Cómo se formó el poder monárquico-absolutista de los papas. Por Leonardo Boff

Escribíamos anteriormente en estas páginas que la crisis de la Iglesia-institución-jerarquía radica en la absoluta concentración de poder en la persona del papa, poder ejercido de forma absolutista, distanciado de cualquier participación de los cristianos y creando obstáculos prácticamente insuperables para el diálogo ecuménico con las otras Iglesias.
No fue así al principio. La Iglesia era una comunidad fraternal. No existía todavía la figura del papa. Quien dirigía la Iglesia era el emperador pues él era el Sumo Pontífice (Pontifex Maximus) y no el obispo de Roma ni el de Constantinopla, las dos capitales del Imperio. Así el emperador Constantino convocó el primer concilio ecuménico de Nicea (325) para decidir la cuestión de la divinidad de Cristo. Todavía en el siglo VI el emperador Justiniano, que rehízo la unión de las dos partes del Imperio, la de Occidente y la de Oriente, reclamó para sí el primado de derecho y no el de obispo de Roma. Sin embargo, por el hecho de estar en Roma las sepulturas de Pedro y de Pablo, la Iglesia romana gozaba de especial prestigio, así como su obispo, que ante los otros tenía la “presidencia en el amor” y “ejercía el servicio de Pedro”, el de “confirmar en la fe”, no la supremacía de Pedro en el mando.

Todo cambió con el papa León I (440-461), gran jurista y hombre de Estado. Él copió la forma romana de poder que es el absolutismo y el autoritarismo del emperador. Comenzó a interpretar en términos estrictamente jurídicos los tres textos del Nuevo Testamento referentes a Pedro: Pedro como piedra sobre la cual se construiría la Iglesia (Mt 16,18), Pedro, el confirmador en la fe (Lc 22,32) y Pedro como Pastor que debe cuidar de sus ovejas (Jn 21,15). El sentido bíblico y jesuánico va en una línea totalmente contraria: la del amor, el servicio y la renuncia a cualquier honor. Pero predominó la lectura del derecho romano absolutista. Consecuentemente León I asumió el título de Sumo Pontífice y de Papa en sentido propio. Después, los demás papas empezaron a usar las insignias y la indumentaria imperial, la púrpura, la mitra, el trono dorado, el báculo, las estolas, el palio, la muceta, se establecieron los palacios con su corte y se introdujeron hábitos palaciegos que perduran hasta los días actuales en los cardenales y en los obispos, cosa que escandaliza a no pocos cristianos que leen en los evangelios que Jesús era un obrero pobre y sin galas. Entonces empezó a quedar claro que los jerarcas están más próximos al palacio de Herodes que a la gruta de Belén.

Pero hay un fenómeno de difícil comprensión para nosotros: en el afán por legitimar esta transformación y garantizar el poder absoluto del papa, se forjaron una serie de documentos falsos. Primero, una pretendida carta del papa Clemente (+96), sucesor de Pedro en Roma, dirigida a Santiago, hermano del Señor, el gran pastor de Jerusalén, en la cual decía que Pedro antes de morir había determinado que él, Clemente, sería el único y legítimo sucesor. Y evidentemente los demás que vendrían después. Falsificación todavía mayor fue la famosa Donación de Constantino, un documento forjado en la época de León I según el cual Constantino habría hecho al papa de Roma la donación de todo el Imperio Romano. Más tarde, en las disputas con los reyes francos, se creó otra gran falsificación, las Pseudodecretales de Isidoro que reunían falsos documentos y cartas como si proviniesen de los primeros siglos, que reforzaban el primado jurídico del papa de Roma. Y todo culminó con el Código de Graciano en el siglo XIII, tenido como base del derecho canónico, pero que se basaba en falsificaciones y normas que reforzaban el poder central de Roma además de en otros cánones verdaderos que circulaban por las iglesias. Lógicamente, todo esto fue desenmascarado más tarde pero sin producir modificación alguna en el absolutismo de los papas. Pero es lamentable y un cristiano adulto debe conocer los ardides usados y concebidos para gestar un poder que está a contracorriente de los ideales de Jesús y que oscurece el fascinante mensaje cristiano, portador de un nuevo tipo de ejercicio del poder, servicial y participativo.

Posteriormente se produjo un crescendo del poder de los papas: Gregorio VII (+1085) en su Dictatus Papae (la dictadura del papa) se autoproclamó señor absoluto de la Iglesia y del mundo; Inocencio III (+1216) se anunció como vicario-representante de Cristo y por fin, Inocencio IV (+1254) se alzó como representante de Dios. Como tal, bajo Pío IX en 1870, el papa fue proclamado infalible en el campo de doctrina y moral. Curiosamente, todos estos excesos nunca han sido denunciados ni corregidos por la Iglesia jerárquica porque la benefician. Siguen sirviendo de escándalo para los que todavía creen en el Nazareno pobre, humilde artesano y campesino mediterráneo, perseguido, ejecutado en la cruz y resucitado para levantarse contra toda búsqueda de poder y más poder aun dentro de la Iglesia. Ese modo de entender comete un olvido imperdonable: los verdaderos vicarios-representantes de Cristo, según el evangelio de Jesús (Mt 25,45) son los pobres, los sedientos y los hambrientos. Y la jerarquía existe para servirlos, no para sustituirlos

Carta de un investigador a Rouco Varela, arzobispo y desahuciador. Por Alberto Sicilia*

Querido Antonio María,

Ayer, después de la misa de las 19h, varios afectados por los desahucios hipotecarios decidieron encerrarse en La Almudena, la catedral de tu archidiócesis. La Iglesia, mostrando gran solidaridad con estas personas que sufren, decidió llamar a la policía para desalojarlos.

Por lo visto, os preocupa más vuestra casilla en la Declaración de la Renta que las casas de familias desahuciadas.

Antonio Maria, yo soy ateo, pero algunos mensajes del cristianismo que me parecen fabulosos. Si me permites, me gustaría recordar algunas enseñanzas de un personaje que quizás te suene: un tal Jesús de Nazaret, hijo de José el banquero, -perdón, José el carpintero-.

¿Jesús apoyaría a las familias deshauciadas o a los bancos? Yo soy investigador en física, no tengo ninguna capacidad para dictar clases de religión. Me limito a copiar de la Biblia:

1) “Él derribó del trono a los poderosos y enalteció a los humildes, a los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió vacíos.” (Lc 1,52-53).

2) “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus vecinos ricos. Cuando des un banquete, invita a los pobres.” (Lc 14,13)

3) “Había cierto hombre rico que se vestía de púrpura y lino fino, celebrando cada día fiestas con esplendidez. Y un pobre llamado Lázaro yacía a su puerta cubierto de llagas, ansiando saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico. Murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Dios; murió el rico y fue sepultado en el Infierno.” (Lc 16,19-23).

4) “Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.” (Lc 14,33)

5) “Él hace justicia al huérfano y a la viuda, y ama al extranjero dándole pan y vestido.” (Dt 10,17)

Antonio María, menos mal que Jesús vivió hace 20 siglos. Tengo la impresión de que si viviera en nuestros tiempos, hubiese montando un 15-M de la de Dios.

Un abrazo su Eminencia,

 

 


*Alberto Sicilia es investigador en física teórica

Los Obispos son un Club Privado de gente formal Monseñor Bargallo. Por Adrián Vitali

Los obispos son un club privado de gente formal, son una especie de príncipes medievales con un poder que no parece tan espiritual.

Las fotos que aparecieron del obispo no son ni imprudentes ni ambiguas. Son lo que se ve un varón y una mujer manifestándose cariño. Y eso no esta mal. No necesitan de explicación. Los únicos que necesitan que se las explique son los jerarcas eclesiásticos, sus colegas que no pueden seguir sosteniendo el discurso del celibato de forma institucional porque en la praxis se vive muy poco.

Las explicaciones que dio de las fotos fueron muy infantiles. Decir que era una amiga de la infancia con la que se encontró ocasionalmente en una playa caribeña y bucearon y nadaron y se abrazaron, es una tomada de pelo. Lo único que le falto decir es que estaba en esa playa vip para sacarse el stress que la colecta de caritas le había producido después de muchas horas extras de laburo.

Lo grave no es que este obispo este con una mujer en una playa caribeña. Lo grave es que se van con la plata que las comunidades aportan con tanto sacrificio para el sostenimiento del culto a través de las colectas.  Lo grave es que es el presidente de caritas, el que preside la colecta más por menos.  El que le pide al pueblo de Dios que sea generoso con su donación para los más pobres. El que cuestiona desde el pulpito a los programas sociales del estado, porque son mal administrados.

Caritas deberían tener auditorias para saber los manejos de los fondos ya que los fieles con estas noticias no tienen ninguna garantía con relación a lo que se dona para mantener la institución.

Perdón tiene que pedirles a los pobres y a los que hacen sus donaciones porque los recursos que tendrían que ser para ellos él se los estaba gastando en el caribe con una amiga de la infancia.

Si trabajaran nadie les diría nada, a lo sumo el reproche vendría de la institución eclesiástica por haber violado el voto del celibato.

Este mismo obispo es el que les pide a los seminaristas de su diócesis que renuncien a su sexualidad para ingresar al seminario y él se auto dispensa del sexto mandamiento en un hotel cinco estrellas en el caribe mexicano con una dama que le hizo jaque mate a la precoz castidad del prelado y a su representación de los pobres.

Si el tema pasa a mayor seguro se le pedirá la renuncia desde el vaticano y se lo enviara a algún monasterio de clausura a rezar piadosamente hasta que se rehabilite. Se le tomara nuevamente el juramento del voto de castidad y se le pedirá que no vea mas a su amiga de la infancia. Porque lo grave no es que seas un pederasta, un homosexual, un heterosexual o un zoófilo.  Lo grave es la  violación al voto del celibato.

 

Videla y su Dios de la Muerte. Por Luis Miguel Baronetto

A los 86 años, cuando se le acerca el final, Videla, católico de estilo medieval, apela a la magia de su religión para confesar sus crímenes.

“Dios sabe lo que hace, por qué lo hace y para qué lo hace”, ha declarado este ex general, condenado a prisión perpetua por tantos asesinatos nunca reconocidos. La religión le tolera exculparse descargando sus crímenes en su dios. El infantilismo al que lo somete esa religión le sirve para ampararse en la fatalidad divina. Un destino fatal que ofende su propia dignidad porque niega la libertad humana y la consecuente responsabilidad de los actos que cada uno debe asumir, si no ha perdido la razón y cree en el Dios de la Biblia. Está claro que Videla no cree en ese Dios. Su dios es el que le predicaron los vicarios castrenses. Es el dios de la muerte. Un dios justificador de los baños de sangre “para redimir la Nación”, como alentaba Mons. Bonamín. Un dios defensor de un orden “occidental y cristiano”, es decir que no es para todos, sino achicado a la propia y egoísta necesidad del desorden establecido por minorías poderosas causante de las injusticias sociales. El dios de Videla es el que salva matando, “unos siete u ocho mil”, según sus dichos, como si se tratara de ladrillos o postes. Muy lejos del Dios de la Biblia bondadoso, respetuoso de la libertad del ser humano y lleno de misericordia, que libera a los cautivos (Lc.4, 18), derriba a los poderosos de sus tronos y sacia el hambre de los pobres. (Lc.1, 52).

Tan cobarde el ex general que reconociendo los crímenes, los oculta. “Cada desaparición puede ser entendida como el enmascaramiento, el disimulo de la muerte”, dijo. Si no conociéramos los mecanismos del terrorismo de estado que gracias a los juicios han sido develados, podríamos sospechar de alguna enfermedad mental, que lo haría inimputable. Pero, este asesino aplaudido como presidente de la nación por muchos que ahora lo niegan, se refugia en un lenguaje mentiroso, tratando de autoengañarse a la hora de la verdad, que no podrá ocultar, por más que pretenda creerse elegido desde la eternidad para cometer sus crímenes. “Yo acepto la voluntad de dios. Creo que dios nunca me soltó la mano.” Tampoco se la soltaron algunos de sus más jerarquizados representantes en la tierra. Según ha declarado este mismo Videla como imputado y procesado en el asesinato de Mons. Enrique Angelelli, fue el Nuncio Apostólico Pio Laghi quien “sin hesitar, me respondió: Presidente, la Iglesia tiene asumido que el fallecimiento de Mons. Angelelli fue producto (sic) por un accidente; Ud. puede dormir tranquilo respecto de este asunto.”

Si es cierto que la cobardía es prima hermana de la soberbia, Videla es buen defensor de la familia. En un soberbio delirio mesiánico, cumple con el destino señalado por la voluntad de su dios. Pero este dios, según la cobarde teología de Videla, lo quiere siempre como infante de pantalones cortos. Por eso necesita que no le suelte la mano. Y si alguna duda tenía, para evacuarla estaban personajes tan jerarquizados como Pio Laghi, que lo acunaba para que pudiera dormir tranquilo.

Todo lo contrario al Mesías de la Biblia, que terminó torturado y crucificado. Más aún, quejándose por el abandono de Dios: “Eloí, Eloí, ¿lamá sabactaní?…¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?” (Mc.15, 34).

Por más ataque de misticismo que padezca al acercársele la hora inexorable, Videla no será perdonado ni por su dios. Porque según el catecismo más antiguo para merecerlo hace falta examinar la conciencia, reconocer la culpa, dolerse del pecado y proponerse enmendarlo. En vez de todo esto, el infante Videla optó por culpar a su dios, que según se deduce de sus propias palabras es el dios de la muerte. Nada que ver con el Dios de la Biblia que dice: “He venido para que tengan vida y vida en abundancia”. (Jn.10, 10).

 

Luis Miguel Baronetto es Director de la Revista Tiempo Latinoamericano. Querellante en la causa por el homicidio de monseñor Angelelli.

 

Fuente Pagina 12

Reflexión del Mes: Las propuestas de los obispos a la reforma del Código Civil. Por Carlos Lombardi

“La laicidad del Estado democrático se establece sobre el principio de que la legitimación de las instituciones no necesita ni acepta una justificación teocrática sino que se basa en un fundamento cívico, la voluntad libremente expresada, contrastada y medida de los ciudadanos” (1).

Estas palabras de Fernando Savater ponen de manifiesto un fenómeno que se observa actualmente en todo el mundo: la creciente laicidad de las sociedades, potenciada por la autonomía de las personas, el pluralismo y la vigencia de nuevos derechos. En paralelo, la crisis de las religiones institucionalizadas producida, entre otras causas, por la indiferencia de los propios creyentes que no responden a sus instituciones ni representantes religiosos.

El fenómeno se manifiesta en distintos planos, entre ellos, el legislativo. Es un hecho que, cada vez más, la legislación no tiene como fuente los principios ni dogmas religiosos en general, ni los católicos en particular.

Esa realidad ha movido a sectores fundamentalistas e integristas de las religiones tradicionales a generar un conflicto con el poder político no sólo entrometiéndose en cuestiones de la vida civil sino llevando a cabo actos de oposición hacia aquellas leyes (o sus proyectos), que no reconozcan como fuentes principios confesionales. Lo hacen como un actor político más, acusando de “fundamentalismo laicista” a quienes se oponen que sus dogmas y principios se impongan a la sociedad.

Dicho conflicto llevó al filósofo italiano Gianni Vattimo a plantearse esta pregunta: ¿Es la religión enemiga de la civilización? El interrogante es el título de un artículo de su autoría donde sostiene no sólo la muerte de las religiones morales e institucionales como garantía del orden racional del mundo, sino que fue más allá destacando que se han convertido en un obstáculo y factor de conflicto en las sociedades del siglo XXI: “las religiones ya no contribuyen a una existencia humana pacífica ni representan ya un medio de salvación. La religión resulta un poderoso factor de conflicto en momentos de intercambio intenso entre mundos culturales diferentes” (2).Sigue el autor: “Mientras las religiones sigan queriendo ser instituciones temporales poderosas, son un obstáculo para la paz y para el desarrollo de una actitud genuinamente religiosa: pensemos en cuánta gente está abandonando la Iglesia católica por el escándalo que representan las pretensiones del Papa y los obispos de inmiscuirse en las leyes civiles. La oposición contra cualquier forma de libertad de elección en todo lo relacionado con la familia, la sexualidad y la bioética es continua e intensa, sobre todo, en países como Italia y España. Tengamos en cuenta que la Iglesia se opone a leyes que no obligan, sino que sólo permiten la decisión personal en estos asuntos” (3).

Nuestro país no es ajeno al conflicto. En ese escenario, la Conferencia Episcopal Argentina llevó a cabo la 103° Asamblea Plenaria con la finalidad de tratar temas varios que tienen que ver con la crisis crónica que sufre la iglesia, y en particular, para analizar el Anteproyecto de reforma del Código Civil y su unificación con el Código de Comercio. Una ley laica que “amenaza” con profundizar aún más la pérdida de poder de una oligarquía teocrática vetusta y fosilizada.

Del referido plenario surgió el documento denominado “Reflexiones y aportes sobre algunos temas vinculados a la reforma del Código Civil” que contiene las conclusiones de sus sesiones secretas y que, asimismo, es el paradigma de la línea ideológica y política que gobierna el catolicismo romano actual, de corte integrista y neoconservador.

Como toda oligarquía, prescinde de la opinión de quienes no forman parte de ella, en este caso, del laicado católico en sus diversas corrientes. Se le niega participación a la mayoría de los integrantes no religiosos – mujeres y varones -, coartando su voz y su voto en temas que, paradójicamente, tendrán incumbencia en sus vidas diarias como es el caso de los derechos regulados en el Código Civil. Siguen teniendo vigencia las palabras atribuidas al Papa Bonifacio VIII, autor de la Bula Unam Sanctam, quien sostuvo: “Los seglares siempre han sido enemigos del clero”.

No obstante ello, nuestro país le da la posibilidad al funcionariado católico de reunirse en sesiones secretas y luego expresar libremente su pensamiento. En efecto, tanto la democracia (que la Iglesia Católica se cansó de pisotear apoyando todos los golpes de estado que sufrió el país), y la Constitución Nacional (que pasaron por alto en sus épocas golpistas), les reconocen aquellos derechos. Mientras, del Estado y la sociedad argentina, reciben un sueldo conforme la “ley” 21.950, infame instrumento jurídico que es uno de los frutos de su alianza con los genocidas de la última dictadura militar.

Los primeros llamados de atención de algunos obispos vinieron, en primer lugar, por el plazo en que se debatirá la reforma, aconsejando que no se aceleren los tiempos para tratar cuestiones de vital importancia; en segundo lugar, la cuestión del “cambio de estructura social” que propone el proyecto de reforma; y en tercer lugar la “preocupación” por los eufemismos que contendría el mismo. Pero son los clásicos devaneos que los jerarcas tienen acostumbrada a la sociedad.

Por la importancia de los temas a tratar resultará lógico que el proyecto se debata donde debe debatirse: en el Congreso de la Nación. Por lo tanto, los plazos los manejará ese órgano republicano, no los obispos católicos.

El “peligro” de un cambio de estructura social es producto del anclaje ideológico de ciertos jerarcas católicos que todavía piensan que la sociedad argentina del 2012 es la misma que la del siglo XIX. En esa línea se encuentra el arzobispo de La Plata para quien “lo que se está proponiendo, es una nueva estructura de la sociedad argentina en sus realidades esenciales. ¡Y esto sí que es un problema serio y que tiene que ser objeto de debate!” (4)

Se equivoca el obispo integrista. Es precisamente al revés: la “nueva estructura de la sociedad argentina”, ya es una realidad, es producto del dinamismo propio de cualquier sociedad que no vive adentro de un frasco de formol. Es producto de nuevos contratos, de nuevos derechos, de nuevos roles sociales (sobre todo de las mujeres), de nuevas identidades, que no sólo se ven diariamente en la sociedad argentina sino que se reflejan en numerosos fallos jurisprudenciales. De modo que el proyecto de reforma no propone “nuevas estructuras”: es el reflejo de lo que ya existe y aún carece de amparo legal.

Y respecto a la alarma por los eufemismos (divorcio express, alquiler de vientres, etc.), vuelven a equivocarse: no surgen del proyecto de reforma sino del lenguaje corriente que la sociedad utiliza y los medios de comunicación difunden. Aquí adquiere importancia la responsabilidad de los medios en el manejo correcto de los términos jurídicos.

1. Los indicadores que afectan a la laicidad
En el conflicto mencionado entre el poder político – que tiende a consolidar la laicidad – y los colectivos religiosos – que no soportan que se gobierne y legisle a espaldas de sus principios y dogmas -, juegan un papel importante una serie de indicadores que son fundamentales para discernir cómo el integrismo confesional pretende torcer el rumbo político para impedir que se consolide la laicidad en las sociedades. Son herramientas que utilizan dichos colectivos para atenuar la laicidad y la autonomía individual.

En el caso del catolicismo romano, los indicadores pasan por la noción de laicidad que sostiene el Papa católico; la cuestión de la religión como fundamento de la ética; las instrucciones que el Vaticano ha impartido a los políticos que públicamente se dicen católicos; el carácter ideológico del catolicismo romano actual; y los antecedentes históricos de oposición a leyes laicas motorizados por la Iglesia Católica en Argentina.

De modo que primero se hará una muy breve referencia a esos indicadores y luego se abordará el documento propiamente dicho en sus aspectos más relevantes.

2. La laicidad según un monarca teocrático
En la actualidad las religiones no inician guerras ni matanzas como antaño, más allá que conflictos bélicos por causas políticas y económicas tengan un barniz religioso. Ahora la “guerra” la enfocan en las ideas políticas que tratan de influir y tergiversar para no perder poder.

La cruzada de los referentes religiosos en todo el orbe (de determinados sectores del islam y, en particular, la oligarquía católica), es contra los “sin Dios”, es decir, contra la sociedad secular y laica que trabaja por consolidar los derechos humanos, la autonomía de los individuos, el pluralismo, la inclusión social y la diversidad, libres de férulas teocráticas y de anatemas.

Es por ello que el último monarca absoluto de Europa se refirió a la laicidad, precisando cuándo debe considerársela “sana”. Benedicto XVI la definió así: “Es legítima una sana laicidad del Estado en virtud de la cual las realidades temporales se rigen según las normas que les son propias, pero sin excluir las referencias éticas que encuentran su último fundamento en la religión” (5).

Dejemos que le conteste el teólogo José María Castillo: “El papa admite la laicidad del Estado. Pero sólo admite la laicidad ’sana’. Es decir, la que no excluye ‘las referencias éticas’. Una fórmula inteligente desde el punto de vista de un buen dirigente religioso. Porque, desde el momento en que apela a las referencias éticas, está sacando al Estado de sus competencias específicas y lo está llevando a un ámbito que «encuentra su último fundamento en la religión», según el criterio del papa.

A la vista de este razonamiento pontificio, se entiende la lógica del discurso episcopal. Los obispos admiten el Estado laico y sus leyes. Pero con tal que todo eso sea ’sano’. Y sano es solamente el Estado que acepta como ‘último fundamento’ del bien y del mal lo que dictamina la religión, es decir, el papa y los obispos” (6).

Resulta claro cómo el papa busca desnaturalizar la laicidad y la autonomía de los hombres. De seguir aquel criterio, no son buenas las consecuencias para el Estado Constitucional de Derecho y la sociedad. Primero, porque el jefe de un estado extranjero como es el papa católico tendría injerencia en los asuntos internos de nuestro país; segundo, porque impondría a gobernantes y legisladores libremente elegidos por el pueblo los intereses de la Iglesia Católica por sobre los del Estado y la sociedad; tercero, porque el poder religioso estaría por sobre el poder político de la nación, siguiendo el pensamiento de Juan José Tamayo.

La visión integrista se acerca peligrosamente al totalitarismo de corte teocrático. Lo advirtió Paolo Flores d’Arcais en oportunidad de analizar el pensamiento y política de Juan Pablo II.

El filósofo sostuvo que “el integrismo católico parece ser enemigo del totalitarismo, pero sólo es su competidor, porque ambos rechazan radicalmente el irreductible ser humano en su singularidad y la autodeterminación de su propia existencia” (7).

La concepción que el monarca católico tiene de la laicidad “sana” lleva a desnaturalizarla desde el momento en que pretende colocarse por encima no sólo del poder político, sino de la democracia y los intereses de la sociedad.

3. ¿Ética católica o ética laica?
Como se habrá advertido, en la definición de laicidad “sana” también el papa hizo referencia a la ética, que no es otra que la católica. Según el criterio del monarca las leyes laicas no tienen que excluir las referencias éticas que tienen su último fundamento en la religión. Semejante falacia hay que examinarla.

Siendo el Estado argentino aconfesional no existen razones para legislar conforme determinada moral religiosa. Como sostiene Juan José Tamayo “… el orden moral en un Estado no confesional y en una sociedad secularizada no viene dictado por una moral religiosa, sino por una ética laica fundada en el ser humano, fuente de la moralidad” (8).

En el documento de la C.E.A. se encuentra una referencia a la moral cuando se refieren a la “ley objetiva”. En el punto 9 se dispone: “Como ha dicho Benedicto XVI, “¿Dónde se encuentra la fundamentación ética de las deliberaciones políticas? La tradición católica mantiene que las normas objetivas para una acción justa de gobierno son accesibles a la razón, prescindiendo del contenido de la revelación”. Y agrega que el papel de la religión “consiste más bien en ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos”.

La visión ideológica católica en materia moral indica que existe una ley impuesta desde afuera a los hombres por el dios católico, de vigencia universal, que todos pueden conocer por la razón y que los hombres y las  leyes laicas deben respetar. Nada nuevo, pero es un intento de imponer sus criterios morales que sólo son válidos para los católicos que profesan esa religión, no para toda la sociedad. Pretende reducirse lo moral al criterio de los oligarcas. A ello debe sumarse la falta de mérito en el acto moral por parte de quien sólo se limita a “cumplir” con aquella ley objetiva.

Augusto Klappenbach lo explica mejor haciendo referencia a Kant: “El pensador alemán sostiene que toda moral que no se fundamente en la decisión autónoma, libre y responsable del ser humano se reduce a obedecer normas impuestas desde fuera y carece de valor ético. Y eso, aun cuando el origen de tales normas sea un mandato divino. Dicho en otras palabras: la mera obediencia a los mandamientos de Dios no implica ningún mérito moral. Los valores morales, para ser auténticos, deben surgir de una decisión autónoma del hombre y no de la obediencia a un mandato externo, cualquiera que sea su origen. Y en este sentido la moral es anterior a la religión: aunque Dios no existiera, los deberes morales no perderían nada de su fuerza” (9).

Si este indicador se cumpliera el papel del Estado cambiaría: “… de custodio de las libertades civiles a defensor de una moral confesional, de una opinión (entre tantas otras) que será impuesta a todos” (10).

De modo que este indicador permite visualizar las pretensiones clericales de influir e imponer sus criterios morales que, como una paradoja, no es seguido por la mayoría de los católicos. La mayoría de bautizados católicos no cumplen con los mandatos morales de su religión.

4. Políticos católicos ¿Representantes del pueblo, o del Vaticano?
Sin poder detener la laicidad en las sociedades el Vaticano, con fecha 24 de noviembre de 2002, publicó la “Nota Doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política”.

El documento fue elaborado por Congregación de la Doctrina de la Fe, continuadora de la tristemente célebre Inquisición, aunque con otro nombre y sin los métodos de tortura y violencia física que supo aplicar, pero con renovada violencia moral y psicológica hacia quienes piensan libremente dentro de la institución.

La nota dirigida a los políticos católicos y elaborada por Joseph Ratzinger, es un breve compendio del modelo que pretende implantar la oligarquía vaticana en países “católicos”. Se dice en la nota:

“… los ciudadanos reivindican la más completa autonomía para sus propias preferencias morales, mientras que, por otra parte, los legisladores creen que respetan esa libertad formulando leyes que prescinden de los principios de la ética natural, limitándose a la condescendencia con ciertas orientaciones culturales o morales transitorias, como si todas las posibles concepciones de la vida tuvieran igual valor” (11).

No sólo preocupa a la oligarquía vaticana el relativismo moral, sino que plantea cuestiones “no negociables” para un político católico. Veamos:

“… los creyentes deben saber que está en juego la esencia del orden moral, que concierne al bien integral de la persona. Este es el caso de las leyes civiles en materia de aborto y eutanasia (que no hay que confundir con la renuncia al ensañamiento terapéutico, que es moralmente legítima), que deben tutelar el derecho primario a la vida desde de su concepción hasta su término natural. Del mismo modo, hay que insistir en el deber de respetar y proteger los derechos del embrión humano. Análogamente, debe ser salvaguardada la tutela y la promoción de la familia, fundada en el matrimonio monogámico entre personas de sexo opuesto y protegida en su unidad y estabilidad, frente a las leyes modernas sobre el divorcio. A la familia no pueden ser jurídicamente equiparadas otras formas de convivencia, ni éstas pueden recibir, en cuánto tales, reconocimiento legal” (12).

Se leyó bien el último párrafo: a lo que el Vaticano considera “familia” (que ellos llaman “cristiana”, como si tuvieran derechos de autor), no pueden ser jurídicamente equiparadas otras formas de convivencia, ni éstas pueden recibir, en cuánto tales, reconocimiento legal”. Es decir, la oligarquía vaticana, y sus gerentes zonales, no tienen problema de inmiscuirse en asuntos de otros Estados sino que pisotean las futuras decisiones de los representantes del pueblo, la soberanía del país y, sobre todo, la Constitución Nacional. A ello se agrega el agravio y desprecio hacia otros modelos de convivencia y vida familiar.

En el campo de las decisiones legislativas los obispos argentinos deberán enfrentarse, a la hora del lobby, con un obstáculo: los legisladores que públicamente aparecen como católicos votarían en contra de los dogmas y doctrinas de su religión. Este fue el resultado que arrojó una encuesta elaborada por el CONICET que refleja la religiosidad de los legisladores que integran el Congreso de la Nación, destacando que aquellos de extracción católica votarían proyectos de ley que fueran contrarios al dogma y doctrinas católicas (13).

5. La ideología católico integrista
El documento emanado del episcopado católico contiene una marcada perspectiva ideológica, en el caso, de corte confesional. Resulta indudable desde el momento en que los obispos proponen “… que en la Argentina la ley respete simplemente la verdad de la persona, de la familia y de la sociedad” (Punto 9), es decir, su verdad.

“… la verdad de la persona, de la familia y de la sociedad”, es el centro desde donde late y se proyecta una concepción del hombre, una interpretación de la historia y de la sociedad, siguiendo el pensamiento de Fayt.

A aquellos elementos presentes en toda ideología se suma otro de fundamental importancia: la sensibilidad a los cambios sociales. Según Fayt, las ideologías se encuentran históricamente condicionadas por la estructura social y económica de las sociedades. De manera que cualquier cambio estructural, por minúsculo que sea, influye en la actualidad o vigencia de una posición ideológica, la convierte en actual o en inactual, hace de ella un instrumento reaccionario o revolucionario, la transforma en la imagen de un orden social deseable o aborrecido.

Eso es precisamente lo que salta a la vista en el documento de la C.E.A. La visión que los obispos católicos tienen, si se tienen en cuenta los innumerables cambios sociales que se observan en la sociedad argentina, padece de una inactualidad manifiesta. Piénsese en su visión relativa al matrimonio hetero y homosexual, a los diversas formas de vida familiar, a los derechos de la mujer, a los derechos sexuales y reproductivos, a las cuestiones de bioética y, sobre todo, a la noción de ética. La ideología de los obispos católicos no resiste el cambio social.

Cabe recordar que la ideología católica fue la que en la última dictadura cívico-militar nutrió con sus principios los discursos de los genocidas. Miguel Rojas Mix los llamó “mitos de legitimación”, entre ellos: la nación católica, la civilización occidental y cristiana, el hispanismo, la concepción tomista del bien común” (14). Existe, pues, un claro riesgo de plasmar en leyes democráticas banderas ideológicas de sectores antidemocráticos.

6. Una antigua enemiga de los derechos y las libertades del hombre
No es nueva la actitud opositora de la oligarquía católica hacia aquellas leyes contrarias a su ideología y pensamiento. Cuando se debatió y sancionó la ley de matrimonio igualitario la sociedad fue testigo de las amenazas de fuegos eternos y apocalipsis varios conque los obispos católicos amenazaron si se aprobaba la ley. El terror no dio sus frutos sino que les jugó en contra.

El prontuario opositor de la iglesia en nuestro país incluye numerosos antecedentes contra derechos y libertades laicos. Los encontramos desde el enfrentamiento con el presidente Julio A. Roca por la sanción de leyes que dispusieron la creación del Registro Civil separando del ámbito parroquial el registro de los nacimientos y defunciones; la educación pública; la secularización definitiva de los cementerios; el matrimonio civil; pasando por Juan D. Perón y la derogación de la ley de enseñanza religiosa, entre otras; siguiendo por Alfonsín y la ley de divorcio vincular, y terminando con Néstor Kirchner con la ley de matrimonio igualitario.

Por el contrario, el aval de la iglesia católica a todos los golpes cívico-militares desde el “festejado” y primero de 1930, pasando por la dictadura de Onganía – católico confeso que consagró el país a la virgen -, hasta el más cruento de todos el de 1976-1983 donde fue beneficiaria de una conjunto de “leyes” relativas a su sostenimiento económico, demuestran la alianza ideológica con los sectores golpistas contrarios a la democracia  y la constitución.

7. El documento de la C.E.A y la ausencia de Dios
Analizados muy brevemente los indicadores que permiten advertir cómo el clero católico persigue torcer el rumbo político para evitar que se consolide la laicidad, pasamos a una escueta evaluación del documento.

La “derrota” (así fue calificada por el extremismo religioso), que sufrió la iglesia al sancionarse la ley de matrimonio igualitario les sirvió de experiencia a los oligarcas para no presagiar exterminios de ciudades de parte de su dios, ni apocalipsis, ni cataclismos, a la hora de analizar el proyecto de reforma del Código Civil.

Más prudentes, ahora “proponen” a la sociedad plural y laica lo que ellos piensan es mejor para todos: “Lo que queremos proponer a nuestros conciudadanos en general, y a quienes tienen responsabilidad en el proceso legislativo en particular, no es una imposición religiosa, sino que en la Argentina la ley respete simplemente la verdad de la persona, de la familia y de la sociedad” (Punto 9).

Es que con las imposiciones les fue muy mal. La mayoría de sus bautizados no creen en sus verdades, no participan en las celebraciones del culto, y prescinden de los mandatos morales. El catolicismo que se practica es cultural, y el cristianismo que surge de él epidérmico.

La paradoja: puertas adentro de su institución “proponen” muy poco a sus fieles; más bien lo contrario: imponen de modo vertical y autoritario. Para eso están los laicos, para obedecer. Proponer no entra en la lógica ni del funcionamiento ni de la organización del catolicismo romano, mucho menos la democracia y el diálogo con los sectores disidentes y progresistas.

La rareza: en ninguna parte del documento se hace referencia al dios católico o divinidad alguna. ¿Acto fallido? ¿Omisión pensada para no alterar ánimos? ¿Respeto a la laicidad? ¿Mensaje subliminal que denota la histórica voracidad por el poder del catolicismo romano? Se sabría si se publicaran las actas de las deliberaciones pero eso no es posible ya que las sesiones plenarias son secretas.

Hay una mención final a la Virgen de Luján con el ampuloso y anacrónico título de “Patrona de la Argentina”, que sólo existe en el imaginario católico y que en pleno siglo XXI no deja de ser un antropomorfismo mágico y discriminatorio hacia los argentinos no admiten “patronazgos” ni “protectorados” de espíritu alguno.

La advertencia: la hacen en el N° 9 al precisar el papel de la religión en el debate político. Consideran que no les corresponde aportar “soluciones políticas concretas, algo que está totalmente fuera de la competencia de la religión. Su papel consiste más bien en ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos”. Primera señal del indicador referido a la ética. Buscan imponer la moral católica, sólo aplicable a católicos practicantes.

Siempre teniendo presentes los indicadores mencionados anteriormente, vayamos al documento a fin de criticar de forma muy breve los aspectos que consideramos más relevantes, respetando su orden.

a) De la presentación: destacamos dos cuestiones. La primera, tienen razón los obispos al sostener que “El Código Civil por su carácter estable y modélico, al definir obligaciones y derechos de las personas e instituciones no es algo neutro, sino que a través de él se expresan doctrinas o corrientes de pensamiento que van a incidir en la vida de los argentinos” (Punto N° 2).

Sin embargo, el enfoque católico tampoco es neutro sino ideológico ya que es producto del pensamiento de la jerarquía que excluye expresamente el pensamiento de los laicos en sus diversas líneas internas. Lo advertimos precedentemente y cabe advertir que sus propios cuadros han abandonado la ideología creada por los obispos.

La segunda cuestión tiene que ver con la referencia a mitos de legitimación sostenidos históricamente y de los que la iglesia católica pretende ser defensora: “… creemos que el nuevo Código debe tener en cuenta la riqueza de nuestras tradiciones jurídicas y constitucionales, como los principios y valores que hacen a nuestra vida e identidad” (N° 2).

Sin embargo, afirmar que el nuevo Código no debe salirse de “… la riqueza de nuestras tradiciones jurídicas y constitucionales”,  parecería indicar que el derecho y la cultura son pétreos, estáticos y que permanecen inalterables por los siglos de los siglos. Ya sabemos que no es así y no hace falta demostrarlo.

Si hay una disciplina que cambia con el tiempo, esa es el derecho, y la reforma del Código Civil lo que busca, precisamente, es incorporar y actualizar derechos, contratos y numerosos institutos jurídicos que no estaban contempladas en el ¡¡siglo XIX!!

b) De la responsabilidad social: “La Iglesia, que es parte integrante de la sociedad, siente la obligación moral de hacer oír su voz. Somos portadores de una herencia y responsables de hacernos eco de las voces de millones de hermanos que a diario nos confían sus preocupaciones, alegrías, dificultades y esperanzas. La Iglesia Católica siente que tiene el derecho y el deber de hacer conocer a toda la sociedad su pensamiento en estas delicadas materias, proponiéndolo a través de una argumentación razonada y fundada” (Punto N° 5).

Dado que el debate de ideas no es práctica común en la institución, hay que darle la bienvenida a la Iglesia Católica – como colectivo de personas – al debate de leyes laicas en el marco republicano. Pero acá nos encontramos con el problema sociológico. El catolicismo actual está atomizado, dividido. Esta realidad grupal ha llevado a sociólogos como Fortunato Mallimaci a hablar de “catolicismos”, en plural.

Por lo tanto cuando los obispos dicen que la “Iglesia Católica siente que tiene el derecho y el deber de hacer conocer a toda la sociedad su pensamiento”, sólo están hablando por ellos mismos y los grupos minoritarios que adhieren a su pensamiento. Quedan fuera los numerosos grupos que, perteneciendo aún a la institución, no comulgan con el pensamiento obispal. Los obispos no son “la Iglesia Católica”. Este párrafo deja ver nuevamente el carácter ideológico de la declaración.

Quedan fuera del pensamiento de “la iglesia” vastos sectores de la disidencia laica y el progresismo teológico y religioso quienes, seguramente, harán oír su voz proveniente no desde un poder apolillado y caduco, sino desde el evangelio.

c) Del valor de la ley: aparece acá la cuestión del bien común, que definen como “el bien de ese «todos nosotros», formado por individuos, familias y grupos intermedios que se unen en comunidad social. No es un bien que se busca por sí mismo, sino para las personas que forman parte de la comunidad social, y que sólo en ella pueden conseguir su bien realmente y de modo más eficaz”.

Una definición que abreva en la Constitución Pastoral Gaudium et Spes cuyo N° 26 lo define así: “el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección”.

La definición, vigente en la actualidad, presenta varios inconvenientes: primero, al ser una noción ideologizada es sensible a los cambios culturales y sociales, por ende es un concepto residual y remanente de la década del 60 (Gaudium et Spes se sancionó el 7 de diciembre de 1965); segundo, al ser tan general y vacía de contenido no se sabe a ciencia cierta qué miembros de la vida social pueden acceder al conjunto de condiciones de vida que les permita el más pleno y fácil logro de su propia perfección y cómo se compone ese conjunto de condiciones.

La pregunta que cabe plantearse acá es: las propuestas de los obispos contenidas en el documento ¿contribuyen al bien de “todos nosotros”? ¿De los homosexuales? ¿De los no católicos? ¿De las mujeres? ¿De los obreros? ¿De los distintos grupos familiares? ¿De los que libremente eligen no casarse? ¿De la mayoría que tienen su proyecto de vida prescindiendo de la religión católica? ¿Alcanzará a las madres solteras?

La noción católica de bien común dejará ver su carácter más retrógrado cuando se aborde el tema de la familia, dado que la ideología católica tiene un modelo excluyente y discriminatorio en la materia. Todos los grupos humanos con naturaleza familiar que no se ajusten a lo que el clero considera familia “tradicional” no participan del “bien común”. Ya llegaremos al punto.

d) Del Código Civil proyectado: en este acápite los obispos destacan algunos hechos positivos: “Valoramos especialmente la atención puesta al desarrollo creciente de los derechos humanos y su protección jurídica” (N° 11); “Valoramos que se hayan tenido en cuenta distintas situaciones que hacen a los derechos de las comunidades indígenas”(N° 12).

La primera parece una ironía: una institución donde se violan sistemáticamente los derechos humanos más elementales, en la práctica como en sus normas, se “alegra” que en la reforma del Código Civil se regulen derechos incorporados por los Tratados internacionales con jerarquía constitucional.

Cabe recordar que la Santa Sede todavía no ha firmado la Declaración Universal de los Derechos del Hombre de 1948. Dice José María Castillo: “la iglesia católica tal como está organizada y tal como de hecho funciona, no puede aceptar el texto íntegro de la Declaración Universal de los Derechos del Humanos. Porque no puede aceptar la igualdad efectiva y real de hombres y mujeres. Ni la libertad de expresión y enseñanza sin recortes. Ni las garantías jurisdiccionales en el enjuiciamiento y medidas disciplinarias. Ni la participación de todos los miembros de la Iglesia en la designación de los cargos eclesiásticos. Y la lista de cosas que la Iglesia no puede aceptar, en lo referente a derechos humanos, se podría alargar mucho más” (15).

La valoración relativa a los pueblos originarios, en apariencia, parece ser sincera. Que una institución como la iglesia católica que participó en el saqueo, rapiña y expolio de la conquista española, destruyendo culturas, quemando libros científicos y sagrados de los pueblos nativos, construyendo sus iglesias sobre las ruinas de los templos de aquellos pueblos, y anulando identidades, valore positivamente la situación jurídica de los pueblos originarios es un pequeño avance.

Aunque las dudas permanecen, sobre todo, desde el insulto que Benedicto XVI dirigiera a los pueblos originarios en el discurso de inauguración de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. En esa ocasión dijo: “¿Qué ha significado la aceptación de la fe cristiana para los pueblos de América Latina y del Caribe? Para ellos ha significado conocer y acoger a Cristo, el Dios desconocido que sus antepasados, sin saberlo, buscaban en sus ricas tradiciones religiosas. Cristo era el Salvador que anhelaban silenciosamente”; “…el anuncio de Jesús y de su Evangelio no supuso, en ningún momento, una alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición de una cultura extraña. Las auténticas culturas no están cerradas en sí mismas ni petrificadas en un determinado punto de la historia, sino que están abiertas, más aún, buscan el encuentro con otras culturas, esperan alcanzar la universalidad en el encuentro y el diálogo con otras formas de vida y con los elementos que puedan llevar a una nueva síntesis en la que se respete siempre la diversidad de las expresiones y de su realización cultural concreta” (16).

No, no es un párrafo de una obra del siglo XV, fue dicho en el siglo XXI.

e) De la existencia de la persona desde la concepción
Máxima preocupación de una institución religiosa que se atribuye el derecho a determinar cuándo existe vida humana y cuándo termina, pero que históricamente tiene antecedentes deplorables en materia de “defensa” de la vida.

La cuestión del comienzo de la vida admite varias posiciones científicas. El catolicismo integrista avala la que admite la existencia de la persona desde la concepción. Hay otras corrientes de pensamiento dentro del catolicismo, menos extremas.

Se dice en el N° 15: “La tradición jurídica nacional y el contexto constitucional a partir de 1994 obligan al reconocimiento pleno de la dignidad humana y la personalidad jurídica de todo ser humano sin distinción”; “Normas posteriores y de elevada jerarquía, como la ley aprobatoria de la Convención de los Derechos del Niño, confirmaron sin duda que la persona es tal desde la concepción, sin distinguir según ella ocurra dentro o fuera del seno materno”.

El punto comienza con una verdad de Perogrullo: el respeto de la dignidad de la vida humana ya estaba contenida en la Constitución Nacional en el artículo 33. Los Tratados internacionales vinieron a confirmar lo que tenía contención en la Carta Magna.

Siguen con la cuestión de la constitucionalización del derecho a la vida desde la concepción, lo cual no es cierto.

Ni de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (art. 4.1), ni de la Convención de los Derechos del Niño (art. 6), ni el artículo 75 inciso 23 de la Constitución Nacional, dejan ver que se haya producido la constitucionalización del derecho a la vida desde la concepción de modo absoluto. El criterio ha sido ratificado por la C.S.J.N. en el fallo F.A.L. s/ medida autosatisfactiva.

En esta materia, como las cuestiones relativas a los embriones no implantados se necesitarán los aportes de las ciencias y de la bioética quienes, asociadas al derecho, permitirán a los legisladores regular la situación jurídica de los embriones concebidos fuera del seno materno, antes de su implantación. La religión sólo  tiene una perspectiva, y no es medida para determinar la razonabilidad en la regulación jurídica de cuestiones de bioética. Y esa perspectiva sólo es válida para sus adeptos no para el conjunto de la sociedad.

f) De la familia y el matrimonio
Otro tema medular para los obispos y sobre el que pesan instrucciones claras del Papa hacia los políticos católicos (ya señaladas), pero que debemos reiterar: “A la familia no pueden ser jurídicamente equiparadas otras formas de convivencia, ni éstas pueden recibir, en cuánto tales, reconocimiento legal” (17).

Ambos temas son mencionados en los puntos 18 a 21 y se pueden destacar varios aspectos.

Se han cuidado muchísimo en no mencionar la expresión “familia cristiana”, o “familia natural” como modelo a seguir. A diferencia de España donde el fundamentalismo católico utiliza esas expresiones.

Como modelo “ideal” de familia se refieren a la que se conforma entre una mujer y un varón, y que es perdurable y estable.

Se destaca en el N° 21 la existencia de un argumento falso en la reforma del Código “según el cual se procura dar reconocimiento legal a las “diversas formas de familia”, que “queda de manifiesto cuando se advierte que el Anteproyecto no reconoce en absoluto al matrimonio indisoluble caracterizado por el compromiso de fidelidad y de apertura al bien de los hijos, tal como la Iglesia propone a sus fieles, lo mismo que otras confesiones religiosas, y la ley natural lo expresa. Sólo formas débiles e inestables de familia son propuestas y reguladas por el Anteproyecto”.

Sin embargo, es precisamente al revés. El citado párrafo no sólo es falso sino un monumento a la ignorancia y manipulación por las siguientes razones:

a. El matrimonio civil no es indisoluble, es permanente. Por eso el Anteproyecto no hace referencia al mismo.

b. La indisolubilidad es sólo aplicable a los católicos que así lo aceptan; no es un requisito exigible a toda la sociedad. El matrimonio válido en la Nación es el civil.

c. La indisolubilidad es un requisito religioso de dudosa certeza bíblica, ya que las corrientes teológicas y exegéticas que se basan en el método histórico-crítico llegan a conclusiones distintas a las que afirman la indisolubilidad matrimonial como un absoluto. El cristianismo ortodoxo tiene una interpretación amplia respeto al pasaje bíblico donde se funda la indisolubilidad. No hay unanimidad en la materia. Y no es una cuestión que afecte al Estado y sociedad laicos.

d. La evidencia jurídica que indica el fracaso y lo endeble de la indisolubilidad se encuentra en los Tribunales Eclesiásticos donde se tramitan las causas de nulidad matrimonial canónica de aquellas personas que se casaron “para toda la vida” y tarde se dieron cuenta que era una receta mágica.

e. El compromiso de fidelidad no sólo se observa en el matrimonio indisoluble. Se puede ser fiel a una persona toda la vida sin haber contraído matrimonio.

f. La apertura a la vida, es decisión libre y autónoma de los esposos; no la imposición de una ley.

g. La iglesia no “propone” nada a sus fieles en materia de matrimonio. Es una imposición y está legislada en el canon 1056 del Código de Derecho Canónico.

h. La ley natural, en su versión religiosa, es un fárrago atolondrado que es contradicho por el propio Dios (si existe). Se pregunta Flores d’Arcais si el matrimonio católico es indisoluble y el judío se puede disolver; si el matrimonio católico exige la monogamia y el musulmán admite la poligamia ¿cuál es el matrimonio “natural”?

d. Nada obsta que existan parejas de creyentes que, en su fuero íntimo, consideren que su matrimonio civil es indisoluble. Esta idea quedará al amparo del principio de intimidad contemplado en el artículo 19 de la Constitución Nacional. Cada persona determina su proyecto de vida y de matrimonio.

Luego hacen referencia a los nuevos modelos de familia tratados por las ciencias en la actualidad.

“Se afirma que actualmente hay muchas formas de organización familiar, y que todas ellas deben ser igualmente admitidas y protegidas por la ley. Pero no cualquier forma de convivencia es igualmente valiosa, respetuosa de la verdad de la naturaleza humana, y de los derechos de la mujer y de los hijos. La ley debe proponer –como hizo siempre y en la perspectiva del bien común- un modelo de familia, y apoyarlo, más allá de que haya personas que en ejercicio de su libertad opten por otras formas de vida. Debería fomentar y no desalentar los proyectos de vida más estables y comprometidos (N° 19).

Los insultos hacia los diversos grupos familiares no son aislados. Cualquier grupo familiar que no responda a lo que los oligarcas consideran como familia, cae en lo disvalioso, no respetuoso de la naturaleza humana, violatorio de los derechos de las mujeres y niños, inestables y no comprometidos. No importa que en esas parejas “no casadas” o “juntadas” exista el amor y un proyecto de vida en común; no importan las subjetividades y los deseos íntimos sus miembros. ¡Eso no es familia y no debe recibir tutela legal!, según el criterio de “expertos” con sotana que tienen prohibido enamorarse, prohibido mantener relaciones sexuales, prohibido tener hijos y prohibido casarse (en teoría, por supuesto. La realidad deja ver varias “sorpresas”).

La real opinión de la oligarquía católica se encuentra en otros documentos y opiniones. Benedicto XVI no tolera que los gobiernos democráticos laicos legislen para brindar tutela legal a la problemática que presentan aquellos grupos humanos. Así sostuvo que “la sociedad no debe alentar modelos alternativos de vida doméstica en nombre de una supuesta diversidad” (18).

Siguiendo la misma línea discriminatoria y violenta, la Conferencia Episcopal Argentina sostuvo en su trabajo denominado “Educación para el amor”, lo siguiente: “Madres y padres solteros, uniones de hecho divorciados vueltos a casar, familias ensambladas, hijos extramatrimoniales… constituyen nuevos núcleos familiares alejados del modelo de familia provenientes del Dios Uno y Trino y de la Sagrada Familia de Nazareth. Debemos reconocer que son realidades familiares que merecen respeto y comprensión, pero que ciertamente no son modélicas: la familia se funda sobre el amor y consagración de un varón y una mujer unidos en matrimonio, con el fin de crecer en el amor y donar vida en la procreación” (19).

El párrafo no deja lugar a dudas por su carácter discriminatorio y por violar la libertad de elección de mujeres y varones en materia familiar, el histórico odio clerical a la libertad del hombre y su autonomía; en segundo lugar, el agravio a todas aquellas personas de buena fe que eligieron uno de aquellos estados o fueron llevados a ellos por las circunstancias de la vida; tercero, la falacia de creer que sólo en el matrimonio católico se “crece en el amor”; cuarto, el anacronismo y ridiculez de pretender que en pleno siglo XXI los matrimonios (todos) sean como la “sagrada familia”, el matrimonio Josefita, matrimonio no consumado si es verdad que María no tuvo relaciones sexuales con José, y donde no hay evidencias que la sexualidad de esa pareja se haya vivido en plenitud. En el imaginario de los obispos, el “ejemplo” de familia es un ideal de otra cultura y de otro tiempo, cuyos detalles de convivencia y roles se sabe prácticamente nada.

Como sostiene Juan José Tamayo, “la familia cristiana idealizada como ejemplo de virtudes, con la sagrada familia de Nazaret como modelo a imitar. Una familia en la que el padre no es padre, la madre es virgen y el hijo es Dios. ¡Imposible de imitar!” (20). Pero esto no está expresamente en el documento; se han mordido la lengua.

Y se puede ir más allá. Si los obispos católicos opinan y se entrometen en asuntos laicos en materia de familia ¿para cuándo un debate público, y en espacios públicos, acerca del celibato antinatural que la iglesia impone a los curas? ¿Para cuándo un debate público acerca de la doble vida del clero católico, ocultada por los jerarcas?

La visión retrógrada de los obispos católicos resalta aún más si se recurre a la Constitución, al joven Derecho Constitucional de Familia, y al derecho internacional. En efecto, la propia Constitución en el artículo 14 bis tercer párrafo habla de “protección integral de la familia”, pero sin ningún tipo de aditamentos. Familia en sentido amplio sin reducirla a “tradiciones” ni marcos confesionales. Se le abren las puertas a todas las familias, en sus diversos tipos.

El Derecho Constitucional de Familia hace referencia a los instrumentos internacionales sobre derechos humanos  que “reconocen en forma expresa el matrimonio entre un hombre y una mujer como una de las formas – no la única – de manifestación de la familia” (21).

Para corroborar lo expuesto los autores mencionan el criterio del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en el caso Marckx c/ Bélgica donde se amplía el concepto de familia con la expresión “vida familiar” contenida en el artículo 8 de la Convención de Roma. Según este criterio dicho instrumento “no se limita a las relaciones fundadas en el matrimonio, sino que puede englobar otros lazos familiares de facto respecto de personas que cohabitan fuera del matrimonio” y que la noción de familia debe ser interpretada “conforme las concepciones prevalentes en las sociedades democráticas, caracterizadas por el pluralismo, la tolerancia y el espíritu de apertura” (22).

Para no extendernos más digamos que, en este tema, la reforma del Código Civil seguirá abriendo las ventanas para limpiar al ordenamiento jurídico del oscuro y discriminatorio humo clerical relativo al matrimonio y a la familia.

g) De la protección de los niños
Los puntos que el documento dedica a la protección de los derechos de los niños merecen el respeto como cualquier opinión neófita sobre la materia, en especial, respecto a la adopción, fecundación artificial, régimen de paternidad y maternidad y filiación. Dejemos que las ciencias y el derecho de ocupen de esclarecer esos puntos. La religión tiene una visión reduccionista.

Lo que no se digiere es la hipocresía de la expresión: “Una sociedad que no privilegie los derechos e intereses de los niños por sobre los de los adultos, se empobrece socialmente” (N° 22). Puede hacer extensivo a la “preocupación” de los obispos por el vínculo filiatorio biológico.

En un súbito destello de senilidad la oligarquía católica manifiesta su amnesia hacia momentos en que a la institución se rió del interés superior del niño. Nos referimos a la plaga del abuso sexual de menores por parte del clero católico, encubierto a más no poder por Juan Pablo II y el ahora Benedicto XVI; pasando por los embarazos y abortos de monjas provocados por curas misioneros; hasta el robo de bebés en la última dictadura militar católica de nuestro país. En estos tres breves ejemplos la “defensa de la vida”, y los derechos e intereses de los niños parecen que no existieron.

El broche de oro de la hipocresía clerical en materia de “protección” de los niños se encuentra en otro dato: la Santa Sede tampoco ha firmado ni adherido internacionalmente a la Declaración de los Derechos del Niño.

h) De los problemas de la procreación artificial
Tratados en los puntos 26 a 29 los obispos consideran que debe prohibirse la fecundación artificial, realidad a la que acceden innumerables parejas en nuestro país. Lo que el Anteproyecto hace es dar marco jurídico a la libertad de elección de aquellas personas que deseen ser padres. No obliga a nadie. Las objeciones éticas a las que alude le caben la crítica que se efectuó a la moral católica (sólo para católicos), y a la ley objetiva.

i) De proteger y dignificar a la mujer
Al igual con las declaraciones relativas a los derechos humanos y de los niños, la Iglesia tampoco ha ratificado internacionalmente la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer. Resuenan, una vez más, las palabras de José María Castillo “la lista de cosas que la Iglesia no puede aceptar, en lo referente a derechos humanos, se podría alargar mucho más” (23).

Por eso resultan llamativas las expresiones del N° 30: “Reconocemos con satisfacción que hay un esfuerzo en el Anteproyecto por atender con delicadeza a la protección de los derechos de la mujer”. La palabra “delicadeza”, al tratar temas relativos a las mujeres, no es irrelevante. La respuesta la tiene el psicoanalista y teólogo Eugen Drewermann. Remitimos a su obra.

Sin embargo, no es muy ejemplar la iglesia católica en lo relativo al respeto de los derechos de las mujeres y su situación jurídica dentro de la institución, sean laicas o religiosas. Los antecedentes son numerosos.

En estos días, la discriminación y persecución de la Inquisición romana se ha centrado en la Conferencia Nacional de las Religiosas de Estados Unidos, conocida por su sigla LRWC (Conferencia de Liderazgo Religioso Femenino), institución integrada por más de 55.000 religiosas.

Esta persecución llevó a la teóloga Ivone Gebara sostener: “Plagiando a Jesús en su Evangelio me atrevo a decir: “Tengo pena de estos hombres” que no conocen de cerca las contradicciones y las bellezas de la vida, que no permiten a sus corazones vibrar abiertamente con las alegrías y sufrimientos de las personas, que no aman el tiempo presente, que prefieren la estricta ley a la fiesta de la vida. Solo aprendieron las reglas inflexibles de una doctrina cerrada en una racionalidad ya obsoleta y desde ella juzgan la fe de los demás y especialmente de las mujeres. Tal vez piensan que Dios los aprueba y se somete a ellos y a sus elucubraciones tan lejanas de los que tienen hambre de pan y justicia, de los hambrientos, los abandonados, de las prostituidas, de las violadas y olvidadas” (24)

El N° 30 incurre en una confusión: “Pero al mismo tiempo, resulta agraviante a la dignidad de las mujeres y de los niños la posibilidad de la existencia del alquiler de vientres, denominado eufemísticamente, maternidad subrogada o gestación por sustitución”.

Precisamente, el eufemismo está en llamar “alquiler de vientres” a la maternidad subrogada o gestación por sustitución. El primero es el eufemismo; lo segundo, corresponde a la terminología jurídica que está en el Anteproyecto.

El punto N° 31 señala que la “maternidad subrogada no ha surgido de un reclamo social ni es consistente con las tradiciones jurídicas, principios, valores y costumbres del pueblo argentino, que hasta hoy considera nulo a este tipo de contrato por la inmoralidad de su objeto”.

Sin embargo, no hay citas de encuestas, doctrina ni jurisprudencia alguna que avale esa posición. Si así fuera, se pasa por alto que la reforma regirá para situaciones que surgirán en el futuro. La moralidad o no de los actos (ya se ha dicho), no pasa por el criterio de los obispos católicos sino por la subjetividad de los ciudadanos. Siguen condicionando el avance de la legislación a supuestas mayorías católicas.

j) De los derechos personalísimos
Mencionados en los números 32 a 34, los obispos consideran positivo su regulación en el Anteproyecto. No especifican a cuáles de estos derechos se refieren. Sólo destacan que la prohibición de la eutanasia “quede suficientemente clara en la ley”.

La regulación de estos derechos excede la visión religiosa, sobre todo la católica, cuyas normas jurídicas lejos están de respetar derechos personalísimos. Serán las ciencias, el derecho y la jurisprudencia los encargados de delimitar una regulación amplia o restringida de los derechos personalísimos contenidos en el Anteproyecto.

k) Del “amplio” debate
Se llega al final del documento (N° 35 a 38).

Resulta positivo que la C.E.A. fomente el debate social y legislativo a través de los representantes del pueblo, y que participen como un actor político más. Como siempre lo fueron. Por eso la invitación del N° 37 para que no sólo sus cuadros académicos colaboren en la tarea que les espera a los legisladores.

Una vez más, habrá que recordar el mal ejemplo institucional ya que la exhortación al “amplio debate” no se practica puertas adentro de la iglesia. Y no se practica porque no hay diálogo con los numerosos colectivos que componen la institución, sobre todo, con la disidencia y el progresismo.

No existe el debate “amplio” debido a que existen diversos modelos de institución católica en pugna. Volviendo a Tamayo, esos modelos actualmente “están en conflicto con peligro real de ruptura, sin apenas diálogo… Es un conflicto no disimulado, sino abierto y público” (25).

El diálogo y debate que existen dentro de la institución se reducen a los grupos minoritarios que trabajan en políticas y planes pastorales, siempre digitados por el clero y sin posibilidad de disenso con los “iluminados”. Asimismo, estos sectores de laicos no tienen un pensamiento autónomo sino que repiten el pensamiento clerical de modo acrítico.

8. Breve síntesis: ¿ideología o fariseísmo?
El documento elaborado por la Conferencia Episcopal Argentina se inserta en el escenario global de oposición de las religiones tradicionales hacia aquellas leyes laicas (o sus proyectos) que sean contrarias a los postulados religiosos.

Existen indicadores elaborados por los referentes de las religiones tradicionales que afectan la laicidad de las sociedades y la autonomía de las personas, buscando tergiversarlas. Es el caso de la concepción de laicidad del papa católico quien busca que la religión, es decir, él y los obispos sean el criterio para discernir los comportamientos públicos y la sanción de las leyes.

En la concepción de laicidad “sana” tiene importancia capital la moral católica, que el papa pretende sea fuente de las leyes. Esta noción está presente en el documento de la C.E.A. Dicha moral sólo es aplicable para quienes profesan la fe católica, no puede imponerse a toda la sociedad. Se reduce lo moral a lo que dice el funcionariado episcopal.

Savater les replicó: ¿qué es la laicidad? Pues la laicidad, llamada a veces un poco más grotescamente “la sana laicidad” como si el que discrepase de los dogmáticos estuviera enfermo, no es más que el nombre que ciertos clérigos han decidido otorgar a la dosis máxima de laicismo que están dispuestos a soportar… y que suele quedar notablemente por debajo de lo que la sociedad democrática requiere” (26).

El Vaticano pretende influir en las decisiones de los legisladores elegidos libremente por el pueblo de la nación, impartiendo instrucciones acerca de qué temas no deben recibir regulación legal. Se entromete en cuestiones de un Estado extranjero, violando la Constitución y la soberanía popular. Los legisladores son representantes de la sociedad, no del papa católico; mucho menos de los obispos, debiendo legislar para todos, creyentes y no creyentes, anteponiendo el bienestar de todos a sus convicciones religiosas.

El documento en sí es el reflejo de la ideología generada por la oligarquía clerical, colectivo que gobierna formalmente la institución desde el siglo IV dC. Como lógica consecuencia, se prescinde de la voz y el voto de la mayoría de los integrantes del organismo, es decir, del laicado en cualquiera de sus corrientes internas.

Tienen razón los obispos respecto al papel de la religión en el debate político. No tienen pretensiones de aportar soluciones políticas sino en “ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos” (N° 9). Es decir, la manipulación de las conciencias sigue intacta. Se cumple lo dicho al tratar el indicador relativo a la ética religiosa.

La experiencia de la última dictadura cívico-militar-católica es una muestra del fracaso de esa ideología y el peligro que representa para la vida republicana y democrática de la Argentina. Implica también un riesgo de totalitarismo en versión teocrática, donde el pensamiento del papa católico puede pasar por arriba de las instituciones de la república anteponiendo los intereses corporativos de la multinacional religiosa sobre los del Estado y la sociedad.

Si se evalúa el documento de la C.E.A. en perspectiva ideológica, puede decirse sin temor a equivocación alguna, que es la imagen de un orden social superado históricamente, viejo, fuera de la historia y del tiempo en que viven mujeres y varones del siglo XXI. Es un calco del modelo social que impera en la iglesia en la actualidad.

Los antecedentes históricos de oposición de la iglesia católica a leyes laicas indican, en línea con el pensamiento de Flores d’Arcais, que los obispos católicos continúan pretendiendo que los intereses de aquella institución sean el criterio para juzgar cualquier comportamiento público. Se resume en la frase: “… que en la Argentina la ley respete simplemente la verdad de la persona, de la familia y de la sociedad”. La verdad católica, por supuesto.

En cuanto al documento propiamente dicho, el modelo social que “proponen”, por ejemplo, en materias como matrimonio y familia es marcadamente reaccionario, excluyente, y discriminatorio hacia todos aquellos grupos familiares que no guardan concordancia con los postulados exigidos por el catolicismo. Asimismo, va en contra del criterio adoptado por el derecho internacional y la jurisprudencia. Está fuera de época, claro indicio de una ideología caduca. Se nutre en los mismos principios con los que avalaron la última dictadura. La historia ha demostrado que sus mitos de legitimación son incompatibles con una sociedad democrática, laica, plural, inclusiva y diversa.

La oposición a futuros derechos que tienen que ver con la libertad de elección y decisión de los ciudadanos es evidente.

Es indudable que el lobby católico hará todo lo que esté a su alcance para que no se actualicen aquellas normas del Código Civil que contraríen sus dogmas e ideología. Lo hicieron con Roca, con Perón, con Alfonsín, con Kirchner. En todos esos casos primó el sentido común, lo secular, lo laico, lo que incluye a todos.

Teniendo en cuenta el papel de la religión sostenido por los obispos, serán pues los aportes provenientes de la Constitución, los Tratados internacionales sobre derechos humanos, la jurisprudencia, el derecho internacional, y la costumbre de los ciudadanos los parámetros de evaluación para que los legisladores justifiquen o no la reforma del Código Civil. La democracia permite que los sectores religiosos, sus organismos y corporaciones satélites sean escuchados como cualquier actor político.

Para terminar, la pregunta planteada en este punto final permitirá hacer foco en lo ideológico, o en la coherencia histórica y jurídica de la iglesia católica a la hora de evaluar la naturaleza de sus propuestas, o en ambos aspectos.

Si nos inclinamos por lo ideológico, recobrarán fuerza las palabras de un sacerdote católico perseguido por la inquisición vaticana que dijo que quien piensa como marxista, no piensa; quien piensa como budista, no piensa; quien piensa como musulmán, no piensa… “y el que piensa como católico, tampoco piensa. Ellos son pensados por su ideología. Tú eres un esclavo en tanto y en cuanto no puedes pensar por encima de tu ideología. Vives dormido y pensado por una idea” (27).

Si hiciéramos foco en la coherencia de la iglesia católica en el respeto a los derechos de las personas a lo largo el tiempo, deberán tenerse presente las palabras que el laico y no católico Jesús les dirigió a los fariseos de su época: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia!” (28).

Por eso resuenan más fuerte las palabras del filósofo Fernando Savater: “Las jerarquías eclesiásticas – ninguna, nunca – no tienen derecho a convertirse en una especie de tribunal de última instancia que decida lo que es moral o inmoral en la sociedad, lo que debe ser legal o lo que ha de ser prohibido, quién es digno de gobernar y quién debe ser éticamente repudiado. Las autoridades religiosas no son autoridades morales ni legales: pueden establecer lo que es pecado para sus feligreses, no lo que ha de ser delito para todos los ciudadanos ni indecente para el común del público” (29).

En cualquier caso, la laicidad es el mejor escenario  para que todos – creyentes y no creyentes – desarrollen de manera libre, autónoma y dentro de la ley su proyecto de vida. El Anteproyecto de reforma del Código Civil parece apuntar a ello.

Carlos Lombardi, es Profesor de Derecho Constitucional en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Cuyo. Es abogado y experto en Derecho Canónico

Notas
(1) SAVATER, Fernando, La vida eterna, Ariel, Barcelona, 2007, p. 144.
(2) VATTINO, Gianni, elpais.com/diario/2009/03/01/opinion/1235862012_850215.html
(3) VATTINO, Gianni, op. cit.
(4) “Argentina: La Iglesia, preocupada por la reforma del Código Civil. Implica alteraciones muy graves contra la familia y la dignidad de la vida humana”, en www.zenit.org.
(5) Discurso de Benedicto XVI en el Palacio Quirinal al Presidente italiano 24/06/2005.
(6) CASTILLO, José María, ¿Otoño caliente? en juancejudo.blogspot.com/2007/…/otoo-caliente-jos-mara-castillo.htm..
(7) FLORES d’ARCAIS, Paolo, El desafío oscurantista, ética y fe en la doctrina papal, Anagrama, Barcelona, 1994, p. 36.
(8) TAMAYO, Juan José, Iglesia católica y Estado laico, en www.raco.cat/index.php/revistacidob/article/viewFile/69482/79716.
(9) KLAPPENBACH, Augusto, Relativismo papal, en www.atrio.org/2011/09/relativismo-papal/
(10) FLORES d’ARCAIS, Paolo, op. cit. p. 129
(11) Nota Doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y al conducta de los católicos en la vida política”, en ww.vatican.va/…/rc_con_cfaith_doc_20021124_politica_sp.html
(12) Op. cit. N°
(13) CARBAJAL, Mariana, A Dios rogando, pero en la gente pensando, en www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-185463-2012-01-14.html
(14) Rojas Mix, Miguel, El Dios de Pinochet: fisonomía del fascismo iberoamericano, 1° edición, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2007.
(15) CASTILLO José María, op. cit.
(16) BENEDICTO XVI, Sesión inaugural de los trabajos de la V Conferencia General del episcopado latinoamericano y del caribe. Discurso de su Santidad Benedicto XVI, en www.vatican.va/…/hf_ben-xvi_spe_20070513_conference-aparecida…
(17) Nota doctrinal, op. cit.
(18) “Fuerte rechazo de Benedicto XVI a las familias alternativas”. Fuente ANSA.
(19) CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Educación para el amor: planificación para la enseñanza versión preliminar, 1° edición, Oficina del Libro, Buenos Aires, 2007, p. 53
(20) TAMAYO, Juan José, “Sagrada familia, ¿ejemplo a imitar?”, en www.redescristianas.net/…/sagrada-familia-¿ejemplo-a-imitarjuan-jose-tamayo-teologo/ –
(21) GIL DOMINGUEZ, Andrés, FAMÁ, María Victoria, Herrera María, Derecho Constitucional de Familia, 1° edición, Buenos Aires, Ediar, 2006, p. 74.
(22) GIL DOMINGUEZ, op. cit. p. 75
(23) CASTILLO José María, op. cit.
(24) GEBARA, Ivone, EEUU: La inquisición actual y las religiosas norteamericanas, en http://www.adital.com.br/?n=ca67
(25) TAMAYO, Juan José, “Las diversas tendencias eclesiales están en conflicto con peligro real de ruptura y sin apenas diálogo”, en www.redescristianas.net/…/juan-jose-tamayo-teologo-las-di…
(26) SAVATER, Fernando, Diccionario del ciudadano sin miedo a saber, Ariel, Barcelona, 2007, 1° edición, p. 40.
(27) de MELLO, Antonhy, Autoliberación Interior, Buenos Aires, Lumen, 2007, p. 19.
(28) Mateo 23, 27-32
(29) SAVATER, Fernando, op. cit. p. 39/40.

Fuente: mdzol.com

La inquisición actual y las religiosas norteamericanas. Por Ivone Gebara

Una vez más hemos visto horrorizadas “la evaluación doctrinal” o llamada de atención o castigo dirigido por la Congregación de la Doctrina de la Fe a quien, según ella, sale fuera de la observancia de la correcta doctrina católica. Solo que en esta ocasión el dedo acusador no señala solo a una sola persona, sino a una institución que agrupa y representa a más de 55.000 religiosas de Estados Unidos.

Se trata de la Conferencia Nacional de las Religiosas, conocida por su sigla LRWC – Conferencia de Liderazgo Religioso Femenino. Estas religiosas a lo largo de su historia desarrollaron y aún desarrollan una amplia misión educativa por la dignidad de muchas personas y grupos, dentro y fuera de los Estados Unidos.

La mayoría de estas mujeres pertenecientes a diferentes congregaciones nacionales e internacionales, además de su formación humanista cristiana, son intelectuales y profesionales en diferentes campos del conocimiento. Son escritoras, filósofas, biólogas, teólogas y sociólogas, abogadas; tienen un amplio curriculum y competencia reconocida nacional e internacionalmente. También son educadoras, catequistas y promueven la práctica de los derechos humanos.

En muchas situaciones fueron capaces de exponer su vida en favor de personas víctimas de injusticias o se opusieron a las conductas gravemente injustas y opresivas asumidas por el gobierno de los Estados Unidos. Tuve el honor de conocer a algunas de ellas que han sido detenidas porque se pusieron en la primera fila en las manifestaciones que demandaban el cierre de la Escuela de las Américas, institución de Gobierno estadounidense que prepara a militares latinoamericanos para actuar en sus respectivos países de forma cruel y represiva. Estas religiosas son mujeres de reflexión y acción con un largo historial de servicios no sólo en su país, sino en muchos otros.

Actualmente están bajo sospecha y bajo la tutela del Vaticano. Son criticadas por estar en desacuerdo con los obispos, considerados “Los auténticos maestros de la fe y la moral”. Y además, están siendo acusadas de ser partidarias de un feminismo radical, de desviaciones de la doctrina católica romana, de complicidad en la aprobación de las uniones homosexuales y otras acusaciones que nos llegan a espantar por su anacronismo.

¿Que sería un feminismo radical? ¿Cuáles serían sus manifestaciones reales en la vida de las congregaciones religiosas femeninas? ¿Cuáles desviaciones teológicas estarían viviendo las religiosas? ¿Nosotras las mujeres estaríamos siendo vigiladas y castigadas por no conseguir ser fieles a nosotras mismas y a la tradición del Evangelio, a través de un sometimiento ciego al orden jerárquico masculino? ¿Estarán los responsables de las Congregaciones vaticanas ajenos a la gran revolución feminista mundial que tocó todos los continentes e inclusive a las congregaciones religiosas?

Muchas mujeres religiosas en los Estados Unidos y otros países son herederas, maestras y discípulas de una de las expresiones más interesantes del feminismo mundial, particularmente del feminismo teológico que se desarrolló en los Estados Unidos desde finales de la década de los sesenta. Sus ideas originales, críticas y posturas libertarias han llevado a una nueva lectura teológica, que les ha posibilitado acompañar a los movimientos de emancipación de la mujer.

De esta manera pudieron contribuir a repensar nuestra tradición religiosa cristiana en el rumbo de superar la invisibilización y la opresión de las mujeres. Crearon también espacios alternativos de formación, textos teológicos y celebrativos para que la tradición del Movimiento de Jesús no fuese abandonada por miles de personas cansadas con el peso de las normas y estructuras religiosas patriarcales.

¿Qué actitudes tomar ante ese anacronismo y la violencia simbólica de los órganos curiales y administrativos de la Iglesia Católica Romana? ¿Qué pensar de su marco de referencia filosófico rígido que asimila lo mejor del ser humano a lo masculino? ¿Qué decir acerca de su visión antropológica unilateral y misógina desde la que interpretan la tradición de Jesús?

¿Qué pensar de este tratamiento administrativo punitivo a partir del cual se nombra a un arzobispo para revisar, orientar y aprobar las decisiones tomadas por la Conferencia de Religiosas como si fuésemos incapaces de discernimiento y lucidez? ¿Seríamos acaso una empresa multinacional capitalista en la que nuestros “productos” deberían acatar los dictados de una línea de producción única? Y para mantenerla ¿debemos ser controladas como autómatas por quienes se consideran dueños y guardianes de la institución? ¿Dónde queda la libertad, la caridad, la creatividad histórica, el amor sororal y fraternal?

Al mismo tiempo que la indignación, nos invade un sentimiento de fidelidad a nuestra dignidad de mujer y el Evangelio anunciado a los pobres y marginados nos invita a reaccionar ante este acto repugnante de injusticia.

No es de ahora que los prelados y los funcionarios de la Iglesia actúan con dos pesos y dos medidas. Por un lado las altas instancias de la Iglesia Católica fueron capaces de acoger nuevamente en su seno a grupos de extrema derecha cuya historia nociva, principalmente para jóvenes y niños, es ampliamente conocida. Pienso especialmente en los Legionarios de Cristo, de Marcial Maciel (México) o en los religiosos de Monseñor Lifevre (Suiza) cuya desobediencia al papa y sus métodos coercitivos para conquistar discípulos es testimoniada por muchos.

Esta misma iglesia institucional acoge y recibe a hombres que le interesan por su poder y repudia a las mujeres que desea mantener sumisas. Con su actitud las expone a críticas ridículas difundidas incluso por medios de comunicación católicos de mala fe. En estas mujeres los prelados parecen reconocer formalmente cierto mérito cuando sus acciones se centran en aquellas tareas tradicionalmente ejercidas por las religiosas en las escuelas y en los hospitales. ¿Pero somos sólo eso?

Somos conscientes de que en ningún momento en los Estados Unidos surgió la más mínima posibilidad de que estas religiosas hubieran violado a jóvenes, adolescentes, niños y ancianos. Ninguna denuncia pública manchó su imagen. De ellas no se dice que se aliaran con los grandes bancos internacionales para su propio beneficio. Ninguna denuncia de tráfico de influencias, intercambio de favores para mantener el silencio de la impunidad. Y aún con toda esa trayectoria ninguna de ellas ha sido canonizada ni beatificada por las autoridades eclesiásticas, como sí lo hicieron en casos de hombres con poder. El reconocimiento de esas mujeres viene de las muchas comunidades y grupos cristianos o no, que comparten su vida y sus trabajos con muchas de ellas. Y estos grupos, ciertamente no callarán ante esa “evaluación doctrinal” injusta. que también los afecta directamente

Plagiando a Jesús en su Evangelio me atrevo a decir: “Tengo pena de estos hombres” que no conocen de cerca las contradicciones y las bellezas de la vida, que no permiten a sus corazones vibrar abiertamente con las alegrías y sufrimientos de las personas, que no aman el tiempo presente, que prefieren la estricta ley a la fiesta de la vida. Solo aprendieron las reglas inflexibles de una doctrina cerrada en una racionalidad ya obsoleta y desde ella juzgan la fe de los demás y especialmente de las mujeres. Tal vez piensan que Dios los aprueba y se somete a ellos y a sus elucubraciones tan lejanas de los que tienen hambre de pan y justicia, de los hambrientos, los abandonados, de las prostituidas, de las violadas y olvidadas.

¿Hasta cuándo tendremos que sufrir bajo su yugo? ¿Qué postura nos inspirará el “Espíritu que sopla donde quiere” para que permanezcamos fieles a la VIDA presente en nosotros?

A las queridas hermanas estadunidenses de la LWRC mi agradecimiento, cariño y solidaridad. Si ustedes están siendo perseguidas por el bien que hacen, probablemente su trabajo producirá abundantes y buenos frutos. Sepan que, unidas a ustedes, mujeres religiosas de otros continentes no permitiremos que silencien vuestra voz.

Pero si callaren por un decreto del papel, nosotras haremos de ese decreto una razón más para seguir luchando por la dignidad humana y la libertad que nos constituye. Continuaremos de muchas maneras, anunciando el amor al prójimo como clave de comunión humana y cósmica presente en la tradición de Jesús de Nazaret y en muchas otras, aunque de diferentes maneras.

Vamos a seguir tejiendo juntas en nuestro momento histórico un pedazo más de la vasta historia de afirmación de la libertad, el derecho a ser diferentes y pensar diferente y todo esto tratando de no tener miedo a ser feliz.+ (PE/Adital)

(*) Ivone Gebara. Escritora. Filosofa. Teóloga.

 

Fuente: Ecupress

Perseguidos, pero no vencidos. Nuevo conflicto Parroquia San Cayetano Córdoba. Carta del Equipo de Catequesis

Nos retiramos del trabajo catequístico, las razones.

Querida Comunidad

Hemos caminado juntos muchos años, hemos compartido, reflexionado, crecido, aprehendido… y ahora parecemos extraños, peor aún, profundamente enfrentados.

En años de parroquia aprendimos a defender y amar la Vida, aprendimos que ser cristiano es ser profundamente humanos… aprendimos la importancia de valorarnos y valorar la persona de los otros… aprendimos a cuidar y defender la dignidad de todo ser humano, sobre todo de los empobrecidos,  desde el Evangelio de Jesús, el Vaticano II, Medellín… así fuimos construyendo  nuestra Iglesia de San Cayetano junto a Renacimiento y San Andrés…dedicando horas y horas de nuestras vidas, incluso en más de una oportunidad postergando a la propia familia o realidades personales. Una Iglesia Servicial, bien distinta  de la Iglesia Imperial, de la Iglesia Monárquica que Juan XXIII quiso renovar cuando abría el Concilio hace 50 años atrás… cuando pedía “abrir las ventanas para que pudiera entrar el Espíritu”

Hoy vemos con tristeza, con una profunda conmoción interior y preocupación que en nuestra Parroquia los miedos nos volvieron atrapar… las ventanas se vuelven a cerrar… la Institución Imperial nos alcanzó… y se quiere volver atrás,  a la Iglesia Monarquía, a la Iglesia del miedo, de la obediencia, del sacramentalismo, la Iglesia que sobrepone la Institución por encima del Evangelio… tal como nos dijera el P. Néstor, días atrás “y si, muchas veces, la Institución Iglesia está por encima de Jesús”

Vemos también con mucho dolor que este modo de ser Iglesia que se quiere imponer en nuestros barrios está asfixiando nuestros valores humanos básicos, las comunidades de catequistas de San Andrés y de Renacimiento nos agredieron, nos ofendieron, nos maltrataron con el pretexto de defender (o imponer) una línea de trabajo catequístico  ¿esa es la línea que quieren, la que se impone con la prepotencia y el autoritarismo, la que tiene la soberbia de creerse que sabe más que los que estudiaron y estudiaron muchísimos años de su vida?

Estamos muy dolidos e indignados con algunos miembros de las Capillas que hoy se levantan soberbios, pretendiendo dar cátedra cuando históricamente jamás han sido capaces de pararse en sus propios pies… siempre han caminado en los brazos de las Hnas, Capuchinas… siempre han mirado con sus ojos y demuestran no ser capaces de crecer,  de independizarse con sus propios criterios…si hasta les hemos escuchado decir “mamá Ceci”, “tenemos miedo que se lleven a nuestra mamá”

Vemos con mucho dolor a muchos agentes de pastoral de Altamira que jamás entendieron ni quisieron entender el mensaje de la Libertad… ellos solo quieren la obsecuencia del Poder… solo quieren una parroquia tranquila que se dedique a obedecer órdenes sin chistar… una parroquia de ritos vacíos… a ellos les decimos ésa no es la Iglesia que nos propuso Jesús.

Por otro lado ¿porqué nos usaron un año entero para recién ahora hacer estos planteos sabiendo sus consecuencias?

Viviendo esto con mucha angustia, este querer volver atrás, a la Iglesia de ritualismos muertos y estériles… donde se nos quiere imponer un modelo de catequesis que no compartimos, que no prepara para la vida… porque no se respeta nuestro catecismo… porque se nos quiere controlar… porque quieren que enseñemos dentro de una Iglesia con la que no comulgamos… y porque somos coherentes con nuestro sentir y pensar… y porque somos capaces de pensar y decidir por nosotros mismos, les decimos a todos que dejamos nuestra tarea catequística en esta parroquia.

No nos sorprende este nuevo capítulo de una Iglesia que de la mano de Benedicto XVI dá pasos agigantados hacia el pasado.

Nosotros como equipo de catequistas, viendo que se están cerrando cada vez más, que no quieren oír el mensaje del Nazareno, sacudimos el polvo de nuestros zapatos y nos retiramos, con dolor pero con firmeza. Respetamos lo que cada uno pueda opinar, pero antes que nada nos respetamos a nosotros mismos y defendemos nuestra dignidad.

Cuaresma 2012

“Me hice monja para buscar mi libertad”. Entrevista de Ana Ma Viera a Ivone Gebara.

La brasileña Ivone Gebara es una feminista declarada. Cree firmemente que los gobiernos deben despenalizar el aborto porque “el dolor de los principios es abstracto pero el dolor de la mujer que no quiere y no puede dejar que se desarrolle su embarazo es un dolor concreto, es un dolor que se siente en la piel”. El pensamiento no resultaría extraño en una feminista, si no fuera porque Ivone Gebara también es monja. Religiosa de la congregación Hermanas de Nuestra Señora y doctora en Filosofía y Ciencias Religiosas, sus pensamientos escandalizaron en 1994 a las jerarquías del Vaticano, que le exigieron un silencio de dos años y la trasladaron a Bruselas (Bélgica) con la esperanza de acallar su rebeldía. Gebara acató la orden y aprovechó el tiempo para trabajar sobre nuevos libros que posteriormente le permitieron continuar esparciendo sus ideas nacidas, según narró a La República de las Mujeres, del conocimiento de las mujeres pobres de su pueblo.

Escrito por: ANA MARIA VIERA

Hablas como un hombre ­le dijo a Ivone Gebara hace algunos años una mujer pobre de la vecindad.­ Hablas sobre política y economí­a y no tomas en cuenta nuestros problemas, lo difí­cil que es llegar con la comida hasta el viernes porque nuestros compañeros cobran los sábados y a veces no hay para comer”.

Fue entonces cuando Gebara resolvió³ “hablar como mujer” y a partir de la­ publicación de obras como “Teología a ritmo de mujer”, “Intuiciones ecofeministas”, “Ecofeminismo y liberación”, “Rompiendo el silencio”, “Mujeres en la experiencia de muerte y salvación” y “Las aguas de mi pozo. Reflexiones sobre experiencias de libertad”, ensayo que acaba de ser editado en Uruguay.

Aunque las crí­ticas desde su iglesia continúan, ella se niega a renunciar a su carácter de religiosa porque “ellos no tienen derecho a mi elección. Yo elegí entrar en una congregación religiosa y ellos no tienen derecho a sacarme”.

– “Las aguas de mi pozo” refiere concretamente a la libertad. ¿Qué es para usted la libertad?

– Generalmente, cuando se habla de libertad se limita el tema a una experiencia social, pero cuando se pregunta a la gente directamente por sus propias experiencias no saben qué responder. La libertad aparece como un valor grandioso, público pero alejado de lo cotidiano.

En mi caso, para ser libre yo tuve que comenzar por negar el sueño que mi mamá tuvo para mi­, que era casarme con un hombre de origen sirio libanés, preferentemente de primera generación, igual que yo. Mi libertad comienza en forma fundamental con el conflicto con la figura materna y después con la paterna. También influyeron en mí­ las historias contadas por una empleada que habí­a en mi casa paterna desde que nací­. Ella era nieta de esclavos y fue en sus labios donde escuché por primera vez la palabra libertad.

Años después, ya joven profesora de Filosofí­a, inicié una amistad con una profesora de Quí­mica que luchaba contra la dictadura militar y me enseñó otra cara de la libertad. Ella fue presa y murió luchando por esa libertad.

 

– ¿No hay una contradicción entre la búsqueda de la libertad y la decisión de ingresar en una institución religiosa, con todas las limitaciones que ello supone?

– Cuando me preguntan por qué me hice monja, respondo que fue para buscar mi libertad aunque parezca contradictorio. Yo terminé la Universidad en diciembre de 1966, plena dictadura militar en Brasil, y en febrero de 1967 entré en mi congregación.

Ya cuando decidí estudiar Filosofí­a fui transgresora, porque mi familia no querí­a que estudiara. No habí­a dinero para pagar la Universidad y yo decidí­ trabajar para poder estudiar. Mis padres decí­an que si trabajaba, los muchachos ricos no iban a acercarse y perdería mi oportunidad de casarme “bien”; creían que me convení­a estudiar decoración.

Elegí­ trabajar y estudiando me convertí en lí­der estudiantil. Era presidenta del Centro de Filosofí­a y así tomé contacto con las religiosas de la Universidad, que iban a los barrios a trabajar con los pobres. Así me fui sintiendo atraí­da por un modelo de mujer intelectual, comprometida con los pobres y opuesta a la dictadura militar.

Yo no pensaba en los lí­mites de la institución religiosa ni en los curas. Lo único que pensaba era que querí­a vivir como estas mujeres, en forma muy distinta a lo que parecí­a ser mi destino.

– ¿Qué ocurrió cuando se encontró con esa otra Iglesia, la de los lí­mites y el patriarcado?

– Con esa Iglesia no me encontré hasta los años ochenta, cuando hice mis primeras incursiones en el feminismo. Yo viví­ feliz durante todos esos años, contenta porque tení­a un espacio pequeñito entre una elite de varones de la Iglesia.

 

– ¿Cómo se da ese pasaje al feminismo sin abandonar la religión?

– En 1979 empecé a leer cosas de las feministas y me caí­ del caballo. Esto me abrió los ojos y comencé a ver a las mujeres pobres con quienes trabajaba, su sumisión y su desprecio por su propio cuerpo, siempre relegadas para el final, después del marido y los hijos y la casa. Y junto con eso me di cuenta que yo hací­a lo mismo, poniendo en primer lugar la congregación, la Iglesia, los padres.

Ahí­ empecé a hablar de otros problemas, introduciendo los temas de las mujeres cada vez que se hablaba de determinadas luchas, de la búsqueda de justicia. El mí­o comienza siendo un feminismo medio tí­mido, limitado a cuestiones religiosas, pero dentro de la Iglesia no creen que sea tí­mida.

– Al volcarse al feminismo, ¿no pensó en dejar la Iglesia?

– No, porque para mí­ ser feminista significa plantear una lucha social para ser reconocida dentro de la Iglesia como ciudadana. Yo nunca busqué conciliar ambas cosas, sino que dentro de la Iglesia se abriera un espacio de igualdad de derechos.

Cuando decidí­ no ser una teóloga de conciliación, la Iglesia Católica me castigó enviándome a Bélgica. Yo lo acepté, pero lo interpreté no como una obediencia sino al contrario. Ellos no tienen derecho a mi elección. Yo elegí entrar en una congregación religiosa y ellos no tienen derecho a sacarme.

De terca, me quedé. Hice lo que quisieron en forma aparente, pero en realidad hice lo que yo quise. En ese tiempo publiqué un libro, mi tesis sobre ciencias religiosas. Y obtuve el tí­tulo de Doctora en Ciencias Religiosas con la máxima calificación, otorgado por la misma institución que me condenó. Esto muestra la contradicción interna de la institución.

 

– Luego de los dos años en Europa, usted siguió manteniendo sus opiniones. ¿Cómo sigue ese conflicto con la Iglesia?

– Ahora el conflicto ya no es abierto, pero intentan ignorarme o decir que lo que yo hago no es teología católica sino filosofí­a de la religión. Esto me hace reí­r porque me parecen estúpidos. Su manera de decir las cosas es tan sin fundamento, tan distante de las preocupaciones reales de los cuerpos masculinos y femeninos, que me hacen reí­r.

– ¿A qué atribuye este distanciamiento de la Iglesia Católica de las “preocupaciones reales”? ¿Es esa la razón de la pérdida de seguidores que viene padeciendo?

– El catolicismo actual en América Latina no es más el de los contenidos dogmáticos. Ni siquiera quienes se dicen católicos están de acuerdo con los dogmas. La gente se inclina más hacia ese catolicismo de religión, más festivo y de cantos. La Iglesia Católica va dando paso a un catolicismo más pentecostal, que brinda a la gente una seguridad más sicológica. En esto influye también la globalización, que lleva a un catolicismo más mediático, que no invita a la gente a pensar.

Yo represento a un cristianismo absolutamente minoritario, que no tiene nada que ver con ese catolicismo de espectáculo que desgraciadamente se está imponiendo. Entonces los obispos y sacerdotes pueden seguir hablando y enseñar los mismos dogmas de siempre pero la verdad es que termina siendo una acción periférica, porque la gran masa popular ni siquiera entiende de qué se habla y solo lee la Biblia para sacar alguna orientación moral pero nada más.

 

-¿Cómo ha influido su relación con las mujeres pobres en su cambio de visión respecto ala Iglesia y el feminismo?

– Yo vivo en un barrio popular fuera de Recife y las mujeres de estos barrios han sido decisivas para mí­. Mi primera caí­da del caballo fue cuando una mujer pobre me dijo que usaba un lenguaje masculino. Eso me dejó enferma, porque yo me creí­a muy femenina.

Me reuní­a con un grupo de obreros en su casa, para tratar la problemática de los pobres y creía que abarcaba a todos, pero ella me dijo que yo nunca hablaba de la lucha de las mujeres para garantizar la comida. “Tu nunca dices que el viernes es el peor día de la semana para nosotras porque nuestros maridos cobran el sábado y el viernes no hay para comer. Nunca hablas de la problemática sexual ni de lo que sufrimos nosotras”, me dijo. Hasta ese momento yo nunca me habí­a preocupado por la problemática sexual y por la realidad de las dificultades que implica la falta de control reproductivo. Hasta ese momento mi sexualidad estaba en una nube, sabí­a que existí­a pero nunca se me habrí­a ocurrido leer la realidad económica, social y polí­tica desde la clave de la sexualidad de las mujeres pobres. Ellas me despertaron.

Fue entonces cuando descubrí­ que las mujeres no tienen elección en los procesos demográficos. Tienen que sufrir la manipulación de las polí­ticas poblacionales desde la esclavitud, con el rol reproductor de las esclavas, que debían dar placer y mano de obra a los amos. Se puede hacer la historia de un paí­s desde la vida sexual de las mujeres.

 

DE PRINCIPIOS ABSTRACTOS Y DOLORES CONCRETOS

– El aborto, ¿debe ser una decisión de la mujer o deben pesar más los principios planteados por la Iglesia Católica?

– El aborto no puede ser analizado en forma aislada, como un hecho abstracto y separado de las circunstancias que llevan al mismo.

No se puede ignorar que la sociedad globalizadora actual crece en exclusión y cada dí­a hay más pobres. Es verdad que el aborto es un problema. Como principio, yo estoy en contra de que se mate la vida pero también se está matando la vida con estos sistemas excluyentes. Por eso no se puede hablar del aborto en forma aislada, solo desde el punto de vista religioso o económico. Hay que ver el contexto, porque es una decisión muy personal.

La mujer no está obligada a abortar o no, pero debe tener derecho a decidir. La sociedad excluyente niega ese derecho a las mujeres pobres, desde el momento que les niega el derecho a una educación sexual. Entonces, si no hay condiciones de vida digna para la población, no se pueden criticar las actitudes como si fueran hechos aislados.

Si una niña de quince años dice que no puede tener a su hijo, la sociedad no tiene derecho a señalarla como culpable porque antes del embarazo la responsabilidad social no fue cumplida.

Por eso estoy a favor de la descriminalización del aborto pero acompañada por una educación sexual. Yo creo que los Estados deben descriminalizarlo y dar condiciones a las mujeres que necesitan abortar por su propia elección, para que puedan hacerlo en el menor tiempo posible.

Es muy fea la actitud de algunos movimientos que se autodenominan “Por la Vida” y toman el tema desde un principio abstracto, sin tener en cuenta el dolor concreto. Yo los principios los respeto, pero cuando el hecho ya está cometido, ¿qué hay que hacer? En mi opinión, hay que salvar la vida que ya está constituida, que es la de esta mujer en problemas. El dolor de los principios es abstracto pero el dolor de la mujer que no quiere y no puede dejar que se desarrolle su embarazo es un dolor concreto, es un dolor que se siente en la piel. Entonces, hay un proceso amplio de educación que hay que atender, pero también hay problemas inmediatos que deben ser contemplados con la justicia del corazón.

 

Fuente: Liberación de la Teología

 

Un nuevo conflicto en la Parroquia San Cayetano: no a la catequesis liberadora. Por Nicolás Alessio

Benedicto XVI exige orden y disciplina, lo demás, no importa
“…perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos…” II Cor. 4, 9

La comunidad de catequistas de la Parroquia San Cayetano, que han sostenido de manera excelente una de las pocas actividades que quedaron en pie luego de la intervención del Sr. Arzobispo Carlos Ñáñez, donde el proyecto de Iglesia Imperial una vez más se impuso al proyecto de Iglesia Pueblo, han sido ahora el blanco de una nueva y disimulada intervención, de un nuevo atropello autoritario.

Esa comunidad de catequistas ha llevando adelante una tarea con cientos de familias y sus hijos, con una experiencia que se puede contar en más de una década, con la capacitación profunda a través de cursos, talleres, jornadas, seminarios, debates, encuentros, publicaciones. La mayoría de las catequistas son egresadas del Seminario Catequético Arnulfo Romero de la Arquidiócesis de Córdoba. Otras son egresadas del Instituto Superior de Catequesis de Argentina, del Episcopado Argentino, e incluso algunas son profesoras, formadoras en estos institutos. Toda esta labor pastoral es un modelo de catequesis renovada, liberadora y popular, reconocido por diversas Juntas Diocesanas de Catequesis de todo el país y lo demuestran numerosas publicaciones en revistas especializadas en Catequesis y Pastoral, como por ejemplo Didascalia.  Esta comunidad ha producido centenares de materiales para catequesis de adultos, de jóvenes, de niños, de matrimonios, para comunidades de base, para sectores populares. Tal vez uno de los frutos mas preciados sea la edición, absolutamente original, del catecismo de iniciación en tres tomos, según los ciclos de Año Litúrgico, profundamente bíblico y por lo mismo centrados en el seguimiento de Jesús, con experiencias nuevas en las maneras de celebrar la comunión, la reconciliación, que respetan la edad de los niños y sus maneras propias de entender la fe, con el constante trabajo pastoral con los adultos, responsables de los niños, brindando una catequesis de adultos totalmente adaptada a las situaciones que hoy viven nuestras familias, entendiendo como inseparables la fe y la vida concreta, superando la tensión entre catequesis “tradicional” y la catequesis “familiar” en una síntesis superadora, atendiendo a la realidad de la teología renovada del Concilio Vaticano II, en el marco de la teología latinoamericana, que hunde sus raíces en Medellín y en la búsqueda constante de fidelidad al Jesús de los Evangelios… pues bien, nada de ésto absolutamente nada, parece importar a los nuevos inquisidores, a los nuevos interventores, nada de estos esfuerzos merecen ser reconocidos y valorados, nada de este camino de renovación vale la pena rescatar, nada de esto pareciera tener algún valor.

Benedicto XVI estará feliz, la Iglesia Monarquía ha puesto orden, disciplina y ha castigado a los díscolos. Obviamente, con el silencio cómplice o cobarde u obsecuente de muchos miembros de San Cayetano y sus Capillas que prefieren quedar bien con la autoridad eclesial aunque sea a costa de negar años de trabajos compartidos, años de fraternidad.

No son las únicas ni las primeras. Tampoco nos sorprende demasiado. No es el caso. Pero no deja de indignarnos. Queremos denunciarlo, queremos que se sepa, queremos que no se repita.

Otra Iglesia es posible y necesaria. Aunque sea fuera de los templos.

Pbro. Nicolás Alessio, Cuaresma 2012