Domingo 20 de Noviembre de 2011 – Solemnidad de Cristo Rey (ciclo “A”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Mt. 25,31-46) 

Cuando este hijo de hombre llegue a su gloria rodeado de toda su corte, se sentará en un trono. Todas las reuniones estarán reunidas en su presencia. Separará ovejas y cabritos  colocándolos de un lado u otro. Dirá entonces a los de su derecha: “vengan al gozar del reino que les está preparado. Porque tuve hambre y me dieron de comer, sed y me dieron de beber,  de paso y me alojaron, desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, preso y me vinieron a ver” y ellos preguntarán “¿Cuándo?” Y el rey les dirá “les aseguro que lo que ustedes hicieron por los más pequeños me lo hicieron a mí.”

Luego dirá a los de la izquierda: “Aléjense de mí, malditos, porque no me socorrieron ni ayudaron cuando los necesité en mis hermanos sufrientes”

Los buenos irán entonces a la vida eterna y lo malos, al castigo.

Síntesis de la homilía

En las monarquías absolutas el juicio definitivo pertenecía al rey. El título solemne de la festividad de hoy, no tiene nada que ver con el texto evangélico. Jesucristo rey del universo. Si algún título puede deducirse es el de “Jesucristo rey de los malditos de la historia” porque hacia ellos se inclina y con ellos se identifica.

La descripción de Mateo materializa el juicio definitivo del Dios de Jesús, sobre la historia de la humanidad, en una gran cita de todas las naciones. Se tomó tan a la letra esta descripción, que muchos exégetas vivieron la inquietud de encontrar un lugar suficiente para reunir a tanta gente. Y coincidieron en el valle de Josafat, que es una construcción imaginativa, porque Josafat significa “Dios juzgará” y no hay un lugar geográficamente identificable. El juicio definitivo de Dios no necesita lugar ni multitud, se va dando en el sentido que se confiere a la vida en el andar cotidiano.

El juicio del Rey, se basa en la conducta relacional entre los seres humanos.

Sin fijarse en la observancia de determinados preceptos o leyes, sino en la identificación con el otro que llamamos, amistad, comprensión, solidaridad, igualdad, amor.

Benditos (bien dicho) del Padre son los que tratan a los demás como hermanos. Malditos (mal habido) en el sentido de rechazados, los que practican la discriminación, el egoísmo o la opresión. Así revierte la noción general de una sociedad, para la que son “malditos”  rechazados, los que padecen carencias materiales, morales o psíquicas. Ellos son los benditos que, incluso pueden convertir en benditos, a los que los asisten en sus necesidades.

La separación entre ovejas y cabritos atiende a la costumbre pastoril de proteger a los cabritos más sensibles a la intemperie que las ovejas. No es que Jesús los identifique como derechas e izquierdas para admitirlos o condenarlos, sino que practica una división que es mucho más radical que  todas las que nosotros solemos hacer de la sociedad. Los encerrados en sí mismos y los abiertos a los demás. El calificativo eterno o eterna, no es una referencia a una vida del más allá sino al éxito  o fracaso entre una vida con amor y otra con poder y opresión.

Ante  la calificación peyorativa de “vagos” para con los desocupados y favorecidos

con ayudas especiales, debiéramos repensar las visión de esta parábola del reino sobre los que son valores definitivos.

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