Rastreadores de estrellas. Por Guillermo “Quito” Mariani

Las situaciones de crisis estremecen al mundo. Nada digamos de las crisis producidas por la avidez insaciable de quienes suponiéndose dueños del mundo apelan a todos los recursos para buscar enemigos entre los que poseen tierras, metales preciosos, riquezas vegetales, petróleo, acuíferos, personas valiosas para el progreso y hasta niños que puedan suministrar órganos incontaminados, dando origen a las guerras de exterminio masivo. Es indudable que esas crisis a la vez indignantes pero contempladas con impotencia producen no sólo estremecimientos sino resquebrajamiento de la convivencia humana.

Pero, aunque no se llegue a esos extremos de crueldad, las crisis de otro orden cuando, como en el momento actual, avanzan desde lo financiero hasta la supresión de todos los valores, los que disponen todavía de autonomía para pensar se alarman y “a manotazos” buscan soluciones.

Un interesante diálogo entre dos nonagenarios Stephan Hessel de 94 años y Edgar Morin de 90, en un encuentro y libro posterior, de los que da noticias la revista española La Vanguardia, hacen un análisis y un aporte de gran relevancia, en vistas a remediar la situación actual. Hessel, diplomático de carrera, fue autor del documento “Indignaos” que, de alguna manera obtuvo éxito mundial con los levantamientos juveniles en las grandes capitales del planeta. Morin simpatiza y alaba las manifestaciones de los indignados que, a pesar de no estar organizados explícitamente, coincidieron en una protesta unitaria en contra de los mismos males causados sin diferencias geográficas en todos los rincones de la sociedad humana. El primero complementa su manifiesto inicial con otro al que titula “Comprometeos”. El segundo, Morin, se lamenta de que detrás de las ya de por sí elocuentes manifestaciones juveniles, no haya una visión política que las lleve a unificarse con el objetivo de llevar soluciones al verdadero problema que es, en lo profundo, la urgencia de un cambio de civilización, de un cambio de la humanidad.

Los defectos, las consecuencias sociales desastrosas y los culpables, han sido señalados con mucho acierto por los diversos grupos de Indignados, cada uno enfocando la visión en circunstancias especiales de su país. Las deficiencias educativas en Chile, la desocupación en España, el despilfarro en Alemania, los caprichos destituyentes de los opositores en Argentina, los reclamos contra decisiones dictatoriales en Egipto, todo esto no es sólo indignación y protesta, es señalamiento de defectos que, en el mismo gesto revelan la actitud contaria como lo positivo para el cambio.

El Foro social mundial que este año congregó en Porto Alegre 40.000 participantes de todas las latitudes, no fue tenido en cuenta por nuestros grandes medios de difusión. Prefirieron dar importancia a Davos. Y quienes hilan fino dicen que se trata de entusiastas y numerosas multitudes juveniles, que se reúnen para diversas actividades interculturales pero sin ningún eje que torne eficaces sus acciones. Además de  documentos importantísimos cuenta, sin embargo, con la acción en cada país de grupos que amplían su sentido unitario de rechazo a la globalización capitalista.  De esas semillas han brotado seguramente muchos de los movimientos juveniles de que hemos sido testigos en los últimos tiempos. Son destellos luminosos primero porque son juveniles, mal que les pese a los solemnes admiradores de Davos. Y segundo, porque el comienzo de toda novedad implica encontrar y denunciar los defectos de lo viejo. Y de eso se trata. De rastrear estrellas que alimenten el compromiso ciudadano permanente, tanto para apoyar como para rechazar las decisiones de los gobiernos que se empeñan en mantener el actual estado de cosas. No de arrojar basura de indiferencia y menosprecio en todos los valores que todavía subsisten y los que van apareciendo. Siempre será cierto que vale más descubrir una estrella que maldecir las tinieblas.

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