Huérfanos en vida. Por Guillermo “Quito” Mariani

Así calificó el Obispo de Villa María, Samuel Jofré, en su homilía del 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción de María, a los bebés frutos de “fertilización asistida”, o “fecundación in vitro” o en lenguaje más popular “bebés de probeta”, advirtiendo que estamos permitiendo experimentos que no están de acuerdo con la ley de Dios. Un bebé de probeta no está en el plan de Dios afirmó, y de este modo justificó su calificación. En realidad es un “huérfano en vida”

Y esto, a propósito justamente de la celebración de la fiesta de la Inmaculada Concepción, título de María como patrona de la ciudad. Es de notar que el título de Inmaculada Concepción de María no tiene nada que ver con que haya sido concebida de un modo distinto al normal regido por la comunicación sexual, ni tampoco se refiere para nada a su virginidad. Significa (y es un dogma eclesiástico proclamado a fines del siglo XIX en el Concilio Vaticano primero), que los católicos afirmamos que, desde su concepción en el vientre materno, María no tuvo complicidad alguna con lo que la tradición llamó “pecado original”. Un “pecado original” que no tiene nada que ver con el sexo (a pesar del juicio de San Agustín) sino que como raíz de todos las transgresiones de la voluntad del Dios de Jesús, es el EGOISMO enfrentado y destructor de valor fundamental proclamado por JESÚS para la construcción del reinado de Dios entre los hombres: el AMOR.

Al pecado se refirió el Obispo afirmando que los pecados son origen de todos los males que padecemos. Se refirió particularmente, al consumismo, sin señalar como su origen al sistema capitalista que vivimos, sino a una “modificación del desorden cósmico” haciendo depender su disminución del proceder de cada uno. Luego, quizás para referirse más específicamente a la festividad del día, lanzó esa calificación discriminante de los nacidos con el método de fertilización asistida.

No advirtió -y esto es muy grave- que en el caso de Jesús se produjo (ateniéndonos a la tradición literal y sin demasiada crítica) el primer caso de fertilización asistida! ¿Qué fue un milagro de Dios? Como quiera que sea, Jesús no habría sido concebido en el seno de María gracias a la comunicación sexual con un varón. Jesús sería entonces “un huérfano en vida” Pero, dicen es un milagro! Sin embargo, la calificación de “milagro” (cosa maravillosa) corresponde también a todo el proceso de investigación para llegar la fecundación asistida, fruto del trabajo de una cantidad de científicos que gracias a la voluntad de Dios consiguieron finalmente producir este MILAGRO de la ciencia. Todo el relato bíblico de Mateo que afirma la extrañeza y hasta el desencanto de José ante el embarazo de María, considerando adulterino el fruto de su vientre, se soluciona con un sueño al que José atribuye origen divino para dejar solucionada la cuestión. Porque no es tan fácil admitir la concepción sin el esperma varonil.

Pero nos queda otra inquietud ¿Cómo un obispo elegido con tantas precauciones por parte de la jerarquía eclesiástica completa (clero seleccionado, obispo, nuncio apostólico, Congregación cardenalicia de obispos, confirmación final y nombramiento por parte del Sumo Pontífice) puede permitirse afirmaciones ofensivas, descalificantes y erróneas sin que el episcopado rectifique sus afirmaciones?

Samuel Jofré Giraudo ya declaró públicamente que los juicios a los militares dictadores, torturadores y genocidas, estaban viciados de ambiciones políticas y debían revisare para anular muchas sentencias. Y en esta oportunidad como ahora ¡nadie dijo nada!

Como dato interesante hay que tener en cuenta que Jofré Giraudo ha sido asesor canónico en Arzobispado de Córdoba. Y los méritos logrados en su desempeño, junto al Cardenal Primatesta y al Arzobispo Ñáñez han sido probablemente los motivos de su encumbramiento. Pero su especialidad en derecho canónico no lo ha inclinado nunca a usar esta legislación como lo hicieron por ej. el P. Yorio y Angelelli, a favor y defensa de los derechos de los fieles sino en búsqueda de sanciones y penas para el castigo de toda posible transgresión. Quizás esto constituya una explicación de su proceder y el silencio de sus colegas.

 

 

Vergüenza ajena. Por Guillermo “Quito” Mariani

Se trata de un obispo integrado al episcopado nacional.

Pretendiendo representarlo, ha creído poner “una pica en Flandes” y acceder al clima mediático, con unas declaraciones en que juzga “políticos” e “ilegítimos” los juicios a los represores realizados y en marcha actualmente.

Entre ellos, por supuesto, los que culminaron con la sentencia DE LOS TRIBUNALES FEDERALES RIOJANOS condenando de modo terminante a L.B.Menéndez y L.F.Estrella como autores mediatos responsables del asesinato del obispo Angelelli en agosto de 1976.

Esas declaraciones, repudiadas por las organizaciones de derechos humanos, el grupo de “Cristianos para el tercer milenio”, la CELS, y diversas personalidades, revelan una cantidad de importantes detalles que constituyen todavía, a mi entender, una parte importante de la opinión oficial de la Iglesia Argentina.

Samuel Jofré Giraudo asumió como obispo de Villa María en Mayo de 2013. Apareció entonces como un nombramiento realizado al comienzo del pontificado del papa Francisco, como un regalo para Argentina. Es posible, aunque supondría un proceso difícil de entender, que haya sido una decisión de Benedicto XVI, respetada por Bergoglio.   Esto haría el hecho de semejante elección, más comprensible.

Jofré, además de ser exalumno del Liceo Militar Gral. Paz, es integrante de una familia tradicional y encumbrada de Córdoba, ligada estrechamente a la Justicia y a la Iglesia. En su desempeño como Párroco, y luego asesor canónico del arzobispado de Córdoba durante la permanencia de Raúl Primatesta y Carlos Ñáñez, sus opiniones y acción han estado permanentemente atadas a una derecha católica cerrada e intolerante.

Su designación para una sede episcopal tan importante como Villa María, así como la de Pedro Torres Aliaga para auxiliar del Arzobispo Ñáñez, ha seguido la línea de los obispos conservadores que, durante el pontificado de Juan Pablo II y Benedicto XVI fueron nombrados en remplazo de los que por edad o muerte iban renunciando o abandonando sus cargos. Todo lo cual se ha interpretado como una táctica para que, en un posible futuro concilio Ecuménico, hace tiempo solicitado por muchos, las conclusiones resulten más cercanas a la espiritualidad y teología del Opus Dei que a las conclusiones el Vaticano II, cuyas novedades y espíritu de renovación están frenadas desde la mitad del pontificado de Juan Pablo II. Diversas voces, y muy autorizadas, se han levantado para exigir que el episcopado nacional se pronuncie al respecto, rectificando o ratificando estas declaraciones del obispo Jofré, y defina así su actitud frente a la ex dictadura militar y a los juicios de los represores.

Hasta ahora ¡SILENCIO!   Posiblemente, como es casi habitual, se esperen instrucciones de Roma para proceder.

Y ESTO ES UNA VERGUENZA QUE NOS SONROJA, A TODOS LOS QUE SEGUIMOS CREYENDO QUE ,EN ALGUN RINCONCITO DE LA GEOGRAFIA, DE LA HISTORIA Y DE LOS CORAZONES HUMANOS, VIVE LA IGLESIA DE JESUS DE NAZARET COMPROMETIDA Y ARRIESGADA, EN LA DEFENSA DE LA DIGNIDAD Y LOS DERECHOS DE TODOS LOS SERES HUMANOS.

José Guillermo Mariani (pbro)

 

 

Sic transit. El ocaso de los cardenales. Por Celso Alcaína

En la segunda planta – la noble – del Palacio del Santo Oficio se ubican las oficinas de la Sagrada Congregación. En las plantas primera, tercera y cuarta hay viviendas que constituyen domicilio de algunos cardenales o curiales diversos. Yo residía en la primera planta, exactamente encima de la conserjería y portón de entrada.

En mis primeros años de actividad curial, en la segunda planta del Palazzo, una vivienda interrumpía el paso entre despachos y obligaba a salir a la loggia. Se trataba del apartamento de las dos hermanas Perosi. Durante mis primeros tres años las veía, las saludaba, me paraba a charlar. Se sentían halagadas recordándoles a su padre,Giuseppe Perosi, excelente músico, maestro de capilla en Tortona, su ciudad natal, inspirador y formador de su genial hijo Lorenzo Perosi, el “cecilianista” universal, el renovador de la música religiosa. Giuseppe había inoculado el virus musical también a otros hijos e hijas. Su hijo Marziano Perosi llegó a ser maestro de capilla en la catedral de Milán. Y Carlo Perosi, también con formación musical, optó, comoLorenzo, por el sacerdocio. Carlo llegaría a ser cardenal.

Ancianas y consumidas, las hermanas Perosi habían heredado de su hermanoLorenzo el uso de la vivienda. Un caso excepcional que conocí el primer día que me las encontré. Sabido es que el maestro Perosi fue compañero y amigo de EugenioPacelli en sus años jóvenes. Por sugerencia del cardenal Sarto, entonces arzobispo de Venecia, León XIII lo nombró “maestro perpetuo de la Capilla Sixtina”. Con algunos intervalos a causa de recurrentes ataques neuróticos, desempeñó ese cometido hasta su muerte en 1956. Por el afecto que le profesaba, acaso porque se lo había pedido el propio compositor, Pio XII decidió que las dos hermanas que lo acompañaban, “vita naturali durante“, pudieran permanecer en la que había sido la vivienda de Lorenzo Perosi. En 1970, muertas las dos hermanas casi simultáneamente, el apartamento fue reconvertido en despachos. A ellos se trasladó la Sección Criminal.

No eran sólo esas ancianas las que se cruzaban conmigo en la loggia y en el claustro. Varios cardenales habían envejecido dentro del Palazzo y allí esperaban su tránsito.

El cardenal Francesco Morano tenía su vivienda en la planta tercera. De baja estatura, fuerte, cuadrado, tortugueaba por la loggia esperando que alguien se parara a conversar. Era ameno, cachondo. Bromeaba sobre los eclesiásticos y sobre algunas enseñanzas de la Iglesia, particularmente en materia matrimonial en la que era especialista. Había dedicado su vida al estudio del Derecho Canónico. Llegó a presidir, como decano, la Rota Romana. Cientos de sentencias llevaban su firma. Seguía siendo miembro del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica. Tenía 96 años. Se admiraba de que pudieran contar con él en una parcela del gobierno de la Iglesia. Para las sesiones de la Signatura, cada sábado, venían a recogerlo. En volandas lo metían en un coche que lo depositaba en el Palacio Apostólico. Las oficinas de la Signatura estaban en la Piazza della Cancelleria. Sin embargo, las sesiones semanales de los cardenales miembros tenían lugar dentro de la Ciudad del Vaticano. Pienso que ello era debido a que los cardenales miembros eran, en su mayoría, octogenarios. Incluso, como el cardenal Morano, casi centenarios. Los 16 miembros de la Signatura elencados en el Annuario Pontificio superaban con creces los 75, edad establecida por Pablo VI para la dimisión de altos cargos

Otro de los cardenales que se dejaba ver dentro del Palazzo era Giuseppe Pizzardo, 93 años, diminuto, con cara de pocos amigos. Un espléndido curriculum. Diplomático de carrera, había sido secretario en la Nunciatura Apostólica de Baviera, subsecretario de la Congregación para Asuntos Extraordinarios, sostituto y luego secretario (2º de abordo en el Vaticano) de la Secretaría de Estado. Creado cardenal por Pío XI, durante 29 años rigió la Congregación para los Seminarios y Universidades. Excepcionalmente, simultaneó durante 9 años la Prefectura (entonces llamada Secretaría porque el Papa era el Prefecto)) de la Congregación del Santo Oficio. Dicen que Giovanni Montini, antiguo subordinado de Pizzardo, le dio el voto en el Cónclave de 1963. Aún siendo nonagenario, ostentaba cargos muy importantes en el Vaticano. Presidía la Comisión de Vigilancia para el “Istituto per le opere delle Religioni” (Banco del Vaticano) y la Academia de las Ciencias. Formaba parte de la Comisión para la Revisión del Codex, así como de la Comisión Bíblica. Era miembro de varias Congregaciones: Educación Católica, Religiosos, Obispos, y Consejo para Asuntos Públicos
Paradójicamente, lo que yo podía escuchar en la Curia sobre Pizzardo distaba mucho del elogio. Más que conservador, era tildado de ultramontano. Se había opuesto al movimiento sacerdotal obrero francés de mediados del siglo. También, a la participación de los católicos en el llamado “rearme moral”, de inspiración protestante, liderado por Frank Buchman. Y sus instrucciones a seminarios y centros de educación católica fueron muy discutibles, cuando no contraproducentes.
Mis casuales encuentros con el cardenal Pizzardo fueron menos frecuentes y menos interesantes que con Morano. Mi impresión era que no se sentía satisfecho con su pasado ni con su presente. Ante ambos, yo sentía una mezcla de pena, ternura y aversión. No precisamente respeto y admiración. Vidas dedicadas a una labor dudosamente útil. Humana y socialmente.

En mis años dentro del Palazzo, tuve encuentros similares con los cardenales MichaelBrowneAntonio BacciGiuseppe Ferretto, Fernando Cento y William Heard. Arrastraban su cuerpo y sus recuerdos en la sede de los horrores inquisitoriales. Murieron allí durante mi permanencia en el Vaticano. Cada vez que acaecía uno de esos decesos, me repetía interiormente sic transit gloria mundi”.

Digo “gloria” porque todavía hoy los cardenales son “príncipes”, visten de púrpura, se dejan llamar “eminencia”, son decisivos en la marcha de la institución católica, rectores en las principales sedes episcopales, electores y elegibles en el Papado. Son herederos y parcialmente detentores del boato de los cardenales renacentistas. Algunos – bastantes – fueron poderosos, dictadores, ricachones, viciosos, crueles. Otros – pocos – fueron hombres honestos, ejemplares. En virtud y en gobierno.
Su evolución fue paralela y es intrínseca al curso de la Iglesia, la que surgió de la memoria de Jesús, el Nazareno. Inicialmente, el Cristianismo se limitaba a comunidades pobres, diminutas, perseguidas. Evolucionó, por mor de valores y poderes espurios. Un cambio a más, a peor, hasta llegar a la actual Iglesia Católica, con influyente presencia en medio mundo.
Otrora, los cardenales (cardines) presidían las comunidades cristianas romanas. Algo así como nuestros párrocos. A partir del emperador Constantino, paulatinamente, se apropiaron de poder y de riqueza en diverso grado. A eso llegaron por las donaciones de los fieles, por los favores de los gobernantes, por la venta de indulgencias. Poder y riqueza se retroalimentan. A partir del siglo XI fueron ellos los electores exclusivos del Papa. Mediante luchas intestinas o confrontándose con clases y familias romanas, ellos mismos se convirtieron en poderosos hasta vencer y dominar.

Todos sabemos de los históricos excesos, desmanes o escándalos de muchos cardenales, algunos devenidos papas. En el Cardenalato y en el Papado entraron personas no recomendables, incluso niños y adolescentes procedentes de familias influyentes. El cenit de su prepotencia y degeneración ha de ponerse en los siglos XV – XVII. Lo cierto es que la reducción de su poder y de sus privilegios ha sido paulatina, demasiado lenta.Pio XII les “cortó” la cola de su capa. De 12 a 5 metros. Pablo VI suprimió el “capelo” de 30 borlas rojas. Ahora, en su “creación”, los cardenales reciben del Papa sólo la birreta. Las dos citadas modificaciones son una muestra del ridículo grado de velocidad e intensidad con la que la Curia absorbe la democratización en todos los aspectos, así como el suspirado retorno a sus auténticos orígenes.

La desaparición del Colegio Cardenalicio es deseable, seguro que no inminente. Aún conservando la actual estructura clerical – no precisamente apostólica – la Iglesia Católica podría y debería prescindir ya de los cardenales. El papa Francisco, cuyos humildes gestos suscitaron esperanzas renovadoras, ha decepcionado con la creación de cardenales.

He leído que cuando un cardenal moría, se colgaba su capelo sobre su tumba, donde permanecía hasta que quedara reducido a polvo, porque toda la gloria terrenal es pasajera. Sic transit.

Fuente: Blog del Autor.

Papa Francisco ¿Gatopardismo o Continuismo? Por Carlos Lombardi

La corporación religiosa denominada iglesia católica es conducida desde el 13 de marzo pasado por un nuevo líder cuya designación ha sido toda una novedad, entre otras cosas, por ser latinoamericano.

La institución concluyó el 2012 inmersa en una crisis terminal producto de la corrupción interna de la oligarquía de gerontes que la gobierna, la plaga de abusos sexuales del clero, falta de transparencia financiera del llamado vulgarmente Banco Vaticano (IOR), y una ideología clerical – con pretensiones de verdad absoluta – marcadamente desactualizada debido a los cambios sociales, por nombrar algunos ejemplos.

En apariencia, la designación del papa argentino estaría mostrando un cambio en los factores y circunstancias que conforman la coyuntura institucional. Sin embargo, si nos atenemos a las declaraciones y actos del pontífice, directamente relacionados con los problemas que desataron la crisis, claramente surge un continuismo con la política de los dos papas integristas que le precedieron.

Detrás de la máscara, los gravísimos problemas mencionados siguen visibles, aunque el papa argentino aplique la teoría del tero, pájaro que pone los huevos en un lugar, pero grita en otro.

1. Demagogia y sensiblería

Desde la elección de Bergoglio la nueva coyuntura no es otra cosa que un maquillaje compuesto de innumerables gestos demagógicos y culto al líder, todo canalizado por un aceitado aparato propagandístico.

Los innumerables gestos del pontífice están destinados, como es lógico, a “ganarse” a la opinión pública, y en segundo lugar, a producir en los creyentes una respuesta emocional que es característica de la religiosidad de nuestra época donde predominan las “sensaciones” como experiencia religiosa.

Si como sostiene el diccionario RAE por demagogia se entiende una “práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular”, la retahíla de gestos del papa Bergoglio confirma lo que sostenemos.

Besar niños, sentarse en el último asiento en una capilla durante una misa, solicitar que un famoso cardenal encubridor de pederastas no “pisara” más una iglesia, acercarle una silla y un sándwich a un guardia suizo, pagar de su bolsillo la cuenta del hotel, solicitar al pueblo que lo bendiga, antes de bendecir él, recibir la camiseta del club San Lorenzo, burlarse de un hincha del club Boca Juniors por los tres goles que le propinó aquél, son gestos que sirven para mostrar a la opinión pública el costado “humano” del pontífice, y que se multiplicarán con el tiempo por la profunda crisis de credibilidad que debe revertir la institución.

Aquellos gestos son un disparador perfecto para el sentimentalismo y la respuesta emocional, corazón de la experiencia religiosa en estos tiempos.

Fue José María Mardones quien analizó la “espiritualidad de la degustación”, que también se observa en el catolicismo romano. Se caracteriza por el predominio de las sensaciones, “centradas en la experiencia emocional, interior”, donde “todo está al servicio de la tranquilidad del creyente y de sus desbloqueos”, una fe a “medio camino entre el sentirse bien y los buenos sentimientos”. Mucho llanto, alta carga emocional, mucho abrazo, verdades de Perogrullo en el discurso papal, y en el caso de los argentinos, mucho sentimiento “patriótico” y chauvinismo. Para el sociólogo “una religiosidad ajustada al mercado”, que no extraña que se comercialice.

Una fe que, paradójicamente, necesita certezas frente a la pluralidad de culturas. Por ello, el autor destaca que nuestras épocas de pluralismo y relativismo numerosos creyentes “buscan refugios, protecciones, líderes, doctrinas seguras, grupos y grupúsculos donde se les asegure la ración de verdad y de certeza que necesita el espíritu humano para su equilibrio”. “Nuestro tiempo plural y relativista es, por eso mismo, tiempo de fundamentalismos… aunque sea al precio de la libertad y de la reflexión crítica” (1)

No extraña, entonces, que aquellas manifestaciones sean manipuladas por una cadena de gestos papales dirigidos a ganarse el favor popular; halagos clericales hacia un rebaño incapaz de criticar al ahora admirado papa argentino.

2. Culto al líder, marketing, y propaganda

Y acá entra a tallar el marketing que poco a poco va transformando lo que hace seis meses atrás era una crisis terminal, en una “esperanzadora” política de reformas asentada en el nuevo líder al cual se lo idolatra como a cualquier dirigente.

El culto al líder se observa, en nuestro país, en una invasión de “bautismos” de calles, paseos, plazas, monumentos, avenidas, y homenajes varios. También en las “visitas” al Vaticano que dirigentes y referentes políticos llevan a cabo, preocupados por aparecer junto al papa argentino en un año electoral.

La operación “marketinera” es clara y lleva su lógica, si se tiene en cuenta que, hasta diciembre de 2012, la corporación religiosa tenía ínfimos niveles de transparencia internacional y de credibilidad.

Viene a cuento un relato que Isaac Rosa hizo en su blog referido a la crisis de los abusos sexuales del clero católico, donde un bróker le daba consejos a un cardenal para salir del atolladero: “¿Crisis?”, responde el ejecutivo, sonriendo. “De eso yo sé mucho. ¡Crisis! Hace un año estaba yo como usted, hundido y pensando que era el final. Y míreme ahora. Tan tranquilo. Si quiere, puedo darle algunos consejillos”. El cardenal se gira y lo toma por los hombros: “Por favor, hijo, cuéntame cómo lo hicisteis.”

El bróker le da un primer consejo relativo a los abusos, y agrega un segundo: “… propósito de enmienda. Ya me entiende. Prometan algo grande, generen expectativas: digan que van a refundar la Iglesia, que han aprendido la lección, que no volverá a pasar.” (2)

El consejo de prometer “algo grande” y “generar expectativas” para revertir la crisis es el clima instalado por la propaganda vaticana, acompañada por una gran dosis de ingenuidad de no pocos sectores y comunicadores sociales.

Si bien es muy pronto para precisar que Bergoglio ha caído en el gatopardismo, los cambios son exiguos: sólo nombró una comisión de ocho cardenales para que lo asesoren en la reforma de la Curia cuya primera reunión será recién en octubre.

Y en el caso del Banco Vaticano (IOR), que administra fondos por 7.000 millones de euros, el “cambio” pasa por haber contratado una consultora que determinará “las transacciones y clientes sospechosos”, con promesa de publicar un informe para el 1° de octubre.

3. Continuismo a la criolla

Lo que sí puede observarse son notas continuistas a través de indicadores “sensibles”. Pueden mencionarse los siguientes:

a) No publicidad del informe secreto de 300 fojas que el papa renunciante le habría entregado en mano a Bergoglio. Tiene su lógica, por cuanto en la iglesia no hay plena vigencia del principio de publicidad; tampoco existen poderes separados que se controlen mutuamente. Mucho menos, los laicos tienen facultad de contralor. Como sostuvo alguien, en la última monarquía absoluta del planeta todo lo que no es sagrado, es secreto.

b) La cuestión de los abusos sexuales del clero. La orden es continuar con la política de “tolerancia cero” de Benedicto XVI. Cabe recordar que dicho papa, cuando fue cardenal y responsable de la moderna inquisición vaticana conocida como Congregación para la Doctrina de la Fe, fue uno de los responsables de los miles de encubrimientos de abusos sexuales contra niños/as, que de no haber sido por la acción de los medios de comunicación social y la valentía de las víctimas, la situación seguiría exactamente igual: encubierta y oculta.

La “tolerancia cero” no es otra cosa que la reacción a un problema descomunal que le “explotó” a Ratzinger. También es una respuesta falsa desde el momento en que siguen existiendo procesos judiciales y administrativos canónicos donde la garantía de defensa en juicio para las víctimas no rige en plenitud, donde se mantiene el secreto pontificio, y no existe orden de apertura de los archivos secretos que asegure transparencia y credibilidad. La “tolerancia cero” no pasa de ser el blanqueo de un sepulcro bastante podrido, no destapado en su totalidad.

Las nuevas normas dictadas por Benedicto XVI, el Congreso que se convocó al efecto, el encuentro con las víctimas “cuidadosamente seleccionadas”, y los pedidos de perdón, son otro maquillaje que ya fue advertido por las organizaciones que defienden a las víctimas del clero delincuente, que también alzaron su voz por la presencia de una decena de cardenales encubridores en el cónclave que designó a Bergoglio.

c) Censura y persecución contra la liga de religiosas estadounidenses. A poco de asumir, Francisco ratificó la “evaluación doctrinal” que la inquisición vaticana llevara a cabo contra la Conferencia de Liderazgo de Mujeres Religiosas (Leadership Conference of Women Religious, LCWR), la principal organización de religiosas de Estados Unidos que representan a más de 57.000 monjas.

La gerontocracia vaticana decidió una reforma integral de aquella agrupación, acusándola de “graves desviaciones doctrinales” violando, una vez más, la libertad de pensamiento y conciencia de los miembros de la institución, y reforzando la perspectiva patriarcal.

Como era de esperar el comunicado emitido por el Vaticano fue en un “tono amable”, “poniendo luz” al trabajo positivo de las monjas.

d) Falacia voluntad de Dios/visión clerical: en el mensaje que les dio a las integrantes de Unión Internacional de Superioras Generales (UISG), se refirió a la obediencia, la pobreza y la castidad, los tres votos de las religiosas, y afirmó que la obediencia es escuchar la voluntad de Dios, léase, lo que dice el clero.

Dejemos que hable Nietzsche para rebatir la idea del papa argentino: “… el grado de obediencia a la voluntad de Dios determina el valor de los individuos y los pueblos; que en los destinos de los individuos y los pueblos manda la voluntad de Dios, castigando y premiando, según el grado de obediencia”… “… al estado de cosas donde él, el sacerdote, fija el valor de las cosas le llama “el reino de Dios”, y a los medios por los cuales se logra y mantiene tal estado de cosas, “la voluntad de Dios”; con frío cinismo juzga a los pueblos, tiempos e individuos por la utilidad que reportaron al imperio de los sacerdotes o la resistencia que le opusieron” (3)

e) Visión sexista de Francisco: al mismo grupo de monjas les sugirió ser “madres espirituales, y no solteronas” ratificando, nuevamente, la visión machista y maniquea que cierto tipo de clero (y no pocos sectores de laicos), tienen de las mujeres. Utilizó la palabra “solterona” con toda la connotación disfórica que el término tiene. La perimida visión de la mujer, elaborada por varones célibes, sigue vigente.

f) Ideología integrista: las uñas integristas las mostró al recibir a los grupos autodenominados – eufemísticamente – “pro vida”. Segmento católico que lucha para que las leyes laicas se funden en sus principios confesionales. Tiene su lógica y es coherente: Bergoglio proviene de ese sector del catolicismo, aunque sea jesuita.

g) Comisión “reformadora” con miembros cuestionados: la comisión de ocho prelados encargados de asesorar la reforma de la Curia tiene un “vicio” respecto a dos de sus miembros. Hablamos del cardenal golpista Rodríguez Madariaga, principal garante espiritual del golpe de estado en Honduras en 2012; y el encubridor de curas abusadores, el australiano George Pell. Ambos prelados no son precisamente una garantía de progresismo.

Los breves indicadores mencionados, sólo a título indicativo, dejan ver por ahora que el continuismo con la política interna de los dos papas que lo precedieron prevalecería sobre el gatopardismo, aunque  se publiciten “cambios” relativos al estilo o forma de ejercer el rol de papa.

Al continuismo, se le agregan problemas anexos, aunque no menores, para solucionar: ¿qué modelo de institución impondrá? ¿Seguirá con el modelo clerical/jerárquico, marcadamente obsoleto, y principal causa de la debacle institucional? ¿U optará por un modelo profético/apocalíptico, siguiendo el pensamiento de Rubén Dri? ¿Militará por una iglesia separada del Estado, o continuará con una política parasitaria que necesita de aquel para satisfacer sus intereses políticos y económicos? ¿Podrán los sectores laicos generar pensamiento autónomo, o seguirá siendo el rebaño que obedece al clero? ¿Propondrá la “obediencia del cadáver” sostenida por San Francisco de Asís, o permitirá la creciente “protestantización” de los sectores católicos? ¿Se abrirá a la plena vigencia de los derechos humanos en el seno de la institución, o mantendrá ese esperpento jurídico llamado “Código de Derecho Canónico”, claramente violatorio de derechos humanos básicos? ¿Qué imagen de Cristo propondrá? ¿La del laico, no sacerdote, no católico, y que defendía la autonomía de varones y mujeres? ¿O la del autoritario que impone el infierno a quien “no cree” en él?

Las expectativas que el papa argentino ha despertado en numerosos sectores se transformaron rápidamente en reclamos concretos: fin del celibato sacerdotal, sacerdocio femenino, plena igualdad de varones y mujeres en su capacidad jurídica intraeclesial, colegiación y cogobierno con los obispos, mayor participación de sectores laicos en la dirección de organismos internos, por citar algunos.

La clave para determinar si el clero – y el propio Francisco – estarán dispuestos a reformar la institución pasará por compatibilizar creencias, doctrinas y dogmas con los derechos de los creyentes, eliminando sus permanentes conflictos. Lo contrario serán “migajas” clericales a favor del laicado.

Un ejemplo: ¿Alguien piensa que los obispos permitirán que laicos elaboren políticas familiares por fuera de la ideología clerical? ¿No fue Francisco quien “tiró las orejas” a las parejas católicas que deciden tener sólo un hijo, invadiendo su intimidad y conciencia?

4. Efectos en la sociedad laica

Plantear si el papa Francisco, a tres meses de gobernar, promete cambios para no cambiar nada, o si es una continuación del integrismo de Juan Pablo II y Benedito XVI, tiene que ver con problemas internos de la institución, de su organización, funcionamiento, normas, y prácticas.

El problema se presentará nuevamente si aquel continuismo integrista pretende expandirse a la sociedad laica para “recristianizarla”, utilizando al Estado como es su costumbre.

Ha sido Coral Bravo, refiriéndose a la realidad española, quien sostuvo que “A día de hoy en España la Iglesia católica sigue infiltrada en los asuntos de Estado. Interviene en las decisiones políticas, mediatiza la conciencia ciudadana con tendencias de pensamiento que frenan la evolución ética y el progreso de la sociedad, y mantiene buena parte de los anacrónicos y abusivos privilegios que están vigentes desde el Concordato que firmó Franco con el Vaticano, en 1953, y que se renovaron en los mismos términos en 1979. La religión, en España, no está en las iglesias, sino que está muy presente en todos los ámbitos de la vida ciudadana; en la política, en la educación, en la sanidad, en la asistencia social; manteniendo una presencia caduca y obsoleta que no le corresponde a ninguna confesión en ningún sistema democrático” (4)

En este escenario será importante evaluar la política de Francisco. Si continúa con la abusiva intromisión de sus predecesores en las políticas de los Estados, exigiendo y presionando para que se gobierne y legisle conforme la ley natural católica, sólo obligatoria para esa religión, o si respeta las libertades laicas.

¿Gatopardismo, o continuismo? Si prevalece el primero, será un problema interno de la institución, y una profundización de su crisis. Si es lo segundo lo que se ratifica, la sombra integrista y totalitaria del pensamiento de Wojty?a y Ratzinger se proyectará nuevamente hacia todos.

En definitiva, el mundo que lucha por buscar libremente el sentido de la vida, sin coacciones ni férulas religiosas, deberá tener en claro que – en línea con el pensamiento de Vattimo -, los integrismos religiosos siguen siendo un obstáculo para la civilización y la autonomía de los pueblos.

 

 

Notas

(1) Mardones, José María, Neoliberalismo y religión, 1998, Navarra, Editorial Verbo Divino, p. 73.

(2) Rosa, Isaac, Qué le dice un ‘bróker’ a un cardenal, en blogs.publico.es/trabajarcansa/…/que-le-dice-un-broker-a-un-cardenal/

(3) Nietzsche, Friedrich, El Anticristo, 2005, Edaf, Madrid, p. 49.

(4) BRAVO, Coral, Dimisión Papal y Laicismo, en www.redescristianas.net/…/dimision-papal-y-laicismocoral-bravo-doc...

Francisco y el “demonio” gay. Por Carlos Lombardi

El papa argentino advirtió días pasados la dificultad que encuentra en reformar la estructura oligárquica de la Iglesia Católica denominada “curia”, un grupo de prebostes entrados en años que son el anti testimonio evangélico por antonomasia. La aseveración también indicó al culpable: el “lobby gay”.

“En la curia hay gente santa, de verdad, hay gente santa. Pero también hay una corriente de corrupción, también la hay, es verdad. Se habla del ‘lobby gay’, y es verdad, está ahí hay que ver qué podemos hacer” (1)

La prensa especializada habla de un “sistema de chantajes internos basados en debilidades sexuales”, de orgías donde participan altos prelados, de “conductas inapropiadas”. La llaman “mafia lavanda”.

El “poder homosexual” dentro del vaticano vendría a ser una especie de grupo de presión que planifica las políticas vaticanas y se opondría a cualquier reforma. Muchos de sus integrantes estarían siendo investigados por la justicia italiana.

La primera pregunta que cabe plantear es: ¿se los investiga por ser homosexuales, o por la crónica corrupción dentro de la institución vaticana?

El mensaje maniqueo de Bergoglio dejaría ver que la “corrupción homosexual” sería peor que la cometida por personas heterosexuales. No hay que estar muy lúcido para caer en la cuenta que no hay corrupción buena ni mala, de derecha o de izquierda, hetero u homosexual. Hay corrupción, a secas. Tener relaciones sexuales con menores, chantajear, y traficar  influencias, pueden ser figuras penales donde el género de sus autores no agrava ni atenúa los delitos.

La paradoja de todo esto es que lo que hasta hace seis meses atrás eran “ataques” a la iglesia de parte de sus enemigos y oponentes, hoy se ha blanqueado sin tapujos: ¡En el Vaticano hay corrupción! Vaya novedad.

Más allá de lo obvio, lo reprochable es una nueva demonización del colectivo gay llevada a cabo por el nuevo pontífice, el papa demagogo.

Su advertencia permite reflexionar brevemente acerca del “problema” de la homosexualidad en la Iglesia Católica en dos planos: uno, el ejercicio de la sexualidad del clero católico; otro, la sistemática política de discriminación y violencia de género que la institución religiosa lleva a cabo contra la comunidad gay.

Homosexuales en la Iglesia Católica

Sostener que la homosexualidad siempre existió en la Iglesia Católica, sea en el clero o entre los laicos, es un pleonasmo.

El problema se relaciona directamente con lo que llamamos la “cuestión sexual” dentro de la institución eclesiástica, que tiene numerosas derivaciones, todas tratadas por la jerarquía episcopal de modo malsano y dañino.

Algunos ejemplos son el celibato y continencia sexual exigidas a los sacerdotes; la discriminación institucional hacia los curas casados, tratados como “traidores” por el Código de Derecho Canónico; el daño patrimonial a terceros, como el que sufren mujeres e hijos de sacerdotes que, siguiendo en la institución, se los mantiene en la clandestinidad; la doble vida de los curas, avalada por los obispos para que no se vayan de la iglesia (recuérdese al ex jefe de Cáritas Argentina, el obispo Bargalló, quien fue descubierto vacacionando en el Caribe con su novia); la plaga de abusos sexuales, no detenida aún, respecto a la cual se introdujeron reformas que no pasan de un maquillaje hipócrita, ya advertido por las organizaciones defensoras de víctimas del clero delincuente.

En aquel contexto está inmerso el “problema” de la homosexualidad, y junto a él la represión institucional impuesta a seminaristas, curas y obispos para poder ejercer el ministerio sacerdotal, y la purga llevada a cabo en los seminarios a los candidatos que presentan tendencias homosexuales, auténtica “caza de brujas” disfrazada de pruebas periciales.

Pepe Rodríguez fue quien investigó cómo ejercen su sexualidad los sacerdotes católicos. “Según nuestro estudio, estimamos que, entre los sacerdotes en activo, un 95% de ellos se masturba, un 60% mantiene relaciones sexuales, un 26% soba a menores, un 20% realiza prácticas de carácter homosexual, un 12% es exclusivamente homosexual y un 7% comete abusos sexuales graves con menores” (2)

La encuesta que oportunamente llevó a cabo sobre una muestra de 354 curas españoles en activo, complementó aquellos datos “donde se dibuja el perfil de las preferencias sexuales del clero analizado, con el siguiente resultado: el 53% mantiene relaciones sexuales con mujeres adultas, el 21% lo hace con varones adultos, el 14% con menores varones, y el 12% con menores mujeres. Se observa, por tanto, que un 74% se relaciona sexualmente con adultos, mientras que el 26% restante lo hace con menores; y que domina la práctica heterosexual en el 65% de los casos, frente al 35% que muestra una orientación homosexual” (3)

Más allá de la lógica actualización que debiera sufrir la encuesta, es un buen parámetro que confirma la práctica homosexual en el clero católico. Nada nuevo hay en esta materia. Históricamente ha sido así hasta en el cargo más alto. Fue Eric Fratini quien elaboró una lista con más de 20 papas homosexuales (4)

Para la oligarquía episcopal, que el clero gay manifieste su sexualidad significa que incurren en “conductas inapropiadas”, por supuesto, mientras no salgan a la luz pública. Recuérdese lo que sucedió en Argentina con el obispo Maccarone y su novio remisero.

La descomunal hipocresía institucional, sumada a la tradicional doble moral, surgen en todo su esplendor cuando se trata de reflexionar sobre la homosexualidad del clero.

No ven ningún tipo de “conducta inapropiada” en darle la comunión a genocidas, o en avalar el robo de niños en dictaduras militares porque aquellos sí que son “buenos cristianos”, pero no les tiembla el pulso a la hora de demonizar a la comunidad gay.

Esta primera lectura del mensaje de Bergoglio se complementa con una segunda, tanto o más grave que la primera. Hablamos de la sistemática política discriminatoria vaticana hacia la comunidad homosexual. Utilizando una frase muy común en nuestra cultura contemporánea, la Santa Sede no se caracteriza ni en su política, ni en su ideología, como tampoco en sus documentos por ser “gay friendly”. Demos algunos ejemplos.

El Derecho internacional: en contra de la despenalización de la homosexualidad

En este escenario, se destaca la oposición que en 2008 la Santa Sede llevó a cabo para despenalizar la homosexualidad a nivel mundial, tratando de impedir que se sancionase la “Declaración sobre orientación sexual e identidad de género”, iniciativa presentada en la ONU por Francia.

El artículo 2 de aquella Declaración hace extensivos al colectivo homosexual los derechos contenidos en el artículo 2 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el artículo 2 de los Pactos Internacionales de Derechos Civiles y Políticos, y de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, así como el artículo 26 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

Esta vergonzosa posición es coherente con su política de no adherir a la mayoría de tratados internacionales sobre derechos humanos. Ninguno de los mencionados precedentemente fue firmado por la iglesia.

Por supuesto, no faltó el acto hipócrita de turno cuando se sostuvo que “la Santa Sede sigue abogando para que todo signo de discriminación injusta hacia las personas homosexuales se eviten e insta a los Estados para acabar con las sanciones penales contra ellos” (5)

Documentos internos: “Eres un torcido, pero te queremos”

“Es de deplorar con firmeza que las personas homosexuales hayan sido y sean todavía objeto de expresiones malévolas y de acciones violentas. Tales comportamientos merecen la condena de los pastores de la Iglesia, dondequiera que se verifiquen”.

El párrafo farsante que transcribimos, figura en la “Carta sobre la atención pastoral a las personas homosexuales”, del 1 de octubre de 1986, elaborada por la inquisición moderna llamada Congregación para la Doctrina de la Fe.

Fue colocada dentro de un texto donde pueden leerse cosas como estas: “Optar por una actividad sexual con una persona del mismo sexo equivale a anular el rico simbolismo y el significado, para no hablar de los fines, del designio del Creador en relación con la realidad sexual. La actividad homosexual no expresa una unión complementaria, capaz de transmitir la vida, y por lo tanto contradice la vocación a una existencia vivida en esa forma de auto-donación que, según el Evangelio, es la esencia misma de la vida cristiana. Esto no significa que las personas homosexuales no sean a menudo generosas y no se donen a sí mismas, pero cuando se empeñan en una actividad homosexual refuerzan dentro de ellas una inclinación sexual desordenada, en sí misma caracterizada por la auto-complacencia” (N° 7).

“Sin embargo, la justa reacción a las injusticias cometidas contra las personas homosexuales de ningún modo puede llevar a la afirmación de que la condición homosexual no sea desordenada. Cuando tal afirmación es acogida y, por consiguiente, la actividad homosexual es aceptada como buena, o también cuando se introduce una legislación civil para proteger un comportamiento al cual ninguno puede reivindicar derecho alguno, ni la Iglesia, ni la sociedad en su conjunto deberían luego sorprenderse si también ganan terreno otras opiniones y prácticas torcidas y si aumentan los comportamientos irracionales y violentos” (N° 10).

Otro documento, denominado “Consideraciones acerca de los Proyectos de Reconocimiento Legal de las Uniones entre Personas Homosexuales”, del 3 de junio de 2003 fue la respuesta del integrismo que gobierna la iglesia hacia aquellos países donde existían proyectos de ley para legalizar el matrimonio igualitario, afortunadamente, en franco crecimiento.

Mientras que la “Instrucción sobre los Criterios de Discernimiento en Relación con las Personas de Tendencias Homosexuales antes de su Admisión al Seminario y a las Órdenes Sagradas”, de la Congregación para la Educación Católica, del 4 de noviembre de 2005 fue forzada por la crisis de los abusos sexuales.

En la práctica, implica una “caza de brujas” destinada a “detectar” candidatos a sacerdotes con tendencias homosexuales mediante prácticas periciales cuyos resultados no se notifican íntegramente ni al interesado ni a sus padres. El núcleo de la pericia sólo está reservado al director espiritual y al formador del seminarista, violando así su conciencia e intimidad.

Como sostuvo Maite García Romero: ¿la Santa Sede está diciendo con esto que los curas heterosexuales son los buenos y los homosexuales los malos? ¿Es eso lo que quieren dar a entender? (6)

La ideología homofóbica que nutre los documentos surge del catecismo católico (N° 2357 al 2359), que confirma el “desorden” de los actos homosexuales por ser contrarios a la ley natural de su dios, por no proceder de una verdadera complementariedad afectiva y sexual.

A renglón seguido, se llama a los homosexuales a la castidad y a que el rebaño hetero los acoja “con respeto, compasión y delicadeza”, actitudes poco comunes si se tiene en cuenta que la militancia católica no es muy afecta a la misericordia. La sola lectura de los comentarios que los creyentes suben a los foros virtuales es prueba suficiente.

Declaraciones: la “amenaza gay” según Ratzinger

No sólo hay políticas y documentos contra los homosexuales, también discursos y declaraciones. Como las de Benedicto XVI, quien en diciembre de 2008, pocos días después de que el Vaticano rechazara la despenalización de la homosexualidad a nivel mundial, colocó a la homosexualidad al mismo nivel que el cambio climático, tildándola de “amenaza”: “”Si las selvas tropicales merecen nuestra protección, el hombre (…) la merece mucho más”, agregó. El Papa defendió “una ecología del hombre” así como el matrimonio tradicional contra cualquier otra forma de unión, en particular las gay” (7)

Los breves hechos y datos mencionados podrían completarse con otros: desde la prohibición para ejercer el ministerio al cura brasileño Luiz Couto, por defender el uso de preservativos y a los homosexuales, pasando por considerar a la homosexualidad como una enfermedad “curable”, hasta las críticas de Ratzinger a las leyes británicas de igualdad.

El “demonio” gay sigue estando presente en los documentos, en la política y, sobre todo, en el discurso eclesiástico lo que implica, además, una profunda contradicción dado el alto número de homosexuales que integran la institución.

¿Cambiará Bergoglio?

El hasta ahora papa demagogo ha transcurrido 100 días de gobierno y, a priori, abrió el paraguas para mentalizar al rebaño respecto a lo difícil que es cambiar las estructuras vaticanas. Expresamente dejó en claro que es una persona muy desorganizada para reformarlas y que por esa razón había nombrado una comisión encargada al efecto.

Por ahora, el objetivo prioritario es sacar a la iglesia del “ojo de la tormenta” compuesto por un mix explosivo: abusos sexuales a niños y jóvenes, corrupción financiera, e internas de poder entre las sotanas, filtración de documentos mediante. Hasta ahora lo está logrando, blanqueando el sepulcro, pero al costo de infantilizar a la opinión pública con sus gestos demagogos.

Bergoglio no viene de la línea progresista, aunque finja serlo. Militó contra varias leyes laicas en nuestro país, amenazando con signos apocalípticos, sólo existentes en el imaginario de un integrismo cada vez más fanatizado.

El clima de reformas anunciado con bombos y platillos por el aparato propagandístico vaticano lo obliga a desandar un largo camino de discriminación por razones de género construido por la institución que preside, y por no pocos de sus integrantes. Sobre todo, le exige no seguir demonizando a la comunidad gay. En definitiva, el desafío del papa argentino será extender a aquella lo que declara la biblia católica: que los hombres han sido creados a imagen y semejanza de Dios.

¿O las sagradas escrituras son sólo para heterosexuales?

 

Notas

(1) Sexo, corrupción y poder dentro del ‘lobby gay’ que denunció Francisco”, en www.perfil.com

(2)La vida sexual del clero, Buenos Aires, Ediciones B,  2002, p.27

(3)Op. cit. p. 28.

(4)Los papas y el sexo, Montevideo, Espasa, 2010, p. 303.

(5)Declaración del representante del Vaticano, Celestino Migliore.

(6)“Purga vaticana de seminaristas gays”, en www.laicismo.org/detalle.php?pk=8103?

(7)“El papa atacó a los homosexuales en su discurso de fin de año”, en www.clarin.com/diario/2008/12/23/um/m-01827788.htm

¿Tiene sentido hoy el Estado Pontificio del Vaticano? Por Benjamín Forcano

Si nos guía la voluntad de seguir a Jesús de Nazaret, no tenemos otra alternativa que la de Francisco de Asís: confesar que en no poco nos hemos apartado de él y convertirnos. Pero, esta vez, la conversión la voy a referir a algo que, sin ser inmediatamente nuestro, nos envuelve profundamente: el Estado Pontificio del Vaticano.

La razón es obvia: el Estado del Vaticano no proviene del Evangelio ni puede compaginarse con él. Tiene sus razones históricas y ha permitido que, a pesar de todo, muchos hayan podido seguir y vivir el Evangelio. Pero su configuración y funcionamiento real, su estructura organizativa y el modo como se la utiliza, hacen que no pueda expresar el espíritu de Jesús y realizar como conviene el proyecto del Reino de Dios.

Los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI encarnaron la lógica interna de ese Estado, preexistente a ellos, y en virtud de ella impusieron un control uniforme, que ahogó la libertad e hizo imposible el avance de la Iglesia en la dirección del Evangelio. Han sido 50 años en los que paralizaron el impulso de Jesús. Hoy podemos encarar la magnitud del problema y ver las causas que lo originan.

La base está en que el Papa, además de sucesor de Pedro, es jefe del Estado del Vaticano. Un Estado que, según el Derecho canónico, confiere al Papa una autoridad y un poder absolutos. El Papa tiene una potestad suprema, plena, inmediata y universal; puede juzgar y condenar a los jefes del Estado del mundo entero y no puede ser juzgado por nadie; ni admite apelación alguna, pues la autoridad la posee “por institución divina”; en ella no se da la división de poderes –base del Estado de Derecho- y se la sanciona como intocable. Como consecuencia de tal poder, la dignidad de cuantos pertenecen a la Iglesia desaparece, en el sentido de que nada ni nadie puede hacer valer sus derechos. En realidad, quedan preteridos o anulados pues ese poder, y quienes lo representan, pueden proceder con absoluta arbitrariedad sin que nadie los demande y pueda controlar su omnipotencia.

El poder supone una relación de subordinación y, por tanto , de desigualdad, entre uno que está arriba y otro que está abajo y el que está arriba manda y el que está abajo obedece.

Esto continúa en la Iglesia, en el siglo XXI, a contracorriente de la modernidad. Es tal y tan fuerte la sacralización de este poder, que no existe seguramente una cuestión que merezca ser analizada con mayor urgencia. Se trata simplemente de confrontar el pensamiento y vida de Jesús con el modo concreto de concebir y aplicar el poder en la Iglesia.

Jesús jamás manifestó comportarse como el que manda y exige obediencia, sino como el que nos invita a seguirle. La autoridad para Jesús no es un poder que se impone sino una actitud que se mantiene firme y humilde ante el enemigo y el fracaso y que, desde la debilidad y pequeñez del esclavo, denuncia las desigualdades e injusticias y subvierte el orden de quienes dominan y obedecen.

Este comportamiento de Jesús no entraba en la cabeza de sus discípulos y así vemos cómo entre ellos discuten sobre quién será mayor o menor en el Reino de Dios y, cuando Jesús aparece derrotado por sus enemigos, se vienen abajo por la manifiesta impotencia de su mesianismo. Los discípulos no entendieron que alguien como Jesús, que hablaba del Reino de Dios y era aclamado como Mesías, pudiera triunfar con su bondad desde la debilidad y derrota.

Y, en este asunto, como muy bien comenta el teólogo José Mª Castillo, Pablo tuvo una decisiva influencia en las comunidades cristianas primeras, por su modo de entender y aplicar la autoridad. El se consideraba “apóstol de Jesucristo” constituido directamente por Dios, investido de una autoridad especial respecto a los gentiles, de modo que negarle a él, era negar a Dios. El hablaba en nombre de Dios y trataba de imponer su doctrina de un modo radical como si se tratara de la doctrina misma de Dios. Autoridad que se aposentó en las comunidades y contribuyó a cambios importantes con respecto a los criterios y modos con que Jesús ejerció esa autoridad.

Lo explica y comenta como ningún otro Ives Congar: “Roma ya en el siglo II, basándose en Mt 16, 19, hace pasar los poderes de Pedro no a la ecclesia sino a la sede romana, de suerte que la ecclesía no se forma a partir de Cristo, vía Pedro, sino a partir del papa. Para la Iglesia estar constituida sobre Pedro significa, a los ojos de los papas, recibir consistencia y vida del papa, en el cual como en la cabeza, reside la plenitudo potestatis (potestas plena)” (Cfr. Exodo, ¿Es hora de otra Iglesia?, “El problema de la autoridad en la Iglesia católica” nº 118, , pp. 27-34)

Sería este, por tanto, el dato más preciso para explicar cómo la teología de la Curia Romana defiende que los poderes del papado provienen directamente de Dios, poderes incuestionables por llevar el sello divino. El tiempo se encargó de ir asignando a los papas un concepto de autoridad ejecutivo y jurídico, sacralizado, concentrado en ellos. Un desplazamiento que se contraponía a lo enseñado por Jesús: “Sabéis que los que figuran como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen pero no ha de ser así erntre vosotros; al contrario, el que quiera subir entre vosotros, sea servidor vuestro, y el que quiera ser el primero, sea esclavo de todos, porque tampoco este hombre Hombre ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar su ida en rescate de muchos” (Mc 10, 42-45).

La institución eclesial, tal como aparece estructurada, no responde al pensamiento de Jesús. Es cierto que la Iglesia necesita de una autoridad central que coordine al conjunto, pero tal coordinación no debe ser de naturaleza política, si se quiere salvaguardar el seguimiento de Jesús como principio determinante de la vida cristiana. Y, en todo caso, es al Colegio Episcopal –prolongador de la sucesión apostólica- a quien corresponde la tarea de organizar la diversidad de ministerios de la Iglesia en coordinación con la “cabeza” que es el obispo de Roma.

 

Fuente: Redes Cristianas

Habemus !!!!! Por Guillermo “Quito” Mariani

Afirmar que “tenemos” es ya positivo. Si embargo, es prudente analizar lo que tenemos aunque la exclamación venga con muchos convincentes signos de admiración, y de paso, fijarnos también en lo que nos falta.

Hay signos muy fuertes en el evento de la elección de Francisco I.

-El más fuerte quizás, el de la elección del nombre, identificándose con un rebelde contra las estructuras, desde la pobreza.  “Il poverello”  El ideal es inmejorable.

-Se  trata del primer Papa no europeo, una especie de exaltación de la catolicidad de la Iglesia, pendiente de la universalidad del mensaje cristiano.

-Sucede a un  renunciante, vencido por la ineficacia de un estilo teológica y socialmente monárquico, ineficaz desde la concepción agustiniana de la Iglesia  (ciudad de Dios, sin  la que no hay salvación para nadie) y el mundo absolutamente pervertido, y desde el ejercicio  de un poder represivo y condenatorio.

-Es un latinoamericano. En contacto con una realidad fecunda en iniciativas de reformas hacia la justicia, la actualización eclesial, y la promoción humana a todos los niveles.

-La explosión periodística revelando parcialmente las  intimidades vaticanas realmente escandalizantes financiera y sexualmente, ha conmovido más que cualquier intento de reforma la estructura institucional, potenciando su desprestigio. Y esto, indudablemente ha sido la raíz del acuerdo cardenalicio, de promover  a un estratega habituado a evitar escollos y avanzar en sus objetivos.

-La sencillez antiprotocolar de su primer saludo “buona sera!”, de su sorprendente viaje en micro para el encuentro eucarístico con los cardenales, de su vestimenta y pectoral sencillos, de su presentación como obispo de Roma (primus inter pares) evitando los títulos de superioridad.

-La esperanza tantas veces acallada de una cantidad en aumento de gente de pueblo y de personas y grupos de los más calificados dentro de la Iglesia,  reclamando cambios fundamentales, se ha volcado en esta cantidad de signos producidos en conjunto e inesperadamente.

Los signos, sin embargo, deben llenarse de contenido y, si bien puede explicarse que con un cultivo de la sumisión completa y la vigilancia estricta del vaticano, la actuación del cardenal Bergoglio, entre nosotros haya producido signos claramente negativos, permanece la incertidumbre acerca de lo que será su proceder como cabeza de la Iglesia, necesariamente condicionado por la fuerza del colegio electoral.

Los signos negativos? La indefensión como superior de la orden,  de los sacerdote más comprometidos con la promoción de los necesitados; el mantenimiento de la vicaría castrense; la unidad con el episcopado en el apoyo a la dictadura; su alianza con sectores francamente destituyentes en el campo político;  la guerra santa declarada contra los favorecedores de la ley de matrimonio igualitario y otras, relacionadas con temas parecidos;   la estrictez y hasta agresividad frente a determinadas manifestaciones artísticas; la influencia activa para oponerse a leyes y decisiones que miran a la totalidad de la sociedad, como si todos tuvieran que someterse a la visión eclesiástica; hizo valer su influencia para ocultar y defender a pederastas; y, finalmente, esa escarapela vaticana que mostraron orgullos y triunfantes en una de las sesiones publicas de la megacausa de La Perla los imputados en esa causa. Sólo nosotros, argentinos, conocemos estos signos negativos. Y esto nos hace desear que no se proyecten hacia el  futuro de la iglesia y  nos mantienen en pie para caminar y proceder en la dirección opuesta.

Renuncia feliz. Por Guillermo “Quito” Mariani

Nos quedamos con la boca abierta y los ojos desmesurados al escuchar la noticia:

Renunció el Papa!!!   Preocupación, compasión, sorpresa, victimización, tristeza…

Recuperada la serenidad, creo que podemos decir que se trata de un “final feliz”.

Feliz para Joseph Ratzinger cuyo pontificado debió enfrentar más problemas que cualquier otro por acontecimientos escandalizantes públicamente como el manejo de la finanzas, el silencio absoluto, que su antecesor y él, habían prometido develar, sobre la muerte de Juan Pablo I, la pedofilia, la hipocresías cultivada como política eclesiástica, el rechazo expresado por la gente más calificada de la Iglesia de sus decisiones restauracionistas. Hacerse al lado de un edificio que se desmorona es una medida feliz aun cuando haya conciencia de haber provocado el desmoronamiento.

Feliz también porque este  gesto de valentía que implica indudablemente sufrimiento,

excita la comprensión y el afecto popular, llenando la Plaza de manos juntas, lágrimas y exclamaciones.

Feliz porque fija un antecedente que puede resultar crucial para la historia de la Iglesia: La novedad de que el Espíritu Santo (del que Benedicto XVI afirmó en su toma de posesión del trono pontificio que sería en adelante quien gobernara la Iglesia), no es tan monárquico vitalicio como parecía, y así otros sumos pontífices y sus Santidades, podrán renunciar sin contrariar a ese Espíritu.

Feliz, porque la firmeza con que sostuvo la línea dura restauracionista, puede aliviarse un poco, dejando respirar y expresarse a los teólogos, escrituristas, pastores, catequistas… y frenando la designación de nuevos obispos con tendencias ultraconservadoras, preparando quizás un futuro Concilio.

Feliz porque quizás( si el Espíritu divino tiene alguna intervención en el Conclave) el nuevo pontífice abra las puertas a todos los desplazados injustamente así como Benedicto la abrió para los lefevbristas, los legionarios y el Opus, que salvaron al vaticano de muchas irregularidades financieras

Feliz porque quizás hacia delante nadie tenga fuerzas suficientes para mantener una línea de oposición a la realidad actual ignorando las verdaderas necesidades, cortando las alas a sacerdotes, obispos y laicos que se comprometieron con los esfuerzos de disminución de la pobreza, las desigualdades discriminantes, y la solución de los complejos problemas sociales uniéndose a las luchas populares Y entonces, haya una decisión firme para recuperar la verdadera Iglesia del vaticano II. Y la reforma de la Iglesia, abarque la de la Curia romana (muchas veces prometida y nunca realizada) la supresión de vicios estructurales como la obligación del celibato eclesiástico, la regularización y transparencia de las finanzas, la democratización propiciada por el Vaticano II con organismos que pasaron a ser conformados sumisamente sin que cumplieran con la misión asignada.

Tenemos entonces muchas felicidades juntas.

Ya pocos mira los que fue, y todos esperan un resultado propicio para la Iglesia y el pueblo cristiano.

Habrá dos Papas (al menos en el título Papa “emérito” y Papa “electo” los dos de blanco y ninguno en negro), como ya hay dos Iglesias, la del Concilio y la de Juan Pablo II asociado con Benedicto XVI.

Tendremos que seguir rezando por la “unión de los cristianos”.

Renunció. Por Raul A. Perez Verzini

Si no fuera porque en la iglesia nada es casualidad sería una noticia para alegrarse.

Uno de los papas más retrógrados de los últimos tiempos. El más cruel en su forma de castigar al que piensa distinto. El que ocultó los cientos (miles?) de casos de pedofilia que le llegaban a su despacho como gran inquisidor. El que se ocupó personalmente por marginar a los grupos progresistas y acercar a los ultraconservadores. El que contribuyó a alejar cada vez más a la iglesia del mensaje liberador de Jesús de Nazaret imponiendo un rígido catecismo medieval. Ratzinger ha renunciado.iglesia-imperio-romano

Los pruritos del lenguaje aclaran que un papa no dimite. El poder absolutista y totalitario no permite que alguien acepte la renuncia porque nadie hay más importante ni digno que el emperador. Y por algo ellos copiaron casi literalmente el modelo del imperio romano.

La renuncia de Ratzinger, más allá de la enfermedad que le impide ejercer su rol, es una jugada maestra de un estratega cuidadoso. Planeó cada detalle de su elección como papa y cuando se descubre “sin fuerzas” renuncia para seguir controlando la elección de su sucesor. Habría que analizar si es sólo sin fuerzas físicas o también sin fuerzas para liderar la corrupta maquinaria vaticana que no tuvo la decisión política de desmantelar.

Ratzinger es consciente de que por más papa que sea tiene más poder como vivo que como muerto y de esta forma asegura continuidad al proceso que él mismo impulsó junto a JPII de abandono sistemático de las renovaciones más importantes iniciadas durante el Concilio Vaticano II.

Estando vivo puede presionar a los cardenales que él mismo nombró y que le deben el cargo, para que elijan otro de su misma línea. Al hacer pública su renuncia ya goza de dedicación full time para organizar su estrategia de elección. Logrado el objetivo le harán creer a las multitudes que el Espíritu Santo lo eligió. La mayoría, sin formación cristiana de verdad, se lo creerá.

La Iglesia se ha ido convirtiendo con bastante éxito en un gueto y es hoy una de las sectas más grandes con muy poco futuro, salvo para lo sacramental y cúltico, que sigue fascinando a muchos por más que no compartan un ápice las enseñanzas anacrónicas de una institución muy poco evangélica. Hoy la Iglesia Católica es más un show místico completamente alejado de las enseñanzas de Jesús de Nazaret y por lo tanto inofensivo para los poderes de este mundo, que una voz profética y modelo de nueva humanidad como quería el mismo Jesús.

La renuncia es material exquisito para los medios de comunicación que nos inundarán de visiones románticas del papa valiente…

Sería hermoso soñar ahora con una primavera para la Iglesia. Sería hermoso que el próximo papa desarticule una de las organizaciones de poder mas temibles: la curia romana. Sería hermoso que se inicie un proceso de renovación cuya fuente sea un retornar a las escrituras. Sería hermoso que el nuevo papa decida dejar los palacios vaticanos y ejercer su ministerio (Servicio) desde alguna favela de Rio o una villa miseria de Buenos Aires o de algún otro lugar del tercer mundo. Sería fantástico que el poder se ejerza de manera colegiada integrando a los que históricamente han sido marginados de la conducción eclesial, los laicos en general y las mujeres en particular. Nada de esto sucederá.

El futuro del cristianismo no pasa por el vaticano. El futuro del cristianismo es el que viven día a día aquellos que trabajan por la justicia y la paz, aquellos que se esfuerzan por crear más fraternidad e igualdad aunque ni siquiera se autodenominen cristianos. El futuro del cristianismo es de aquellos que intentan vivir los valores fundamentales de la humanidad en solidaridad con los que han sido desplazados. Esto fue lo que quiso Jesús de Nazaret al impulsar un nuevo tipo de sociedad a la que llamó, con lenguaje críptico para nosotros, reinado de Dios.

El vaticano es la puesta en escena de un espectáculo teatral que cada vez interesa a menos personas en el mundo. Por suerte.

 

 

El DOCUMENTAZO (de los obispos argentinos) Por Guillermo “Quito” Mariani

Después de varias postergaciones “tácticas” apareció finalmente el documento de la CEA abrazando con el mismo amor e interés las expresiones (populares) del 8N y el 20N. Los obispos, esa multitud de cráneos ornamentados con crestas rojas, entregaron gozosos la profundidad de sus reflexiones, al pueblo fiel, con motivo de la proximidad de la celebración navideña.

La primera preocupación que aparece, copiando a Benedicto XVI, es la conversión a Dios por la observancia del mandamiento del amor. Es legítimo entonces y respetuoso preguntar: ¿están ellos decididos a convertirse? Si lo están y quieren ser súbditos de la verdad (como lo afirman más adelante) lo primero que tendrían que hacer es cambiar el título del documento de marras. En lugar de “Creemos en Jesucristo, Señor de la historia” debieran hacer su verdadera profesión de fe  afirmando “Creemos en Clarín señor de la historia” Porque, sencillamente, sus reclamos se identifican con los grandes títulos de la prensa monopólica y hasta decidieron esperar para la publicación del documento, porque la información de esa prensa confidenciaba un levantamiento popular, apoyado por el Campo exportador y las fuerzas armadas, con definitivo resultado destituyente.

La segunda preocupación marca, como es normal en su marketing político habitual,  la situación de pobreza. Y, rechazando toda intervención que no sea directamente educación (escuela) y trabajo (empleo), deja a un buen sector de los más pobres, absolutamente desamparado. ¡Qué los vagos se las arreglen solos! parece el mensaje sublimizar.  Cuando (agosto de 2010) la CEA, publicó su compromiso de crear una institución que, recibiendo colaboraciones de los empresarios católicos, se hiciera cargo de facilitar a las familias pobres el acceso de sus hijos a la escuela, apareció anticipándose, el decreto de la Asignación universal por hijo. Ellos no tuvieron empacho en criticar esa decisión como electoralista y deficiente.

El tercer lugar lo ocupa la “crisis moral y cultural que nos angustia” y, dicen, sólo se remedia con la vuelta a Jesucristo. Excelente propuesta. Y ¿la crisis moral (negociados y rivalidades de poder, autoritarismo y exclusión de los pensadores más honorables de nuestro tiempo, junto con los escándalos sexuales cuidadosamente ocultados hasta ahora) que vive la Iglesia ¿no es lamentable? ¿cómo se remedia? Lo tienen a Jesucristo, Señor de la historia.¿Y…?

Seis puntos son enumerados posteriormente: la obsesión por la defensa de lo que llaman la vida no nacida, excluyendo todo razonamiento científico; la indiscriminación sexual que señalan como ataque a la familia; la responsabilidad educativa de los padres basada exclusivamente en los postulados morales del catolicismo conservador; el rechazo del voto juvenil y la politización que llaman temprana, a pesar de ideologización  más temprana aun, con que la iglesia ha adoctrinado en base a temores y engaños a tantos infantes y adolescentes; la culpa oficial de que los jóvenes no tengan trabajos dignos, olvidando que la multinacionales protegidas y protectoras de la iglesia son culpables de las mayores explotaciones; las drogas, el narcotráfico y las complicidades que las sustentan, que se mencionan sin ningún aporte de soluciones y con el tiro indirecto de la complicidad oficial;

Y finalmente, la inquietante división en bandos irreconciliables. Esto último constituiría la preocupación central, justificante de todo lo señalado anteriormente. Y es cierto que los bandos se van volviendo irreconciliables. Pero los señores Obispos no se atreven a señalar los puntos de la disputa. Primero, porque tendrían que admitir (y lo practican muy sagazmente), que hay cuestiones en las que no se puede ceder ya que ellos pusieron en “pie de guerra” a los ultracatólicos convocados por el propio  cardenal primado que no vaciló en designar la resistencia a la ley de “matrimonio igualitario” como “guerra de Dios” y, segundo porque ellos se han adherido a un bando, sin reservas, de modo que su discurso es igual al de la “oposición” aunque ésta no existe como propuesta de principios sino como defensora de los más variados intereses.

Hay dos silencios que gritan desde el “documentazo”:  “NO QUEREMOS LA LEY DE MEDIOS” (que perjudica a las empresas que nos favorecen) y “SOLO NOSOTROS TENEMOS DERECHO A ESTABLECER LO BUENO Y LO MALO Y APOYAR Y SER COMPLICES DE CUALQUIER GENOCIDIO PURIFICADOR!”

Afortunadamente ya no es mucha la gente que da importancia a estas declaraciones.