Homilías Dominicales. Domingo 1 de Julio de 2012 – 13 durante el año litúrgico (ciclo”B”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Mc. 5, 21-43) A pasar a la otra orilla llegó el jefe de la Sinagoga y postrándose a los pies de Jesús le rogaba: mi hijita está agonizando. Ven a imponerle las manos para que sane y viva. Se fue con él y lo seguía mucha gente. Entre la multitud que lo apretaba había una mujer que llevaba doce años padeciendo hemorragias. Se acercó por detrás y le tocó el manto pensando: con sólo tocar su manto me salvaré. En un instante desapareció la hemorragia y sintió que estaba curada. Jesús se volvió y preguntó ¿quién me ha tocado? La mujer asustada y temblando se acercó, se postró ante él y le confesó la verdad. El le dijo: hija, tu fe te ha curado, vete en paz y conserva tu salud.

Aún estaba hablando cuando llegaron servidores del jefe de la sinagoga y le dijeron: tu hija ha muerto. No importunes al maestro.

Jesús al escucharlos dijo al jefe de la sinagoga: No temas, basta que tengas fe. Invitó a acompañarlo sólo a Pedro, Santiago y Juan su hermano. Al  llegar a la casa dice ¿a qué viene todo este alboroto y esos llantos? La niña no está muerta, está dormida. Se reían de él pero echándolos fuera, tomó al padre y la madre y sus compañeros y entró a donde estaba la niña. Tomándola de la mano le dijo Talithá cum que significa: Chiquita, te lo mando, levántate. La muchacha se levantó y empezó a caminar. Tenía doce años. Ellos se asombraron sobremanera. Les encargó encarecidamente que no lo publicaran y dijo que le dieran de comer.

 

Síntesis de la homilía

Vienen desde la otra orilla, atravesando las aguas. Allá en la región pagana el impactante cuadro de un varón satánico produciendo destrozos entre los sepulcros y su posterior curación. Aquí en territorio judío dos mujeres protagonizan el relato. Poseídas no por la esclavitud del espíritu del mal sino por la ley. La asociación no es casual. Esto podría calificarse como el comienzo del evangelio femenino de Marcos. Un funcionario judío cargado con la angustia de su hija agonizante, que no tiene reparos en acudir a ese maestro rechazado por los maestros de la ley, en el momento de aflicción. El relato se interrumpe como en un paréntesis. Marchando hacia la casa, otra mujer, con la enfermedad del flujo de  sangre ininterrumpido que además de primarla de la posibilidad del uso sexual, del matrimonio y de la procreación, es considerada impura e intocable por la ley. Anónima y apretada por la multitud, como desafiando la ley, se acerca a Jesús y toca el manto, cuya virtud curativa se especifica después en (6,56).Para Jesús no es  anónima. Quiere verla y hablarle como hija. No temas, te ha curado tu fe. Y la envía a vivir su vida de mujer madura. Los doce años de padecimientos marcan el simbolismo del tiempo necesario para la maduración. La crueldad del Deuteronomio cuando se refiere a la enfermedad que ella padecía, ha sido superada por esta intervención amorosa y paternal de Jesús. No hace caso a los mensajeros que llegan anunciando la muerte de la  hija del archisinagogo. Basta que tengas fe. La personalidad de los elegidos para acompañarlo marca la importancia de la misión a cumplir. En la casa entre con el padre y la madre a la habitación. Da la mano a la niña y le ordena incorporarse. Ella obedece y vive. Tiene doce años. La edad en que la mujer judía debía ser entregada al esposo para servirle. La previsión de ese acontecimiento ineludible para le ley, la tenía muerta. La intervención de Jesús la sana y la fortalece para seguir caminando por la vida con libertad y normalidad.

Casi diríamos que este relato tan antiguo de Marcos puede trasladarse a nuestro tiempo en que tantas mujeres en diversas culturas siguen viviendo como muertas en vida. Y, aunque entre nosotros esa realidad no adquiere lo trágico de otras geografías, continúa una especie de sentido de superioridad masculina con diversas manifestaciones que quiere anular las potencialidades femeninas. El feminismo, condenable para muchos y muchas, sigue siendo la reacción necesaria y justa, frente a abusos masculinistas en la legislación, el campo laboral, el ejercicio de la sexualidad y maternidad, y de un modo particular en nuestra iglesia.  Es cierto por otra parte que se cometen excesos cuando la dignidad de la mujer queda herida por conductas transgresoras de comercialización de los valores más íntimos, pero hay que estar alerta para que con Jesús ayudemos a recuperar la dignidad en la persona y acción de la mujer que indudablemente repercutirá en bien de toda la sociedad.

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