Homilías Dominicales. Domingo 9 de febrero de 2014. 5° durante el año litúrgico (ciclo “A”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Mt. 5,13-16)

Uds. son la sal de la tierra. Y si la sal pierde su sabor ¿con qué  se lo devolverá? Ya no sirve más que para tirarla a la calle y que la gente la pise. Uds. son luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad colocada sobre un monte, ni se enciende una vela para ponerla dentro de una olla, sino sobre un candelero para que ilumine a todos los de la casa. Empiece así a brillar la luz de ustedes ante los hombres para que viendo el bien que ustedes hacen, glorifiquen al Padre del Cielo.

Síntesis de la homilía

Indudablemente Jesús tenía el firme convencimiento de que el reinado de Dios que él proclamaba se cumpliría. Por eso conservaba su optimismo frente a las dificultades más insalvables. Y por eso también se hacía ilusiones. A los discípulos que él había elegido cuidadosamente los veía como sal de la tierra y como luz del mundo. Realmente no lo eran: ni los motivos de su seguimiento del Maestro eran ejemplares, ¡cuánto más sus conductas y la comprensión de las enseñanzas que recibían!Pero Jesús no cejaba en su afán formativo de ese grupo al que iba a confiar toda la grandeza de la misión encomendada por el Padre, de construir su reinado entre los hombres.

Quería hacerles entender, según lo muestra este pasaje de Mateo,  que debían ser lo que da sentido a la vida, lo que como la sal, comunica sabor.  Sabor que es, en sí,  el gran regalo de los alimentos que usamos para sostén y crecimiento de nuestra vida. Dar sentido a la  vida es sabiduría, la cualidad que hace que valga la pena vivirla. El mensaje predicado por Jesús se encamina a ese objetivo. Y Jesús quiere que sus discípulos lo tengan muy en cuenta.

Los recursos del espíritu del mundo para darle sabor a la vida, basados siempre en intereses egoístas,  son: la diversión, la indiferencia frente a los males que se viven alrededor, el olvido del otro, la atenuación por distintos medios de la propia conciencia y responsabilidad, la buena onda, la acumulación de bienes materiales…Jesús procura enriquecer a los discípulos trasmitiéndoles como valores `para producir felicidad: la comprensión, la justicia, la fortaleza, la generosidad, el respeto a las  opiniones diferentes, la indiscriminación, el amor que llegue a abarcar también a los considerados enemigos. Así contagiarán con el sentido de sus vidas las vidas de los demás y serán sal de sabor y sabiduría.

Ustedes son luz. Poca luz eran esos discípulos que después de mucho tiempo compartiendo con él, todavía no entendían su mensaje y sus testimonios de vida. Pero hacia el futuro Jesús les dejaba la misión de ser y brillar como luz que alienta los caminos de la búsqueda y el compromiso con la verdad. La verdad de la historia, la verdad de la vida, la verdad descubierta por la investigación, la verdad de los resultados de la experiencia, la verdad que hace congruentes la palabra y la acción con el pensamiento en la sinceridad.

Mirémonos comos Iglesia. Nos consideramos sal como personas que ayudan a dar sentido a la vida? Como comunidad que trata de vivir los valores humanos y los valores evangélicos que son germen de felicidad interior? Las investigaciones periodísticas de  los últimos tiempos no han dado fuertes testimonio de lo contrario- Y esa mancha no se borra ni con persones ni con sonrisas complacientes. Y ¿nos consideramos luz? No dejamos que a nuestro lado la verdad de los hechos, la de los ideales, la conquistada como frutos de investigación compromiso y experiencias desaparezca ante mentiras arteramente construidas o ante propuestas extrañas al sentido común y a la razón?   Hay ciertamente esa materia pendiente para los cristianos de nuestro tiempo y, de manera especial para nuestra Iglesia.

 

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