Amigas y amigos: ligados por una larga historia de luchas, logros y esperanzas:
Creo que es valorable la decisión del grupo de Atalaya, de marchar hacia una iglesia sin clero en que el sacerdocio bautismal o sacerdocio de los laicos se exprese con toda su fuerza y claridad. Más valorable y comprensible cuando el papel de muchos de los consagrados para la eucaristía y la palabra, se ha exaltado tanto, muchas veces, que llegara a convertirse en poder, anulando iniciativas y derechos comunitarios.
No puedo desaprobar entonces la iniciativa del grupo que se identifica como “Cripta peregrina” de asumir plenamente la responsabilidad del culto, añadida a su papel insustituible como laicos, de evangelización por el testimonio y la palabra, en sus lugares de presencia familiar, laboral y social.
Advierto, sin embargo, algunos detalles que marcan inconsecuencia.
Como lo proponía Miguel Berrotarán, a su juicio, estar reunidos en comunión de corazones los laicos, compartiendo el pan y el vino, ya convierte esos signos en sacramento eucarístico sin ninguna necesidad de “consagración”, que siempre significaría una intromisión clerical. Sin embargo, y es lo que me parece inconsecuente, están todavía dependiendo de que alguien, en privado, les suministre hostias consagradas.
No es cuestión de frenar esa experiencia que se está llevando, al parecer, con eficacia y aprobación. Puede abrir caminos.
En cuanto a lo personal, en mi trayecto de ministro de la eucaristía y la palabra, habiendo encontrado en ese servicio, a la vez que una desembocadura de toda la actividad eclesial, una fuente constante de compromiso liberador frente a la realidad, lo he vivido con entusiasmo, esfuerzo y creatividad con las alas que nos dio la constitución de renovación litúrgica, primer documento conciliar del Vaticano II.
Hoy, me piden que no deje de celebrar Misa, porque hay quienes quieren y necesitan de la celebración eucarística. No voy a decir “la gente me pide” como se hace a veces calificando a un pequeño grupo como “la gente” en concepción mayoritaria. He escuchado el reproche de que mi decisión de dejar la celebración tan cuestionada de Atalaya, sumió en el desamparo a quienes vivían la riqueza de las celebraciones sin objeciones. No se si son muchos o pocos.
Esos dos motivos (mi valoración de la celebración eucarística y la necesidad que algunos me han expresado) me han empujado a buscar un lugar para celebrar dos veces por mes.
Para tomar la decisión, con todo lo que implica, necesito saber cuántos en realidad están interesados en esa celebración quincenal. Les pido como para disponer de una aproximación comunicármelo por mail. A mi vez, con un espacio de dos semanas para aguardar respuestas, indicaré el lugar definitivo y demás detalles.
Si el número de interesados no justifica todo esto, habré cumplido con lo que me pidieron y prometí, y conservaré mi “enclave” de Villa del Rosario.
Muchas gracias y quedo a la espera, hasta el domingo 9 de junio. Con un abrazo muy sentido y sincero:
Quito