Conquistas y esperanzas de un año con Francisco. Por Guillermo “Quito” Mariani

Se ha cumplido ya un año y medio de la elección de Francisco I como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica. Desde aquel celebrado “Buona sera” con que sorprendió a la multitud aglomerada y ansiosa de la plaza de San Pedro hasta hoy, con sus gestos, sus viajes, sus discursos, su estilo familiar, sus muestras de compasión y comprensión, su proximidad y su proyecto de una iglesia pobre y para los pobres, ha reconquistado a nivel internacional a mucha gente entusiasmada con sus muestras de “humanidad”. Ante el ventarrón de disconformidades frente a una iglesia anclada en tradiciones resistentes a cualquier actualización y los ataques que desnudaron una cantidad de deficiencias que habían permanecido ocultas durante siglos, la constatación se expresaba frecuentemente con frases como esta “la iglesia está perdiendo a mucha gente que se ha pasado a otros espacios religiosos o se ha decepcionado completamente”. Francisco, indudablemente, ha revertido ese proceso que, aparentemente ha sido el motor de que el cónclave de Marzo del 2013, se definiera rápidamente por la elección de su persona para el pontificado. Nos alegramos de este cambio desde todas las apariencias de autoritarismo y majestad sacral atribuidos a la Iglesia, cerraban las puertas y ventanas que el Concilio Vaticano II, convocado por el Papa Juan XXIII, había tratado de abrir, precisamente para reanudar la comunicación Iglesia-mundo. Sin ninguna pretensión de que se juzgue exacto mi análisis, creo que es razonable, a la vez que agradecer y alegrarse del cambio realizado, tener en cuenta algunos aspectos más profundos.

1) La iglesia católica continúa siendo una monarquía institucionalizada y sacralizada. El cambio necesita institucionalizarse y desacralizarse. Ante criterios de apertura, simplicidad, tolerancia,

pedidos de perdón y rechazos, ante reclamos, de conductas individuales,a nivel personal del Papa, la estructura no se ha movido. Continúan intactas, con el argumento de que las leyes canónicas y afirmaciones tradicionales no han cambiado. Las decisiones autoritarias de las distintas jerarquías en sus jurisdicciones mantienen un nivel de unidad y aprobación superficial, respetando la simpatía despertada y conquistada personalmente por la cabeza, pero el cuerpo continúa afectado por un “pasado” demasiado “pesado”.

2) Desde el siglo IV la Iglesia fue creciendo en prestigio y poder. Con diversas estrategias se mantuvo enfrentando una cantidad de dificultades. Condenas, exclusiones, alianzas, persecuciones, definiciones dogmáticas, afirmaciones atemorizantes, complicidad con los poderosos, majestad intocable por identificación con lo divino. Así la conocimos muchos de nosotros. Así fue creciendo en cantidad de adhesiones y prestigio acumulado. Dos características indispensables para el poder. Pero al mismo tiempo fue perdiendo dimensión humana. De modo que ante personas de Iglesia que sostenían con firmeza las posiciones evangélicas por sobre reglas y criterios impuestos, la gente decía como la mejor alabanza:¡qué humano es este obispo, este cura! ¿Será católico, apostólico, romano? Y en realidad es la síntesis de las aprobaciones y alabanzas que está recibiendo Francisco. Por fin,un Papa humano!

3) Pareciera irreverente pero es real. La Iglesia, como todo lo religioso institucionalizado mantiene y desarrolla una política de poder. En la estrategia política actual de la Iglesia entra el esfuerzo de reconquistar la adhesión cuantitativa. Al menos aparentemente, con Juan Pablo II y el Cardenal Ratzinger luego Benedicto XVI la decisión era afirmar principios y exigencias de fidelidad para disponer de un conjunto disciplinado capaz de afrontar el error y la descristianización progresiva. El resultado fue negativo. La cerrazón de “bunker” fue violada por las investigaciones periodísticas. Y el bunker se desmoronó, desparramando sus riquezas y su basura. Ahora importa recuperar las adhesiones perdidas. Los viajes de Francisco son enfocados por algunos analistas como búsqueda de nuevas adhesiones reemplazando a la casi desgajada Europa. Brasil, con el gran encuentro juvenil; Israel y Palestina como recuperación de la cualidad mediadora tantas veces atribuida a la Iglesia; Corea con la oferta de un catolicismo plenamente tradicional en constante crecimiento. Amigables relaciones con China y hasta algún proyecto de visita ante un catolicismo afirmándose…

4) No hay que pasar por alto la preocupación que crea el avance del Islam en el mundo, fruto de una adhesión fanatizada a una verdad única que exige ser contagiada como precio de la propia subsistencia y como salvadora del mundo.

Me he referido a “esperanzas” Dejo para una segunda columna lo fundamental de ese tema.

 

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