¿Qué es y qué hay detrás de una CANONIZACION? Por Guillermo “Quito” Mariani

 ¿Qué es? Para muchos resulta algo misterioso, que produce una especie de estremecimiento mundial con ceremonias multitudinarias, para proclamar que alguien es un SANTO. Esto, en realidad, supone todo un proceso de investigación en la historia de vida y costumbres de la persona de que se trata, hasta considerarla primero como “siervo o sierva de Dios”. Desde allí se continúa investigando y recibiendo juicios hasta que el SUMO PONTIFICE (la Iglesia sigue siendo monarquía) decreta la BEATIFICACION, que es lo primero se celebra solemnemente. Para entonces, la investigación tiene que haber constatado  dos “milagros” o sea intervenciones expresas de Dios para probar la santidad del investigado. Estos hechos resultan seleccionados entre los numerosos testimonios que llegan al Vaticano, intercediendo por la canonización. Se deja pasar un tiempo (corto a veces y normalmente largo) para que producidos y examinados otros tres hechos milagrosos se decida finalmente la CANONIZACION Con lo cual queda asegurado para los católicos del mundo que la persona de que se trata ha logrado situarse en la presencia de Dios para siempre. “Está en el cielo” se dice vulgarmente.

Esto ciertamente huele a “cuento” y fantasía. Para algunos “misterio”. Vamos a tratar de dilucidar el “misterio” o explicar el “cuento”, recorriendo previamente la ruta seguida en la historia de la Iglesia, por las “canonizaciones”  (inclusión en la lista de los muertos que están en presencia de Dios, y son santos, por su excelencia de vida, y son también por eso, modelos  para los fieles)

El grupo social que es la Iglesia, puede afirmarse, se expresa en su santoral. Allí se entreveran: las características de una época; los diversos intereses de la institución y sus personajes; las influencias y ambiciones de dominio y poder; las ventajas económicas; la superación de las manchas inocultables con destellos de luz emanados de la misma fuente institucional; la variante influencia de la autoridad monárquica que determina y opta con actitud infalible…etc. Y, en este amasijo polimorfo, entran con su historia, las CANONIZACIONES.

En los primeros tiempos, la decisión de venerar a un difunto tributándole un culto público se tomaba por decisión popular, por consentimiento natural y multitudinario sobre sus virtudes. El origen de este criterio puede ponerse en el reconocimiento de la hazaña de los mártires. Cuando los cristianos a partir del siglo cuarto, dejan de ser perseguidos y se convierten en perseguidores, la santidad se traslada a otros personajes (monjes, ascetas, benefactores, gente piadosa…)

Recién en el siglo X un Papa canoniza a un santo. Juan XV al obispo Ulrico. Bastante más tarde, en el siglo XVII se dicta una normativa oficial para el proceso. La historia muestra con mucha claridad cómo el poder religioso se fue transformando en poder político. Y esa característica comenzó a mostrarse en las canonizaciones que iban reflejando los intereses de la institución en esos momentos. La canonización de un emperador se encamina a proponer como modelo a un gobernante político sumiso a la Santa Sede. Así  como la de Tomás Becket en 1973 , significó que la Iglesia elevaba a los altares a un obispo rebelado contra Enrique II.

Juan Pablo II canonizó una cantidad de santos superior a la de todos sus predecesores juntos. Su ideal:  mantener todas las características de la religión tradicional, anterior al Vaticano II. La rápida (contra toda regla) canonización de Jose María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus, tiene en ese objetivo del Papa, parte de su explicación.

Hay otro aspecto, marginado con frecuencia, que es el económico. Ya con respecto a la importancia adquirida por el Opus en el pontificado de Juan Pablo II, tomó estado público la gran influencia ejercida por esta  Opus en la solución del escándalo del banco Ambrosiano, con el aporte de dinero influencia para sacar a Vaticano de esa circunstancia de quiebra desprestigiante y delictiva. Pero las canonizaciones mueven mucho dinero. Es muy difícil saber cuánto dinero “cuesta” un santo. Pero se trata de un  negocio parecido al de las indulgencias, a propósito de “la condenación en suspenso” del Purgatorio.

Pero, quizás lo más importante es que, además de alejarse del sentido evangélico de la santidad, se ha perdido el sentido original de este título concedido  a algunos de los fieles difuntos. La primera Iglesia lo usó para destacar la vida ejemplar de esos cristianos encajados en el mundo y comprometidos de diversos modos con su liberación. La importancia de las celebraciones litúrgicas de las canonizaciones ha ensombrecido ese primer objetivo justo y evangélico, para convertirlo simplemente en intercesor ante Dios (absolutamente innecesario porque el Padre nos ama sin necesidad de “cuñas”), aumentando así el sentido de sumisión, promesas y cumplimiento de las mismas con importantes dispendios económicos.

Las “beatificaciones” de Francisco, han escapado relativamente a las principales objeciones formuladas en mi reflexión. Brochero, inmerso en la realidad de su pueblo hasta el heroísmo.  Romero cuya historia hace vislumbrar una admisión de la santidad política (comprometida con la justicia y la fraternidad) El martirio es aquí el gran argumento y entonces se desdibujan las exigencias de hechos milagrosos requeridos reglamentariamente. No falta quien , sin embargo, afirma que el motivo fundamental es haber sido asesinado mientras celebraba la eucaristía. En otros casos, como Angelelli, Rutilio Grande, los mártires de Chamical y los de la universidad salvadoreña, como también Mujica, no pasarán la prueba porque no fueron muertos en expresa manifestación de fe católica.

Digamos, por otra parte,  que es mejor que así sea, porque vuelve a tratarse, a Dios gracias, de Canonizaciones populares,  que ganan en autenticidad.

 

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