comida como una expresión importante de esa valoración.

Pablo habla de completar en su carne los sufrimientos de Cristo para bien de la comunidad entera por la que manifiesta entrañable amor. Lucas en un breve relato nos pinta la relación de amistad en el seno de una familia.

Veinte preguntas acerca de la homosexualidad: Algunas respuestas desde una perspectiva cristiana. Por Roy H. May

Qué es la homosexualidad

1. ¿Cómo se define la homosexualidad?
2. ¿Por qué algunas personas son homosexuales?
3. ¿Es la homosexualidad una condición voluntaria?
4. ¿Es posible cambiar la orientación homosexual?
5. ¿Es natural la homosexualidad?
6. ¿Se puede identificar un homosexual a simple vista?

Cómo viven los homosexuales

7. ¿Hay homosexuales en América Latina?
8. ¿Cómo es la vida de los homosexuales?
9. ¿Les gusta cómo los trata la vida?
10. ¿Qué piensa de si mismo el homosexual?
11. ¿Por qué los homosexuales ostentan públicamente su orientación sexual?
12. ¿Los homosexuales seducen a los niños?
13. ¿Es el SIDA una enfermedad homosexual?

Cuál debe ser la ética cristiana frente a los homosexuales

14. ¿Qué dice la Biblia acerca de la homosexualidad?
15. ¿Es pecado la homosexualidad?
16. ¿Cómo deben responder los cristianos a los homosexuales?
17. ¿Es la tolerancia una virtud cristiana?
18. ¿Cómo se puede hablar de la homosexualidad en la iglesia?

Cómo debe responderles la sociedad a los homosexuales

19. ¿Tienen los homosexuales derechos civiles y humanos?
20. ¿Se les debe permitir a los homosexuales elegir cualquier trabajo y vivir en cualquier parte?

Introducción

Las siguientes preguntas y respuestas tienen el propósito de motivar discusión acerca de una de las cuestiones éticas más importantes de hoy: la posición cristiana frente a la homosexualidad y la actual discriminación, odio y violencia que experimentan personas homosexuales tanto en las iglesias como en la sociedad. Por una parte, las respuestas intentan aclarar la ignorancia acerca de la homosexualidad. Por otra, quieren estimular la reflexión moral en pro de una actitud justa,
humana y tolerante hacia los hombres y las mujeres que, en su preferencia sexual, son diferentes de la mayoría de nosotros. En el fondo, reflejan una preocupación pastoral y ética en busca de la justicia social, fundamentada en el amor universal de Dios.

La bibliografía está incluida al final y, en gran parte, las respuestas se basan en estas fuentes, sin la cortesía de indicar una por una. Para confirmar o identificar una fuente, se pueden consultar estas obras pero, de todos modos, no todo está basado en ellas. Sobre los años he tenido oportunidades de conocer homosexuales. En gran parte las respuestas nacen de esas oportunidades.

No hay duda de que el tema es muy controversial, pero hay que tomarlo. Espero que estas “preguntas y respuestas” contribuyan en forma positiva, sobre todo para generar nuevas actitudes hacia esa gran parte de la comunidad humana que es “diferente”.

Qué es la homosexualidad

1. ¿Cómo se define la homosexualidad? Se refiere a la preferencia sexual y erótica entre personas de un mismo sexo, aunque exactamente lo que constituye “homosexualidad”, especialmente la conducta sexual específica – por ejemplo, gestos físicos –, varía según la cultura. El Dictionary of Pastoral Care and Counseling (1990), define homosexualidad como “la orientación de la necesidad, deseo y respuesta sexuales hacia personas del mismo género”. Tal orientación puede reprimirse, es decir no tener concienca de ella, o bien puede actualizarse. Según el Dictionary, la definición “homosexual”, “gay” o “lesbiana”, se aplica “solamente a las personas cuyo deseo sexual y experiencia conscientes están dirigidos exclusiva o mayormente hacia personas del mismo sexo”, es decir, orientación actualizada. Por otra parte, orientación consciente no significa que se practica una conducta homosexual. Se pueden evitar relaciones homosexuales aunque se las desee. Podemos ver, entonces, que la homosexualidad puede manifestarse en forma reprimida, inconsciente; en forma actualizada, consciente; y consciente pero no actualizada. Es decir, hay que diferenciar entre “orientación” y “conducta”. En todo caso, significa atracción y deseo sexuales de preferencia entre personas de un mismo sexo. Sin embargo, es importante señalar que no hay un punto fijo, rígido, entre homosexualidad y heterosexualidad, como no hay sentimientos sexuales exclusivamente “masculinos” o “femeninos”. En verdad, las sensaciones sexuales, las atracciones sensuales y los sentimientos son relativos y flexibles y no son particulares de uno de los sexos. Los hombres tienen sentimientos “femeninos” como las mujeres tienen sentimientos “masculinos”. Los hombres pueden ser “tiernos” y “pasivos” como las mujeres pueden ser “duras” y “agresivas”, sin perder identidad y orientación sexuales. Un hombre heterosexual puede apreciar la musculatura del cuerpo masculino como también siente mucha atracción por la curvatura del cuerpo femenino. (Es decir, el heterosexual puede responder positivamente tanto a la sensualidad del “David” de Miguel Ángel como a la de “Venus de Milo”). El diccionario, Términos y conceptos psicoanalíticos (1997), informa que “la homosexualidad inconciente existe en mayor o meno grado en toda persona heterosexual”. Por eso es mejor reservar la identificación “homosexual” exclusivamente para el deseo y la conducta homosexuales actualizados.

2. ¿Por qué algunas personas son homosexuales? Es muy dificil contestar esta pregunta, porque sin duda no hay una única respuesta. Se sabe que la orientación sexual está presente desde muy temprano en la vida. No hay evidencia de que los modelos sociales influyan en la orientación sexual. Por ejemplo, los hijos de homosexuales no siempre son homosexuales. Un maestro o profesor homosexual no convertirá de manera automática a los niños y jovenes a su orientación sexual. Representar la homosexualidad en formas positivas en el cine no creará homosexuales. Que un joven prepare la mesa o lave los trastes, es decir, hacer “cosas de mujeres”, o juegue futbol y mande a las niñas, es decir haga “cosas de hombres”, en ninguna forma determinará su orientación sexual. No es la violación homosexual la causa de la homosexualidad como tampoco la violación heterosexual causa la orientación heterosexual. Esto no niega que tal experiencia tan traumática puede provocar confusión sobre el propósito y la naturaleza de la sexualidad y las relaciones sexuales, pero no “causa” una orientación sexual. De hecho, no se puede crear la orientación sexual de otra persona (ni la propia).

Entre los especialistas hay consenso en cuanto a que la orientación sexual, sea homo o hetero, es, en buena parte si no totalmente, producto social; es decir, adquirida por medio de procesos sociales. El diccionario Términos y conceptos psicoanalíticos explica que: “El criterio psicoanalítico es el de que cualquier manifestación de la sexualidad humana se halla multideterminada por diversos factores evolutivos y acontecimientos accidentales del entorno”. Pero el por qué y el cómo no están bien entendidos. Hay varias teorías, pero hasta ahora no se pueden comprobar, por lo menos como explicaciones generales. Por estas razones, se investiga cada vez más un posible orígen biológico; es decir, que la homosexualidad es innata. Algunos investigadores piensan que ciertos centros cerebrales y cierta actividad hormonal explican la homosexualidad, mientras que otros creen haber descubierto un orígen genético. No obstante, otros investigadores no avalan el vínculo genético, y aún otros están buscando respuestas en la interacción entre los procesos sociales, psicológicos y los orígenes biológicos. De todas formas, aunque no se sabe cómo, y se debate mucho entre ellos, los investigadores concuerdan en que la orientación sexual, sea homo o hetero, es muy compleja y está profundamente enraizada en los mismos orígenes de la persona.

3. ¿Es la homosexualidad una condición voluntaria? Como dijimos en la respuesta anterior, la orientación homosexual no es una condición voluntaria. Nadie decide conscientemente (léase, voluntariamentre) su orientación sexual. No hay un momento en la vida cuando se decide, “Quiero ser heterosexual” o “Prefiero ser homosexual”. Asumir la orientación sexual, sea hetero u homo, es un proceso natural, parte integral de la vida misma.

Aunque todos tenemos algún conocimiento de nuestra preferencia sexual desde muy jóvenes, “no estar de acuerdo con ella” puede causar trastornos psicológicos e indefiniciones personales. Así, se puede reprimir el conocimiento de preferencia, intentar crear otra preferencia o forzarse a vivir en forma contradictoria a su preferencia. Esto puede provocar problemas psicológicos, pero la homosexualidad en sí no es un trastorno psicológico pues, “la homosexualidad suele ser considerada normal”, dice el diccionario Términos y conceptos psicoanalíticos.

Es cierto que por muchos años se pensó que la homosexualidad era una enfermedad mental. Aunque Sigmund Freud escribió que la homosexualidad “no puede catalogarse como enfermedad”, no fue sino hasta los años cincuentas y sesentas cuando se realizaron investigaciones científicas acerca del origen y la naturaleza de la homosexualidad e investigaciones comparativas entre homosexuales y heterosexuales en cuanto a la salud mental.

Con base en la evidencia empírica, tanto la Asociación Americana de Psicología como la Asociación Americana de Psiquiatría dejaron de calificar la homosexualidad como trastorno o enfermedad mental. Tampoco recomiendan terapias encaminadas a cambiar la orientación sexual. La preferencia sexual está impuesta y, por lo tanto, no es voluntaria.

4. ¿Es posible cambiar la orientación homosexual? La gran mayoría de los homosexuales, aun los muchos que lo han intentado, reclaman la imposibilidad de cambiarse. Persiste el debate sobre esto. Hay psicólogos que intentan facilitar el cambio de orientación sexual y, especialmente en las iglesias, muchas otras personas insisten en la posibilidad de cambiar. Aun hay organizaciones cristianas dedicadas a ayudar a los homosexuales para que cambien su orientación sexual. Aunque hacen mucha propaganda sobre los cambios exitosos, repletos con testimonios personales, la evidencia empírica cuestiona los supuestos logros. Primero, hay un alto índice de regresión; es decir, “los cambiados” regresan a la vida homosexual (aun frente al rechazo social que su regreso significa). Segundo, “los cambiados”, que ya mantienen relaciones sexuales exclusivas con mujeres, admiten que también siguen siendo atraídos por los hombres.
No hay duda de que se puede cambiar el comportamiento sexual, pero es muy dudosa que se pueda cambiar la orientación sexual. Puede darse a sí mismo un pequeño “test”: si su orientación sexual es hacia el sexo opuesto, trate de imaginarse haciendo el amor con alguien de su propio sexo. ¿Podría cambiar? Probablemente le parece repugnante – así es también para los homosexuales. Se dice que si la homosexualidad se aprende por medio de procesos sociales, entonces se puede olvidar la homosexualidad y aprender otra orientación sexual que la sustituya. Pero el hecho de que algo sea aprendido socialmente, no significa que se pueda olvidar y aprender algo que lo sustituya. Por ejemplo, es imposible olvidar la lengua materna, aunque se puede aprender y usar otro idioma. De todos modos, la nueva lengua no borra el idioma materno. La orientación sexual, como la lengua materna, es permanente.

5. ¿Es natural la homosexualidad? La respuesta más adecuada es que “sí”. Las respuestas de las preguntas anteriores nos llevan a esta conclusión. Además, es bien claro que físicamente es posible la exitación sexual estimulada por personas de un mismo sexo. La respuesta fisiológica es evidentemente natural. La biología no conoce la moralidad. De todos modos, no es siempre fácil definir lo que constituye lo “natural”. Frecuentemente, lo que se define como “natural” es lo que enseña la cultura. Además, sobre los años se ha cambiado lo que se considera “natural”. Por ejemplo, la zurdera se había considerado anti-natural hasta tiempos recientes; en las escuelas se intentaba forzar a los niños zurdos cambiar, pero ¡sin mucho exito! (Muchos zurdos murieron en la hoguera de la Inquisición por ser “anti-naturales y cómplices del diablo”). En otros tiempos se pensó que los indígenas no eran seres humanos; que los negros eran biológicamente superiores para el trabajo en el sol; que la gente del trópico era naturalmente ociosa y débil por razones del clima; y que las mujeres eran inferiores a los hombres y biológicamente más aptas para ciertos oficios. También se creyó que las relaciones sexuales entre cristianos y judíos o musulmanes eran delitos contra natura. Al mismo tiempo enseñaron que sólo el coito entre hombre y mujer acostados “cara a cara” era natural. Toda otra posición fue declarada contra natura. Claro que tales ideas obedecían a una gran ignorancia, pero también eran mitos que justificaban prácticas sociales.

Hasta hoy se dice que los genitales humanos enseñan claramente que la homosexualidad es anti- natural. Sin embargo, mientras es claro que es “natural” que los genitales masculino y femenino se complementan (y necesariamente para la procreación), no se sigue – dado lo que hemos visto en las preguntas anteriores – que la relación homosexual no es natural (aunque no tiene como propósito o consecuencia la procreación). Además, el placer mismo está biológicamente programado. En este sentido, es interesante que los antiguos griegos pensaban que las relaciones homosexuales eran naturales.

La homosexualidad es natural porque es una condición involuntaria, enraizada en los recintos más profundos del desarrollo humano, producto de la naturaleza misma. Aunque diverge de la norma de la “mayoría”, no es una perversión de la naturaleza.

6. ¿Se puede identificar un homosexual a simple vista? No. No hay ninguna correlación entre características observables y orientación sexual. Es decir, las características personales llamadas “afeminadas” no indican que un hombre sea homosexual, ni tampoco las características “masculinas” señalan a una mujer lesbiana. Hay homosexuales que asumen características afeminadas, como hay hombres heterosexuales que también exhiben tales características. Al mismo tiempo, muchos homosexuales desarrollan características muy varoniles, como hay heterosexuales que también lo son. Referirse a los homosexuales como “afeminados” no sólo no tiene base, sino es una equivocación. En fin, los homosexuales no neceariamente presentan personalidades diferentes de los heterosexuales.

Cómo viven los homosexuales

7. ¿Hay homosexuales en América Latina? Sí, incluso siempre los ha habido. Por ejemplo, varios cronistas españoles y otros exploradores europeos observaron la homosexualidad entre los pueblos de Abya Yala. Incluso, la homosexualidad fue una de las “justificaciones” para la conquista. En algunas de las naciones de Abya Yala, los homosexuales eran respetados como sabios con dones divinos. En otras, eran reprimidos. Hoy también se encuentran homosexuales en las culturas autóctonas. Es difícil estimar números para toda América Latina porque no se han llevado a cabo investigaciones en tal sentido. No obstante, la población homosexual es evidentemente grande. Se observan concentraciones de homosexuales en ciudades, tales como México, San José, Lima, La Paz, Rio de Janeiro y Sao Paulo, Buenos Aires y otras. El considerable movimiento turista homosexual es otro indicio del tamaño de esta población en América Latina. En algunos países los números parecen ser considerablemente grandes. Sin embargo, esto puede ser una ilusión posibilitada por condiciones sociales que les permiten más presencia pública. Por razones historicas y culturales, los homosexuales se han podido abrir más espacio público en algunos países que en otros. De todas formas, en todos los países, el hecho de que muchos homosexuales se mantienen en el anonimato da la ilusión de un número menor que la población real. Se sabe que la homosexualidad está presente en todas las culturas del mundo y América Latina no es una excepción. No es un fenómeno exclusivo a los países desarrollados occidentales, como tampoco en América Latina es producto de estos países.

8. ¿Cómo es la vida de los homosexuales? En cierto modo, no es diferente de la de las personas heterosexuales. Las personas homosexuales participan en todos los ámbitos de la vida, todas las profesiones y las artes, todos los deportes y las múltiples formas de diversión. Ocupan cargos importantes y respetables en el comercio, la iglesia, la académia y el gobierno. Comen y duermen como cualquier otra persona. Claro, la diferencia reside en su preferencia sexual por personas de igual sexo. En esto hay una diversidad de estilos de vida. Muchos conviven con su compañero o compañera en forma estable, duradera y monógama. Otros tienen múltiples compañeros o compañeras y relaciones pasajeras. Pueden ser tiernos y amorosos como también pueden ser duros y abusivos – en esto, no son diferentes de los heterosexuales.

Pero hay una gran diferencia entre la vida de los homosexuales y la de los heterosexuales: los homosexuales casi siempre tienen que vivir en el anonimato. Frente al rechazo social, tienen que ocultar su homosexualidad. Sufren un estigma tan profundo que penetra todo aspecto de su vida. Como ningún otro grupo social, experimentan el odio hasta fóbico de las mayorías. La discriminación contra los homosexuales está ampliamente extendida en las sociedades. Aun, en algunos países, la actividad homosexual es ilegal. Viven con el miedo constante de ser descubiertos. Por ser homosexuales se les expulsa de su familia y de su iglesia, hechos que les causan enorme dolor emocional. Se les asocia con el anti-cristo. Se les ridiculiza. Se les despide de su trabajo o se les rechaza del empleo u otros trabajos. En todo lado enfrentan el odio y frecuentemente se ven forzados a vivir en un “ghetto gay”.

Lo peor de todo es la violencia física de que son víctimas. Las golpizas y los asesinatos de homosexuales – sólo por ser homosexuales – son algo habitual en América Latina. Esta violencia tiene una larga historia, desde la Inquisición hasta hoy. Varias dictaduras militares persiguieron a los homosexuales como persiguieron a los “comunistas”. Pero también la izquierda y los movimientos armados han perseguido a los homosexuales, por considerarlos “contrarrevolucionarios” o “productos de la decadencia burguesa”, y así han “justificando” su eliminación. Más recientemente, son los escudrones de la muerte los que practican la “limpieza social” y asesinan a los niños de la calle, los mendigos y los homosexuales. Casi siempre los que cometen tal violencia quedan impunes ante la ley. El asesinato de un homosexual no interesa a la policía ni al sistema judicial. No debe sorprender que muchos homosexuales hagan grandes esfuerzos para ocultar su orientación sexual.

9. ¿Les gusta cómo los trata la vida? Obviamente que no. Nadie quiere vivir clandestinamente, una especie de “doble vida”, expuesto constantemente al rechazo, la discriminación y la violencia. Sin duda alguna muchos homosexuales disfrutan una relación muy satisfactoria con su compañero o compañera. No quieren otra vida. Pero lo que la vida les da en público no es muy placentero.

10. ¿Qué piensa de si mismo el homosexual? Hay muchos homosexuales que han podido aceptarse a sí mismos. Investigaciones sugieren que los homosexuales no sufren más trastornos mentales que los heterosexuales. No obstante, es frecuente que una persona homosexual sufra de baja estima y auto-rechazo, o siente un gran desprecio por sí mismo. Es común entre ellos creer que son una malformación humana, una especie de error de la naturaleza. Entre los que conservan creencias religiosas, es frecuente creer que son malditos por Dios y que están condenados al infierno por razones más allá de su propia voluntad. Si Dios los creó homosexuales, ¿por que el mismo Dios los condena?, se preguntan muchos. Los acosa un sentido de vergüenza y culpa muy profundo. La homosexualidad motiva a demasiados, especialmente jovenes, a suicidarse. El miedo de ser “descubiertos” provoca altos niveles de ansiedad. Muchos sienten que su vida es una “mentira” porque tienen que tomar medidas deshonestas para encubrir su homosexualidad. Por ejemplo, si se le pregunta si es homosexual, hay que mentir; decir “no”, porque “sí” significaría el despido del empleo. No es infrecuente que un hombre homosexual se case con una mujer y procree hijos. Que mantenga relaciones homosexuales, mientras que la mujer, por medio del matrimonio, le ayuda a ocultar su homosexualidad. Se convierte en mentiroso tanto ante su mujer como ante la sociedad. Las razones son obvias, pero no cambian el hecho que tal contradicción social y moral incide en la auto-estima en formas negativas. Nadie quiere vivir así, pero en la vida real no hay otra opción.

11. ¿Por qué los homosexuales ostentan públicamente su orientación sexual? En verdad, muy pocos ostentan o se jactan de su homosexualidad. La gran mayoría mantiene en secreto su orientación sexual. Los que dejan la vida anónima y declaran su homosexualidad raras veces se jactan de ella. Simplemente llegan al punto psicológico cuando prefieren ser conocidos que tener que vivir la vida en secreto.

Ahora bien, es cierto que algunos ostentan y hasta se jactan de la homosexualidad. Son notorios algunos desfiles anuales en México, Brasil, Alemania, Estados Unidos y otros países donde los homosexuales se presentan en público y ostentosamente. Estos desfiles, como otros actos públicos, tienen el propósito de afirmar a los homosexuales. Quieren convertir el estigma en orgullo. Son declaraciones de que el homosexual no es malo ni merece la discriminación. Se convierten en un instrumento de auto-afirmación y de protesta contra la sociedad que los rechaza.

12. ¿Los homosexuales seducen a los niños? El homosexual no es más propenso a seducir y violar a un niño que un heterosexual a seducir y violar a una niña. Además, la gran mayoría de las seducciones y violaciones las cometen hombres heterosexuales contra mujeres y niñas. En términos numéricos, la violación homosexual es mucho menor que la violación heterosexual. Los homosexuales no representan una amenaza mayor contra la vida y bienestar de las mayorías en cuanto a violencia sexual.

13. ¿Es el SIDA una enfermedad homosexual? No. Afecta tanto a heterosexuales como a homosexuales, tanto a hombres como a mujeres. El SIDA es una enfermedad causada por el virus VIH y que se transmite por medio de la sangre y otros fluidos corporales. La infección se da cuando la sangre u otro fluido de la persona contagiada entra al sistema sanguíneo de la persona sana. Aparte de la transfusión de sangre y el uso de jeringas contaminadas, la infección se produce si existe una fisura en el cuerpo, la cual permite el contacto sangre a sangre. La relación sexual es la vía más apta para la transmisión tanto por el intercambio de fluidos corporales como por la posibilidad de abrir fisuras en el cuerpo que permiten el traspaso de sangre. Cuando el pene penetra la vagina, a veces se abre una micro fisura en la mujer. Si el hombre lleva el VIH, puede contagiar a la mujer. Por otra parte, si la mujer lleva el VIH y el hombre tiene una fisura en el pene, ella puede contagiar al hombre. En América Latina, estos casos son numéricamente menores aunque son cada vez mas frecuentes, especialmente el primero. En Europa y las Américas (a diferencia de África) la gran mayoría de los casos de contagio se encuentra entre hombres homosexuales, como consecuencia de la práctica de la penetración anal. Tal penetración tiende a abrir fisuras en el cuerpo del recipiente, y se presta para la transmisión del VIH. (Es notable que las lesbianas no padecen del SIDA, lo cual se explica por los genitales femeninos y, por lo tanto, las prácticas sexuales).

Por razón de la forma de transmisión se recomienda el uso del condón. Aunque no es ciento por ciento seguro, el condón obviamente puede evitar el traspaso de fluidos corporales de una persona a otra.  Cuál debe ser la ética cristiana frente a los homosexuales

14. ¿Qué dice la Biblia acerca de la homosexualidad? Casí nada. No hay más de media docena de textos bíblicos que se refieren a la homosexualidad. Ninguno de los Evangelios la menciona, ni la alude. Cuando un texto hace una mención, la hace en forma pasajera e ilustrativa, sin discusión. Su uso es más retórico que teológico. Obviamente, la homosexualidad no es un tema importante en la Biblia. Ciertamente no es una preocupación bíblica central.

Veamos algunos textos: Gn 19.1-29 (cf. Gn 18.20). Éste relata la experiencia de Lot en Sodoma. Según el relato, los varones de Sodoma demandan que Lot les entregue sus visitantes “para que los conozcamos”; es decir, tener relaciones sexuales con ellos. Lot los rechaza, aunque les ofrece sus hijas. (¡Aparentemente no era mal visto que un padre entregara sus hijas para que las violaran!) Después de un forceje, los hombres “se fatigaban” y se fueron. Para castigarlos por su maldad, Dios destruye la ciudad. Exegéticamente, no es claro lo que constituye la maldad o el pecado de Sodoma. Frecuentemente se lo identifica con la homosexualidad. Parece claro que ésta fue el detonante del episodio. Como tal, para el autor del texto, la homosexualidad no se acepta. No obstante, se sabe que en el fondo fue una afrenta contra la ley de la hospitalidad. Es probable que la preocupación fundamental haya sido la integridad de esa ley. Es decir, la ley de la hospitalidad exigía la protección de cualquier visitante. Una nota en la Biblia Reina-Valera sobre Gn 19.7-8 explica: “De acuerdo con las costumbres del antiguo [medio] Oriente, la obligación de proteger la vida de un huésped era aun más importante que el honor de una mujer”. Los hombres de Sodoma claramente fueron a la casa de Lot como una turba, con el propósito de cometer violencia contra los visitantes. Probablemente este fue el pecado que causó la destrucción de la ciudad. De hecho, no siempre se ha identificado el pecado de Sodoma con la homosexualidad. Una nota de la Biblia Reina-Valera con referencia a Gn 2.18.2 explica: “El pecado de Sodoma y Gomorra se identifica habitualmente con la práctica de la homosexualidad (cf. Jud 7). Sin embargo, los profetas lo asocian con toda clase de desórdenes de carácter social. En Is 1.10-17; 3.9, ese pecado es la injusticia; en Jer 23.14, el adulterio, la mentira y la incitación al mal; en Ez 16.49, el orgullo, la vida fácil y la despreocupación por los pobres”. Lv 18.22; 20.13: Esta referencia a la homosexualidad entre hombres obviamente es negativa y condenatoria. Dt 23.17- 18: No se trata de la homosexualidad. Más bien, condena a la prostitución cúltica. Como práctica cúltica común en el antiguo medio Oriente, varones prostitutos sagrados tenían relaciones sexuales con las mujeres adoradoras de Baal. También habían mujeres prostitutas sagradas para los hombres. Es esta práctica que el texto condena.

En el Nuevo Testamento se encuentran breves referencias a la homosexualidad. 1 Co 6.9-11: Esta es una lista de vicios generales que Pablo condena. No hay ninguna explicación de ellos, sólo una condena general a manera de ilustración del tipo de conducta no aceptable entre los cristianos. No se señala uno como “peor” o diferente de otro. Entre los vicios menciona “los afeminados” y “los homosexuales”. No hay duda que se refiere a relaciones sexuales entre varones. No obstante, no es claro cómo debe ser la traducción al castellano. La palabra griega que se traduce como “afeminado” quiere decir “suave”. Se usó en los tiempos de Pablo en referencia a niños y jovenes que tenían relaciones sexuales con hombres mayores. Eran “call boys” o compañeros regulares, hasta tener barba. Hoy, se llamaría pederastia a ese tipo de gratificación sexual. El problema con la traducción de la otra palabra es que el término “homosexual” no existía en ningún idioma sino hasta 1869. Por otra parte, la palabra que Pablo emplea no se encuentra en otros escritos de su tiempo. Pablo inventó la palabra. Viene del hebreo y combina “acostarse” con “varón”. Probablemente tiene su raíz en Lv 18.22. De todos modos, Pablo no explica lo que quiere decir con las palabras “afeminados” y “homosexuales”. Esto es problemático porque en el mundo griego, de los tiempos de Pablo, no necesariamente significaban lo que significan para nosotros hoy. Las relaciones sexuales entre varones eran una práctica muy extendida y aceptada en la sociedad. Las relaciones de tipo pederasta eran bien vistas, aunque obviamente no por Pablo. Ro 1.26-27: En este pasaje, además de mencionar la homosexualidad entre varones, también menciona a las mujeres lesbianas (el único lugar en toda la Biblia). Hay que leer estos versículos en el conjunto de los vv. 18-32. De nuevo, la homosexualidad aparece como un vicio entre muchos otros. Según Pablo en estos versículos, el problema ético y teológico de los vicios es que son altamente egocéntricos y distorsionan los propósitos de Dios. Representan la rebelión contra Dios. No obstante la gravedad de estos pecados, Pablo advierte a los que quisieran condenar: “porque al juzgar a otro, te condenas a ti mismo, pues tú, que juzgas, haces lo mismo” (Ro 2.1). Al fin de cuentas, es Dios quien juzga y no los seres humanos. En estos versículos, la homosexualidad no es el tema ni la preocupación ética. El tema y la preocupación es la rebelión contra Dios. Es claro que Pablo pensaba que la homosexualidad era una condición voluntaria y, por lo tanto, una rebelión contra los propósitos de Dios. 1Ti 1.10: Aquí hay otra mención de la homosexualidad como “los sodomitas”, sin duda con referencia a “Sodoma”. De nuevo, no hay discusión, sólo aparece en una lista general de vicios iguales en términos de la maldad. Fuera de estos textos, la homosexualidad no aparece en la Biblia.

Con tan pocas referencias, ¿puede ayudarnos la Biblia a responder éticamente ante la homosexualidad? Es frecuente reclamar la condena moral de la homosexualidad aduciendo que la obediencia a la Biblia la exige. Se citan estos textos como “prueba.” Sin embargo, no es tan sencillo. No siempre es claro lo que se debe obedecer. De hecho no se exige obediencia a todo lo que dice la Biblia porque han cambiado nuestra situación y conocimientos. Algunos textos son contradichos por otros. Finalmente, situaciones actuales frecuentemente no se responden con “respuestas bíblicas”. Es necesario entender que muchos textos bíblicos no son válidos para la ética de hoy. Esto no es una idea nueva. Desde hace tiempo no se practica mucho de lo se encuentra en la Biblia. Los ejemplos obvios son las leyes de pureza en Levítico y otros libros del Antiguo Testamento. Esto es importante en cuanto a la Biblia y la homosexualidad.

Hoy sabemos que la homosexualidad no es una condición voluntaria, como pensaba Pablo. No es una perversión ni una conducta contra la naturaleza (ver respuesta 5). La única manifestación de la homosexualidad que Pablo conocía era la pederastia y relaciones explotadoras. No pudo conocer la homosexualidad manifestada en relaciones amorosas y estables, sin afán de explotar. Sin embargo, hoy muchos homosexuales viven ese tipo de relación. Por razones como éstas, no podemos aceptar la condena de Pablo como válida para todo tipo de relación homosexual. No es una “regla” para hoy.

En verdad, la corriente que predomina en los escritos auténticos de Pablo, y en los Evangelios de Marcos, Lucas y Juan, no propone reglas como la base de la ética cristiana. La ética bíblica es contextual y no deontológica o de reglas. Más bien, propone modelos de relaciones: las parábolas del Buen Samaritano y el Padre Amoroso (“Hijo pródigo”), o el actuar de Jesús ante los pobres, enfermos y cojos. Pablo resalta la gracia y la libertad de la ley que hay que ejercer según la situación real. Para Pablo, la ética cristiana consiste en la respuesta adecuada al evangelio de Jesucristo, a partir de un contexto específico. Pablo jamás propone reglas universales. Toda su ética se explica a partir de situaciones específicas. Esto se ve en la manera como desarrolla sus cartas. Siempre va en función de los problemas específicos de las iglesias. Son modelos de acción, no respuestas rígidas, fijas, como leyes eternas. Para Pablo, el cristiano es libre de la ley. Al final de todo, Pablo enseña, como también lo hacen los Evangelios y la misma vida de Jesús, que el amor es “el mayor” de todos los valores de la fe (1 Co 13.13). Son el amor y la gracia los que han de orientar la conducta cristiana hacia los homosexuales y todas las demás personas.

15. ¿Es pecado la homosexualidad? No. El pecado presupone la opción de actuar en otra forma. Como hemos visto, el homosexual no tiene esa opción porque la orientación sexual no es voluntaria. Por esta misma razón, tampoco las prácticas homosexuales van en contra de la naturaleza. Aunque se reconoce la diferencia entre “orientación” y “actualización”, no es justo prohibirle al homosexual la actualización de su orientación sexual. Es lo mismo que decirle a un hambriento que no es pecado tener hambre pero que comer sí lo sería.

Para el homosexual, las relaciones homosexuales no son más pecaminosas que las relaciones  heterosexuales son para el heterosexual. El pecado sexual no reside en que las relaciones sean  homosexuales o heterosexuales, sino en las circunstancias en las que se tienen las relaciones. La  ética cristiana insiste en que la relación sexual ha de ser una relación expresiva del amor mutuo,  no explotadora, mucho menos violenta, que se reserva para la relación estable y duradera. Requiere la fidelidad exclusiva. El propósito fundamental de las relaciones sexuales es el cumplimiento pleno del amor, el placer integral y el bienestar existencial de la pareja. En la forma más íntima y profunda, simbolizan la unidad de la pareja. Por estas razones, la ética cristiana insiste en que el matrimonio es el estado moralmente aceptable para las relaciones sexuales. Esto, tanto para heterosexuales como para homosexuales. Aunque la ley secular no permite el matrimonio de personas de un mismo sexo, la iglesia bien podría santificar la unión de parejas homosexuales. Con esto, insistiría en que se respeten las exigencias del amor mutuo y la fidelidad, expresadas por medio de un relacionamiento estable y duradero.

16. ¿Cómo deben responder los cristianos a los homosexuales? Con amor y gracia. Como indicamos en las respuestas anteriores, la ética cristiana no se basa en la obediencia a ciertas reglas o normas “naturales” sino en el amor y la gracia. La ética cristiana, siguiendo la preocupación de Pablo por la koinonia o la comunidad fraterna y solidaria, tiene que ver con la conducta que mejor contribuya a la construcción responsable de la convivencia humana y el pleno desarrollo de las potencialidades de cada persona. Toda conducta hacia los homosexuales tiene que evaluarse en esa luz. Esto implica que el rechazo cruel y odioso que se expresa hacia ellos no cabe en la ética cristiana. Todo lo contrario. La respuesta cristiana ha de ser la aceptación y la afirmación de ellos, como integrantes plenos de la koinonia cristiana. Pastoralmente, se deben responder con amor hacia su sentido de culpa y vergüenza (ver respuesta 10). Socialmente, se deben defender sus derechos en la sociedad (ver respuestas 19 y 20). Es decir, los cristianos deben responder a los homosexuales como a cualquier otra persona. En todo, los cristianos tienen que recordar que los homosexuales son hijos de Dios, no menos de cualquiera de nosotros. Es saludable el lema ecuménico: “En los esenciales, unidad; en los no esenciales, libertad; y, en todos, caridad”.

17. ¿Es la tolerancia una virtud cristiana? Sí, pero no ha sido fácil para los cristianos. Esto se evidencia en una larga y triste historia de persecución de los herejes, de los “brujos” y las “brujas”; en las luchas contra los “infieles” y los judíos, y en la expulsión de todos los que piensan diferente o se rigen según distintas normas, entre muchos ejemplos.
No obstante, la tolerancia tiene que ser una virtud cristiana. Si el amor es realmente la base de nuestra fe, entonces la fe tolera mucho porque eso es la narturaleza misma del amor (1 Co 13.4). Un teólogo ha propuesto cuatro razones que fundamentan la tolerancia como virtud cristiana. Parafraseando, las razones son: (a) La tolerancia supone que uno es capaz de poner distancia consigo mismo y relativizar su propia posición. Al fondo, señala la capacidad de equivocarse y aceptar que otras personas pueden tener razón. Es comprender que ser diferente, tener ideas o interpretaciones diferentes no necesariamente significa estar en error. Por otra parte, si realmente se está en error, la tolerancia propone que se acepte eso como es: error y así no borrar la humanidad de la persona. También implica la capacidad de entender a la otra persona en forma objetiva, sin imponer los propios criterios. Teológicamente, quiere recordarnos que en el fondo es Dios quien tiene la última palabra y que no nos “borra” porque estamos equivocados. (b) La tolerancia presupone que uno ama al “otro”. Esto ya lo hemos comentado. Sobre todo, significa una profunda preocupación por el bienestar de la otra persona y un compromiso solidario con ella. Implica la empatía: el ponerse en el lugar de la otra persona para sentir lo que siente y ver las cosas desde su punto de vista. (c) La tolerancia es signo de la presencia de Dios. Sobre todo, nos recuerda que se es salva por la gracia y no por ciertos “méritos”. Es, como dice el teólogo, “la dinámica del amor que empalma con la dinámica de Cristo; quien se anonadó a sí mismo para hacerse uno de nosotros”. (d) La tolerancia presupone que se está empeñado en la construcción de comunidades no-totalitarias y no-violentas. Como dijimos en la respuesta anterior, la ética cristiana se preocupa por las relaciones y la construcción de comunidades como la verdadera koinonia. El modelo, según Pablo, es el mismo cuerpo de Cristo. Sin tolerar las diferencias y sin el reconocimiento de la necesidad de las partes más “débiles”, tal comunidad no será posible.

18. ¿Cómo se puede hablar de la homosexualidad en la iglesia? No será fácil. Probablemente se tendrá que hacer entre grupos pequeños y con mucha preparación de antemano. Ésta incluirá oración, conversaciones privadas con personas claves, transparencia en los objetivos o propósitos de la discusión y el establecimiento de un cierto nivel de confianza. Un teólogo con mucha experiencia pastoral sugiere diez “reglas” para facilitar en la iglesia la discusión sobre la homosexualidad: (a) Identificar donde hay acuerdo. Por ejemplo, quizás todos estarían de acuerdo en que toda relación humana debe tener su base en el respeto mutuo. Aunque es mínimo, esto va a servir de mucho en la discusión. (b) Evitar frases hechas y etiquetas. Sólo resaltan el irrespeto y la ignorancia. Imposibilitan el diálogo. (c) Explicar posiciones en forma correcta y justa . Aunque no esté de acuerdo, es necesario aclarar las ideas para ver sus diferencias y similitudes. (d) Distinguir la persona de la posición. Sin duda la persona quiere creer y hacer lo mejor, pero puede estar muy equivocada. Es importante distinguir entre la persona como ser humano y la posición que exponga. (e) Tratar de identificar lo que es la preocupación de fondo. ¿Se preocupa por “la autoridad de la Biblia”, “el matrimonio tradicional”, “la identidad sexual propia”, “el bienestar de los niños” o “la voluntad de Dios”? Esto ayudará a enfocar los asuntos de interés y las verdadedras preocupaciones. (f) Admitir debilidades en su propia posición. Quizás haya que reconocer, por ejemplo, que la Biblia no apoya sin ambigüedad ninguna posición específica frente a la homosexualidad y que la voluntad de Dios no siempre es cristalina. Siempre facilita la conversación porque no se puede dialogar con alguien que crea que no puede estar equivocado. (g) Diferenciar la preocupaciónfundamental de una formulación específica. Una regla moral siempre tiene que ser abstracta y general y frecuentemente no encaja bien en una situación específica. Siempre hay que preguntarse el propósito básico que la formulación específica quiere salvaguardar. (h) Separar una posición moral de las políticas públicas. Por ejemplo, puede ser que moralmente no se apruebe la homosexualidad pero se reconozca que los homosexuales tienen derechos humanos y civiles. (i) Separar la moralidad del cuidado pastoral. Claro que están bien relacionados, pero el cuidado pastoral no tiene como propósitos únicos la exhortación y la condena moral. (j) Incluir todas las perspectivas. Escucharlos a todos, incluso a los homosexuales mismos. Es importante tratar de comprender a la otra persona y por qué sostiene cierta posición. No será fácil, pero tal diálogo es necesario.

Cómo debe responderles la sociedad a los homosexuales

19. ¿Tienen los homosexuales derechos civiles y humanos? Sí, pero en muchos países la respuesta es No. En la mitad de los países del mundo, la ley prohibe la práctica homosexual. La transgresión de la ley puede penalizarse con varios años en la cárcel. En América Latina, las relaciones homosexuales son ilegales en Nicaragua, Cuba y Chile. Ecuador, que hasta recientemente prohibía estas relaciones, es la única nación latinoamericana que constitucionalmente asegura a los derechos de los homosexuales. Como hemos indicado, la discriminación contra los homosexuales es frecuente en todos países. Esto va desde el despido del empleo hasta el hostigamiento por autoridades policíacas y el rechazo de personería jurídica para sus organizaciones. Tales acciones se justifican aduciendo que cometen “actos que van en contra de la moral pública” o “socavan las buenas costumbres y la moralidad” (como en Costa Rica). Muy conocidos son los casos de prohibición de conferencias y celebraciones públicas organizadas por homosexuales. La cuestión de los derechos humanos y civiles de los homosexuales es sumamente descuidada y urgente. Merecen los mismos derechos humanos y civiles de cualquier persona. Los derechos no se basan en cualidades, tales como sexo, raza, clase u otras, sino en la humanidad y ciudadanía.

20. ¿Se les debe permitir a los homosexuales elegir cualquier trabajo y vivir en cualquier parte? Por supuesto que sí. En cuanto al trabajo, el único requisito debe ser la capacidad para ejercer la función y la demostración de la calidad adecuada. En cuanto a la vivienda, la discriminación en referencia al tipo o lugar no es aceptable en ninguna sociedad justa. Regresar al inicio

Conclusión

La iglesia y sus instituciones se preocupan excesivamente sobre quiénes son aceptables como seguidores de Cristo. Esa preocupación levanta con toda claridad la cuestión de comunidad — koinonia — y, por tanto, del cuerpo de Cristo. En esto enfrentan el problema moral central de la comunidad cristiana: la exclusión. Excluir personas por razones de diferencias en creencias u opciones de vida siempre es moralmente dudoso. Excluir personas por razones de condiciones innatas o impuestas involuntariamente a la persona es moralmente escandaloso. Precisamente frente a los homosexuales, la iglesia y sus instituciones confrontan ese escándalo. “¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo:–El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: –Ve y haz tú lo mismo”.

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Roy H May: El autor es doctorado en teología por la Universidad Libre en Amsterdam; pastor ordenado de la Iglesia Metodista Unida (Estados Unidos); y profesor de ética cristiana en la Universidad Bíblica Latinoamericana (San José, Costa Rica). El contenido del artículo representa exclusivamente el punto de vista del autor y no necesariamente representa la posición de sus afiliaciones institucionales.

Fuente: Universidad Biblica Latinoamericana

Domingo 11 de Julio de 2010 – 15 durante el año litúrgico (ciclo “C”)

Tema: (Lc.10,25-37)

Un doctor de la Ley hace una pregunta ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús lo interroga sobre el texto de la ley. La respuesta del escriba abarca dos preceptos: el amor a Dios sobre todo y al prójimo como a sí mismo. Jesús le dice entonces que ya que lo sabe, lo transforme en vida. Luego para solucionar la cuestión de quién es el prójimo recurre a una parábola. Un hombre es asaltado y dejado en el camino lleno de heridas mientras bajaba de Jerusalén a Jericó. Un sacerdote y un levita pasan por allí sin detenerse. Pero un samaritano se detiene y lo cura y transporta hacia un lugar seguro encargándose de todos los gastos. Al responder el escriba que “prójimo” es el que tuvo compasión, Jesús repite su consigna “véte y haz lo mismo”.

Síntesis de la homilía

Es muy fuerte la conciencia legalista del escriba que en su pregunta supone que la vida eterna se adquiere haciendo algo. No que el Amor no necesita que lo obsequiemos para premiarnos. La respuesta de Jesús, ante el conocimiento de la ley que tiene su interlocutor, aprovecha para señalar que todo es cuestión de amor, preparando así su proclamación del único mandamiento.

Esto mismo se explicita en la parábola a que recurre Jesús Todo lo que es el culto, la adoración de Dios, la reivindicación como suprema autoridad que establece una ley, es la religión que se vive en Israel sostenida e impuesta por las autoridades del templo. Sin embargo, el verdadero culto a Dios se concretiza en la relación con el hombre y particularmente con el necesitado, el golpeado, el oprimido, el nadie. Esto es lo que muestra el samaritano, un hombre sin preocupación religiosa porque de otro modo no se habría detenido a auxiliar a un judío su rival. Aquí aparece muy claro todo el obstáculo que pueden significar las religiones o lo religioso como lo entendemos habitualmente, para estar en relación con el Dios de Jesús. El sacerdote y el levita tienen deberes muy concretos que cumplir con relación al Dios en cuyo honor se ha erigido el fastuoso templo. Y esto es más importante que cualquier otra cosa, que cualquier requerimiento de otra índole. Y así pasan de largo, apurados para ir a cumplir con su deber. Y de este modo, a pesar de que su intención es cumplir con el mandamiento señalado como el mayor por el escriba “amar a Dios con todo”, se alejan de Dios, porque esa realidad inaccesible para el ser humano no se muestra y revela sino por el hombre y en el hombre a quien Dios asumió en Jesús como la revelación completa de cómo ha de ser nuestra relación con El. Jesús de Nazaret es para nosotros un hombre, viviendo la plenitud de la humanidad. Un hombre que excluyó de su persona todo lo antihumano. Así es la presencia de Dios. Y por eso, siendo absolutamente igual a todos nosotros, es la manifestación, la presencia, la representación de Dios entre nosotros. Pero no es él solo, sino que la identificación con nosotros hace que su persona humana contagie la humanidad de todos nosotros, cuando tratamos precisamente de desterrar de nuestra conducta todo lo inhumano.

Todas la preguntas y dificultades que presenta la pretensión de describir o descubrir a Dios, se desmoronan ante esta propuesta: Jesús es el mediador, la revelación. Y no lo es por sus palabras, o al menos no sólo por sus palabras sino por su conducta, por su proceder en todas las circunstancias que le tocó vivir.

Lo religioso en la historia de la humanidad ha sido ocasión de rivalidades, descalificaciones y hasta guerras. Y en ese sentido no es ni puede ser de Dios, del Dios Amor presentado por Jesús. El samaritano atiende únicamente a lo humano, a la necesidad del hombre tirado en el camino y él está por eso más cerca de la verdad y la revelación de Dios.

Cuando llevada por la altura de la especulación la iglesia puso toda su atención en las formulaciones dogmáticas, sin quererlo, ensombreció la revelación fundamental del evangelio que se sintetiza en la radical afirmación de Juan, que se aleja de la del escriba que interrogó a Jesús. La única definición de Dios en el nuevo testamento, le pertenece:

Dios es amor. Y la consecuencia inmediata es que no vivir en el amor, que sólo nos es posible orientar hacia el ser humano, es alejarse de Dios. Y por ese motivo quien cree que ama a Dios y no ama al hermano se está engañando a sí mismo (es mentiroso, dice el texto).

Buscando coincidencias entre las Lecturas

La lectura del Deuteronomio pone en boca de Dios la afirmación de que la ley a la que hay que obedecer como venida de El, no está en los escritos ni en el culto sino que está inscripta en nuestros corazones. Pablo presenta a los colosenses como imagen de Dios y plenitud de su presencia a Jesús de Nazaret, el Cristo. Lucas con la parábola del samaritano asistiendo al tirado en el camino nos coloca ante la verdadera religión (sin culto y sin leyes) de la que también habla Santiago: el corazón abierto al ser humano.