Tema (Mc 1,7-11)
Juan predicaba “después de mí vendrá el que es más poderoso que yo. Yo no soy digno siquiera de desatar las correas de sus sandalias. Yo los bautizo con agua, él los bautizará con el espíritu santo”. Jesús llegó desde Nazaret y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y al salir del agua vio como que los cielos se abrían y el espíritu descendía sobre él como una paloma, mientras escuchaba una voz del cielo que decía: Eres mi hijo querido y en ti tengo puesta toda mi predilección.
Síntesis de la homilía
Juan tenía claridad sobre lo que él interpretaba como su “vocación”. Lo que Dios esperaba de él. De familia sacerdotal y, muy probablemente unido, o al menos simpatizante con la comunidad de los esenios que vivían en el desierto como actitud de protesta contra las autoridades del Templo que tergiversaban la Ley, esperaba con el pueblo que terminara la humillación de Israel y brillaran de nuevo su prestigio y su poder. El también elige el desierto. Alejado de las reglas, del templo y las costumbres ciudadanas. Y predica la llega del reino que él supone de destrucción y violencia protagonizadas por el Dios del pueblo elegido, Israel.
Sin embargo, con su humildad y esfuerzo de seguir descubriendo lo que Dios quería de él, estaba dispuesto a sujetarse a los criterios del que vendría después, considerándose nada más que su humilde servidor.(Los sirvientes desataban las sandalias de los que llegaban, para lavarles los pies del polvo del camino.)
Jesús tenía conciencia de pertenecer a ese pueblo oprimido y deseoso de liberación. Por eso concurre como cualquier otro a bañarse en el Jordán símbolo del cumplimiento de las promesas de Dios a su pueblo (la tierra prometida) La conversión significa para él, un cambio absoluto y profundo de la situación penosa de opresión en que vive Israel. Cuando surge desde el agua, experimenta una conmoción interior que parece iluminar todo su futuro. Es como si de repente el espíritu de Dios, tantas veces presentado como juez implacable y castigador, quedara despojado de estas apariencias y se descubriera como espíritu de amor. Esa experiencia interior tan fuerte, va a transformar toda su vida en una militancia de liberación y de amor.
El espíritu de Dios que bautiza (baña) con frescura de agua nueva, ha sido interpretado como una realidad misteriosa productora de efectos raros en la psicología y conducta humanas o como una comunicación del poder divino que engrandece a los que lo monopolizan. La cosa es bastante más simple y más grave a la vez. No hay espíritu de Dios que no conduzca a la felicidad que es liberación y al amor que es comunicación llenando con el propio lugar el lugar del otro. Y esto sí, es complicarse con la concreta militancia de Jesús de Nazaret.