Libertad condicionada. Entrevista a Julián Cruzalta, Teólogo. Por Dolores Curia

De visita en nuestro país, invitado por Católicas por el Derecho a Decidir, el teólogo feminista y fraile mexicano Julián Cruzalta analiza el proyecto de ley de libertad religiosa que impulsa el Ejecutivo y explica por qué constituye un mecanismo para negar libertades y violar derechos. Comparte con Soy la experiencia mexicana donde una iniciativa similar no prosperó gracias a la resistencia colectiva y devela las estrategias globales de un poder eclesiástico que se actualiza con astucia. Por qué éste es un momento clave para plantear una separación de raíz entre Iglesia y Estado.

El Poder Ejecutivo impulsa desde junio un proyecto de ley que en nombre de palabras tan amables como “libertad” e “igualdad” (religiosas) propone que todos los credos pasen a gozar de varios de los privilegios de los que disfruta hoy la iglesia católica y a tener voz e injerencia en las políticas públicas. Es una apuesta por un Estado pluriconfesional que convalida la objeción de conciencia como contraseña para eludir el cumplimiento de derechos consagrados. El gran caballo de Troya es sobre todo que este proyecto promueve no sólo la objeción de conciencia individual sino la institucional, es decir, que da rienda suelta para que los funcionarios de, por ejemplo, el Registro Civil se puedan negar en masa a casar a dos personas del mismo sexo, a que todo un hospital pueda bloquear el acceso a un aborto legal o a que un colegio pueda rehusarse a admitir a una niña trans. Todo enmascarado detrás del concepto de libertad religiosa, que en Argentina no necesita de nuevas leyes ya que está perfectamente garantizada en la Constitución. El proyecto de ley de libertad religiosa fue velozmente presentado en la Comisión de Relaciones Exteriores y Culto de la Cámara Baja pero por ahora permanece frenado debido a que despertó un profundo rechazo de las organizaciones de mujeres, lgbti, ateos y DDHH, que en ningún momento fueron consultadas para su redacción.

Fray Julián Cruzalta, especialista mexicano en ética y teología feminista, especialista consultado por la Corte Suprema de su país a la hora de despenalizar el aborto en el DF y para la confección de las nuevas Constituciones en Bolivia y Ecuador, visitó estas tierras para participar del encuentro Diálogos sobre Libertad religiosa, organizado por Católicas por el Derecho a Decidir la semana pasada, en respuesta a este reaccionario proyecto de ley. Aterrizó en Buenos Aires, además, en un momento candente de la discusión sobre la laicidad del Estado argentino: en la Corte Suprema se debatía la ley provincial que en Salta vuelve obligatorio el adoctrinamiento católico en todas las escuelas (ver recuadro). Cruzalta define el uso del concepto de “libertad religiosa” como una jugada “global”: en muchos lugares del mundo, dice, “están reconfigurado ese concepto para avasallar libertades”.

¿En qué consiste este uso mundial de la idea de libertad religiosa?

–Primero aclaremos algunos puntos: el tema de las libertades nunca fue precisamente santo de devoción de la iglesia católica romana. El reclamo de libertades viene del liberalismo como ideología y la iglesia fue desde un inicio antiliberal y antimoderna, de modo que los Derechos Humanos tampoco fueron su tema. A los católicos conservadores nunca les gustó oír hablar de libertad religiosa porque implicaba abrir el juego a otros credos. Era un tema vetado porque credo sólo podía haber uno. Esto fue así hasta 1960. Hasta el Concilio Vaticano II. Allí una de las discusiones más fuertes fue la de la libertad religiosa. La Iglesia entonces toma el tema de los derechos y libertades, dice que la defensa de los credos es plural y que en el siglo veintiuno vamos a regresar al humanismo, a una nueva evangelización del mundo. Europa del Este se vuelve bandera para hablar de libertad religiosa. Benedicto XIV retomará esto, dice que el mundo secular ha perdido los valores, que Europa es cristiana. Esta nueva evangelización es la nueva cruzada de la agenda moral católica. A partir de los 90 la resignificación se hace más fuerte.

Es decir que un elemento extraño que era hostil -la libertad religiosa- se incorpora. 

–De pronto se resignifica el ser nacional: ser mexicano o ser argentino es ser católico. La moral católica como concepto había perdido prestigio mientras ganaban poder grupos no religiosos que reivindican derechos y libertades (las mujeres, la diversidad). La Iglesia cambia de estrategia: ya no va de frente contra estos grupos sino que busca alianzas con otros grupos religiosos para hablar de derechos y libertades en otros términos. Es un nuevo discurso global que se intensifica a partir de Juan Pablo II. Con cada Papa va cambiando el discurso.

¿Y con Francisco?

–Con él tenemos al tema social en primera línea más que la moral sexual. Claro que lo social también es tomado desde el punto de vista moral, no es que deja de haber moralismo, pero el énfasis no está en la moral sexual. Aunque Francisco pronuncie discursos sobre libertades y derechos, doctrinariamente no hay grandes cambios. Aquí es donde entra la iniciativa de libertad religiosa, que cuando uno la analiza no se trata de ampliar libertades, es engañoso un título como el del proyecto que están discutiendo aquí. Se trata de que en nombre de una religión se limiten libertades de quienes no son creyentes o son creyentes con otra mirada. Esto es lo peligroso: lo engañoso del lenguaje. Porque ¿quién podría oponerse en primera instancia a la libertad religiosa?

Plegarias entendidas

Cruzalta peregrina dando clases y charlas por Latinoamérica. En la mochila lleva una larga serie de distinciones como experto en teología, ética, feminismo: es fundador de Católicas por el Derecho a Decidir y del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria, miembro de la Red de Profesores e Investigadores de DDHH de la Cátedra Unesco de la Universidad Autónoma de México, por nombrar algunos títulos. Pero si se lo googlea, también aparecen desconcertantes motes como el de “falso cura abortero”, como lo llaman en los sitios de la prensa católica.

Se ha pronunciado contra la obligatoriedad del celibato, a favor del matrimonio igualitario, de la despenalización del aborto. Como fraile dominico debe tener graves problemas con la cúpula…

–Soy una persona muy molesta para la institución. A la vez vengo de una orden en la que buscamos la verdad. Entonces lo personal, los problemas que pueda tener, pasan a segundo plano. Puede ser que me echen por estas posturas, sí. Tampoco me victimizo, me gustan las discusiones que llevo. Mucho de lo que soy me lo dio la institución. No estoy encerrado en la orden de los dominicos, soy profesor de teología para pastores hace mucho en muchas otras iglesias, en Universidades, me consultan de muchos espacios.

En México hubo un proyecto similar al que se discute ahora acá entorno a la libertad religiosa y lo frenarlo. ¿Cómo hicieron?

–Hace cinco años se intentó agregar en la Constitución a la libertad religiosa, querían incluirla en un artículo. El argumento era que en México había persecución religiosa porque no se permitía enseñar catolicismo en la escuela pública. En México las iglesias no pueden poseer medios de comunicación. Está prohibido por ley, son principios del Estado laico. Para evangelizar, las iglesias compran tiempo en los medios. Querían implantar por ley la educación religiosa en la escuela pública y crear medios para las iglesias subvencionados por el Estado.

¿Quiénes impulsaban allá esa reforma de la Constitución?

–Jerarquías católicas que hacen alianza con los gobernantes. El México los gobiernos actuales son muy ilegítimos. Este acuerdo lo hacen con Felipe Calderón. También juegan los poderes fácticos, los grandes empresarios, que ahora se presentan misteriosamente como defensores de libertades. Los gobernantes creen que como la gente es católica, las jerarquías de la iglesia los ayudarán en las campañas, pero lo cierto es que en México el Estado es fuertemente laico.

¿Cómo se logró esa separación entre Estado e iglesia?

–Por la historia del país. Hemos sufrido dos guerras religiosas. El pueblo mexicano es muy católico, muy guadalupano, pero defiende el Estado laico. Las iglesias podrán llenarse los domingos pero la gente no quiere a los obispos metidos en lo público. La última guerra religiosa que tuvimos fue en los 30. La Conferencia episcopal decreta cierre de cultos, se cierran los templos. Y se levanta una guerrilla religiosa en el país, poblaciones enteras se arman, se van a las montañas, contra el ejército mexicano. Los obispos salen del país. Se van a Estados Unidos. Después los obispos negocian con el Estado, vuelven, abren los templos, pero en la negociación se les olvida el pueblo, lo dejan armado en las montañas, sin ley de amnistía y pasan a ser criminales. El pueblo mexicano no olvida esa historia.

¿Cómo le iría a la Argentina en un test de laicidad?

–Bastante mal. Revisando sus leyes, como hice antes de venir aquí, se puede ver que hay un mito de que tienen un Estado laico, pero hay una gran cantidad de leyes vigentes que otorgan beneficios a la iglesia católica.

La jubilación de privilegio para los curas es un ejemplo de esas leyes. El proyecto de ley de libertad religiosa usa inteligentemente ese tema, dice que viene a hacer justicia con respecto a los privilegios de los católicos.

–Pero la alternativa que propone es dar privilegios a las distintas iglesias. Propone un Estado no laico sino pluri-religioso. Un Estado laico está basado no en la libertad religiosa sino en la libertad de conciencia. Y este proyecto no habla casi de libertad de conciencia.

¿Cuál es la diferencia?

–Dentro de la libertad de conciencia está la libertad de culto, la posibilidad de ejercer pública y privadamente mi religión. Derecho a creer y a no creer. Este proyecto no habla de no creer. Discrimina a quienes no son creyentes. La libertad de conciencia es más amplia porque aplica para los no creyentes.

¿Qué recomienda hacer para frenar este ataque contra el Estado laico?

–En México hicimos grandes campañas con el poder legislativo. Entre otros factores, ayudó que muchos grupos evangélicos protestaron porque lo que se pretendía era privilegiar a la iglesia católica. Acá son más hábiles y prometen beneficios para todas las iglesias. Allí, gente de diversos ámbitos, la Filosofía, el Derecho, organizamos foros alertamos sobre esto. Nos sumamos a la modificación de la Constitución con nuestras propias ideas. Hoy el artículo 24 habla de “libertad de concepciones éticas”, algo muy diferente de la iniciativa original. Los obispos quedaron muy enojados, porque querían la “libertad religiosa”. Dice en el artículo que Estado mexicano avala la libertad de culto, de concepciones éticas y religiosas. E incluimos la definición de México como Estado laico. Lo fuimos siempre pero la Constitución no lo decía. Es un triunfo parcial. En unos años volverán a insistir porque es parte de su agenda. Argentina está en un momento clave de definición del Estado laico.

¿Por qué?

–¿Qué argumentaban ellos? Que nosotros nos habíamos quedado con las definiciones del siglo XIX entre conservadores y liberales, y que Estado laico ya lo teníamos, que por qué insistíamos tanto. Pero las definiciones son dinámicas. Ellos mismos son dinámicos, han reconceptualizado la libertad religiosa. La iglesia no es un ente fácil de analizar. No se comporta como un partido político, o una ONG. Nuestras categorías de conservadores y progresistas no alcanzan. La iglesia lleva dos mil años negociando con todos los sistemas políticos y económicos. No sólo son los obispos: hay muchos movimientos desde la monjita parroquial a las páginas web religiosas. Acá hablarán de este proyecto tres obispos pero hay cientos de grupos dando argumentaciones. La iglesia actualiza su lenguaje. Nosotros también debemos ser dinámicos. Esto implica por ejemplo que no podemos seguir tomando como enemigo a la objeción de conciencia.

¿Por qué no sería enemiga?

–La objeción de conciencia nace como derecho de las minorías ante el Estado para no vivir como el Estado les manda. El problema no es la objeción de conciencia siempre y cuando sea individual. Este proyecto de ley la quiere volver institucional y está pervirtiendo su concepción porque se la quiere usar para violar los derechos de otros individuos. La libertad de conciencia es un derecho y la objeción de conciencia es su ejercicio. No es ella el problema. El Estado laico del siglo XIX no nos sirve ya como modelo para un Estado laico contemporáneo.

 

Fuente Página 12.

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