Homilías Dominicales. Domigo 9 de noviembre 32 durante el año – Conmemoración consagración basílica de Letrán. Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Juan 2, 13-22)

Cuando ya se acercaba la gran fiesta de los judíos Jesús fue a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas junto a los que estaban en los puestos de los cambistas de dinero. Viendo esto, Jesús tomó unas cuerdas, hizo un látigo y los echó a todos del templo, junto con sus ovejas y bueyes. A los cambistas les arrojó las monedas al suelo volcando sus mesas. Y a los vendedores de palomas les dijo “saquen esto de aquí. No hagan un mercado de la casa de mi Padre”

Sus discípulos se acordaron entonces de la escritura que dice “el celo por tu casa me consume” Los judíos le preguntaron: ¿qué prueba nos das de tu autoridad para hacer esto? Jesús contestó: destruyan este templo y lo reconstruiré en tres días. Le dijeron ellos: cuarenta y seis años se han empleado para la construcción del templo y ¿en tres días los vas a reconstruir? Pero el templo al que Jesús se refería era su propio cuerpo.

Por eso, cuando resucitó sus discípulos se acordaron de esto que él había dicho y creyeron en la Escritura y en las palabras de Jesús

 

Síntesis de la homilía

La actitud de Jesús es ciertamente arriesgada y polémica. La violencia del látigo aunque sólo fuera para los animales y el desparramo del dinero de los que atendían el cambio para que los extranjeros pudieran hacer su ofrenda en el templo, no parecerá a muchos el medio adecuado para solucionar el celo por la casa del Padre, (salmo 69,9) que los discípulos recuerdan.

Es indudable sin embargo, que la indignación está plenamente justificada. No, mirando a los vendedores alojados en dependencias no sagradas del templo, sino en el patio o atrio de los paganos dedicado habitualmente a actividades secundarias para preparar las solemnidades cultuales, sino a quienes lucraban con esa concesión a los vendedores, aumentando sus propios ingresos y explotando la disponibilidad expiatoria de la gente del pueblo. La respuesta a la pregunta de quienes se sienten ofendidos en lugar de agradecidos por esta sacralización del templo, sobre la autoridad de que se considera investido para realizar tal procedimiento (con características de un allanamiento judicial) es muy simple. Se trata de la casa del Padre que de ningún modo debe convertirse en mercado donde rigen las leyes y costumbres del comercio y el aprovechamiento de la devoción religiosa de los “clientes”.La conducta de Jesús apunta igualmente a la complicidad de los funcionarios del templo con los agentes del Imperio que hacían la vista gorda para esas aglomeraciones con propaganda de la mercadería y discusiones sobre precios.

Se puede trasladar desde este episodio a la realidad de nuestros días la indignación mostrada por Jesús? En alguna oportunidad se ha recurrido a ello para justificar el uso de la violencia para remediar diversas formas violentas de proceder contra la justicia y la dignidad humanas, considerando superados los intentos de diálogos, solicitudes y reclamos. Pienso que si no ha de tomarse la letra lo de ofrecer la otra mejilla, tampoco es correcto interpretar como legítimo el uso de la violencia. Que a veces es provechoso dar un chirlo en la cola a los hijos para corregir conductas inadecuadas también puede aplicarse a las relaciones sociales siempre que los daños no sean mayores que los beneficios. Y en nuestra experiencia, normalmente, dadas las posibilidades de instrumentación de la violencia y la contra-violencia los resultados han sido normalmente perjudiciales para todos

 

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