Democracia antidemocrática. Por Guillermo “Quito” Mariani

Pareciera que en las democracias, que suponen la libertad de juicio individual para manifestar los intereses comunes en el derecho al voto, no pudieran tener cabida las reacciones violentas ni en la preparación, ni en la realización, ni en la constatación de los resultados de las jornadas eleccionarias. La democracia marcha, si hay oportunidad de que los distintos sectores que aspiran a ser activos productores del bienestar de un país, cotejen la importancia  de sus intereses y la eficacia de sus proyectos, con los del resto. Las campañas de concientización que suponen una dosis de sinceridad e ingenio, encaminan hacia la aceptación o rechazo, de acuerdo a las mayorías obtenidas.

Pero¿termina allí la democracia? De ninguna manera. Hay una actitud que es indispensable lograr para que tenga vigencia. Desde  el enfrentamiento de cuadros rivales en el deporte, hasta las luchas políticas entre sectores divergentes.

No hace mucho en el mundial de atletismo, el cubano Daymond Robles (campeón mundial en Beijin del 2008) fue descalificado a pesar de conquistar la meta, por la denuncia de haber golpeado en la mano al competidor Liu Xiang al pasar una valla- Esas mañas, que raras veces se descubren y son castigadas adecuadamente, llevan muchas veces a situaciones de violencia en las competencias deportivas.

También logran ese resultado cuando se convierten en tácticas habituales para vencer a los  contrincantes en el campo sociopolítico. Pero esto no resulta suficiente para descalificar. Sólo el resultado final, da al pueblo la competencia de árbitro definitivo. La mayoría que se impone con diversos porcentajes y sobre todo las minorías, que incluyen un rechazo y una condena mucho más profunda que una derrota electoral, son sentencias definitivamente democráticas.

Pero el juego sigue y los actores que utilizaron sus mañas para vencer, a pesar de haber sido descalificados por el voto mayoritario, siguen utilizando las mismas tácticas. La obstrucción, el insulto, el descrédito, la violencia. (el estilo cachetada de Camaño) Y todo esto es síntoma de la reacción desenfrenada, la desesperación del perdedor que no tiene en cuenta sus propias falencias para corregir las propuestas, mejorar los métodos y preparar de nuevo sus planes para desafiar la sentencia inapelable de las urnas. Lo estamos viviendo. Los que no han logrado la aprobación de sus propuestas en las elecciones primarias, se reconocen vencidos, pero se deciden por la venganza. Una venganza que desacredita en primer lugar al pueblo. Acariciaban  la seguridad de resultar victoriosos, basándose en el predominio favorable de los medios de difusión más importantes. Cada uno, entonces, destila ahora su gotita de hiel.

 “Es peligroso para el país el triunfo del kirchnerismo” .-“los argentinos son vagos y como no les gusta trabajar votan a los que los mantienen con dinero de los otros”.- “La intransigencia en valores y principios, no cosecha votos en este país”.- “para entender a la gente que votó al oficialismo se necesita un psicólogo”.. Cada una de estas frases convertida en grandes títulos han sido pronunciadas por candidatos importantes y han significado directamente un menosprecio de la ciudadanía votante.

Con razón la revolución juvenil, comenzada en Mayo en España, persiste y se multiplica en sus expresiones y cantidad de adherentes. “Es el sistema político y económico el que no funciona”. El 15-M, no es un movimiento definido en pro o en contra de derechas o izquierdas, de conservadores o liberales, de socialismo o capitalismo, de violencias o indiferencia pacifista. Simplemente quiere democracia real ya! No quieren seguir siendo “ mercancía de banqueros o políticos”. En lugar de las luchas de poder, exigen que se de solución a los problemas reales. Un 40% de jóvenes padece el paro (desempleo) . Y los programas de salvación de la “crisis” que ellos llaman “estafa” no los satisfacen. Disconformidad juvenil que a muchos desconcierta, pero que resulta un aviso muy importante para repensar nuestro estilo democrático, viciado despreocupadamente por sus actores principales.

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