Homilías Dominicales – Domingo 27 de Mayo 2012 – Festividad de Pentecostés (ciclo “B”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Jn. 20,19-23)

Al atardecer del primer día de la semana los discípulos estaban reunidos a puertas cerradas y Jesús se presenta en medio de ellos los saluda “shalom!”

Tengan paz!. Al mismo tiempo les mostraba sus manos y su costado. Ellos se llenaron de alegría. Les dijo de nuevo ¡Shalom! Y añadió: Como me envió el Padre yo los envío a ustedes. Sopló sobre ellos y dijo “reciban el espíritu santo” A quienes ustedes perdonen los pecados les quedarán perdonados y en cambio quedarán retenidos a aquellos a quienes ustedes no perdonen”

 

Síntesis de la homilía

Lucas en el relato del Libro de los hechos, elabora una escenografía mucho más significativa que  un soplo, para entregar el espíritu de Dios a los discípulos reunidos en Pentecostés que no eran sólo los Once sino, como lo especifica Lucas en el capítulo precedente, se trataba de ciento veinte reunidos con el mismo objetivo de oración alrededor de los apóstoles nombrados expresamente en el capítulo primero, y con la compañía de María y los hermanos.  El hecho central en los dos relatos es la entrega del Espíritu. El fruto de la cosecha de la siembra de Jesús asociado con la fiesta de los

cincuenta días en que se recogían los frutos de la siembra pascual de acuerdo al calendario agrícola de los judíos.

Los  dos relatos se refieren también a la universalidad del mensaje cristiano, el de Juan con la misión de perdonar a todos, el de Lucas con la enumeración de los venidos de todas partes que se constituyen en oyentes de Pedro.

Los signos utilizados por ambos escritores evocan también el mismo sentido universal:  el soplo de la creación del ser humano u las lenguas remediando la confusión de Babel.

Y aquí podemos centrar el mensaje de Pentecostés. En esta proclamada universalidad del mensaje cristiano que resulta tan costoso aceptar y practicar.

No tendrían ambos relatos un sentido tan grande de universalidad si se tratara simplemente de un rito de perdón de los pecados reservado a Dios y supuestamente trasmitido a los ministros de la Iglesia católica como sus únicos representantes legítimos.

La denominación de pecado, bíblicamente no se corresponde exactamente con la que nosotros manejamos. Sólo para quienes creen en un  Dios temible y justiciero (no en el Padre que nos mostró Jesús) sería importante este perdón que dejara intactas todas las estructuras del espíritu del mal que acarrean injusticias, opresión, sufrimientos y humillación a gran parte de la humanidad. El espíritu que se trasmite a través del soplo o las lenguas de fuego es espíritu de amor que es el espíritu del Padre. La interpretación tradicional de estos textos como referidos a la confesión auricular tiene como objetivo asegurar el dominio de la sociedad religiosa sobre las personas. Por eso es interpretada como un poder. Cuando en realidad es una consigna de trabajo intenso para buscar la liberación de todo lo que hiere la dignidad de cada ser humano y le cierra el camino de la felicidad en la pequeña dosis a nuestro alcance.

El espíritu que nos debe animar, aún en las circunstancias más difíciles, a no dejar de interesarnos en intervenir a favor de la solución de todas las esclavitudes humanas.

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