Anglicanos de tradición católica: tan cerca y tan lejos. Por Ana Moreno

Sta. María la Mayor y Sta. María la Menor son dos parroquias anglicanas ubicadas en Cambridge (Reino Unido). Comparten patrona y su tradición católica. Llevan más de 800 años conviviendo a escasos metros -apenas 1 Km.- aunque sus ritos disten siglos: la primera, celebra la eucaristía siguiendo el rito romano con ligeras variaciones; la segunda, se aproxima más al tridentino, con el presbítero mirando hacia el este, de espaldas a la comunidad.

La Mayor tiene una reverenda mujer, la Menor no admite que una mujer celebre la eucaristía. No son las únicas parroquias de la zona, en los escasos metros que las separa sobresalen media docena de torres que bien pueden albergar otras tantas parroquias -o capillas de colleges- muchas de ellas anglicanas de tradición reformada. ¿Cabe tanta variedad dentro de una misma Iglesia?

En sus 44 años de reinado, Isabel I ejerció el pragmatismo religioso como vía para contentar a los protestantes sin provocar a los católicos. El resultado fue una Iglesia Anglicana de base protestante con muchos símbolos, oraciones y una buena parte de la liturgia católica. Desde entonces, con la evolución propia de su paso por los túneles y vaivenes de la historia, la Iglesia Anglicana (unos 70 millones de seguidores en todo el mundo) es tanto católica como reformada. En los siglos XVI y XVII al sector más conservador teológica, litúrgica y jerárquicamente hablando se le empezó a conocer como High Church o Iglesia anglo-católica; mientras al más liberal y reformista se le denominó Low Church.

La diversidad, la tolerancia y el respeto a la sensibilidad de cada comunidad parroquial es una de esas señas de identidad de la Iglesia Anglicana que llama la atención de una visitante católica romana, acostumbrada a mayor uniformización. Cuando una parroquia busca vicario/a pone un anuncio (en la revista Church Time, por ejemplo), los candidatos se presentan a la comunidad y ésta decide.

La decisión no es fácil, pues el o la elegida pueden permanecer incluso hasta su jubilación en la misma parroquia. Eso sí, existe un acuerdo tácito según el cual es el vicario el que se pliega a la sensibilidad de la comunidad a la que sirve y no a la inversa. Esta democracia interna no afecta, sin embargo, a los obispos, designados al igual que los nuestros jerárquicamente y cuyo nombramiento ha de ir refrendado, además, por la firma de la reina. Si bien a las comunidades parroquiales se les da la opción de proponer nombres.

Tras un breve peregrinar por varias parroquias, asistí un día a misa en Great St. Mary’s y me quedé. Ver a la reverenda Annabel Shilson-Thomas presidir la eucaristía en el altar con toda naturalidad, rezar el credo católico, y predicar con cercanía y lucidez resultaba tan reconfortante como mujer que decidí no buscar más: esa iba a ser mi comunidad durante el verano.

Acostumbrada a una Iglesia Católica, única institución del país que no sólo mantiene una gravosa desigualdad entre géneros, sino que se esfuerza en dar argumentos para perpetuar esta situación, este cambio veraniego de parroquia ha sido como un chute de esperanza, un viaje a un futuro que quizá no llegue a conocer, pero que seguro alcanzará también a la Iglesia Católica.

Claro, una iglesia que ordena a mujeres y a varones casados no necesita organizar grandes eventos para pedir vocaciones, sino para recaudar fondos. Sí, en la Iglesia Anglicana hay más vocaciones que plazas remuneradas, un cura puede estar en paro o verse obligado a aceptar medias jornadas u otros puestos de pastoral. La Iglesia no recibe dinero del estado y ha de sobrevivir con las rentas de su patrimonio y las aportaciones de los feligreses.

No obstante, no deja de maravillarme que en esta parroquia a cuyos servicios un domingo no asisten más de 200 personas en total, disponga de 8 personas a sueldo(tres vicarios con diversa dedicación horaria, un agente de pastoral, un gestor, dos sacristanes y un director musical y su asistente); mientras que en mi parroquia, a la que asisten más de 400 personas cualquier domingo, tan sólo disponemos de un sacerdote compartido con otras dos comunidades y ningún agente de pastoral en nómina.

Las dimensiones más reducidas de estas comunidades y el elevado número de personal dedicado a servirlas se traduce, básicamente, en mimo y cercanía. Mimo en la dedicación a las personas, a los enfermos en especial y en el culto. Cada semana se reparte un tríptico con las actividades parroquiales, con los datos de la siguiente eucaristía, los nombres de los enfermos para rezar por ellos en casa, se felicitan los cumpleaños, se imprimen los sermones y, compartir un café al terminar la eucaristía en los locales parroquiales, forma parte de la vida comunitaria.

Al proceder de una gran iglesia hegemónica, sorprende la asentada conciencia de que hay que trabajar por la unidad de los cristianos. Actitud que se traduce en pequeñas y variadas actuaciones como el intercambio de predicadores, de coros y de invitaciones para dar charlas, la organización de celebraciones conjuntas y, sobre todo, la humilde asunción de que ninguna de ellas tiene toda la verdad. Parece una obviedad decir que la unión hace la fuerza, y que las grandes y pequeñas iglesias trabajen juntas sólo puede hacer bien al cristianismo y a las sociedades en las que intenta fermentar su mensaje.

Las líneas precedentes son tan sólo algunas chispas, observaciones de un verano entre hermanos y hermanas anglicanos de tradición católica. No reflejan toda la realidad de esta iglesia cercana, pero sí corroboran dos intuiciones: la primera, que estamos muy CERCA en lo importante, y muy LEJOS en organización eclesial (algunos incluso más lejos aún en adaptación a los valores de nuestras respectivas sociedades); la segunda, que el contacto entre cristianos enriquece, arroja luz, hermana. Ojala nos enseñemos los unos a los otros con toda sabiduría, como ya en su tiempo invitaba Pablo a los Colonenses.

 

 

Fuente Religión Digital.

La misma otra Iglesia. La Iglesia de Angelelli no es la de Benedicto XVI. Por Nicolas Alessio

No siempre encontramos las palabras adecuadas para nuevas realidades que se configuran de manera compleja. Recuerdo aquella expresión “las dos Iglesias”, rechazada por los obsecuentes a Roma y también por algunos pensadores cristianos críticos que también entendían que “Iglesia hay una sola” y que, básicamente, si algo debe cambiar, deberá cambiar “desde adentro”, el adentro de la única Iglesia.
En realidad siempre entendimos que decir “dos Iglesias” no refería a definiciones ontológicas, metafísicas, abstractas. Era obvio que todos y todas somos una misma Iglesia en un sentido, pero, en otro sentido, igualmente válido, las Iglesias son más de dos. En tiempos conflictivos, graves, era necesario hablar de “dos” porque de esa manera se marcaban las diferencias, que por otro lado eran y siguen siendo notables: ¿qué tiene que ver la Iglesia que amaba Angelelli con la Iglesia que defiende a Von Wernich? La diferencia es tanta que vale la pena hablar de “dos”, aunque mas no sea como un recurso literario.

En tiempos donde la pluralidad-diversidad, no ya de comunidades-iglesias, si no de religiones y de “lo religioso” tienen una legitimidad absoluta, como lugar ganado en la reflexión teológica, histórica y sociológica, casi que suena extraña la pretensión de “una sola” Iglesia, como la única auténtica, válida y genuina.

Recordamos aquella expresión “la tunica rasgada” de Giulio Gilardi, que en 1991 nos planteaba la identidad cristiana tironeada por “liberación o restauración”. La división entre “una” y “otra” lleva un corte imposible de remendar. O mucho antes cuando Leonardo Boff escribe “Eclesiogénesis”, y plantea que las comunidades de base “reiventan” la Iglesia (1976). O aquella otra del “cisma silencioso”, cientos de miles de cristianos que se sienten “otra” Iglesia. Y podríamos seguir poniendo ejemplos.

Hoy, desde los estudios bíblicos e históricos se ha asumido con total claridad que al principio fue la pluralidad de iglesias, unidas en una misma fe, un mismo bautismo, un mismo Señor, pero muchas, variadas y diversas. Sólo con el paso del tiempo, la tensión natural entre “unidad” y “diversidad” se fue resolviendo a favor del centralismo y unicismo romano. Pero no nos vamos ahora a detener en este recorrido histórico.

Hoy nadie seriamente pone en duda los intentos neo restauracionistas de Benedicto XVI, lo que obliga al movimiento de seguidores de Jesús, plantearse con toda claridad hasta donde vale la pena continuar siendo parte de la estructura institucional romana vaticana.  Creemos que la primera pregunta simple y contundente que nos hacemos es ¿se puede vivir plenamente el seguimiento de Jesús sin pedir “permisos” al Vaticano? ¿Qué vínculos serían estrictamente necesarios con la Iglesia Vaticana para vivir plenamente el cristianismo? Las preguntas tienen cierta cordura en el seno del “catolicismo”, las Iglesias surgidas de la Reforma tienen resuelto el tema desde sus orígenes. Los católicos debemos avanzar y reconocer, también, que la estructuración en instituciones, códigos, reglamentos, documentos, oficinas y todo el aparato burocrático vaticano son absolutamente prescindibles. Son cáscara.  La configuración histórica, romana y vaticana, es solo eso, una configuración dependiente de circunstancias coyunturales, que lamentablemente, fueron  sacralizadas, absolutizadas y dogmatizadas.
Dice Comblin con la audacia y la certeza lo que caracteriza que “Quien inventó esta Iglesia universal fue el emperador Constantino. Él reunió a todos los obispos que había en el mundo con viajes pagados por él, alimentación pagada también por él y toda la organización del concilio fue dirigida por el emperador y los delegados del emperador. Esto constituye un precedente histórico. Hasta hoy no estamos libres de eso: que la Iglesia universal como institución haya nacido por el emperador. Después en la historia occidental cayó el emperador romano y allí progresivamente el papa logró llegar a la función imperial.” (ver en José Comblin, 24 de octubre de 2010 Enrique A. Orellana F. Conferencia realizada en Universidad Centroamericana Josè Simeòn Cañas. UCA. Extraída de exposición versión en audio 18 de Marzo de 2010. San Salvador.)
Angelelli fue un hombre del Concilio Vaticano II. En su horizonte renovador, arraigado en las tierras latinoamericanas,  puso el acento en el compromiso de esta Iglesia Conciliar con los empobrecidos y con su liberación. Sentía que la Iglesia debía y podía retomar el rumbo del Evangelio. Angelelli conoció los esfuerzos de Pablo VI en este sentido y los logros de la pastoral liberadora, popular en el Tercer Mundo. Sus observaciones críticas a la Iglesia iban en este sentido pero no dejaba de ser un intento por renovar “la Iglesia” en sus vínculos con el mundo, las ciencias, la humanidad. Era profundamente eclesial, profundamente conciliar. Un Obispo que entendió, exigió y vivió el cambio que el Vaticano II pedía a la Iglesia: apertura dialogal para con el universo de las realidades temporales. Una Iglesia que necesitaba aggionarse, renovarse. La crítica a la Iglesia es en torno a sus actitudes ante el mundo, actitudes de distancia, superioridad, lejanía pero no hay en Angelelli una crítica radicalizada, diríamos a la Iglesia en sí misma, en su pretensión de una y  única.

Angelelli no conoció ni a Juan Pablo II ni a Benedicto XVI. Si hubiera padecido sus pontificados,  hoy sería un crítico radical de “la” Iglesia. Creo que haría suyas las palabras de un sabio y anciano Obispo “La situación actual es malsana y destructora para los individuos y la Iglesia. El Vaticano es la última monarquía absoluta de Europa. La Iglesia debe aceptar la democracia a todos los niveles. Se debe cambiar de modelo porque el actual no es evangélico.”  Monseñor Jacques Gaillot, obispo de Partenia. (ver en http://www.somosiglesiaandalucia.net/spip/spip.php?article1905, Jueves 27 de
enero de 2011) No lo pudo ser y no lo pudo decir porque lo asesinaron un 4 de Agosto de 1976.

Hoy,  siguiendo las pistas del profeta Angelellli, sus siembras, intuiciones, anhelos, perspectivas debemos desarrollar estos lineamientos. Tenemos el desafío de releer su vida, sus textos, sus gestos y darle continuidad, una continuidad que no es repetición nostálgica. Uno de de los aspectos de este desarrollo tiene que ver con lo eclesial. Entiendo, que por fidelidad a Angelelli, debemos incorporar una crítica más sustancial a la Iglesia Católica Apostólica Romana. Sobre todo  a partir de nuevas perspectivas epistemológicas que han radicalizado las señales renovadoras del Concilio Vaticano II.  En este sentido podemos señalar, la crítica al poder y su estrategia de silenciamiento, la crítica al patriarcado y sus estrategias de dominación, la crítica a las religiones y sus estrategias proselitistas. Si hoy viviera, seguramente sus exigencias a la Iglesia hubieran llegado a esos puntos críticos, porque en su manera de vivir y morir,  estos caminos están incipientes pero nítidos. Y no por “eclesiocentrismo”, si no por entender que si la Iglesia no es “la Iglesia de los pobres”, como exigió Juan XXIII, en tiempos previos al Concilio Vaticano II, termina siendo “la Iglesia contra los pobres”.

El desafío esta pendiente, porque la Iglesia de Angelelli, es incompatible con la de Benedicto XVI. Y la Iglesia de Benedicto XVI no le hace bien a los empobrecidos e injusticiados de nuestra humanidad.

Pbro. Nicolas Alessio, 4 Agosto 2011

Por una Iglesia Profeta, Popular, Plural, Participativa y de los Pobres, como soñó y peleó Enrique Angelelli. Por Nicolás Alessio

 

“Esta es la iglesia de Jesús a quien seguiremos anunciando. No es la adhesión a un grupo de hombres, porque se les ocurre peregrinamente inventar una doctrina o tener ciertas actitudes. Es la fuerza de este evangelio, es la fuerza de este ministerio …sobre nuestras débiles fuerzas, el poder de Dios, la fuerza del Espíritu Santo, ha marcado y grabado una realidad sagrada, una misión: la misma que tenían Gabriel y Carlos…”

Homilía despedida de Carlos de Dios y Gabriel… 2 de julio de 1976

 

Angelelli, frente a sus sacerdotes asesinados, entre otros temas, hace referencia a su manera de entender “la Iglesia”…veamos…

 

– “…la iglesia de Jesús”… la de los pobres, la de los excluidos, la de los últimos, la de los mártires… no tiene que ver con instituciones o dogmas, con estructuras o reglas, con jerarquías y obediencias, aquella “asamblea” de Jesús es fraterna, abierta, dialogal, inclusiva…

 

– “…la fuerza de este evangelio…” … la del Espíritu, la del Soplo Viviente, la de los del camino, no se centra en “Roma” o el “Vaticano” su eje es el “evangelio” …no son los documentos del “Magisterio Eclesiástico” o las homilías papales…así dijo en esa misma homilía…”Todo hombre es mi hermano…esto es el evangelio, aunque se puedan mofar de él”…

 

– “…una misión sagrada, una marca…”… la tarea, la acción, el desafío…y la tarea fue “ser pueblo”, defender a los mas pobres, denunciar las injusticias, colaborar con las organizaciones populares, predicar, vivir y celebrar una fe liberadora, encarnada…

 

A Carlos y Gabriel no los asesinan por bautizar o rezar el rosario…una tarea, un desafío sellado con la sangre joven de estos mártires a la que Angelelli no renuncia, si no por el contrario, invita a todos y todas a continuar…

 

Veamos ahora como describe Angelelli, en otra homilía anterior,  la tarea, la misión, el desafío… lo que dijo en el año 1975 tiene una tremenda actualidad y notemos que termina diciendo…”y mucho más”… abriendo las puertas al futuro…

 

No debemos sacar las manos del arado en este presente en que vivimos; a la vez, queremos un futuro distinto del que estamos viviendo; queremos cambiar las armas por instrumentos de trabajo, para que a nadie falte el pan que quiera amasar con el propio sudor; queremos cambiar el odio por el amor fraternola mentira por la verdad, los negociados por una justa distribución de los bienes que Dios nos ha dado para todos; queremos cambiar una situación política en la que el poder es de unos pocos, por otra en que el pueblo sea verdaderamente protagonista; queremos cambiar la angustia diaria en que viven tantos hogares riojanos y argentinos, por la alegría del encuentro; queremos cambiar el miedo y la desesperación por la esperanza; la calumnia y la delación por la amistad, la confianza y el servi­cio fraterno. Todo esto queremos… y mucho más.” Cfr. 27 Abril 75 Homilía en la misa radial, reflexiones acerca de la “Jornada de oración por la pacificación nacional”

 

José Nicolas Alessio

 

 

 

 


Los Santos Padres de la Iglesia Latinoamericana. Por José Comblin

Hasta hoy las Iglesias de Europa y del Medio Oriente han sido marcadas por el modelo de cristianismo creado y expresado por un grupo relativamente pequeño de obispos, que vivieron en los siglos IV y V sobre todo, y han recibido en la tradición el nombre de «Santos Padres». Fueron personalidades excepcionales que tuvieron que dar respuestas a los desafíos de la sociedad grecorromana y de la civilización helenística. Las respuestas que dieron constituyen un conjunto todavía válido para esas iglesias.

En América Latina, la Iglesia Católica ha sido durante siglos esa simple expansión de la Iglesia occidental o latina. Es verdad que el cristianismo tomó formas diferentes en los pueblos latinoamericanos. Sin embargo lo propio del catolicismo latinoamericano nunca ha sido reconocido, mucho menos aceptado. Siempre ha sido rechazado como herejía, paganismo, sincretismo, superstición, dependencia eclesial era la continuación de la dependencia económica, política y cultural de la metrópolis europeas o norteamericana. A fines del Siglo XIX el Concilio Plenario Latinoamericano, lejos de reconocer la identidad de una cultura diferentes, definió un programa de “Latinización” completa. El ideal propuesto era la asimilación total a las iglesias latinas.

Ahora bien, en este Siglo XX, América Latina empezó a tomar conciencia de su especificidad, de una identidad propia y de un destino específico. Esto ocurrió sobre todo en la segunda mitad del siglo.

En las Iglesias también nació la conciencia de una vocación cristiana específica, de una misión y una responsabilidad propia. Vaticano II estimuló tal conciencia, pero no la creó. Un acontecimiento puede representar simbólicamente la nueva conciencia del catolicismo latinoamericano: Medellín (1968).

Medellín fue obra de algunos obispos excepcionales, de visión profunda y de audacia en la acción. No todos los participantes de la conferencia de Medellín fueron los creadores de sus espíritu. Fue más bien una pequeña minoría la que dio las orientaciones. Esta minoría puso las bases de una respuesta original del cristianismo a una situación humana específica, distinta de lo que se había vivido en las cristiandades anteriores: son los verdaderos obispos de Medellín.

Los obispos de Medellín forman el núcleo del grupo al que podemos dar el nombre de Santos Padres de América Latina.

¿Por qué los «Santos Padres»?
Estos obispos merecen el nombre de “Padres” porque son los verdaderos padres de la Iglesia latinoamericana en su expresión plenamente madura y elaborada. En esta segunda mitad del Siglo XX la Iglesia Latinoamericana se encontró en medio de una sociedad consciente de sí misma y decidida a asumir su destino en forma más autónoma y auténtica, liberándose del estado colonial de su pasado. Terminó la prehistoria latinoamericana. Ahora comienza la historia con sus proyectos conscientemente asumidos y todos los episodios de la realización de tales proyectos.

En los siglos IV y V los cristianos tuvieron que asumir la sociedad romana con su cultura helenística y el imperio romano. Un grupo de obispos de clase excepcional enunciaron la respuesta y alimentaron las reflexiones cristianas durante los 1500 años siguientes, orientando las opciones prácticas siempre renovadas. En Medellín, un grupo de obispos latinoamericanos tomó la misma actitud e inició un camino nuevo semejante al anterior, pero también específico y propio.

Estos obispos percibieron la novedad del desafío de la sociedad latinoamericana y lanzaron los temas fundamentales de la respuesta. Medellín podrá dar a la Iglesia latinoamericana su iluminación para 1500 años.

Durante 5 siglos las iglesias latinoamericanos trataron de seguir los pasos de sus Iglesias madres de Portugal y España. Después, durante 150 años imitaron a las Iglesias de Roma, Italia, Francia, Alemania, ahora en Medellín llegó la hora de dar una respuesta original y autóctona a una sociedad que ya tiene sus contornos definitivos.

¿Quiénes son? ¿Cómo hacer una lista completa?
Hay algunos nombres que se imponen de todas maneras: en primer lugar los dos que fundaron el CELAM, su espíritu, le dieron su alma y lo llevaron hasta Medellín. Desde 1960 los dos amigos toman más conciencia de lo específico de América Latina. En los pasillos del Concilio tuvieron un papel decisivo. Manuel Larraín no pudo participar de Medellín, que había preparado con tan fuerte intuición. Pero su muerte está ligado al acontecimiento. Su muerte prematura está ligado al acontecimiento. Su muerte prematura que le quitó la gloria de haber lanzado Medellín.

¿Quiénes son los nombres que se imponen en la lista?. Citaremos sólo a los difuntos para no crear problemas: a los mártires en primer lugar: Gerardo Valencia, Eduardo Angelelli, y naturalmente, aunque no haya estado en Medellín, sino porque representa tan perfectamente su espíritu, Oscar Romero, Después hay que citar evidentemente a Leónidas Proaño, y Ramón Bogarín. Los otros que aún viven ya están jubilados a punto de jubilarse; sus nombres están en todas las memorias, pero no los citaremos para no suscitar críticas o frustraciones.

Hay que destacar que estas figuras de punta encontraron apoyo, tanto en Medellín como en Puebla, en la vida de las Iglesias, en la persona de algunos cardenales, que si bien no eran los líderes, tuvieron un papel destacado en la legitimación de la línea de Medellín. Fueron los cardenales de Quito, Lima, Santiago y Salvador de Bahía.

Después de Medellín viene una segunda generación. Ya hemos citado a Monseñor Oscar Romero. Esta generación fue, ya no de iniciadores sino de continuadores. ¿Habrá una tercera generación? Probablemente no. Tales fenómenos suceden sólo algunas veces en la historia. En las iglesias europeas sólo sucedió una sola vez, en los Siglos IV y V. Después, ya no hubo nunca más una generación episcopal creadora. Es posible también que nunca más aparezca en la historia latinoamericana del porvenir una generación episcopal semejante a la de Medellín y la que la prolongó inmediatamente.

Estos obispos no sólo formaron un grupo unido y extraordinariamente homogéneo en lo esencial, a pesar de personalidades tan diversas por sus orígenes y su historia personal, sino que tuvieron un santidad de vida excepcional. Fueron santos por la humildad en la lucha, por el coraje, la audacia, la dedicación total a la palabra de Dios y a su ministerio no sólo episcopal, sino profético. Fueron testigos de cara a los poderosos de sus naciones. Algunos llegaron al martirio. Los demás fueron duramente perseguidos. En su audacia profética, diversas veces entraron en conflicto con los representantes de una Santa Sede demasiado apegada a esquemas tradicionales.

Fueron personalidades dotadas de una percepción aguda de los signos de los tiempos, y de una capacidad de expresión poco corriente. Supieron expresar con fuerzas sus intuiciones y sus orientaciones, dejando documentos escritos que los habilitan para recibir el título de “Santos Padres”. Sus obras escritas transmiten su testimonio a los siglos futuros. Séanos permitido emitir un deseo: que las obras literarias de estos Santos Padres sean recogidas y publicadas. En general, fueron escritos circunstanciales que podrían desaparecer y sería un prejuicio lamentable para las generaciones futuras que allá encontrarán ejemplos y modelos.

Fueron obispos puramente intelectuales. Fueron pastores, conductores del pueblo en primer lugar y sus obras están inscritas en el contexto histórico de sus iglesias. Fueron personalidades conflictivas, así como Anastasio, Juan Crisóstomo, Ambrosio, Agustín y tantos otros del pasado. No trataron de evitar las luchas, sino que se pusieron al frente de ellas: luchas por la reforma agraria, por la autonomía de las naciones latinoamericanas contra la oligarquías dominantes, por una transformación radical de la sociedad. Fueron tratados de comunistas, extremistas, subversivos, violentos, anarquistas, incluso por colegas del episcopado. Fueron denunciados. Varios fueron muertos. Fueron de tal modo denunciados ante la Santa Sede que fueron los destinatarios privilegiados de las visitas apostólicas.

Lo propio de la generación de los Santos Padres
El testimonio de los Santos Padres de los siglos IV y V fue condicionado por el desafío de la filosofía griega y del imperio romano. El testimonio de los Santos Padres de América Latina está formulado a partir de la situación del continente. De allí las siguientes particularidades.

a) En América Latina la sociedad pública y visible niega y encubre la realidad de las mayorías dominadas: niega a los indígenas, a los negros, a los campesinos pobres del campo, a los marginados de las ciudades. Un 20% de la población tiene derechos de ciudadanía. El 80% sobrevive, nadie sabe cómo, viviendo en condiciones subhumanas, menospreciados, negados en su dignidad humana. El testimonio de los profetas consiste en proclamar la existencia de los indígenas, de los negros, de los pobres. Consiste en publicar los hechos cuando los matan, les roban, les quitan sus tierras, cuando los humillan. La sociedad oficial niega tales crímenes, no quiere reconocer la realidad de sus pueblos. Los obispos fueron perseguidos porque dijeron públicamente lo que todos querían ignorar. Por eso la reforma agraria suscitan tanto odio, tanta persecución. Los opresores no quieren que se diga lo que son. En América Latina la conquista todavía no ha sido superada. Todavía hay conquistadores y conquistados.

b) De la percepción de la realidad deriva la opción por los pobres. Esta opción fue el resultado de un largo proceso durante y después de un largo proceso durante y después del Concilio. Constituye algo nuevo en la historia del cristianismo. Ni en la Iglesia Latina ni en las Iglesias Orientales se habían llegado nunca a una determinación tan precisa, una opción tan clara. Después de Medellín, las otras iglesias del mundo se sintieron provocadas y se reexaminaron a la luz de esa opción por los pobres tiene una relevancia y un significado muy típico y exclusivo de América Latina. Rompe con una larga historia de silencio y de complicidad por los menos implícita.

c) La opción por los pobres incluye una referencia al Reino de Dios como transformación de la sociedad. Es una opción por la liberación de la sociedad. Es una opción por la liberación de los pueblos oprimidos. Tanto la cristiandad latina como las cristiandades orientales que proceden de los Santos Padres de los Siglos IV y V siempre vivieron en una ambigüedad respecto al Reino de Dios. La filosofía y la mentalidad griega infundieron un espíritu de idealismo que impidió una posición clara sobre los problemas materiales. El idealismo griego llevar a insistir unilateralmente en la conversión interior individual al punto de silenciar las implicaciones sociales del Reino de Dios y sus aspectos políticos.

La opción de los pobres lleva a una opción por la liberación, y destaca el alcance político y social del Reino anunciado por Cristo. Tal opción obliga a una nueva lectura de la Biblia, liberándola de los límites de la filosofía individualista de los griegos. Hay antecedentes de esa lectura bíblica tanto en el Occidente como en el Oriente, pero un lectura más social de la Biblia allí siempre fue muy minoritaria y sin consecuencias en la marcha del conjunto de la Iglesia. Aquí, después de Medellín, el movimiento bíblico tomó una orientación muy clara y decidida. Movida por esa lectura, la Iglesia no teme enfrentar problemas reales y concretos como las injusticias sociales y la marginación política de los pueblos.

d) Entrando en una opción de liberación de los pobres que incluye una transformación de la sociedad terrestre, los obispos latinoamericanos legitiman un diálogo con los movimientos de liberación nacional. El diálogo con el mundo preconizado en Vaticano II toma la forma de diálogo con esos movimientos. Este diálogo de modo alguno significa que esos obispos se hicieron marxistas, guerrilleros, rebeldes. Sin embargo reconocen que tales movimientos de liberación nacional apuntan hacia problemas que necesitan una solución y no sólo una condenación.

e) En América Latina hubo innumerables movimientos de rebelión de esclavos negros o indígenas. Hubo innumerables luchas de campesinos defendiendo sus tierras contra la invasión de los grandes terratenientes. Durante siglos, la Iglesia cerró los ojos para no tener que decir algo al respecto. Pensó que tales problemas no eran de su incumbencia. Confió en las declaraciones de las oligarquías. Creyó realmente que las oligarquías dominantes defendían la civilización contra los bárbaros, negros, indios, campesinos iletrados. Los obispos de Medellín quitaron la máscara. Su actitud implicaba reconocer que el silencio anterior era culpable. Rompieron la barrera de la ignorancia voluntaria. Inauguraron una época radicalmente nueva, aunque puedan invocar el ejemplo de algunos misioneros heroicos y santos del tiempo de la conquista. Al cambiar la historia, los obispos de Medellín tuvieron que cambiar la interpretación histórica del pasado. Obligaron a los católicos a mirar su pasado con otros ojos.

f) La opción por los pobres no lleva sólo a un cambio en la palabra y la actuación social. No tendría fuerza sino pudiera partir de una conversación no sólo de la personalidad, sino de la institución eclesiástica. De su pasado colonial la Iglesia guardó la fama de ser rica. Con tal persuasión en el pueblo. ¿cómo tomar en serio una opción por los pobres?. Los obispos predican también una conversión de la misma Iglesia a la pobreza. Quieren una Iglesia pobre y quieren que haya desde ahora señales visibles de tal conversión. Quieren un cambio en el modo de vivir de los clérigos, incluso de los mismos obispos. Ellos mismos dieron ejemplos concretos de un nuevo estilo de ser episcopal. Dejaron todo lo que sugería una condición de “príncipes”: “palacio episcopal”, “tronos”, “títulos”, “ropas lujosas”, multitud de empleados, actitudes corporales de príncipes, anillos y joyas de príncipes. No lograron crear la convicción de que la Iglesia es pobre, pero se hicieron más asequible y más sencillos. Trataron de disminuir la distancia abismal que había en el clero y el pueblo.

El valor de los tiempos
La historia no es pura repetición, ni evolución uniforme. La historia tiene momentos fuertes que son de cambios, y momentos o épocas que son de continuidad. Hay tiempos de fundación y tiempos de decadencia. A veces hay momentos de destrucción y otros de construcción. Hay asambleas que no deciden nada o que no encuentran eco. Hay otras que cambian el sentido de la historia. Medellín tiene todos los rasgos de una asamblea fundadora. Los obispos que le dieron inspiración eran todos los hombres que habían creado una pastoral renovadora, de acercamiento a los pobres y de liberación total incluyendo una liberación social.

Estos obispos constituyen en sí mismos un “kairós”, un momento privilegiado en la historia de la Iglesia. Aparentemente no tienen sucesores a veces el sucesor hace exactamente lo contrario de ellos, como en Recife. Sin embargo sus sucesores son toda la Iglesia latinoamericana durante siglos. Sus sucesores serán miles y miles, y poco importa que el sucesor en la ciudad que dirigían sea de espíritu opuesto o no. Su vida tiene repercusiones que van mucho más allá.

Hay momentos en la historia que tienen valor universal y permanente. Medellín fue la conjunción de unos 10 obispos proféticos. Se encontraron y definieron en conjunto lo que sería la marcha de la Iglesia todo indica que esa definición vale para los siglos que vienen. Nunca más habrá un grupo o una asamblea de obispos con condiciones de hablar tan alto y tan claro. No importa. Hablaron para siempre y su palabra quedará. Puede suceder que aparezca una mayoría de obispos que quisiera suprimir lo que fue dicho en Medellín. Imposible. Lo que está escrito, está escrito.

Hay tiempos irreversibles. Medellín es uno de ellos. Según el derecho canónico de la Iglesia latina, la asamblea de Medellín casi no tiene valor jurídico. Poco importa el valor jurídico de otra iglesia local. La Iglesia local es una entre varias. Lo que dice el derecho de la Iglesia latina, no vale profundamente para la Iglesia hispanoamericana. El día en que la Iglesia latinoamericana formará una entidad nueva, una Iglesia local nueva, más americana que latina, porque los negros no son latinos, ni los indios, ni tampoco la inmensa mayoría de mestizos.

Los obispos y los demás cristianos
Los obispos de Medellín no estaban solos. Por un lado eran personalidades muy fuertes. Por otro lado nadie más que ellos buscaban asesoría, recomendaciones, sugerencias. Nadie daba más valor a la colaboración de peritos de toda categoría. Además, les gustaba el contacto directo con el pueblo cristiano y sus opciones expresaban lo que ese pueblo quería decir.

En forma general los obispos de Medellín no podían contar con el apoyo de la mayoría de su clero. Eran demasiado personales. El clero estaba acostumbrado a un tipo de obispos puros administradores, y el nombramiento episcopal era la recompensa de una buena administración parroquial o dentro de los organismos de la diócesis. Los administradores se sintieron frustrados. Sin embargo al lado de los obispos hubo siempre un grupo de sacerdotes diocesanos o religiosos para ampliar su voz.

Los obispos de Medellín dieron valor a la ayuda de peritos seglares: sociólogos, antropólogos, especialistas de las ciencias políticas o sociales. Fuertes personalidades, no tuvieron miedo de rodearse de otras fuertes personalidades. Rompieron la tradición del aislamiento episcopal en los asuntos puramente eclesiásticos. Quisieron aprender, consultar, estar informados de la evolución de la sociedad.

Por supuesto los obispos de Medellín fueron factores de división. Dividieron la sociedad y a los mismos católicos. No les sorprendía el hecho: encontraban una legitimación de la división en los mismos evangelios. El conflicto es el precio de cualquier progreso, porque acompaña todo tipo de cambio. Siempre hay un fuerte partido que no quiere ningún cambio. Cuando el cambio incluye una contestación de privilegios y una ascensión de los marginados, la resistencia es más fuerte todavía. A los ojos conservadores, ellos eran idealistas, utopistas, irrealistas. Se decía que iban a organizar el desorden. La acusación siempre hecha a don Héllder Cámara: que dejaba su Diócesis en un estado de desorganización total, se dirigió también a sus colegas. En realidad sus diócesis no eran más desorganizadas que las demás, pero la acusación procedía de los que no querían ningún cambio.

Conclusión
Hay una herencia de valor inestimable. Muchas obras de los Santos Padres de los siglos IV y V se perdieron. Después de nosotros que no desaparezcan las obras de nuestros Santos Padres. Depende de nosotros que esa herencia sea trasmitida, que sea proclamada, que permanezca con fuerza y animación de nuestras iglesias. En ellos la historia se hace presente y el pasado se hace futuro.

 

A un mes de la intervención y “asalto” a La Cripta. Por Pbro. Carlos Ponce de León

No es suficiente un mes, para salir del asombro indignado de toda esta “intervención”. Pero hay que volver sobre ella y todo su proceso. No para quedarnos en esa innombrable escena de gritos, insultos y mentirosos rezos. No para interpretar detalles aislados, como esa mirada gacha del Obispo, ni la postura como de desafío sobrador de Pedro, el párroco nombrado. Ni a  todo esto que termina, dicen, después de una comunión indudablemente “non sancta”, con aplausos de victoria y aires de triunfo apabullante. (Y hasta con un: -“Y vos, porqué no aplaudes? “- que pregunta alguien a un cura, que quizá, no tuvo tiempo de retirarse antes…)

Muchos gestos que mucho dicen. Y que si alguien dudaba de lo legítimo del “NO COMULGAMOS”, bueno, allí tiene clara, una parte de la respuesta. Tampoco se trata de ir a “llorar al campito”.

No para eso, pero, hay que volver sí. Sobre ella. Su génesis y su culminación.

 

Para decidir, para continuar

Para recalcar y considerar. Para continuar caminando al sol, a pesar de estos desiertos…” como canta  Víctor Heredia.

Se trata de algo más que dejar por escrito. Es cierto aquello de que “verba volant, scripta manent”, de los antiguos romanos. Y que lo que es noticia hoy, en nuestra cultura, fácilmente se olvida mañana. Y en estos temas eclesiales,  más todavía.

Porque la tarea de la memoria, no es solo la de reconstruir el pasado. Es eso y más. Es ganarle al olvido y a la muerte; es despertar conciencias dormidas. Es disputar el control o manejo de los imaginarios sociales,  antes que se apodere de ellos, un discurso oficial, interesado. Es para insertar situaciones como ésta, en espacios mayores y procesos. Para tanto mas, como para no ser espectadores resignados.

 

De las “intervenciones

No se escucha hablar de intervenciones en las iglesias. Y ha de ser el espacio social donde mas se han dado estos tipos de decisiones, la mayoría de las veces, autoritarias. Donde los intervenidos cuentan con muy pocos recursos legales. Sin posibilidad de recursos de amparo, por ejemplo. Con mucha indiferencia de los no afectados. Y por allí, en una de esas, con la posibilidad de un juicio que termina en el Vaticano. Y que además de lejano y costoso, bueno…

Para estos y muchos otros temas, no hay espacio en nuestra Iglesia. Se comentan y murmuran, sin duda. Muy posiblemente muchos tendrán posición tomada. Pero no se alienta un tratamiento abierto, franco. Digamos, serio y  adulto,  de los mismos. ¿Temor al discenso y a una mayor participación?  Por lo pronto, hay lo que llamamos, falta de honestidad con lo real. Y una iglesia que no se anima a ser comunidad, por más que diga y convoque para eso. Y que sabe, que “si algún miembro está enfermo, todo el cuerpo queda afectado”, al decir de San Pablo, y San Ignacio y Santa Teresa. Pero hay otras cargas que nos pesan.

 

Cargas que nos pesan

Bien sabemos que el peso del poder eclesiástico ha sido tan  fuerte, (jerarquía, poder sagrado), que ha aplastado mucha originalidad del evangelio de Jesús. Desde el poder como servicio, hasta aquello de que “mi yugo es suave, y mi carga ligera” (Mt.11.30). Y ese poder cuando se impone, ha generado un temor por siglos, que hizo virtud de la resignación. Y al discenso, siempre ha llamado rebeldía.

Y la obediencia?  El que obedece, nunca hierra, se decía. “Perinde ac cadáver”, (disciplinado como un cadáver!), se descontextualizaba a San Ignacio.  “Promittis me, oboedentiam et reverentiam, exigía el obispo a los que se ordenaban como curas. Solo el Obispo tiene el Espíritu Santo, gritaban desaforadamente en la Cripta.

Y en nombre de “esa obediencia” y de ese “monopolio” de Espíritu, cuántas veces se ha cercenado la vida y el Espíritu. “Ojalá todo el Pueblo del Señor profetice y reciba su Espíritu “, deseaba ya Moisés (Nm. 11,25)

 

A todo esto se sumó un falso y engañoso “amor a la iglesia”. Y se decía o dice, “no hablar, para no dañarla”. Y “no disentir, para no fomentar la división”, como si el decirlo fuera su causa. “Los trapos sucios, no se lavan afuera” fue consigna repetida; ( y dentro, se pudren, añadiríamos, de malos que somos).

Acaso no recuerdan Uds. a un Vicario de nuestra diócesis, que murió diciendo, a propósito de los robos en la Catedral, que “por amor a la iglesia”, callaba todo lo que sabía!? . Y que a Pérez Esquivel se le llamó “enemigo de la Iglesia”, por el solo hecho de plantear y exigir, lo que cierta jerarquía eclesial, había convenido en negar y callar?

 

Historias que no se han escrito

La intervención de la Cripta, nos hace actualizar muchas otras. Algunas conocidas solo por aquellos que las padecieron. Intervenciones no solo borradas y olvidadas. A veces, ni quedan  en la memoria. Pasaron a ejercicio vencido, con daño grande a personas e instituciones. Y hoy dirá alguno, que son desfiguradas.

Ese listado es demasiado grande.

Mucho conocemos  (y muchos, no), lo que padecen tantos maestros de la Teología, la Palabra, las Santas Escrituras. Prohibidos, censurados, intervenidos. Un capital humano valiosísimo- por lo de humano y su sabiduría- irresponsablemente ninguneado. Nosotros conocemos a Ariel Valdez. Quizá algunos a Pagola, por su libro JESÚS, O a José María Castillo, y a Leonardo Boff. Y a los teólogos de la liberación.

Pero no a los mas de 300, mujeres y hombres de bien, a quienes se les ha arrebatado el espacio de todos, que son las instituciones nuestras, de iglesia. Porque su aporte pone en peligro un sistema que se niega a la conversión, o al menos, al diálogo.

 

Quien recuerda, por ejemplo,  las intervenciones a las comunidades religiosas en los años 70. A las Terciarias Franciscanas de la Caridad, fundadas por la Madre Teresa Gherra? Y a las también Franciscanas, fundadas por la Madre Tránsito Cabanillas. Y a Alicia Loustanau, y a Rosa Adam, Superioras Generales; elegidas legítimamente según sus constituciones; destituidas con todos su Consejos y reemplazas todas, por hermanas “con hábitos” ( miren qué ridículo!). Y no porque no llevaban hábito, sino por sus entusiastas anhelos de renovación, con el aliento del Concilio Vaticano II y Medellín. Ellas que buscaban la  recuperación de su carisma inicial y el  volver a insertarse entre los pobres. Y quién conoce el maltrato que sufrieron, las humillaciones?. Las intervenciones y algunos de los “visitadores”, sacerdotes encargados de controlar, las examinaban una a una. Algunos revisaban hasta las intimas pertenencias de las hermanas. Para buscar vaya a saber qué, más allá de humillarlas y ofenderlas. Y todo esto, no en la Edad Media. Todo esto aquí, en Córdoba. Y no hace tantos años.

 

Algunas Constantes

Y bien,  en todas estas intervenciones, hay muchas constantes. Señalamos alguna.

Desde ya la violencia y la negación de elementales derechos.

Proceden de un poder conservador, desconfiado, autoritario.

Se asientan sobre una teología y mirada de la Iglesia, que nada sabe de los  “signos de los tiempos” y parece que ni les importa. Tampoco mucho,  de la propuesta de Jesús y su Evangelio.

Encuentran siempre, para su apoyo, a esos sectores reaccionarios, siempre al asecho. Y prontos para ir donde quiera que se den signos de renovación, de cambio y libertad. De fidelidad a Dios, antes que a los hombres (He.5, 29)

Sectores acostumbrados a vigilar, señalar, y recurrir a acusaciones y delaciones. Desde una mirada preocupada por las formas. Indignos de la Palabra: solo aceptan la palabra dogmática, la palabra abstracta, y la palabra vacía. Que no saben escuchar: (los gritos en La Cripta).

Prontos para recurrir a la violencia. Recuerden Uds. a la Falange de Fe, en épocas del proceso.

O a un “Comando Raúl Francisco”, que apareció con amenazas también por aquellos tiempos. Y recuerden los volantes que desparramó en abundancia, la Unión de Padres de Colegios Católicos, contra el Seppac, ( Sindicato de educadores Privados y Particulares de Córdoba), que luchó por el Estatuto de los Docentes  Privados y fueron aprobado por las Cámaras. Recordamos, de paso, que estos volantes empujaron, también, el “Navarrazo”. Aquel ridículo golpe de la Policía de Córdoba que destituyó al gobierno de Obregón Cano (1974).Y dio comienzo a muchos asesinatos.

Violentos eran también los volantes que distribuía el Sr. Bobadilla, rector del Loreto. Y que convocaba a un “levantamiento popular, militar y católico”, como rechazo del Congreso Pedagógico (1986) y al gobierno “liberal marxista” del Dr. Alfonsín. En nombre, vaya saber de quién. Pero que respondía a un conocido sector católico.

Bien: algunas de esas  constantes, están, lamentablemente, presentes en el hecho de La Cripta.

 

A modo de conclusión

Quedan entonces, abiertos muchos temas, en esta conmemoración al mes del torpe hecho de intervención a La Cripta. Recuperación de memorias; lugar de los laicos y las comunidades en la vida eclesial; revisión de teologías y pastorales a la luz del evangelio; Derechos Humanos y Derecho Canónico. Y otros muchos.

Estas líneas rápidas, hechas para recordar este primer mes, quieren algo mas: ser  reconocimiento agradecido del valioso testimonio, que por muchos años nos dejaron, la Comunidad de La Cripta y sus curas: Quito Mariani y Víctor Acha.

Invitación también,  para seguir conociendo, conversando, aportando. Para ahondar la huella de la memoria, hacia la esperanza y el futuro. Sabiendo que toda crisis apura los pasos, y urge crear nuevas respuestas. Gracias, ánimo y mucha paciencia, como dice González Faus.

 

Córdoba 1 de junio de 2011

Carlos Ponce de León

 

Próxima Celebración Eucarística Comunidad La Cripta 5 Junio del 2011 Club Atalaya

Queridos amigoxs:

Nuestro primer encuentro “bajo techo”, entusiasta y cálido se realizó el Domingo 29 en  el Club Atalaya. Algunos no pudieron estar presentes y quizás necesiten recordarles esa novedad.

El Domingo 5 de Junio a las 11hs (con la mayor puntualidad posible) celebraremos la eucaristía (gran acción de gracias) en la misma sede.

P.Francisco Palau 6450 (entre Colegio Alemás y del Carmen, a cuadra y media de Martinolli) Club Atalaya con playa de estacionamiento y con abundante transporte público que pasa por Martinolli. Disponemos también de sillas.

En adelante esa será la sede de nuestra celebraciones. Se aprobó entonces por aclamación que el Consejo pastoral renunciante de la parroquia del Valle continuará haciéndose cargo de la organización y marcha de la comunidad durante el tiempo que sea necesario para afirmarnos en número y mutuo conocimiento, y proceder entonces a la renovación de sus miembros. Un abrazo gigante y pesado de afecto, de todos para todos.

Quito

 

Un nuevo credo. Por Fray Betto

Creo en el Dios liberado del Vaticano y de todas las religiones existentes y por existir. El Dios que antecede a todos los bautismos, preexiste antes que los sacramentos y desborda todas las doctrinas religiosas. Libre de los teólogos, se derrama gratuitamente en el corazón de todos, creyentes y ateos, buenos y malos, de los que se creen salvados y de los que se creen hijos de la perdición, y también de los que son indiferentes a los abismos misteriosos del más allá de la muerte.

Creo en el Dios que no tiene religión, creador del Universo, donador de la vida y de la fe, presente en plenitud en la naturaleza y en los seres humanos. Dios orfebre de cada ínfimo eslabón de las partículas elementales, desde la refinada arquitectura del cerebro humano hasta el sofisticado entrelazado del trío de cuarqs.

Creo en el Dios que se hace sacramento en todo lo que acerca, atrae, enlaza y une: el amor. Todo amor es Dios y Dios es lo real. En tratándose de Dios, dice bellamente Rumi, no se trata del sediento que busca el agua  sino del agua que busca al sediento. Basta con manifestar la sed y el agua mana.

Creo en el Dios que se hace refracción en la historia humana y rescata todas las víctimas de todo poder capaz de hacer sufrir al otro. Creo en teofanías permanentes y en el espejo del alma que me hace ver a Otro que no soy yo. Creo en el Dios que, como el calor del sol, siento en la piel, aunque sin conseguir contemplar o agarrar el astro que me calienta.

Creo en el Dios de la fe de Jesús, Dios que se hace niño en el vientre vacío de la mendiga y se acuesta en la hamaca para descansar de los desmanes del mundo. El Dios del arca de Noé, de los caballos de fuego de Elías, de la ballena de Jonás. El Dios que sobrepasa nuestra fe, disiente de nuestros juicios y se ríe de nuestras pretensiones; que se enfada con nuestros sermones moralistas y se divierte cuando nuestro arrebato profiere blasfemias.

Creo en el Dios que, en mi infancia, plantó una acacia en cada estrella y, en mi juventud, se asomó cuando me vio besar a mi primera enamorada. Dios fiestero y juerguista, el que creó la luna para engalanar las noches de deleite y las auroras para enmarcar la sinfonía pajarera de los amaneceres.

Creo en el Dios de los maníaco-depresivos, de las obsesiones psicóticas, de la esquizofrenia alucinada. El Dios del arte que desnuda lo real y hace resplandecer la belleza preñada de densidad espiritual. Dios bailarín que, sobre la punta de los pies, entra en silencio en el palco del corazón y, comenzada la música, nos arrebata hasta la saciedad.

Creo en el Dios del estupor de María, del camino laboral de las hormigas y del bostezo sideral de los agujeros negros. Dios despojado, montado en un borrico, sin piedra donde reclinar la cabeza, aterrorizado de su propia debilidad.

Creo en el Dios que se esconde en el reverso de la razón atea, que observa el empeño de los científicos por descifrarle su juego, que se encanta con la liturgia amorosa de cuerpos excretando jugos para embriagar espíritus.

Creo en el Dios intangible al odio más cruel, a las diatribas explosivas, al corazón hediondo de aquellos que se alimentan con la muerte ajena. Dios, misericordioso, se agacha hasta nuestra pequeñez, suplica un suave masaje y pide arrullos, exhausto ante la profusión de idioteces humanas.

Creo, sobre todo, que Dios cree en mí, en cada uno de nosotros, en todos los seres engendrados por el misterio abismal de tres personas unidas por el amor y cuya suficiencia desbordó en esta Creación sustentada, en todo su esplendor, por el hilo frágil de nuestro acto de fe.

Fray Betto

 

QUIÉN ES FRAY BETTO

El escritor brasileño Fray Betto es un fraile dominico conocido internacionalmente como teólogo de la liberación. Autor de 53 libros de diversos géneros literarios -novela, ensayo, policíaco,  memorias, infantiles y juveniles, y de tema religioso en dos acasiones- en 1985 y en el 2005 fue premiado con el Jabuti, el premio literario más importante del país. En 1986 fue elegido Intelectual del Año por la Unión Brasileña de Escritores.

Autor también de “La Obra del Artista. Una visión holística del Universo”, entre otros libros.

Asesor de movimientos sociales, camo las Comunidades Eclesiales de Base y el Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra, participa activamente en la vida política del Brasil en los últimos 45 años. En los años 2003 y 2004 fue asesor especial del Presidente Luiz Inácio Lula da Silva y coordinador de Movilización Social del Programa Hambre Cero.

Traducción de J.L.Burguet

Fuente : Adital

 

Pastores?… Ovejas?… Por Miguel Berrotarán

La imagen de «ovejas y pastores» ha de ser manejada con cuidado, porque puede justificar la dualidad de clases en la Iglesia. Esta dualidad no es un temor utópico, sino que ha sido una realidad pesada y dominante. El Concilio Vaticano I declaró: «La Iglesia de Cristo no es una comunidad de iguales, en la que todos los fieles tuvieran los mismos derechos, sino que es una sociedad de desiguales, no sólo porque entre los fieles unos son clérigos y otros laicos, sino, de una manera especial, porque en la Iglesia reside el poder que viene de Dios, por el que a unos es dado santificar, enseñar y gobernar, y a otros no» (Constitución sobre la Iglesia, 1870). Pío XI, por su parte, decía: «La Iglesia es, por la fuerza misma de su naturaleza, una sociedad desigual. Comprende dos categorías de personas: los pastores y el rebaño, los que están colocados en los distintos grados de la jerarquía, y la multitud de los fieles. Y estas categorías, hasta tal punto son distintas entre sí, que sólo en la jerarquía residen el derecho y la autoridad necesarios para promover y dirigir a todos los miembros hacia el fin de la sociedad. En cuanto a la multitud, no tiene otro derecho que el de dejarse conducir y seguir dócilmente a sus pastores» (Vehementer Nos, 1906). La verdad es que estas categorías de «pastores y rebaño», a lo largo de la historia de la Iglesia han funcionado casi siempre -al menos en el segundo milenio- de una forma que hoy nos resulta sencillamente inaceptable. Hay que tener mucho cuidado de que nuestra forma de utilizarlas no vehicule una justificación inconsciente de las clases en la Iglesia.

El Concilio Vaticano II supuso un cambio radical en este sentido, con aquella su insistencia en que más importante que las diferencias de ministerio o servicio en la Iglesia es la común dignidad de los miembros del Pueblo de Dios (el lugar más simbólico a este respecto es el capítulo segundo de la Lumen Gentium del Vaticano II).

Como es sabido, en las últimas décadas se ha dado un retroceso claro hacia una centralización y falta de democracia. La queja de que Roma no valora la «colegialidad episcopal» es un clamor universal. La práctica de los Sínodos episcopales que se puso en marcha tras el concilio, fue rebajada a reuniones meramente consultivas. Las Conferencias Episcopales Nacionales, verdadero símbolo de la renovación conciliar, fueron declaradas por el cardenal Ratzinger como carentes de base teológica. Los «consejos pastorales» y los «consejos presbiterales» establecidos por la práctica posconciliar como instrumentos de participación y democratización, casi han sido abandonados, por falta de ambiente. La feligresía de una parroquia, o de una diócesis, puede tener unánimemente una opinión, pero si el párroco o el obispo piensa lo contrario, no hay nada que discutir en la actual estructura canónica clerical y autoritaria. «La voz del Pueblo, es la voz de Dios»… en todas partes menos en la Iglesia, pues en ésta, para el pueblo la única voz segura de Dios es la de la Jerarquía. Así la Iglesia se ha convertido -como gusta de decir Hans Küng- en «la última monarquía absoluta de Occidente». A quien no está de acuerdo se le responde que «la Iglesia no es una democracia», y es cierto, porque es mucho más que eso: es una comunidad, en la que todos los métodos participativos democráticos deberían quedarse cortos ante el ejercicio efectivo de la «comunión y participación». En semejante contexto eclesial, ¿se puede hablar ingenuamente de «el buen pastor y del rebaño a él confiado» con toda inocencia e ingenuidad? El Concilio Vaticano II lo dijo con máxima autoridad: «Debemos tener conciencia de las deficiencias de la Iglesia y combatirlas con la máxima energía» (Gaudium et Spes 43).

En la Iglesia de Aquel que dijo que quien quisiera ser el primero fuese el último y el servidor de todos, en algún sentido, todos somos pastores de todos, todos somos responsables y todos podemos aportar. No se niega el papel de la coordinación y del gobierno. Lo que se niega es su sacralización, la teología que justifica ideológicamente el poder autoritario que no se somete al discernimiento comunitario ni a la crítica democrática. ¿Qué la Iglesia no es una democracia? Debe ser mucho más que una democracia. Y, desde luego: no ha de ser un rebaño.

 

Miguel Berrotorán es sacerdote perteneciente el Grupo Sacerdotal Angelelli.

 

Cómo seguiremos. Por Raul A. Perez Verzini

Esta es la pregunta que muchos se hacen y nos hacen.

Algunos participaremos de las actividades de la parroquia y mantendremos los contenidos de la catequesis como hasta ahora. Veremos así cuán abierto y plural es el cura okupa.

Otros seguiremos con las actividades de La Cripta, sólo que ahora sin el edificio parroquial, cuyo dueño (el obispo) lo reclamo por la fuerza que le da el derecho.

Como dice la mundialmente reconocida biblista de Harvard, Elizabeth Schüssler Fiorenza, la jerarquía impone con la fuerza lo que no puede razonar teológicamente. Quizá por eso en el decreto de su nombramiento hay tantas referencias legales y nada de evangelio.

La agresividad y el fanatismo evidenciados por muchos de los que llenaron el templo y que no pertenecen a La Cripta, muestra la incapacidad de dialogar de este grupo de fanáticos, que para salvación nuestra, no pudieron quemarnos vivos como hacían en el medioevo.

Sin dudas, nada es más peligroso que el fanatismo religioso. Con Bin Laden vimos a dónde los lleva su ceguera y falta de inteligencia de la fe.

Por supuesto no hay mejor defensa que un buen ataque por eso salieron a mentir.

Mienten cuando afirmaban que éramos 14 y ahora mienten cuando afirman que somos 50. De todas maneras la validez de un argumento no se mide por el número de los que lo sostienen sino debatiendo. Cosa que estos cobardes no hacen.

Mienten cuando afirman que apoyamos el aborto. Sí sostenemos que no se puede imponer a una nación de múltiples creencias religiosas una manera de pensar. Por eso apoyamos una ley que garantice la posibilidad de que cada pareja decida según su conciencia. Y de paso, como su fuera menor, evitar miles de muertes de mujeres que porque no tienen el dinero no pueden hacerlo en clínicas privadas donde probablemente trabajan como médicos algunos de estos fundamentalistas. (Este será probablemente el debate del año y ya contribuiremos con lo mejor del pensamiento teológico actual para iluminar esta cuestión…)

Mienten cuando dicen que nos autodenominamos Sin Tapujos. Ese es el nombre de este sitio web como homenaje al libro de Quito. Nosotros fuimos, somos y seremos la Comunidad de La Cripta. Por ahora sin edificio.

Próxima reunión? Misa Dominical.

Lugar? a Confirmar. Probablemente en el Campo Scout de Quisquizacate. (A eso no lo pueden okupar porque no es de ellos! Ja!)

Más información en breve…

Desde el Jardín. Por Darío Passadore

Me presento
Buenas tardes a todos y Gracias por acompañarnos hoy en este “ABRAZO A LA CRIPTA”.
Soy Darío Passadore, Presidente del Consejo Pastoral de La Cripta.

Estas expresiones artísticas que estamos compartiendo hoy son espectaculares, como es significativo que nos reunamos hoy a compartir todo esto. Pero me toca a mi proponerles un alto e invitarlos a darle significación a esta actividad.

La Identidad de La Cripta NO se negocia. Grupo de Teatro ExTras

Como todos Uds. saben la inconsulta decisión del Obispo Carlos Ñañez de designar un párroco disonante con nuestra línea pastoral nos pone aquí, en el jardín, a la intemperie.

Desde la intemperie es interesante recordar que hemos logrado una construcción como comunidad, y una identidad, impulsados por una búsqueda que nos es común. Pero es momento de preguntarnos, esta búsqueda, ¿desde dónde la hacemos?

Somos testimonio de lo que hemos cosechado aquí, en La Cripta, mas, ¿Cuál ha sido la nutriente de esta experiencia?
La respuesta a estos dos interrogantes es una, y es poderosa, la respuesta es UNA LECTURA DE JESUS Y DE SU EVANGELIO.

LA REALIDAD ES ENTONCES QUE TENEMOS UNA LECTURA DEL EVANGELIO DE JESUS DE NAZARET, Y DESDE ALLI ES DESDE DONDE HACEMOS, Y HA SIDO LA NUTRIENTE DE ESTA EXPERIENCIA QUE QUEREMOS ABRAZAR Y QUE RECONOCEMOS COMO LA CRIPTA.

DESDE LA INTEMPERIE, Y DESDE ESTA LECTURA, TAL COMO VOTAMOS LIBRE Y UNANIMEMENTE EN OCASION DE NUESTRA ASAMBLEA PARROQUIAL,  DECIDIMOS RECHAZAR LA IMPOSICION DEL OBISPO

 

DECIDIMOS RECHAZAR LA IMPOSICION DEL OBISPO

  • Porque nos ha costado un largo proceso personal y comunitario acrisolar un sentido de la vida y un sentido de nuestra fe.

  • Porque eso ni lo renunciamos, ni lo negociamos, ni lo cambiamos, porque sería renunciar a lo que somos, pensamos y sentimos.

  • Porque no queremos renunciar  a nuestro espacio en la Iglesia de la que somos parte, en la que hemos crecido o descubierto este modo de vivir la fe; no queremos entregar este espacio porque nos pertenece y no queremos dejárselo a quienes intentan otra cosa.

 

Doy paso ahora al grupo de teatro de la cripta, ExTras, que nos guiará en este emotivo abrazo simbólico a nuestra Cripta.