Domingo 25 de Julio de 2010 – 17 durante el año litúrgico (ciclo “C”)

Tema: (Lc.11,1-13)

Viendo a Jesús orar los discípulos piden que les enseñe y el responde que cuando oren digan: Padre santificado sea tu nombre, que venga tu reino, danos nuestro pan cotidiano, perdona nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación. Luego agregó Si alguno de ustedes recurre a medianoche a un amigo para pedirle unos panes para atender a un amigo que llegó, se los negará diciendo que es muy tarde y todos están descansando? Les aseguro que si él no se levanta porque se trata de un amigo lo hará al menos por su insistencia y le dará lo que pide Por eso les recomiendo: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. ¿Hay entre ustedes algún padre que dé a su hijo una piedra cuando le pide pan? O una serpiente en lugar de un pescado. Si uds que son malos saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo enviará su espíritu a quienes se lo pidan.

Síntesis de la homilía

La fórmula que Jesús enseña a sus discípulos para orar no es para que la aprendan de memoria y la repitan siempre que quieran dirigirse a Dios, haciendo consistir su eficacia en la repetición de las palabras. Como toda oración, su sentido es que lo que se hace como pedido engendre en el corazón un auténtico deseo y propósito de esforzarse por lograrlo. De otro modo todo estaría hecho y quedaría vacío nuestro compromiso con el crecimiento del reino.

Se trata, sí, de una actitud cariñosa y por eso absolutamente confiada en el amor del Padre. Por eso el uso de la palabra Abba.

Lucas no dice el “que está en el cielo” contenido en la fórmula usada por nosotros. Marcos habla sí del Padre de los cielos, indicando no un lugar en que está, sino una presencia en el cosmos que es lo que en muchas oportunidades se designaba como “cielo”. El primer deseo expresado como compromiso es que todos reconozcan su presencia amorosa y por eso nos esmeremos en construir su reinado entre nosotros modificando nuestras relaciones para irlas convirtiendo en fraternales de acuerdo a la dignidad compartida por todos, de ser sus hijos.

Enseguida aparece la pobreza y necesidad de los hijos que deben ser remediadas: el pan cotidiano. Y con ellas el compromiso de buscarlo para todos en una justa distribución de los bienes de este mundo. Lo que obstaculiza ese ideal de justicia es el pecado. El del egoísmo que produce acaparamientos e insensibilidad ante el otro, con deterioro de su felicidad y herida a su dignidad. El perdón que sigue a continuación no es simplemente una actitud sentimental sino que como todo pecado exige reparación. Todo vacío reclama ser llenado- Y así resulta un deseo de que supliendo nuestras deficiencias nos veamos ayudados a esforzarnos para suplir las que descubrimos a nuestro alrededor. Lo cual siempre tendrá que superar el obstáculo de caer en la tentación del individualismo egoísta que romperá los vínculos sociales hasta impedir la realización y el crecimiento del reino.

Desde esta formulación se entiende el sentido de la oración cristiana, la que fue esa enseñanza de Jesús a sus discípulos.

No se descarta la oración de petición a la que se refiere la parábola del vecino inoportuno que pide e insiste en el pan para cumplir con su deber de hospitalidad con un recién llegado. A ese tipo de oración pertenecen las afirmaciones de pedir para recibir, de buscar para encontrar, de golpear para que se abra la puerta. Y ese pedido sincero que es reconocimiento de nuestras limitaciones siempre obtiene lo que se indica al fin de la parábola, el espíritu, que es regalo que a nadie se niega. La riqueza del espíritu del Padre que es espíritu de amor es nuestra fortaleza para ir obteniendo todo lo que deseamos, con el corazón abierto a todas las necesidades y carencia que nos rodean.

Quizás pensemos que las formulaciones literales en esa enseñanza de Jesús son más sencillas de lo que hemos explicado y basta con recitarlas para obtener la ayuda de Dios. Esto significaría en primer término alienación y alejamiento de nuestra realidad. Además convertiría a Dios en responsable de todo lo que nos falta individual y socialmente. E incurriría también en la falsedad de que el amor de ese Padre necesita o exige ser insistido para que por esa insistencia obtengamos lo que pedimos como  si El no supiera lo que necesitamos y se complaciera en vernos suplicar para obtenerlo. En la perspectiva que hemos presentado hay un reconocimiento de nuestra debilidad, un acto de confianza en la bondad del padre, una seguridad de que ya tenemos lo necesario si lo deseamos con sinceridad y un compromiso real por construir su reino de justicia y amor.

Buscando coincidencias entre las Lecturas

El regateo de Abraham con Dios y las concesiones obtenidas para que no destruya la ciudad, son una muestra de la inmensa bondad de quien ama por sobre todas las ingratitudes. A lo mismo se refiere Pablo hablando de la cancelación del acta de condenación que nos devuelve la libertad y la dignidad de hijos. La parábola de Lucas indica a propósito del espíritu de la oración, lo que es nuetra íntima relación con Dios.

Leave a Reply