Homilías Dominicales. 18 de noviembre de 2012 – 33 del año litúrgico (ciclo “B”). Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema ( Mc. 13,24-32) Decía Jesús a sus discípulos: Después de aquella gran  tribulación que les anticipé, se oscurecerá el sol, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Entonces se verá al hijo del hombre venir sobre las nubes lleno de poder y de gloria. Y enviará a sus ángeles para que congreguen a sus elegidos de un extremo al otro del horizonte. Aprendan de esta comparación tomada de la higuera. Cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, se dan cuenta de que llega el verano. Así también cuando vean estas cosas sepan que el fin está cerca, a la puerta. Les aseguro que no pasará esta generación sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y la hora nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo sino sólo el Padre.

 

Síntesis de la homilía

Todos los detalles de este anuncio puesto en labios de Jesús por Marcos, siembra una cantidad de dudas, ya que parece dar precisiones sobre un final de los tiempos, pero a la vez afirma que todo sucederá en esa generación a la que pertenecen Jesús y los suyos, y además de los signos poco creíbles de un Jesús viniendo sobre las nubes y los ángeles recolectando elegidos por el planeta, la contradicción entre la calificación de signos notable para conocer la proximidad del acontecimiento  y la advertencia de que nadie, absolutamente nadie ni el mismo Jesús conocen el día y la hora.

Calígula el año 49 había exigido que se le erigiera un monumento en el Templo. Pudo evitarse pero Tito logró este objetivo el año 79. Las comunidades judías juzgaron que ese emperador, era un nuevo Antíoco Epifanes, sucesor de Alejandro Magno que había hecho instalar en el templo una imagen idolátrica. A esto llamaron los judíos la “abominación de la desolación”, y el acontecimiento es citado por Marcos. Asociando estos detalles, a los abundantes Apocalipsis en los escritos  proféticos, se propagaba el temor ante la inminente ofensiva romana en tiempos del evangelio de Marcos, con la amenaza de destrucción del templo.  Ese es, posiblemente, el origen de este trozo de Marcos que se reedita en los otros sinópticos.

En una interpretación que estruja los textos para ahuyentar toda sombra de inautenticidad de la profecía de Jesús, se da sentido simbólico a todos estos anuncios de los que sólo queda como realidad segura, la Parusía (venida triunfante de Cristo) que muchos identifican con la resurrección. La presente generación sería símbolo de toda la historia humana. La comparación con la higuera sería un simbolismo de esperanza frente a todos los males y desgracias anunciados. El cataclismo cósmico con oscurecimiento del sol y la luna y las estrellas y los astros precipitándose en una conmoción irrefrenable aludirían a la caducidad de todos los imperios que con la fuerza del mal se opusieron al establecimiento del reinado de Dios entre los hombres.

De resultas de este análisis hemos de concluir que 1) no es bíblico interpretar como muchos lo han intentado toda esta descripción como un anuncio de un fin del mundo desastroso. 2) que el misterio de una consumación final del plan de la creación no está al alcance del conocimiento de los seres humanos- 3) que no tiene sentido adentrarse en la investigación del cómo y el  cuándo pueda suceder algo que se parezca a estos anuncios, aunque sí tenemos evidencia constatable de que  tanto los signos negativos, como guerras, tragedias, alteraciones cósmicas, como los positivos, nuevos descubrimientos beneficiosos para la humanidad, nueva conciencia de la dignidad y la igualdad de los seres humanos, recuperación de los valores que puede conducir a una mayor felicidad compartida, dependen de nosotros, respondiendo como “elegidos” o “llamados” a querer de Dios que nos ha descubierto jesús de Nazaret.

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