Homilias Dominicales. Domingo 14 de septiembre de 2014 Festividad de a exaltación de la Cruz. Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Jn 3,13-17)

Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su unigénito. Y nadie sube al cielo para quedarse más que el que ha bajado del cielo, este hombre. Además lo mismo que en el desierto Moisés levantó en alto la serpiente, así será levantado este hombre para que todo el que lo haga objeto de su adhesión tenga vida definitiva. Porque así demostró Dios su amor al mundo: llegando a darle su hijo único para que todo el que le preste adhesión, tenga vida definitiva y no perezca. Porque no envió Dios al mundo su hijo para que sentenciara contra el mundo sino para el mundo se salve por él.

 

Síntesis de la homilía

El prejuicio de que la entrega de este hijo excepcional que es Jesús de Nazaret fuera enviado al mundo para ser sacrificado y así satisfacer al Padre por el pecado del mundo, condiciona muy fuertemente desde la tradición sacrificial, el sentido de este pasaje, quitándole importancia a lo que constituye el verdadero mensaje el amor del Padre para con su hijo amado, prolongado en el amor a la humanidad para comunicarle el secreto de la vida definitiva. No para sentenciarla y condenarla.

En este sentido la Cruz adquiere su valor excepcional, como muestra del precio pagado por buscar, desear, construir y compartir con otros, a través de los tiempos, las luchas y entregas de la vida buscando la felicidad y la justicia para todos.

Que la muerte de Jesús tenga sentido de una venganza querida por Dios para satisfacer el rechazo que significó el pecado del hombre, a lo cual se añadió el valor de cualquier dolor humano para añadirse a esa venganza, transformó la espiritualidad del amor en espiritualidad del dolor y el sacrificio, como únicas y absolutas situaciones agradables a Dios. Y, aunque esto se haya admitido con tanta frecuencia y modos variados, en la predicación de la Iglesia, es una deformación agraviante del espíritu del evangelio como buena noticia de salvación.

Es cierto, sin duda alguna, que el sufrimiento fortalece y lleva a una maduración en la correcta valoración y sentido de la vida humana, pero de allí a convertir estoa efectos negativos de la dignidad y felicidad humanas, y propiciarlos como sentido de la vida y la creación

En el año 326 Sta. Elena, madre del emperador Constantino entre las tres cruces encontradas en Palestina creyó identificar la que había servido para crucifixión de Jesús- En la veneración de esas supuesta reliquia se basa la fiesta litúrgica que hoy celebra la Iglesia. Pero el evangelio de Juan nos da la clave del verdadero motivo de veneración de ese instrumento de tortura utilizado para eliminar a Jesús de Nazaret. “Cuando sea exaltado sobre la tierra, todo lo atraeré hacia mí” (Ju.12,32) Y es que la culminación de la misión de Jesús de anunciar la buena noticia del Reino, transformadora del sentido de la vida de los seres humanos, es al entrega de su vida defendiendo la dignidad y los derechos inalienables del ser humano. Y eso convierte la ignominia de la Cruz en “exaltación”. Ese es el motivo por el que Juan, a diferencia de los otros evangelistas no menciona una “ascensión” que para aquellos es exaltación definitiva junto al trono de Dios, sino que esa exaltación está cumplida en la Cruz.

Vivir el sentido de la cruz y darle a la vida sentido definitivo, es decir que no concluya en “NADA”, es la consigna que nos deja esta celebración que nos empuja a no desalentarnos en la defensa de los valores humanos, aunque vivamos en un sistema que ha subordinado los más importantes, al de la omnipotencia del dinero.

Leave a Reply