Preguntas que nos surgen en la situación actual

Ante el surgimiento de temas conflictivos en la sociedad, en medio de los debates, vemos que con mucha frecuencia las voces que se atribuyen a “la Iglesia” aparecen del lado de los que se niegan a “lo nuevo”, los que tienen miedo a la libertad, los que quieren que nada cambie. Es cierto que con mucha frecuencia hay quienes quieren mostrar la “peor cara” de la Iglesia, es cierto que no siempre “lo nuevo” es “lo mejor”, y que caminar caminos de libertad supone andar rumbos que a su vez nos hagan libres. Por eso, como miembros activos y plenos de la Iglesia, un grupo de curas de la diócesis de Quilmes quisiéramos formularnos algunas preguntas. No pretendemos tener todas las respuestas, pero sí creemos que interrogarnos nos ayuda a pensar con libertad y con paz.

1. Ante el clima de intolerancia, y en muchos casos de actitudes verdaderamente dignas de las peores Cruzadas, movidas por preocupantes fundamentalismos bíblicos, filosóficos y antropológicos, nos preguntamos: ¿Se puede seguir afirmando que la homosexualidad es una “enfermedad”, y desde una comprensión prejuiciosa de la misma, condenar tal identidad y sus eventuales derechos civiles? ¿Cuáles serían los argumentos serios, razonables y académicos para sostener semejante afirmación?

2. Ante el planteamiento de que un eventual matrimonio entre parejas del mismo sexo atenta contra la “ley natural”, nos preguntamos: ¿A qué se llama “natural” en estas discusiones? ¿No estará aquí una de las dificultades para poder clarificar este debate? “Ley natural”, “naturaleza”, “orden natural”, ¿no son expresiones a ser revisadas y actualizadas? ¿Pueden entenderse estas expresiones de manera absoluta, fijista y sin la dinámica propia de nuestra condición humana? Si en la historia de la Iglesia se consideraba “natural” el cauce de un río y se impedía canalizarlo, o se consideraba “natural” la esclavitud, ¿no estaremos ante una concepción claramente cultural? La concepción de “ley natural”, ¿no es más propia del helenismo que de la Biblia? Cuando san Pablo afirma que “es natural en el varón el pelo corto” (1 Cor 11) ¿no es esta una concepción evidentemente cultural?

3. En nuestros barrios hay muchos pibes y pibas que nacen y crecen con madres solteras, a cargo de tías y abuelas, de gente sincera que realizando la “función materna y paterna” les garantiza el afecto y el cuidado necesario para la vida. Comedores, hogares o simplemente vecinos y vecinas que hacen gratuitamente más amplia su mesa y su casa, logran que muchos chicos encuentren “familia” (la más de las veces sin su papá biológico y, a veces, hasta sin su mamá biológica). ¿No será necesario revisar el concepto burgués de “familia”, defendido detrás de slogans discriminatorios a la condición homosexual? ¿No han generado los pretendidos “sanos” matrimonios heterosexuales (“sanos” por el mero hecho de ser “hetero”) situaciones disfuncionales, abandono de hijos, abusos y violaciones a la vida?

4. Se ha afirmado que se quiere cambiar “la familia”. ¿No es evidente que “la familia” ha cambiado y sigue cambiando a lo largo de la historia? El modelo que actualmente se defiende, ¿no es propio del s. XVIII y muy diferente de las familias de las comunidades indígenas de América o de África? ¿La familia polígama de “Abraham nuestro padre en la fe” es igual a la familia ampliada en la que convivían no sólo padres, hijos, nietos, sino también esclavos y clientes, como era habitual en el imperio romano? ¿La familia patriarcal en el que la mujer era tenida por “propiedad de” un varón (¿no viene de allí el término “matri monium”?) es igual a la familia en la que una jovencita debe cuidar a sus hermanitos mientras su mamá trabaja porque su papá los abandonó? ¿cuál de todos estos y los muchos otros existentes en la historia sería el término adecuado para hablar de “familia”?

5. Si miramos el Evangelio de Jesús, es evidente que, Reino de Dios y familia son “fidelidades en conflicto” (S. Guijarro). Jesús dedica todas sus energías y entusiasmo a predicar “el reino de Dios”, y relativiza de un modo claro y evidente la familia; ¿no es sorprendente que muchas veces escuchemos y leamos sobre “la familia” como una expresión unívoca y sin relación a la búsqueda de la justicia y la opción por los pobres, propia del Reino? ¿Por qué tantos y tantas “cruzados/as” católicos/as que levantan sus voces y se movilizan no lo hacen para combatir la pobreza, la injusticia, la desocupación, la falta de salud, de vivienda digna, cosas que ciertamente “atentan contra la familia”? Si para Jesús, “el reino es lo único absoluto y todo lo demás es relativo” (Pablo VI), ¿por qué no es “el reino” el grito unánime de los “cristianos” (católicos o no) de hoy?

6. Si la Iglesia en su historia, en su predicación y en sus enseñanzas (Magisterio) enseña que se debe obedecer ciegamente la “conciencia”, y que el ser humano “percibe y reconoce por medio de su conciencia los dictámenes de la ley divina, conciencia que tiene obligación de seguir fielmente en toda su actividad para llegar a Dios, que es su fin” (“Dignitatis humanae”, nº 3) ¿Es posible, a esta altura de la historia, pretender condicionar la acción de nuestros legisladores en su labor parlamentaria con concepciones propias de la cristiandad medieval obviando su legítima libertad de conciencia en temas tan controvertidos? Es absolutamente justo y razonable poder decir una palabra y opinar, pero pretender legislar o que los legisladores “deban” seguir dictámenes eclesiásticos, ¿no es más propio de concepciones de “cristiandad” antes que de respeto y tolerancia democráticas?

7. Algunas voces eclesiásticas han reclamado un “plebiscito”. Siguiendo los propios criterios y argumentos que han enarbolado, ¿se podría plebiscitar la “ley natural”? La apariencia es que consideran que en ese supuesto plebiscito saldría ganadora su posición, ¿lo propondrían de no creerlo? ¿aceptarían un triunfo de la posición opuesta? Si se trata de reconocimiento de “derechos de las minorías”, ¿es sensato o justo proponer semejante plebiscito? ¿Se puede plebiscitar lo que es justo?

8. Si para Jesús el Reino de misericordia, justicia, e inclusión de los desplazados de su pueblo estaba por encima de toda otra concepción y valores culturales de su tiempo (la familia incluida); a la luz del evangelio del Buen Samaritano (cf. Lc 10,25-37) nos preguntamos, ¿cómo podríamos considerarnos discípulos de Jesús sin conmovernos con entrañas de misericordia ante los hermanos y hermanas excluidos del camino de la vida y la igualdad ante la ley? ¿podemos seguir “de largo” sin detenernos a escuchar lo que Dios nos está queriendo decir a través de tantos y tantas que se sienten “explotados y deprimidos” bajo un sistema discriminatorio?

En conciencia, queremos ser pastores según los sentimientos de Jesús, y estas preguntas son las que nos surgen en estos días.

Queremos ser Iglesia servidora del Reino, siempre del lado de los más pobres y sufrientes.

Florencio Varela, 6 de julio de 2010

Presbítero Ignacio Blanco, Marcelo Ciaramella, Eduardo de la Serna

Fuente Pagina 12

Declaración del Grupo Evangélico de Teología y Género sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo

Como evangélicas y evangélicos manifestamos nuestro decidido apoyo al proyecto de ley aprobado por la Cámara de Diputados de la Nación para reformar el Código Civil habilitando a todas las parejas a acceder al derecho al matrimonio, independientemente del sexo de los contrayentes.

Nuestra fe en Jesucristo nos llama a promover comunidades inclusivas, que celebren la diversidad, y a apoyar aquellos cambios normativos que apunten a proteger a las personas, parejas y familias que sufren discriminación social y desigualdad jurídica. Gays, lesbianas y trans ya conforman parejas y familias, que continuarán existiendo, pero desprotegidas de no ser reconocidas legalmente. Esto supone una situación de vulnerabilidad e incertidumbre para hijos e hijas, agravadas en caso de separación, enfermedad y/o muerte de uno de los cónyuges. Nadie puede invocar hablar en nombre de los niños y niñas y, simultáneamente, condenar a una ciudadanía de segunda a los hijos e hijas de estas familias.

Celebramos que cada vez más instituciones religiosas apoyen esta iniciativa,  pidiendo perdón por lo que han contribuido a provocar dolor en personas  homosexuales y reivindicando un Dios amoroso que ve con buenos ojos los  vínculos construidos desde el amor y el respeto mutuo. Asimismo, creemos que  las leyes de un Estado democrático deben equiparar los derechos para todas y  todos los habitantes del país, independientemente de las creencias religiosas  individuales y del peso corporativo de ciertas instituciones religiosas no  democráticas en su constitución. En este sentido, rechazamos como creyentes  cristianos toda campaña secular o religiosa que refuerce actitudes discriminatorias, y más aún, aquellas que manipulan a niños y jóvenes haciéndolos participar en actividades políticas cuyos alcances no pueden discernir.

Porque la base de nuestra fe es un Dios que envió a su hijo para darnos vida plena a todas y todos, y el reconocimiento legal, con plenos derechos de estas parejas y familias, es condición fundamental para esa plenitud.

Creemos que Jesús nos pide amar al prójimo. Él mismo nos mostró con su vida que el amor no hace distinción de persona. Por lo tanto, creemos que toda acción y toda ley que promueva la posibilidad de amor sincero serán una búsqueda de cada cristiano y cada cristiana.

Grupo Evangélico de Teología y Género de la Parroquia Evangélica Emanuel

Juan A. García 2048, Villa Mitre, Ciudad Autónoma de Buenos Aires

7 de Julio de 2010

Fuente: RIMA

El que calla, otorga. Carta abierta a lxs ministrxs religiosxs que defienden la diversidad y el Estado laico

Córdoba, martes 6 de julio de 2010

Carta abierta a lxs ministrxs religiosxs que defienden la diversidad y el Estado laico

El que calla, otorga.

Se viven en nuestro país momentos muy tensos en torno al debate por la modificación del (decimonónico) Código Civil para ampliar la figura del matrimonio a parejas formadas por dos personas del mismo sexo. Esta reivindicación, que forma parte de un conjunto más amplio de banderas por las que miles de personas vienen luchando con valentía desde hace décadas, alcanzó estado público en los últimos meses a raíz de su tratamiento y posterior aprobación en la Cámara de Diputados de la Nación.

Desde entonces se han multiplicado los debates, las manifestaciones a favor y en contra y las apariciones del tema en los medios masivos de comunicación, abriendo la puerta a la visibilidad –tan inesperada como repentina- de quienes formamos parte del colectivo de la diversidad sexual. Esto ha dado lugar, en no pocas ocasiones, a situaciones de dolor, ultraje y agravios múltiples hacia gays, lesbianas, bisexuales y personas trans, de parte de gente que se ha sentido autorizada a opinar sobre nuestras vidas, nuestra decencia y nuestra calidad humana.

Resalta, en los últimos ocho meses, la acérrima oposición a la igualdad de derechos por parte de la jerarquía católica y grupos evangelistas y pentecostales nucleados en la Asociación Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA) y la Federación Confraternidad Evangélica Pentecostal (FECEP), estas últimas trabajando codo a codo con la mediática “diputada evangélica” Cynthia Hotton. Estas tres fuerzas han promovido recursos inconstitucionales de nulidad contra los matrimonios autorizados por juezas y jueces en respuesta a recursos de amparo, han organizado marchas y recolección de firmas contra la ley en nombre de una idea monolítica, esencialista y excluyente de “La Familia”, han operado a través de la senadora Liliana Negre de Alonso –perteneciente al Opus Dei- para filtrar y censurar las listas de oradorxs en las audiencias “públicas” del Senado en distintas provincias y fundamentalmente, han sostenido un discurso condenatorio y una serie de prácticas discriminatorias en nombre de Dios.

Esta ofensiva fundamentalista se ha profundizado en los últimos días, por sólo citar dos ejemplos, con la obscena utilización de niñas y niños que asisten a colegios católicos para forzar a sus padres y madres a firmar contra la ley, y con la distribución en la vía pública de material escrito que, tomando pasajes bíblicos de manera descontextualizada, condena toda expresión no heterosexual como “aberrante”.

Algunos ejemplos de pronunciamientos estigmatizantes y agresivos desde el ámbito religioso han sido los siguientes:

  • “El matrimonio homosexual destruye a la familia argentina” Guillermo Cartasso, asesor legislativo de la Conferencia Episcopal Argentina.
  • “[la legalización de las uniones entre personas del mismo sexo] atenta contra el fundamento biológico de la diferencia entre los sexos” Joseph Ratzinger.
  • “Existe una relación entre la homosexualidad y la pedofilia” Tarcisio Bertone, Secretario de Estado del Vaticano.
  • “El matrimonio gay busca destruir a la familia” Héctor Aguer, arzobispo de La Plata.
  • “En el judaísmo está muy claro (…) que no hay lugar para el matrimonio homosexual y que de acuerdo al judaísmo es una situación que puede ser superada trabajándola profesionalmente” Tzvi Grunblatt, rabino director de Jabad Lubavitch Argentina.
  • “Es una ley que quiere destruir la familia. Argentina es un país sano. A un enfermo no hay que darle derechos (…) es una enfermedad, no es normal, hay que curarla (…) Para eso se creó un hombre y una mujer, para multiplicarse. Por cosas como estas hoy existen los terremotos en el mundo” Rabino ortodoxo Samuel Levin.
  • “[las uniones entre personas del mismo sexo son] treinta veces más violentas que el matrimonio entre personas heterosexuales (…) padecen de más ansiedad, tienen más tendencia al suicidio, y consumen con más frecuencia estupefacientes”. Antonio Marino, obispo auxiliar de La Plata
  • “la homosexualidad es una desviación sexual. Comprobado está que el mayor porcentaje de quienes adoptan este estilo de vida tiene que ver con traumas infantiles y de la adolescencia. Estos traumas están ligados a violaciones, abusos, manoseos o malas experiencias sexuales (…) la adopción de niños y otras demandas efectuadas por personas gay, van en detrimento de la fe cristiana”, Miguel Gómez, pastor evangélico iglesia La Misión, Villa Allende, Córdoba.

En un contexto en que la intolerancia y el odio hacia nuestro colectivo siguen siendo fuertes, las expresiones condenatorias de este tipo deben ser repudiadas con la mayor firmeza por las y los creyentes de buena fe. A cuatro meses del asesinato de Natalia Gaitán, fusilada por el padrastro de su novia por ser lesbiana, está de más probado que el prejuicio social lleva a la violencia y la muerte, por más que no sea un hombre de sotana quien aprieta el gatillo.

Del otro lado de la vereda, destacan las declaraciones y el compromiso del cura Nicolás Alessio (grupo de sacerdotes Angelelli, Córdoba), el pastor Alan Elrid (Iglesia Evangélica Luterana Unida–IELU), el pastor Federico Schäfer (Iglesia Evangélica del Río de la Plata–IERP), el obispo Frank de Nully Brown (Iglesia Evangélica Metodista Argentina–IEMA), el pastor Andrés Albertsen (Iglesia Evangélica Luterana de Dinamarca), entre otras personas. Sin embargo, no sólo estas expresiones han sido silenciadas y censuradas por intereses corporativos oscuros, sino que muchas personas de bien del ámbito religioso se han abstenido de dar testimonio.

Como personas de fe, nos duele profundamente el silencio que muchas y muchos pastorxs, rabinxs, ministrxs en general y autoridades de las comunidades de fe presentes en Argentina han mantenido sobre los derechos de las personas LGBT y las embestidas fundamentalistas en su contra.

Este tiempo constituye una oportunidad histórica para dar testimonio de lo que es justo. Por eso, a una semana de debatirse en el Senado la alternativa entre la igualdad ante la ley y la ratificación del segregacionismo (al mejor estilo de la Sudáfrica racista), en un contexto de debate enrarecido por las apelaciones torcidas y odiosas a lo religioso de las que hemos dado cuenta en párrafos previos, convocamos a todas las personas de fe, y en especial a las y lxs ministrxs religiosxs, a condenar explícitamente las expresiones de odio que nos estigmatizan y matan cada día, y a manifestarse públicamente a favor de la modificación igualitaria de ley de matrimonio civil. Porque, tal como lo dijo antes Desmond Tutu precisamente en referencia al apartheid, “si permaneces neutral en situaciones de injusticia has elegido el lado del opresor”.

Quedamos a la entera disposición de todas las personas que de buena fe quieran trabajar en sus comunidades los temas vinculados a fe y diversidad, con la convicción plena de que el amor de Dios es primero y para todxs.

Un abrazo fraterno,

Jonathan Hauber

Coordinación de Diversidad Religiosa

Devenir Diverse Córdoba

devenir.diverse@gmail.com

¿Utopismo espiritualista? Puntualizaciones a una alocución de Benedicto XVI. Por José Arregui

Este artículo fué escrito por el autor unas semanas antes de que publicara su “Pido la palabra” y se desencadenara la polémica. Lo publica el último número de la revista de Pensamiento Cristiano “Iglesia Viva” entre otros interesantes materiales.  Esta reflexión sobre historia y actualidad puede servir para explicar una tensión que se repite desde los tiempos de Francisco de Asís y Buenaventura entre el espíritu franciscano y el poder romano.

En la alocución pronunciada en la Audiencia General del pasado 10 de Marzo1, Benedicto XVI censuró por enésima vez a los cristianos católicos que reivindican reformas radicales en la Iglesia de hoy. Lo hizo con la inteligencia y sensibilidad que le caracterizan, pero también con la parcialidad y dureza de juicio que a veces muestra. Su argumentación y, más concretamente, su lectura de los orígenes franciscanos me parecen cuando menos parciales, y me atrevo a hacer unas puntualizaciones –no menos parciales sin duda– con la simplicidad y libertad a la que nos animó Francisco de Asís, el humilde y libre seguidor de Jesús.

1. Para descalificar y desacreditar a los cristianos que sueñan con otra Iglesia muy distinta, Benedicto XVI los asimila a los “espirituales franciscanos” del s. XIII, dando por supuesto que éstos eran frailes descarriados. Creo que es injusto con aquellos franciscanos de entonces y con los cristianos de hoy que al parecer siguen sus pasos. Los espirituales franciscanos no fueron en absoluto un movimiento homogéneo, y toda condena sumaria y conjunta es una deformación de la historia (y del evangelio). Algunos de ellos eran compañeros de primera hora de Francisco, como el Hermano León, y a todos les unía era el recuerdo del pobrecillo de Asís y su fervor evangélico; querían seguir el espíritu, la intuición y el estilo de vida de Francisco de Asís, pobre e itinerante como Jesús, y tenían muy buenas razones para resistirse a aceptar la evolución de la Orden, cada vez más alejada del Poverello. Pudo haber derivas antieclesiales y antiinstitucionales demasiado radicales, pero ¿quién puede afirmar que eran menos erróneas y peligrosas las derivas antievangélicas de la institución eclesial de la época o de la propia Orden franciscana? ¿Y quién sería capaz de determinar en qué medida la radicalización de los espirituales fue causa de su persecución por parte de la institución y en qué medida fue efecto de la propia persecución? Lo mismo vale para hoy. Muchos, muchísimos cristianos quisieran ver a la Iglesia avanzar con decisión hacia los nuevos horizontes abiertos –más bien insinuados– por el Vaticano II, y lamentan el giro restaurador de la jerarquía eclesial en las últimas décadas, se duelen de la contrarreforma en curso, deploran la estrechez y la asfixia crecientes en el seno de la Iglesia Católica, quieren seguir soñando, arriesgando, respirando aire y vida. ¿No sería más eclesial reconocer en ellos al Espíritu que renueva la faz de la tierra y de la Iglesia?

2. El papa indica que los “hermanos espirituales” se inspiraban en Joaquín de Fiore (1135-1202),aquel monje místico, teólogo y brillante escritor que vislumbraba una Iglesia espiritual, pobre y libre, libre de tanto poder y de tanta sumisión a los poderes, libre de tantas riquezas materiales, libre de tan rígidas estructuras clericales. Es cierto que este monje, abad de Fiore, inspiró a algunos miembros del movimiento  espiritual franciscano. Pero vuelve a imponerse aquí la misma observación del punto anterior: no me parece correcto aducir a Joaquín para desacreditar a los espirituales, como si aquel monje genial fuera un siniestro hereje, responsable de males sin cuento en la posteridad de la Iglesia. Seguramente, la visión histórica del papa en este punto está demasiado condicionada por la conferencia que el predicador del Vaticano, el franciscano capuchino Raniero Cantalamessa, pronunció en 2009 sobre Joaquín de Fiore para el papa y la curia pontificia. No estoy capacitado para emitir un juicio histórico sobre el abad de Fiore, pero sin duda la visión oficial católica ha sido unilateral y se requiere una perspectiva más amplia. De hecho, Joaquín contó en vida con el favor de varios papas, y sólo fue condenado años después de su muerte por  profecías milenaristas simplemente pintorescas, por enredadas cuestiones acerca de la Trinidad y, en el fondo, por su potencial peligrosidad para la institución eclesial.

3. Frente a Joaquín de Fiore y los “espirituales franciscanos”, el papa propone como modelo a San Buenaventura, Ministro General de la Orden franciscana entre 1257 y 1274. Admiro a Buenaventura: fue místico, pensador y humilde. Amó a Jesús, amó a Francisco, amó a las criaturas, que eran para él epifanía de Dios y camino hacia Dios. Pero no cuenta entre sus méritos su antagonismo con Joaquín de Fiore, ni sus prevenciones con los hermanos “espirituales”, ni el haber encarcelado a su predecesor en el generalato Juan de Parma, un fraile bendito éste, que había sido malintencionadamente acusado de joaquinismo y por ello depuesto de su cargo (supongamos que fuera un convencido joaquinista: ¿acaso puede ser eso justo motivo para encarcelar a nadie?). Y Buenaventura lo encarceló en Greccio, en el mismo lugar donde Francisco había revivido la Navidad de Belén, con el pesebre y el heno, el asno y el buey, y toda la fraternidad y toda la naturaleza celebrando juntos la tierna humanidad de Dios. En una mísera celda de Greccio pasó Juan 30 años, hasta que fue absuelto, y siglos después fue declarado Beato. (La Florecilla 48 es muy ilustrativa de cómo miraban a Buenaventura los hermanos “espirituales”: describe la visión tenida por un hermano en la que Buenaventura aparecía atacando a Juan de Parma con garras de hierro). No es ciertamente su hostilidad para con los espirituales y joaquinistas lo que más asemeja a Buenaventura con Francisco ni, como sugiere el papa, lo que hace de él un modelo de actitud eclesial para nuestros  días. Como si la continuidad con el pasado, el recelo ante lo nuevo, el miedo a la libertad, la obediencia sumisa al sistema, la acomodación a lo establecido, el realismo prudente fuesen lo que más nos hace ser Iglesia, discípulos de Jesús. Como si el idealismo arriesgado, la disidencia crítica y fraterna, el conflicto de interpretaciones, el pluralismo de visiones y de opciones, la opción radical por los pobres fueran el máximo peligro. No nos enseñó eso Jesús. No nos enseñó eso Francisco.

4. El papa fue más lejos en su alocución: Buenaventura no sólo es modelo de espíritu eclesial para los fieles, sino también es modelo de gobierno eclesial para los papas de hoy. Me agrada que se tome al franciscano Buenaventura como espejo en los palacios del Vaticano. Pero me temo que se trata de un espejo previamente –con intención o sin ella– deslucido y deformado. Se toma a Buenaventura como paradigma al servicio de unos intereses. Se le toma como el hombre elegido y asistido por el Espíritu de Dios para atajar el supuesto gran peligro de su época, el movimiento espiritual, su radicalismo franciscano, con la mirada puesta en el momento eclesial que vivimos y en el mayor peligro que el gobierno de la Iglesia debe combatir: el reformismo. Benedicto XVI menciona a Pablo VI y Juan Pablo II como las dos grandes figuras que así lo han hecho, siguiendo la pauta marcada por San Buenaventura; Pablo VI y Juan Pablo II son los dos “sabios timoneles” que supieron conducir la barca de la Iglesia en medio de la amenaza postconciliar de los reformadores “utópicos”, “espiritualistas”, “anárquicos” (entre ellos habría que incluir, sin duda, a destacados teólogos como Rahner, Congar, Schillebeeckx ,y a grandes obispos como Helder Cámara, Alfrink, Suenens, Proaño, Arns, Lorscheider…). Surgen muchas preguntas: ¿Es correcto mencionar juntos a dos personalidades y programas eclesiales tan diversos como Pablo VI y Juan Pablo II? ¿Se ha borrado incluso la memoria de Juan Pablo I y de su sueño de reforma que no pudo ni estrenar? Por lo demás, el papa actual apenas disimula que es él mismo quien en realidad encarna el buen gobierno del “doctor seráfico” Buenaventura, sustentado en dos pilares: “pensar y rezar”; no en vano ha sido él, desde el principio, el verdadero artífice de la recuperación del espíritu preconciliar – algunos la llaman contrarreforma– iniciada en los años 80. Está muy bien “pensar y rezar”. La cuestión es cómo se piensa y cómo se reza. Y la cuestión es si, además o primero, se escucha, se dialoga, se tolera. Y la cuestión más importante es cuáles son las prioridades: la doctrina y la moral o la solidaridad y la compasión. Es difícil leer el pasado sin la mirada puesta en el presente, pero es preciso evitar la manipulación del pasado y del presente. La historia es buena maestra, pero a condición de no utilizar el pasado como justificación del presente y de no apelar al pasado para impedir un futuro nuevo. En el fondo, ¿no se está utilizando a Buenaventura para seguir manteniendo a la Iglesia de hoy prisionera de la Edad Media?

5. La cuestión fundamental es cómo entendió Buenaventura a Francisco. Lo admiró sobremanera, celebró sus virtudes, lo elevó a lo más alto, pero ¿no fue al precio de volverlo inimitable, tal vez, inconscientemente, para no tener que imitarlo? Lo ensalzó como “otro Cristo”, pero ¿no fue al precio de olvidar demasiado al Jesús pobre, libre, itinerante, a quien Francisco quiso seguir y quiso que siguiéramos? De hecho, los artistas de la época pasaron de representar las escenas de la vida de Francisco a representar sus “milagros”; el modelo a imitar se convirtió muy pronto en mediador a quien invocar. Y Buenaventura encarna e impulsa este cambio de perspectiva. Salvó la Orden franciscana de una posible disolución, pero ¿salvó en ella el espíritu de Francisco, su intuición originaria? ¿Qué significa que en las Constituciones de Narbona promulgadas por Buenaventura sean tan exclusivamente disciplinares y no se mencione en ellas la primera Regla de Francisco, expresión más espontánea del alma de Francisco? ¿Dónde quedó la minoridad de éste, su firme voluntad de vivir con y como los menores de la sociedad? ¿Qué fue de las pobrecillas moradas en las que Francisco quiso habitar, como los pobres campesinos, y que nunca quiso tener en propiedad? ¿Qué fue de su itinerancia, de aquel vivir como peregrinos y advenedizos sin domicilio fijo ni propiedad y siempre con los últimos? ¿Qué fue del resuelto propósito de Francisco de romper con el clericalismo cuando, con Buenaventura, la Orden se clericalizó enteramente, de modo que los hermanos no clérigos se convirtieron en excepción y fueron relegados al servicio doméstico de los conventos? ¿Dónde quedó la evangélica obsesión de Francisco de ser todos hermanos y los menores en todo? ¿Tomó en serio Buenaventura –el eminente maestro de teología en la universidad de París, que con razón se sentía feliz y orgulloso de acoger en los conventos a teólogos e intelectuales universitarios–, tomó en serio aquella advertencia de Francisco: “Aunque vengan a nosotros los mejores teólogos de París, escribe, hermano León: No está ahí la verdadera alegría”?

Es difícil imaginar que, para Francisco, el verdadero riesgo de “gravísima tergiversación” de su mensaje e intuición o la verdadera “visión errónea del cristianismo en su conjunto” fuesen precisamente los hermanos “espirituales”, como afirma el papa en su alocución. Es una lectura muy discutible de los orígenes franciscanos. El Espíritu no es monopolio de nadie, pero está donde las instituciones se transforman y la vida reverdece.

NOTA AL PIE:

1 El texto completo de esta catequesis del 10 de Marzo de 2010 se encuentra en la página vatican.va. Reproducimos a continuación los párrafos más significativos:

Como ya dije, uno de los varios méritos de san Buenaventura fue interpretar de forma auténtica y fiel la figura de san Francisco de Asís, a quien veneró y estudió con gran amor. En tiempos de san Buenaventura una corriente de Frailes Menores, llamados “espirituales”, sostenía en particular que con san Francisco se había inaugurado una fase totalmente nueva de la historia, en la que aparecería el “Evangelio eterno”, del que habla el Apocalipsis, sustituyendo al Nuevo Testamento. Este grupo afirmaba que la Iglesia ya había agotado su papel histórico, y una comunidad carismática de hombres libres guiados interiormente por el Espíritu —es decir, los “Franciscanos espirituales”— pasaba a ocupar su lugar. Las ideas de este grupo se basaban en los escritos de un abad cisterciense, Gioacchino da Fiore, fallecido en 1202. En sus obras, afirmaba un ritmo trinitario de la historia. Consideraba el Antiguo Testamento como la edad del Padre, seguida del tiempo del Hijo, el tiempo de la Iglesia. Había que esperar aún la tercera edad, la del Espíritu Santo. Así, toda la historia se debía interpretar como una historia de progreso: desde la severidad del Antiguo Testamento a la relativa libertad del tiempo del Hijo, en la Iglesia, hasta la plena libertad de los hijos de Dios, en el período del Espíritu Santo, que iba a ser, por fin, el tiempo de la paz entre los hombres, de la reconciliación de los pueblos y de las religiones. (…)

Llegados a este punto, quizá es útil decir que también hoy existen visiones según las cuales toda la historia de la Iglesia en el segundo milenio ha sido una decadencia permanente; algunos ya ven la decadencia inmediatamente después del Nuevo Testamento. En realidad, “Opera Christi non deficiunt, sed proficiunt”, las obras de Cristo no retroceden, sino que avanzan. ¿Qué sería la Iglesia sin la nueva espiritualidad de los cistercienses, de los franciscanos y de los dominicos, de la espiritualidad de santa Teresa de Ávila y de san Juan de la Cruz, etcétera? También hoy vale esta afirmación: “Opera Christi non deficiunt, sed proficiunt”, avanzan. San Buenaventura nos enseña el conjunto del discernimiento necesario, incluso severo, del realismo sobrio y de la apertura a los nuevos carismas que Cristo da, en el Espíritu Santo, a su Iglesia. Y mientras se repite esta idea de la decadencia, existe también otra idea, este “utopismo espiritualista”, que se repite. De hecho, sabemos que después del concilio Vaticano II algunos estaban convencidos de que todo era nuevo, de que había otra Iglesia, de que la Iglesia pre-conciliar había acabado e iba a surgir otra, totalmente “otra”. ¡Un utopismo anárquico! Y, gracias a Dios, los timoneles sabios de la barca de Pedro, el Papa Pablo vi y el Papa Juan Pablo II, por una parte defendieron la novedad del Concilio y, por otra, al mismo tiempo, defendieron la unicidad y la continuidad de la Iglesia, que siempre es Iglesia de pecadores y siempre es lugar de gracia.

4.En este sentido, san Buenaventura, como ministro general de los franciscanos, adoptó una línea de gobierno en la que era clarísimo que la nueva Orden, como comunidad, no podía vivir a la misma “altura escatológica” de san Francisco, en el cual él ve anticipado el mundo futuro, sino que —guiada, al mismo tiempo, por un sano realismo y por la valentía espiritual— debía acercarse tanto como fuera posible a la realización máxima del Sermón de la montaña, que para san Francisco fue la regla, si bien teniendo en cuenta los límites del hombre, marcado por el pecado original.

Vemos así que para san Buenaventura gobernar no coincidía simplemente con hacer algo, sino que era sobre todo pensar y rezar. En la base de su gobierno siempre encontramos la oración y el pensamiento; todas sus decisiones eran fruto de la reflexión, del pensamiento iluminado de la oración. Su íntima relación con Cristo acompañó siempre su labor de ministro general y, por esto, compuso una serie de escritos teológico-místicos, que expresan el alma de su gobierno y manifiestan la intención de guiar interiormente la Orden, es decir, de gobernar no sólo mediante órdenes y estructuras, sino guiando e iluminando las almas, orientando hacia Cristo. (…)

Fuente: www.atrio.org

Respeto y dignidad. Por Carlos Valle

La sexualidad humana, expresión vital de la persona, está íntimamente vinculada con lo afectivo, lo placentero y con las relaciones interpersonales. Su comprensión está modelada por todos los procesos de cambio cultural, social, religioso y científico. Su historia, que ha mostrado cambios drásticos en los últimos tiempos, está marcada por intransigencias, discriminaciones y contradicciones.

Desde que el emperador Constantino en el siglo IV adoptó el cristianismo como religión oficial, la llamada “cultura de la cristiandad” ha marcado la historia de Occidente. La concepción de una sociedad organizada por una particular y cerrada visión religiosa se prolongó por muchos siglos pero, poco a poco, se fue desmantelando por los reiterados cuestionamientos que fueron abriendo paso al desarrollo de la libertad religiosa, la tolerancia, a nuevas comprensiones del mundo y de la vida. Este proceso dio lugar a un creciente escepticismo religioso.

Esa religiosidad cristiana ha impuesto sobre la sociedad una férrea marca de control sobre la sexualidad humana. La limitación de la relación sexual en el matrimonio a la procreación, el desprecio del placer en las relaciones sexuales y el rechazo a toda manifestación de diversidad sexual fueron algunos de los postulados con los que se impuso y ejerció poder y dominación sobre la intimidad de las personas.

Hoy sabemos que ya no es posible imponer una comprensión única de la vida y de la sociedad. Las culturas y las religiones están seriamente afectadas por los cambios experimentados en el mundo y, en ese contexto, se ha relativizado su autoridad. Las verdades absolutas han dejado su lugar a posturas más modestas y tolerantes. Los desafíos de esta nueva era ponen de manifiesto que vivimos en una sociedad cada vez más pluralista en términos sociales, culturales, religiosos y étnicos.

La fe religiosa no puede imponerse. La gente recibe, selecciona e interpreta desde su propia óptica social y cultural, y sospecha cada vez más de las imposiciones autoritarias y dogmáticas.

La tendencia de varias confesiones religiosas sobre la homosexualidad ha sido la de estimar su posición como la única válida. En ese sentido, el uso tradicional que se ha hecho de la Biblia como fuente de autoridad indiscutida ha tendido a abusar de los breves textos que hacen referencia a la conducta homosexual aunque, en realidad, la Biblia no aborda la problemática de la homosexualidad como tal. Por otra parte, en la Biblia no se señala que Jesús haya hecho alusión alguna al tema, por el contrario, sí hay alusiones directas al tema de la infidelidad. La centralidad del respeto y la dignidad de todos los seres humanos están en el corazón de la fe cristiana. Una fe que se basa en el amor de Dios para todos los seres humanos sin distingos, que llama a amar a los demás seres humanos como a uno mismo. De esa manera, erradica la discriminación y la exclusión.

El concepto de matrimonio es una construcción social. Varía según la sociedad a la que nos referimos. En algunas, por ejemplo, se reconocen matrimonios monogámicos y, en otras, poligámicos. La base del matrimonio muda considerablemente según la sociedad de la que se trate, ya sea acentuando el amor romántico o el matrimonio por arreglo entre familias. En algunos lugares del mundo se prohibió el casamiento entre blancos y negros o entre blancos y asiáticos. Los derechos de las mujeres fueron cambiando hasta obtener igualdad legal. El divorcio vincular ha sido aceptado alrededor del mundo.

Algunas confesiones religiosas sostienen que el matrimonio es una institución sagrada que impone ciertas reglas a los contrayentes. En general, ceremonias o contratos matrimoniales –religiosos o no– involucran una serie de deberes y derechos, tales como el cuidado y la protección.

Sin embargo, el matrimonio religioso, no importa el carácter que se le otorgue, no tiene el mismo significado que el civil. El civil es un contrato social con repercusiones de variado tipo, pero sin consecuencias religiosas que lo determinen. Los fundamentos y requerimientos de un casamiento religioso deben resguardase para los creyentes, pero no corresponde imponerlos a la sociedad toda.

La convivencia en una sociedad pluralista sólo es posible cuando se preservan el respeto y la dignidad de todos los seres humanos. Para este fin, el Estado debe procurar que los derechos sean ejercidos sin ningún tipo de discriminación. Y esto es parte de nuestra propia historia.

El pedido de la modificación legal que permita a los homosexuales que lo deseen ejercer sus derechos como las parejas heterosexuales debería encuadrarse en el marco de esta sociedad plural, que busca preservar la libertad y la dignidad de todos.

* Pastor de la Iglesia Metodista argentina, ex presidente de la Asociación Mundial para las Comunicaciones Cristianas. Texto que el religioso no pudo leer en la comisión del Senado que debate el matrimonio gay.

Fuente: Página 12

La tortuga y el 82. Por Guillermo “Quito” Mariani

¡Genial! La oposición, convertida en grupo “A”, lanza un revolucionario proyecto en favor de los viejos. Volver al 82 % del sueldo de los activos, como asignación jubilatoria, de acuerdo a los establecido por la Ley 14.499, que logró vigencia durante  el corto período de cinco años en el gobierno frondizista.

Es para saltar de alegría esto de ver a quienes, favoreciendo supuestamente  la justa distribución de ingresos, (han evadido en poco más de un año 615 millones de pesos en impuestos de producción y exportación, de los que 570 millones corresponden a soja),  convertidos ahora en protectores de los pobres jubilados. Pobres, porque lo que les llega actualmente después de años de reclamos, es apenas un módico aumento, que no satisface sus necesidades, ni siquiera con la reglamentación de crecimiento periódico establecida por ley. Aparece muy consecuente que, con el juicio de pobreza escandalosa en que coincidieron con el episcopado nacional, estos honorables legisladores hayan propuesto esta magnífica solución para favorecer a esos pobres por desplazamiento que son los jubilados.  Y esto, mientras se guardan otras disposiciones que acaben con los subsidios para desempleados, o los chicos imposibilitados por carencias económicas familiares de participar en la educación formal. Lo cual es parte de las deliberaciones de representantes del grupo “A” en gestación, que escucharon la propuesta y proyecto de futuro gobierno, de  la suprema autoridad jerárquica de la iglesia católica. La sugerencia es disminuir radicalmente los aportes “sociales” populistas.

¿Será que detrás de esa aparente unión partidaria para pesar en el Congreso en la aprobación de nuevas leyes, están dispuestos a una colaboración efectiva para financiar ese proyecto, obligándose al menos a no evadir los impuestos a las ganancias y al IVA? Abandonemos esta ilusión, porque en el mismo proyecto “Bergoglio” se propone la supresión de las retenciones como absoluta prioridad. ¿A qué se debe entonces esta repentina solidaridad con los jubilados, ausente en absoluto en otros tiempos,  cuando ellos (la mayoría) fueron gobierno?

Si en el estado actual de las cosas fuera posible una decisión de esta índole que acabara con el paso de tortuga que regula las presentes jubilaciones, todos nos sentiríamos mejor. Pero, ante el notable incremento de la población envejecida y el añadido de las decisiones gubernamentales de incorporar a cerca de dos millones y medio en completo desamparo, junto con el desempleo y la crisis internacional de la que ellos afirman que no podemos salvarnos, el 82 por ciento parece una meta inalcanzable. Pero eso sí, es una bandera justificante y al parecer, (como lo fue el salariazo prometido por Menem en el 89) con tufillo eleccionario. Si hubiera creatividad e intención de buscar una verdadera solución, la preocupación debería fijarse en propuestas ya existentes acerca de una modificación del régimen jubilatorio que apresurara los pasos de la tortuga y no en su simple eliminación, corriendo peligro de quedarnos sin el pan y sin la torta.

Que con el ideal de compensar debidamente a los que trabajaron toda su vida y aún a los que no lo hicieron por la exclusión social que significa el desempleo, se discutan y sugieran nuevos puntos de vista, será seguramente provechoso. Pero lo positivo, con una dosis mínima de realismo, no puede consistir en destruir lo que tenemos, sino en mejorarlo. En acelerar el ritmo de marcha de la tortuga.

José Guillermo Mariani (pbro)

jubilado autónomo nacional mínimo, con otro aporte mínimo del Arzobispado de Córdoba.

Domingo 25 de Julio de 2010 – 17 durante el año litúrgico (ciclo “C”)

Tema: (Lc.11,1-13)

Viendo a Jesús orar los discípulos piden que les enseñe y el responde que cuando oren digan: Padre santificado sea tu nombre, que venga tu reino, danos nuestro pan cotidiano, perdona nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación. Luego agregó Si alguno de ustedes recurre a medianoche a un amigo para pedirle unos panes para atender a un amigo que llegó, se los negará diciendo que es muy tarde y todos están descansando? Les aseguro que si él no se levanta porque se trata de un amigo lo hará al menos por su insistencia y le dará lo que pide Por eso les recomiendo: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. ¿Hay entre ustedes algún padre que dé a su hijo una piedra cuando le pide pan? O una serpiente en lugar de un pescado. Si uds que son malos saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo enviará su espíritu a quienes se lo pidan.

Síntesis de la homilía

La fórmula que Jesús enseña a sus discípulos para orar no es para que la aprendan de memoria y la repitan siempre que quieran dirigirse a Dios, haciendo consistir su eficacia en la repetición de las palabras. Como toda oración, su sentido es que lo que se hace como pedido engendre en el corazón un auténtico deseo y propósito de esforzarse por lograrlo. De otro modo todo estaría hecho y quedaría vacío nuestro compromiso con el crecimiento del reino.

Se trata, sí, de una actitud cariñosa y por eso absolutamente confiada en el amor del Padre. Por eso el uso de la palabra Abba.

Lucas no dice el “que está en el cielo” contenido en la fórmula usada por nosotros. Marcos habla sí del Padre de los cielos, indicando no un lugar en que está, sino una presencia en el cosmos que es lo que en muchas oportunidades se designaba como “cielo”. El primer deseo expresado como compromiso es que todos reconozcan su presencia amorosa y por eso nos esmeremos en construir su reinado entre nosotros modificando nuestras relaciones para irlas convirtiendo en fraternales de acuerdo a la dignidad compartida por todos, de ser sus hijos.

Enseguida aparece la pobreza y necesidad de los hijos que deben ser remediadas: el pan cotidiano. Y con ellas el compromiso de buscarlo para todos en una justa distribución de los bienes de este mundo. Lo que obstaculiza ese ideal de justicia es el pecado. El del egoísmo que produce acaparamientos e insensibilidad ante el otro, con deterioro de su felicidad y herida a su dignidad. El perdón que sigue a continuación no es simplemente una actitud sentimental sino que como todo pecado exige reparación. Todo vacío reclama ser llenado- Y así resulta un deseo de que supliendo nuestras deficiencias nos veamos ayudados a esforzarnos para suplir las que descubrimos a nuestro alrededor. Lo cual siempre tendrá que superar el obstáculo de caer en la tentación del individualismo egoísta que romperá los vínculos sociales hasta impedir la realización y el crecimiento del reino.

Desde esta formulación se entiende el sentido de la oración cristiana, la que fue esa enseñanza de Jesús a sus discípulos.

No se descarta la oración de petición a la que se refiere la parábola del vecino inoportuno que pide e insiste en el pan para cumplir con su deber de hospitalidad con un recién llegado. A ese tipo de oración pertenecen las afirmaciones de pedir para recibir, de buscar para encontrar, de golpear para que se abra la puerta. Y ese pedido sincero que es reconocimiento de nuestras limitaciones siempre obtiene lo que se indica al fin de la parábola, el espíritu, que es regalo que a nadie se niega. La riqueza del espíritu del Padre que es espíritu de amor es nuestra fortaleza para ir obteniendo todo lo que deseamos, con el corazón abierto a todas las necesidades y carencia que nos rodean.

Quizás pensemos que las formulaciones literales en esa enseñanza de Jesús son más sencillas de lo que hemos explicado y basta con recitarlas para obtener la ayuda de Dios. Esto significaría en primer término alienación y alejamiento de nuestra realidad. Además convertiría a Dios en responsable de todo lo que nos falta individual y socialmente. E incurriría también en la falsedad de que el amor de ese Padre necesita o exige ser insistido para que por esa insistencia obtengamos lo que pedimos como  si El no supiera lo que necesitamos y se complaciera en vernos suplicar para obtenerlo. En la perspectiva que hemos presentado hay un reconocimiento de nuestra debilidad, un acto de confianza en la bondad del padre, una seguridad de que ya tenemos lo necesario si lo deseamos con sinceridad y un compromiso real por construir su reino de justicia y amor.

Buscando coincidencias entre las Lecturas

El regateo de Abraham con Dios y las concesiones obtenidas para que no destruya la ciudad, son una muestra de la inmensa bondad de quien ama por sobre todas las ingratitudes. A lo mismo se refiere Pablo hablando de la cancelación del acta de condenación que nos devuelve la libertad y la dignidad de hijos. La parábola de Lucas indica a propósito del espíritu de la oración, lo que es nuetra íntima relación con Dios.

¿Una Iglesia de Laicos? Por José Ma Castillo

Con frecuencia se habla de la crisis del clero: cada día hay menos sacerdotes, y los que van quedando, envejecen, se enferman….; además, las vocaciones descienden más y más. Otro tanto hay que decir de los religiosos y religiosas, de forma que las órdenes y congregaciones religiosas se van reduciendo y muchas de ellas están abocadas a desaparecer. Por otra parte, es comprensible que, en una situación de crisis como la actual, los clérigos que van quedando, resulta inevitable que, de día en día, se sientan menos motivados, con menos inciativas y con menos fuerzas. Es ley de vida.

Pero, tal como están las cosas en la Iglesia, más que de crisis del clero, tendríamos que hablar de fracaso del clero. Porque el problema más serio no está en el “futuro del clero”, sino en el “pasado de clero”. Digo que el problema más serio está en el pasado del clero porque, en este momento, los países en los que secularmente ha habido más vocaciones, más sacerdotes, más religiosos/as, son ahora precisamente los países en los que la crisis del cristianismo es más profunda. Mientras que los países que, durante siglos, tenían que mantenerse gracias a los misioneros/as que, iban de los países de más larga tradición cristiana, son en este momento los países que tienen diócesis, parroquias y comunidades cristianas con más esperanzadora vitalidad. Por eso abundan las personas que están persuadidas de que el futuro del cristianismo está en los países que, hasta hace dos o tres décadas, eran los llamados “países de misión”. Es decir, los países que necesitaban importar clero de Europa y de Estados Unidos.

Dando un paso más, creo que hay datos suficientes para pensar que la raíz de este problema no está en la “falta de generosidad” de los jóvenes. Si este asunto se piensa despacio, pronto se da uno cuenta de que la raíz de la crisis está en que el clero es una institución inadaptada. Y que, además, no es fácil que se pueda adaptar a la cultura y a la sociedad en que vivimos. Si pensamos en la formación intelectual, que reciben los clérigos, y en la espiritualidad que tienen que asumir, pronto se comprende que, ni la mentalidad de los hombres de Iglesia, ni los compromisos que tienen que vivir, los capacitan para poder ser un colectivo de personas que tengan una posibilidad (real y concreta) para influir en la gran mayoría de la gente. El clero es, y será, una institución cada día más marginal en la sociedad del presente y del futuro. Los contenidos básicos de la teología de la Iglesia, tal como eso se sigue enseñando obligatoriamente en los seminarios, interesan cada día menos a la gran mayoría de la población que todavía se relaciona con las parroquias y conventos. Por otra parte, a los clérigos se les obliga a contraer unos compromisos (obediencia al obispo, celibato, votos de castidad, pobreza y obediencia) que, sin que sean plenamente conscientes los mismos clérigos, el hecho es que esa forma de pensar y esa forma de vivir les aleja del común de los mortales. De ahí que las ideas y el lenguaje de la Iglesia están cada día más ausentes de los problemas que vive la gente. Y de ahí también que por algo será que la forma clerical de vivir, si es asumida ahora por algunos jóvenes, resulta que se trata de jóvenes que, sin saber exactamente por qué, pero el hecho es que se trata de hombres que son más integristas, conservadores y hasta más fundamentalistas que los clérigos de edad.

Por supuesto, que en todo esto hay excepciones y sería una falsedad y una injusticia generalizar y aplicar a todos los cléricos (jóvenes y mayores) este modelo de clérigo del que aquí estoy hablando. Eso no se puede hacer. Y no se puede hacer porque son muchos los hombres y mujeres que están dando lo mejor de sí mismos para que este mundo sea más habitable. Pero nadie me puede negar que, al decir estas cosas, estoy retratando una situación que es bastante real.

Pues bien, con todos los matices que haya que ponerle a lo que digo aquí, una cosa me parece evidente: o pronto se produce un cambio milagroso, o podemos decir que la institución clerical ha enfilado el camino de su desaparición. Pero, ¡atención!, la Iglesia no es el clero. La Iglesia seguirá adelante. Pero será una Iglesia de laicos. Una Iglesia, por tanto, en la que los laicos asuman sus responsabilidades y vean como suya esta Iglesia que tiene su origen en un laico, Jesús. Y que nació, no como un clero dirigente de laicos, sino como un pueblo, una comunidad de comunidades en las que todos se veían como hermanos. Y todos corresponsables de anunciar y de vivir el mensaje de Jesucristo. Las formas concretas de organización y de gestión de esta “Iglesia de laicos” no estaban claras cuando nació la Iglesia. Tampoco lo están hoy. Pero, si en sus orígenes salió adelante, también saldrá ahora y en el futuro: a corto, medio y largo plazo.

Fuente: Teología sin censura