Homilias Dominicales – Domingo 23 de marzo e 2014 – 3ro. de Cuaresma (ciclo “A”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Juan 4,5-42)  

Llegando a un pueblo e Samaría, Sicar, Jesús fatigado el camino, se quedó sentado junto al Pozo de Jacob. Era cerca del mediodía. Llegó una mujer de Samaría para sacar agua y jesús le dijo: Dame de beber. Los discípulos se habían marchado al pueblo a  comprar provisiones. La mujer le dijo:¿Cómo tu siendo judío me pides de beber a mí que soy samaritana? (porque los judíos no se trataban con los samaritanos) Jesús le contestó: Todo el que bebe de esta agua volverá a tener sed. El que beba del agua que yo voy a darle, nunca más tendrá sed. Créeme mujer que ha llegado la hora en que los que den culto verdadero adorarán al Padre en espìritu y en verdad.

Dijo la mujer: Sé que va a venir un mesías un ungido. Cuando venga él nos lo explicará todo. Le dice Jesús: Soy yo, el que está hablando contigo. La mujer dejó su cántaro se marchó al pueblo y le dijo a la gente: Vengan a ver a ver que me ha dicho todo lo que yo he hecho ¿será el mesías? Salieron entonces del pueblo y se dirigieron a donde él estaba Mientras tanto los discipulos le decían: Maestro, come! El les dijo: Yo tengo para comer un alimento que ustedes no conocen. Para mí es alimento realizar el designio del que me mandó, llevando a término su obra.

Llegaron los samaritanos a donde estaba él y le rogaron que se quedara con ellos y se quedó dos días. Muchos más creyeron lo que el decía y comentaban a la mujer que ya no creían porque ella les había contado sino por lo que estaban oyendo y se daban cuenta de que ése era realmente el salvador del mundo.

Síntesis de la homilía

En el tiempo especial de la Cuaresma preparando la celebración profunda y actualizada de la Pascua, este pasaje tiene gran importancia.  Pascua es el triunfo de la causa de Jesús, testigo con su vida y su muerte del designio de Dios de salvar a la humanidad, comunicando sentido y felicidad a la vida y a su historia.

El encuentro e Jesús fatigado, con la samaritana, que en un horario poco común llega a proveerse de agua es, en realidad, el encuentro de dos sedientos. La mujer sacando agua del pozo para llevar a su casa la vida y la salud, Cristo pidiendo el agua para reducir su fatiga en el cumplimiento de la misión encomendada por el Padre.

Los simbolismos usados por Juan, el agua y el alimento representan al mismo tiempo la satisfacción de las necesidades más elementales del ser humano y el alcance de la salvación de la especie humana en medio de la creación. Y en esas necesidades, al mismo tiempo metas compartidas, se juega la felicidad del reino.    Las diferencias, absolutamente naturales entre los seres humanos, tanto físicas como intelectuales, de capacidades o ideologías, de razas o condicionamientos genéticos, de edad o generaciones, tienden frente a ese panorama de necesidades y objetivos a conciliarse para el mutuo enriquecimiento. Y es esa la novedad que introduce Jesús de Nazaret, con una perspectiva que va más allá de lo transitorio para convertirse en el compromiso permanente de todos y cada uno. Cuando se viven acontecimientos dañosos que afectan a todos sin excepción, suele producirse un clima de solidaridad y de ayuda que supera todas las diferencias. Lo lamentable es que, si todo marcha bien vuelven a intensificarse las diferencias y enfrentamientos. Satisfacción de necesidades fundamentales y búsqueda de sentido de la vida en el mejoramiento de las relaciones humanas son los caminos de salvación propiciadas por el Dios del amor.

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