¿Quién necesita a Juan Pablo II santo?. Un intento más de disciplinamiento. Por Nicolas Alessio

“…la fuerza y la tenacidad con que defendió y proclamó el vínculo indisoluble de la Iglesia con Cristo y la integridad de la doctrina católica” [1]

 

Aquí esta el problema. Juan Pablo II no distingue entre Iglesia y Cristo. Eso quiere decir “vínculo indisoluble”. Y este “vínculo” lo defendió con “fuerza” y “tenacidad”. Por eso no extraña que, junto a esta identificación, se incluya “la integridad de la doctrina católica”. Nada que discutir, nada que reflexionar, nada que observar, nada que opinar, nada que criticar, nada que refutar, nada que pensar… solo acatar, custodiar y defender la doctrina católica. Por eso las advertencias, las persecuciones, las prohibiciones, las censuras y las condenas a todos y todas aquellos que se animen tan solo a “pensar distinto” de esta “integridad de la doctrina”. Esta posición supone una manera de entender a la Iglesia, un modelo de Iglesia.

La “canonización” de Juan Pablo II solo apunta a fortalecer ese modelo eclesial, es un intento fuerte para continuar disciplinando y ordenando hacia adentro. Se trata de fortalecer el modelo romano, centralizado, dogmático, cerrado. Y, como por doquier aparecen fisuras en este modelo, porque “el Espíritu sopla donde y como quiere” y no está secuestrado por el vaticano, se necesita un signo fuerte, una figura que de por si legitime esta concepción eclesial.

Juan Pablo II no es precisamente un “santo” del Vaticano II. Mucho menos un “santo” de los empobrecidos. En Latinoamérica lo sabemos demasiado bien. Juan Pablo II, en sintonía con, en aquel entonces cardenal Joseph Ratzinger, se empeñaron en desmerecer, advertir, corregir, censurar y estigmatizar a la “teología de la liberación”. Movimiento que, luego del Concilio Vaticano II, fue el “segundo gran acontecimiento histórico del siglo XX, abrió el diálogo con el mundo de lo social y lo político, en el encuentro con los pobres y en la praxis histórica de transformación social. Esta teología desató también una explosión de vitalidad y de mística, cuya manifestación mayor fue la multitud de comunidades de base esparcidas por la geografía universal y una pléyade de mártires literalmente jesuánicos, según el modelo de Jesús”[2]. Juan Pablo II será un santo del orden y la disciplina restauradora.

Benedicto XVI quiere darse el gusto presentar a todo el mundo y a todos los pueblos del mundo una manera de vivir, de pensar y de sentir que debe ser imitado. En definitiva eso es un “santo oficial” y eso pretende ser Juan Pablo II canonizado. Y este “modelo” no está ajeno a los avatares históricos. El “modelo” tiene connotaciones no solo “espirituales”, si no también ideológicas, políticas, sociales. Juan Pablo II “santo” es una manea de bendecir, de consagrar una concepción “imperial”, una concepción clausurada, de la Iglesia y también de la sociedad. Así decía María Vigil: “El máximo error de la Iglesia católica en ese mismo siglo ha sido el miedo a la dinámica de vida y de recuperación histórica que el Vaticano II y la Teología de la liberación despertaron, miedo que cristalizó en la elección de Juan Pablo II y su programa de freno y de retroceso. Como suele decir González Faus, su pontificado ha sido en muchos aspectos el pontificado del miedo, una actitud que aún mantiene cautivo al catolicismo, sin permitirle entrar verdaderamente en el «nuevo milenio»[3].

Aquí, el miedo, es un soporte de la identidad monolítica romana y de toda ideología conservadora, restauradora, dominante. Ese miedo es aún mayor bajo el pontificado de Benedicto XVI. Y no es el miedo que surge de manera prudente frente a una amenaza. Es el miedo de la soberbia de los que detentan el poder imperial. Este poder religioso es funcional al poder soberbio de los EEUU, por eso nadie se sorprendió cuando Jorge Bush y Benedicto XVI, al culminar su visita, dieran un comunicado en conjunto señalando que: “…hablaron de diversos temas de interés común para la Santa Sede y los Estados Unidos de América, entre ellos cuestiones morales y religiosas en las que ambas partes están comprometidas”[4]. Ambas partes comprometidas. Por eso tampoco nos sorprendimos ante las tibias declaraciones cuando comenzó la invasión a Libia, solo luego de un par de semanas, Benedicto pidió el cese de la agresión militar.

Sin embargo esta batalla por la hegemonía espiritual está a perdida. Para las sociedades actuales un santo mas un santo menos en el calendario es absolutamente insignificante. Para las grandes mayorías empobrecidas también. Solo resabios de la pompa vaticana. Tendrá sus ecos en las iglesias locales durante un tiempo corto, fortalecido por una puesta en escena mediática y no mucho más. Esta canonización será un esfuerzo inútil por parte del poder vaticano. Estamos en un tiempo donde ya hemos comenzado a creer de otra manera. A creer desligados de las tutelas institucionales y mucho más desligados cuando esas tutelas se expresan de manera autoritaria, autócrata. Vivimos una nueva espiritualidad. “Tras siglos viviendo la experiencia de un cristianismo como «la única religión verdadera”, hoy en día, la biodiversidad -también la religiosa- es percibida como un valor sagrado que no permite tales exclusivismos. Esta nueva conciencia está afectando ya a nuestra forma de vivir y de comprender nuestra espiritualidad y nuestro cristianismo”[5].

Cientos de miles de seguidores de Jesús y otros tantos de diversas religiones y credos, seguirán buscando y viviendo esa nueva espiritualidad. Una espiritualidad que expresa, celebra y se compromete con la libertad, la pluralidad, la diversidad y un hondo y profundo humanismo al servicio de los olvidados de la historia.

 

Nicolas Alessio, teólogo, en las vísperas del día del trabajador.

 

 

[1] Sesión de Apertura de la Investigación Diocesana sobre la vida, las virtudes y la reputación de santidad del Siervo de Dios Juan Pablo II (Karol Wojty?a) Sumo Pontífice, reflexiones conclusivas del Cardenal Vicario Camillo Ruini Roma, Basílica de San Juan de Letrán, 28 junio 2005

[2] A los 40 años del Vaticano II, Adiós al Vaticano II “No puesta al día, sino mutación” José María Vigil

[3] Idem

[4] Washington (Estados Unidos), 17 Abr. 08 AICA

[5] Cfr. RESUMEN DE LA PONENCIA ‘OTRA ESPIRITUALIDAD ES POSIBLE en Foro Social Mundial Nairobi, 15 Enero 2007

 

El cristianismo en el que creo. Por Guillermo “Quito” Mariani

Creo que ser cristiano es construir el reinado de Dios en la tierra hoy.

Creo que el Reino de Dios es la Fraternidad Universal y Cósmica.

 

Una fraternidad de liberación y no de opresión

De igualdad y no de jerarquías

De participación y no de sumisión

De mujeres y varones pares más allá de su sexo.

De respeto por la diversidad y no por la uniformidad

De denuncia y no de ocultamientos cómplices

De praxis transformadoras y no de discursos moralistas

De risas y no de llantos y caras tristes.

 

Creo en un cristianismo crítico y no alienado

 

Liberado de las ataduras del poder para predicar sin tapujos con la libertad de los hijos de Dios.

Que hace al ser humano responsable de su historia y su destino.

Que entiende el infierno como la destrucción del otro.

Que cree que el pecado no es el sexo y el placer, sino la violencia personal y estructural.

Que afirma que la conversión y la salvación son una posibilidad de todas las personas y no sólo de los cristianos.

Que la verdad no es patrimonio de la jerarquía sino el fruto de una construcción comunitaria (Angelelli)

Creo que la Biblia es más importante que la tradición y la racionalidad que el dogmatismo.

Que el celibato no puede ni debe ser un obstáculo para acceder al sacerdocio.

Que las mujeres tienen pleno derecho a ser sacerdotes y a ejercer cualquier otra función de servicio y liderazgo.

Que la formación es un derecho y un deber para estar siempre actualizados y desarrollar una conciencia crítica y política.

 

Creo con Jesús que el reinado de Dios es el único absoluto de la vida cristiana ante el cual todo debe ordenarse y subordinarse, incluso el mismo papado.

Creo en una praxis liberadora que incluya entre otros:

 

La defensa de la justicia y el buen humor.

La construcción de la paz y el bien sin exclusión.

La participación total de los laicos, sin distinción de su condición sexual, en las decisiones de la iglesia. “Lo que afecta a todos debe ser decidido por todos”

La reforma permanente y estructural de la Iglesia para que se convierta cada día al evangelio.

 

Creo que la Iglesia como institución debe predicar con el ejemplo más que con documentos y ser hacia su interior un arquetipo de defensa de los derechos humanos y modelo universal de organización fraterna e igualitaria.

 

Soy consciente de que Jesús nació, vivió y murió como judío y que nunca quiso fundar una religión, sino reformar la propia. Todo esto me lleva a replantear permanentemente si lo que vivo se encamina o no a construir más fraternidad, más libertad, más igualdad. Ya que el resto es una gran máscara.

 

Nota: Como reflexión de actualidad de esta semana, hago mía esta profesión de fe de Raúl un cristiano de mi parroquia.

José Guillermo Mariani (pbro)

Viernes 7 de Abril de 2006

En permanente adviento. Por Fray Marcos

Hoy, primer domingo de Adviento, comenzamos un nuevo año litúrgico. El tiempo de adviento se caracteriza por su complicada estructura.

Por una parte recordamos el largísimo tiempo de adviento que precedió a la venida del Mesías. Esta es la causa de que encontremos en el AT tantos textos bellísimos sobre el tema. Fue un tiempo de sucesivas expectativas, porque las promesas no terminaban nunca de cumplirse.

Hay que decir con toda claridad que esas expectativas eran equivocadas, porque suponían una intervención directa, externa y puntual de Dios a favor de un pueblo. Todas las lecturas del AT van en este sentido y pueden despistarnos. Aun entendiendo todas las “profecías-promesas” metafóricamente, no termina de solucionarse el malentendido.

Por otra parte tenemos la aparición histórica de Jesús. Aunque no sabemos ni el día ni el año de su nacimiento, se trata del punto de partida imprescindible para comprender nuestras expectativas como cristianos. Jesús hizo presente el Reino de Dios en su persona, a través de su trayectoria humana.

La primera e imprescindible referencia para nosotros es su vida terrena, por eso empieza el año litúrgico ocupándose de su nacimiento. La preocupación por el “Jesús histórico”, que se ha despertado en nuestro tiempo con tanta fuerza, es el punto de partida para todo lo que podemos decir de Jesús teológicamente. Todo lo que sabemos de Dios nos lo ha manifestado él con su vida terrena.

Jesús no sólo hizo presente el Reino, sino que hizo una propuesta a todos los hombres de todas las naciones, de todas las culturas, de todas las religiones. Se trata de una oferta de salvación definitiva para el hombre. Él quiso indicar, a todos los seres humanos, el camino de la verdaderasalvación.

Celebrar el adviento hoy sería tomar conciencia de esta propuesta de salvación y hacerla realidad. Esa posibilidad de plenitud humana, tenía que ser nuestra verdadera preocupación.

Ebeling decía: lo más real de lo real no es la realidad misma, sino sus posibilidades. Jesús, viviendo a tope una vida humana, desplegó todas las posibilidades encerradas en cada ser humano y propuso esa misma meta para todos.

Hay otro aspecto del adviento que es necesario tener muy claro. Al constatar, siglo tras siglo en la historia de Israel, que las expectativas no se cumplían, se fue retrasando el momento de su ejecución, hasta que se llegó a colocarlo en el final de los tiempos. Surgió así la escatología, un genero literario que nos dice muy poco hoy día.

Es sorprendente que ni siquiera la venida de Jesús se consideró definitiva para los cristianos. Es la mejor prueba de que la salvación que él propuso no nos convence. Por eso los cristianos sintieron la necesidad de inventar una segunda venida que sí traería la salvación que todos esperamos.

Armonizar esta múltiple perspectiva es muy complicado para nosotros hoy. El tiempo anterior a Jesús, la vida terrena de Jesús, nuestra propia realidad histórica y el hipotético futuro escatológico nos puede llevar a una dispersión que convierta el adviento en un batiburrillo que nos impida enfocar bien su celebración.

Creo que lo más urgente para nosotros hoy, es centrarnos en hacer nuestro el mensaje de Jesús y vivir esa posibilidad de plenitud que él vivió y propuso. Partiendo de su vida y su mensaje, debemos tratar de dar sentido a la nuestra.

Recordar su trayectoria humana, empezando por su nacimiento, tiene que espabilarnos y motivarnos para encontrar el camino que nos marcó y que es el único que puede motivarnos para seguir caminando hacia la meta que el alcanzó.

La visión de Isaías es fantástica, pero aún está muy lejos de ser una realidad. Es la utopía que puede mantenernos firmes dentro de una realidad que sigue siendo sangrante. La realidad no debe eliminar la esperanza de un mundo más humano. Debemos aferrarnos a la utopía de que otro mundo es posible.

La esperanza se funda en que Dios no nos puede abandonar ni retirar la oferta de esa plenitud que anhelamos. Esa esperanza, a la que nos invitan las lecturas, no es de futuro sino de presente. La percibimos como de futuro, porque todavía no hemos hecho nuestras todas las posibilidades que tenemos a nuestro alcance.

Lo que comenzó en la primera Navidad estará siempre ahí. La posibilidad de descubrirlo y vivirlo está siempre presente a pesar de que las apariencias puedan desanimarnos.

Pablo nos repite que ya va siendo hora de espabilarse, pero seguimos portándonos como verdaderos insensatos. Seguimos caminando en una dirección equivocada. Las advertencias que hace Pablo a los romanos, son las mismas que tendríamos que hacer hoy: nada de comilonas y borracheras, lujuria y desenfreno, riñas y pendencias. El excesivo cuidado de nuestro cuerpo, fomentará los malos deseos. El hedonismo que pretende el placer inmediato en nuestro proyecto vital, terminará por aniquilar nuestro verdadero ser.

El evangelio nos invita a estar vigilantes. Estar despiertos es la condición mínima indispensable para desarrollar nuestra humanidad. Yo creo que estamos bien despiertos, pero para todo lo terreno y material. Esa excesiva preocupación por lo material, es lo que la Escritura llama “estar dormido”.

Hoy empezamos el Adviento, preparación para la Navidad, pero los grandes almacenes, y todos los medios de comunicación ya hace casi un mes que han empezado su preparación.

Menos de un 15 % de nuestra sociedad escuchará unos minutos cada domingo el anuncio de que Jesús nace, frente a las muchísimas horas que va a soportar la propaganda consumista. ¿Será suficiente para contrarrestar su efecto devastador? Incluso los cristianos sinceros nos sentimos en la necesidad de armonizar el aspecto religioso de este tiempo con la ineludible necesidad de consumir.

Todo lo que nos ha aportado la evolución nos lleva a la comodidad. Solo la parte verdaderamente humana de nuestro ser nos exige esfuerzo y superación. Halagar la parte instintiva es mucho más fácil que espolear el espíritu.

Esta realidad ha sido siempre explotada por todos los dirigentes. Los emperadores romanos ofrecían pan y circo a las masas para que no exigieran otras cosas. Hoy la oferta tranquilizante es fútbol y tele. Los políticos prometen un maravilloso e ilimitado progreso material.

Nuestra religión, olvidando el evangelio, ha caído también en la trampa de una salvación acomodada a las apetencias de la inmensa mayoría. Ofrece al hombre la eliminación de sus limitaciones radicales: el dolor, el pecado, la muerte. Como eso es imposible aquí y ahora, porque son inherentes al ser humano, se ha proyectado la salvación para un más allá, a costa de dejar de ser seres humanos. Pero Dios quiere la plenitud para todos aquí y ahora, mientras aún somos humanos.

Adviento no es solo la preparación para celebrar dignamente un acontecimiento que se produjo hace más de veinte siglos. El adviento debe ser un tiempo de reflexión profunda, que me lleve a ver más claro el sentido que debo dar a toda mi existencia.

No hay tiempos más propicios que otros para afrontar un tema determinado. Soy yo el que tengo que acotar el tiempo que debo dedicar a los asuntos que más me interesan. Y lo que más me debía interesar, tal como nos lo advierte la liturgia, es mi verdadero ser, no mi falso ser.

Dios está viniendo en todo instante, pero sólo el que está verdaderamente despierto se dará cuenta de esa presencia. Si no me espabilo y descubro esa presencia, mi vida puede transcurrir sin enterarme de la mayor riqueza que está a mi alcance.

Dios no tiene que venir en ningún momento ni de ninguna parte, porque es la base y fundamento de mi ser y si se separara de mí un solo instante, mi ser volvería a la nada. Lo que llamamos Dios está en mí como fundamento aunque yo no descubra su presencia. Pero como ser humano, mi más alta posibilidad de plenitud consiste precisamente en descubrir y vivir conscientemente esa realidad. Dios está en todo, pero solo el ser humano se puede enriquecer de esa presencia.

Tampoco tengo que esperar tiempos mejores para poder realizar mi proyecto como persona humana. Si tengo que esperar a que Dios cambie algo o cambien los demás para encontrar mi salvación, es que no he descubierto lo que soy ni lo que es Dios. La salvación que Jesús desplegó y predicó, no está condicionada por circunstancias externas. Aun en las situaciones más adversas, está siempre a nuestro alcance (bienaventuranzas).

En cualquier momento puedo hacer mía esa salvación. En cualquier instante de mi vida puedo descubrir la plenitud en mí. Yo no tengo que esperar que cambie nada. Tengo que descubrir mi salvación en la circunstancia actual que me envuelve. Si no soy capaz de descubrir mi salvación en esta situación en que hoy me encuentro, no seré capaz de descubrirla nunca, porque ningún acontecimiento externo va a provocar ese descubrimiento.

El error en el que estamos instalados, es esperar que esa salvación venga de fuera; y Dios viene siempre desde dentro. Aquí puede que esté la clave para cambiar nuestra mentalidad. Pero preferimos seguir pensando en el Dios todopoderoso que actúa a capricho y desde fuera. De esa manera no hay forma de hacer nuestro el Reino de Dios que está ya dentro de nosotros. Si el encuentro no se produce es porque seguimos dormidos.

Meditación-contemplación

“Daos cuenta del momento en que vivís”.

Se trata de despertar, de tomar conciencia de las posibilidades.

Soy un ser humano, no simple biología.

Mi meta, mi plenitud está más allá de toda materialidad.

…………..

“Comían, bebían, se casaban…” ¿Qué hay de malo en ello?

Lo único malo es poner el objetivo de tu vida en comilonas y borracheras.

El fallo está en vivir enredado en las cosas de este mundo.

………………

“¡Caminemos a la luz del Señor!”

Aun desde las tinieblas, podemos vislumbrar esa luz que nos guíe

si estamos despabilados, bien despiertos y ojo avizor.

No me lo va a pedir el cuerpo. Hay que hacer un esfuerzo.

Pero merece la pena porque en ello nos va la Vida.

Fuente: Lamiarrita

El Evangelio de Jesús en lenguaje de hoy. Entrevista a José Arregui

Jose Arregui, sacerdote y franciscano hasta hace un mes, inició su secularización y exclaustración, tras decidir no acatar, por razones de conciencia, libertad personal y fidelidad al Evangelio, las órdenes del actual obispo de San Sebastián. Abarrotó el primer Foro Gogoa en Pamplona, el 10 de octubre.
Entrevistado por Javier Pagola

Eduardo Galeano dijo que “hay que tener el coraje de estar solos y la valentía de estar juntos” ¿Se parece eso a su situación actual?

A mí me han conmovido la invitación del Foro Gogoa, la afluencia masiva y el largo aplauso de tanta gente que me quiere. Pero lo importante es que, reunidos, podemos encontrar palabras de presente que crean el mundo futuro. Dios crea de nuevo todas las cosas, aprovecha nuestras posibilidades para producir vida.

¿Por qué dice usted que hay que aprender a ser buenos y felices?

“La felicidad es lo que hace buenas a las personas, no las leyes rígidas escritas en tablas de piedra”. Ese es el primer mandamiento. Tal vez el único.

La palabra “dichosos”, felices, aparece 50 veces en el Nuevo Testamento. Las bienaventuranzas resumen toda la alternativa y el programa de vida que propuso Jesús. Es el tiempo de ser felices. La felicidad es lo que nos hace buenos, no las leyes rígidas escritas en tablas de piedra. Es la felicidad la que nos hace humildes, compasivos, pacificadores, dadores de felicidad a otras personas. Y es la bondad la que nos hace ser dichosos. Esa es la magia de Dios: hacernos felices con la sola bondad.

Pero el Evangelio parece contradictorio. Jesús dice que ha venido a traer fuego, espada, división y discordia ¿No es así?

Sí. Según ha descubierto la investigación sobre el Jesús histórico, es seguro que esas son palabras que él pronunció. Con ellas nos invitaba a resistir y a imaginar un mundo distinto. Planteaba una revolución de valores. Prendió fuego a la sociedad opresora y las agobiantes leyes y estructuras religiosas de su tiempo, y ese fuego le abrasó también a él.

Pero ese ascua de Jesús no se apagó, sigue encendida en sus seguidores. Él no sería hoy un ciudadano domesticado y sumiso. Arriesgaría a favor de otra realidad, provocaría conflictos en la sociedad y en la Iglesia. Le volverían a tachar de peligroso y hereje.

Pero quedaría claro que ese fuego suyo no querría deshacer ni consumir a ningún ser humano. El Dios de Jesús es una buena noticia para todos los humanos.

La gente y el mundo de hoy, ¿sufren demasiadas heridas?

Ahora, como antes, existe mucho sufrimiento. Jesús era un sanador, un curador. No hacía milagros, en el sentido de que no rompía el curso natural de las leyes físicas. Pero Jesús curaba, consolaba, aliviaba, sanaba los males físicos y psicológicos. Él curaba contando historias y tocando a las personas, acercándose a ellas, acogiéndolas, devolviéndoles la confianza en sí mismas, transmitiendo paz.

Ser cristiano no consiste en creer en dogmas, ni en cumplir mandamientos. Ser cristiano es seguir a Jesús, cargar como el buen samaritano con el dolor ajeno. Curar al enfermo y amar a Dios no son cosas distintas.

¿Por qué ha hablado tanto la iglesia de pecado, o de culpa, y de perdón?

Muchas religiones, también la católica, han gestionado abundantemente esa idea de pecado y culpa. Pero a Jesús eso no le importaba, no se movió en ese registro culpa-perdón. El traía una buena noticia, y llamaba a seguirle en su grupo a prostitutas y recaudadores de impuestos que estaban muy mal considerados por la gente.

A él no le importaba el pecado, sino la herida. Y no hablaba de castigo, sino de medicina curativa, porque “no necesitan de médico los sanos, sino los enfermos” Lo que necesita un enfermo no es un juez, sino un médico. Y, no se puede hacer mejor a nadie haciéndole pagar un alto precio por sus culpas. La cárcel puede impedir que alguien cometa un crimen, pero no hace, no puede hacer, a nadie bueno.

¿Ha crecido el miedo entre nosotros?

En el mundo, en la sociedad y en la Iglesia, tenemos demasiados miedos. El miedo, en una justa medida, no es malo de por sí. Nos salva de peligros y nos ayuda a conservar la vida. Pero, a menudo, el propio miedo es el mayor peligro. Levanta ante nosotros negros fantasmas. Construimos sistemas de seguridad, grandes murallas, nos aislamos, pero perdemos libertad y vivimos en un mundo más inseguro que nunca.

También en la iglesia ha crecido un miedo que la aísla. Pero Jesús decía, repetidas veces: “No tengáis miedo, yo estoy con vosotros, yo he vencido al mundo”.

El Espíritu de Dios está construyendo un mundo nuevo. No hay que tener miedo al mundo actual, ni a la cultura moderna, ni a la postmodernidad, ni a la ciencia, ni a las redes de comunicación planetaria. Hay que salir a su encuentro.

¿Pueden dialogar la laicidad y las religiones entre sí?

Hace mucho que llegó ya el tiempo de superar todo confesionalismo, y trascender toda frontera y todo celo del bien ajeno. Porque es triste que nos duela el bien ajeno. Es un auténtico mal de nuestros ojos el que no seamos capaces de ver, de agradecer y de alegrarnos de las buenas cosas que les pasan a otras personas o colectivos humanos.

Esa desgraciada frontera entre nosotros y ellos, frontera que aparece en todos los grupos, singularmente en los partidos políticos y en las confesiones religiosas. Pero el celo colectivo se vuelve aún más mezquino y peligroso cuando se pretende justificarlo, con exclusivismos, en nombre de Dios. Donde está la bondad, con nombre y también sin nombre, allí está Dios.

¿Hay que inventar un nuevo lenguaje religioso, que sea inteligible hoy?

Esa es una gran necesidad y desafío. Es imposible anunciar la Buena Noticia con un lenguaje trasnochado, que correspondió a una sociedad rural, y que no se ha actualizado tras la modernidad, la postmodernidad y la era actual de las comunicaciones.

Jesús no se apegó a expresiones trasnochadas. Varias veces se lee en el Evangelio esta manera suya de hablar: “Habéis oído que se dijo a los antiguos tal o cual cosa, pero yo os digo algo nuevo”.

Nosotros estamos inmersos en un grandísimo cambio cultural. Como alguien ha escrito: “No vivimos en una época de cambio, sino en un cambio de época”.

Manuel Guerra Campos, médico y hermano de aquel obispo de Cuenca en tiempos del franquismo, escribió:

“La iglesia está enferma. Se quedó dormida en la historia. Lleva 500 años pataleando para que nada cambie. Aconsejo a los obispos que tomen el Catecismo de la Iglesia católica, le den un respetuoso beso, lo encierren en el sagrario de una capilla abandonada, tiren la llave y, a continuación, hagan ejercicios espirituales en un monasterio y traten de formular la buena noticia en palabras y contextos adecuados a nuestra cultura”.

¿Qué queda del Concilio Vaticano II?

Aquel fue un esfuerzo sincero de puesta al día. Pero el postconcilio coincidió con el vaciamiento de las iglesias y el fracaso en la transmisión de la fe, porque había llegado un cambio de época. Entonces Juan Pablo II, el cardenal Ratzinger y un sector de la iglesia próximo a ellos hicieron el diagnóstico de que todos los males del postconcilio se debieron al propio concilio que, según ellos, disolvió fronteras, puso en tela de juicio dogmas, y relativizó la identidad católica.

Ese diagnóstico curiosamente coincidió con el alza del neoliberalismo más conservador en los Estados Unidos. Tras ello, pusieron en marcha un proyecto, muy estudiado, de retorno a las verdades de siempre y las estructuras sempiternas. Es un proyecto muy estudiado, coordinado, y sociológicamente sólido. En eso están y su cálculo es que eso va a tener futuro.

Pero somos muchos los cristianos que creemos que no puede tenerlo. Además de convertirse en algo irrelevante, la iglesia institucional va camino de convertirse en un gueto o una secta. Y, desde luego, en las condiciones actuales en que está la Iglesia, un nuevo concilio resultaría un desastre.

¿Qué futuro tiene el cristianismo?

Karl Rhaner, uno de los grandes teólogos de nuestro tiempo dijo que el cristiano del futuro o será un místico, o no será. En medio de una gran masa de indiferentes y agnósticos hay una sed creciente de espiritualidad. Los cristianos debemos estar atentos a lo que está emergiendo fuera de nuestras fronteras.

¿Qué aportar en este invierno social y eclesial?

El invierno recrudece a ojos vista en la Iglesia y en el planeta. Se comprende que cunda el desaliento, porque las amenazas aumentan y las fuerzas disminuyen. Pero no es tiempo para consumir energías en lamentos ni en querellas intraeclesiales. Es tiempo de volver a lo nuclear del Evangelio, de vivirlo y anunciarlo: la bienaventuranza de la bondad, la osadía para decir no, la eliminación de fronteras religiosas, la reinvención del lenguaje.

Es la hora de la fe en la pequeña semilla y en la levadura invisible. Es el momento de hermanar desánimos y perseverar, “dejando el pesimismo para tiempos mejores”. Es el momento de verificar que “donde aumenta la amenaza crece la salvación”. Como dijo el profeta Casaldáliga, “somos perdedores de una causa invencible”.

Fuente: Fe Adulta

Domingo 19 de Septiembre de 2010 – 25 durante el año litúrgico (ciclo “C”)

Tema (Lc. 16,1-13)

Jesús cuenta a sus discípulos la parábola de un hombre rico que tenía un administrador. Lo llamó para despedirlo, porque no estaba satisfecho de su cumplimiento. Entonces el hombre se puso a pensar:¿y ahora qué hago? Ni tengo fuerzas para trabajar, ni me gusta pedir limosnas. Ya sé. Llamó a los deudores y al que debía cien le dio la factura por 50 u 80. El patrón al enterarse felicitó al administrador por su astucia. Y Jesús añadió que muchas veces los que pertenecen a este mundo tienen más ingenio que los hijos de la luz. Y concluyó Gánense amigos, dejando el dinero injusto para que así los reciban en las eternas moradas.

Y tengan en cuenta que si no han sido fieles con el injusto dinero ¿quién les va a confiar lo que vale de veras? Y si no fueron fieles con lo suyo ¿Quién les va a confiar lo ajeno? Nadie puede estar al servicio de dos señores. Se apegará a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y al dinero.

Síntesis de la homilía

Escandaliza a veces esta enseñanza de Jesús a sus discípulos. Resulta una especie de legitimación y alabanza de lo que nosotros llamamos “viveza criolla” 0 simplemente “avivada”. No pareciera que el dueño debiera alabar al administrador por su astucia delictiva. Pero hay que tener en cuenta varios detalles: En primer lugar, el dueño no se retracta del castigo de despedir al hombre que administraba sus bienes, porque se ve y está probando con su procedimiento en esta circunstancia, que tenía cierta facilidad para “meter las manos en la lata” De manera que la felicitación es como una manera irónica de despedirlo sin conflicto.

En segundo término el sentido profundo de la enseñanza es evitar que sus discípulos crean que porque sostienen la causa del Reino las cosas van a salir bien por sí solas. Quiere evitar la evasión del compromiso profundo con el esfuerzo de vivir y contagiar los valores de ese reino. Porque en los que él llama “la gente del mundo”, que saben que no cuentan con ninguna ayuda de arriba, los proyectos son más sólidos, el análisis más detallista y las soluciones más ingeniosas y eficaces.

Las dos circunstancias son aprovechables para los seguidores de Jesús en sus comunidades.

Lo primero, que la mala administración, el uso de medios indebidos como la represión, la descalificación, el engaño, el ocultamiento, produce sí o sí el alejamiento de la causa del reino. Una Iglesia que gracias a la complicidad con los poderosos y preocupada por mantener ella misma el poder, se maneja con estas “astucias” no es la de Jesús. Ella misma se ha despedido de esa misión encomendada a los discípulos.

Lo segundo, que quienes se deciden a trabajar por el reino, no se van a encontrar con un sendero sembrado de rosas, en el sentido de que podrán avanzar seguros y confiados, de que sus esfuerzos serán eficaces porque Dios está de su lado. Que no habrá incomprensiones ni persecuciones ni momentos de vacilación sobre el acierto del camino elegido. Nada de esto. Me recuerdo un proverbio que nos decía con frecuencia un sacerdote español encargado de nuestra espiritualidad en el Seminario: “Vinieron los sarracenos y nos molieron a palos. Que Dios ayuda a los buenos cuando son más que los malos”. Y en este sentido hay que reconocer que con frecuencia estamos en falta y bajamos los brazos antes de tiempo y mezquinamos nuestra presencia cuando haría falta. La construcción del reino, que significa felicidad compartida por todos, exige convicción, testimonio de vida, alerta constante para no desperdiciar las pequeñas ocasiones y valentía para encarar propuestas más grandes y generales.

Conferencias de Dr. Carlos Dominguez Morano, SJ – Agosto 10 al 12

El Área de Pastoral de la Universidad Católica de Córdoba invita a las Jornadas de Psicología y Espiritualidad, que se llevarán a cabo los días martes 10, miércoles 11 y jueves 12 de Agosto, de 19:00 a 22:00 hs., en el Auditorio Diego de Torres (Sede Centro, Ob. Trejo 323).

Dichas Jornadas serán orientadas por el Dr. Carlos Domínguez Morano S.J., Psicólogo Clínico y Teólogo, autor de reconocida trayectoria en el estudio e investigación en el ámbito de la no siempre fácil relación entre el Psicoanálisis y la Fe, quien nos ofrecerá una comprensión de algunos de los grandes temas de la Espiritualidad Cristiana desde la Perspectiva Psicoanalítica.

El Dr. Domínguez Morano es profesor de Psicología de la Religión en la Facultad de Teología que la Compañía de Jesús tiene en Granada (España), y Psicoterapeuta en el Centro Francisco Suárez de la misma ciudad, donde también desarrolla su labor docente y formativa con profesionales de la Salud Mental. Ha sido Presidente de la A.I.E.M.P.R. (Asociación Internacional de Estudios Médico-Psicológicos y Religiosos), y es profesor invitado en diversas universidades de España y de América Latina.

Para participar en las Jornadas, la entrada es libre y gratuita y no es necesario inscribirse previamente.