La docta ciega y sorda. Por Guillermo “Quito” Mariani

Más allá de todo cordobesismo la ancestral denominación de “docta” para nuestra ciudad además de considerar su Universidad como la primera (1613) en el país y la 4ta. en América, tiene que ver con muchos hombres valiosos profesionalmente, que hicieron sus estudios en ella. La “docta” habla de generaciones con una cultura profundizada intelectualmente y generadora de obras artísticas y acontecimientos muy importantes como la Reforma Universitaria del 18 que originó un movimiento latinoamericano en el orden sociopolítico y educativo. A ese acontecimiento, acaban de referirse también  varias manifestaciones de miembros de la Confederación de estudiantes chilenos rebelados contra una Universidad elitista y cerrada al desarrollo social del país.

Podemos enorgullecernos, sin que esto implique menosprecio para nadie, de ese título ancestral con que nuestra ciudad se conoce, al menos el Latinoamérica.

Pero gloriarnos de nuestra historia no puede llevarnos a dejar de mirar nuestra realidad . Y esa mirada ha de abarcar el panorama global de la cultura.

Por iniciativa del gobernador  R.J.Cárcano que anhelada una gran sala de espectáculos, como ya Córdoba lo requería, y con el diseño del arq. F.Tamburini, al estilo del Opera de París, con intervención de numerosos escultores y pintores  locales el edificio se inauguró en Abril de 1891. Su nombre fue un homenaje a Rivera Indarte el gran poeta cordobés. El año 50 se lo denominó del Libertador Gral. San Martín en el centenario de  su muerte, volviendo al nombre original en 1956 y nuevamente al del Libertador en 1973. Desfilaron por su escenario los más famosos intérpretes. Es considerado como el que posee mejor acústica entre las salas argentinas. Todo esto nos permite afirmar, desde la calidad de su edificación hasta los datos de su historia, que se trata del gran símbolo de la cultura de Córdoba. De la docta.

Pero, si los medios de difusión juegan o deben jugar un papel importante en la cultura popular, me atrevo a decir que esta Córdoba culta, está hoy discapacitada por ceguera y sordera.

Muy pocos medios de información pública orales, visuales y escritos, se ocupan de dar importancia a los acontecimientos musicales y artísticos en general, que se vienen produciendo en ese templo de la cultura. Las publicaciones especializadas arremolinan espectáculos livianos y de diversión programados por empresas privadas con objetivos señaladamente comerciales. No queda lugar ni tiempo para lo que fue tradicional en otros tiempos: Preparación, anuncio, detalles de la realización artística, críticas certeras, ya no encuentran espacio, a no ser un pequeño rincón oculto.

La semana pasada, con 5 funciones, se puso en escena  opera de  P.I. Tchaikovski “Eugenio Oneguin” La primera en ruso en Córdoba. Coro polifónico de la provincia, cuerpo de ballet del teatro, escenografía novedosa, solistas calificados, acompañamiento musical excelente. Un gran espectáculo, elaborado con mucho trabajo, paciencia  y profesionalidad. Como siempre, resultó muy difícil encontrar referencias y comentarios en los medios más importantes. Sordos y ciegos para este monumento a la cultura y al arte que es el teatro del Libertador y  la labor apasionada de los artistas en una puesta en escena majestuosa e inobjetable. Esto exige al menos un reclamo, una sugerencia, cuando no un reproche. Porque es un ataque a nuestra cultura que, no por muy cordobesa. puede dejar de ser universal

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