Homilias Dominicales – Domingo 16 de setiembre de 2012 – 24 durante el año litúrgico (ciclo “B” ) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema(Mc. 8,27-35)

Jesús se marchó con sus discípulos hacia la región de Cesarea de Filipo. En el camino les preguntó: ¿quién dice la gente que soy yo?  Ellos le respondieron: para algunos eres Juan el Bautista, para otros Elías y para otros alguno de los profetas. Y ustedes, quién dicen que soy. Pedro se adelantó y dijo “Tu eres el mesías”- Jesús les ordenó severamente que no se lo dijeran a nadie. Y comenzó a enseñarñes que el hijo del hombre debía sufrir mucho. Que iba a ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas. Que sería condenado a muerte y resucitaría al tercer día.

Y les hablaba de esto muy claramente. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús dándose vuelta y mirando a sus discípulos lo reprendió diciendo: Apártate de mí satanás, porque tus pensamientos no son de Dios sino de los hombres. Entonces, llamando a la gente y a los discípulos les dijo: el que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga, Porque el que quiera salvar su vida la perderá y el que la pierda por mí y el evangelio, la salvará.

 

Síntesis de la homilía

Saliendo de Galilea para alejarse de Herodes el menor, que ya  comenzaba a perseguirlo, Jesús se dirige al norte, la región gobernada por otro hijo de Herodes el grande, Filipo. De paso, diríamos que en lugar neutral, interroga a sus discípulos y obtiene respuestas muy acertadas aunque no completas. Que lo  identificaran con Juan no sorprende porque el mismo Jesús alimentaba el proyecto mesiánico del bautista,  aunque le daba rumbo distinto. También la figura de Elías estuvo permanentemente en la mente de Jesús, como el anunciador de la  llegada del enviado. Y, desde luego, la firmeza de sus palabras y discursos lo identificaba con los grandes profetas. Los discípulos callan sin embargo, lo que se afirmaba por los funcionarios del templo, que lo consideraban endemoniado. Jesús experimenta la necesidad de informarse y, satisfecho con lo que los discípulos han recogido quiere también precisar la opinión que ellos se han formado. Pedro no duda: Eres el Cristo. Jesús penetra inmediatamente el sentido de la declaración espontánea y entusiasta de Pedro y prohibe a todos que lo divulguen. También él está convencido de su vocación, pero necesita aclararla para no propagar la idea ambiciosa quen en realidad, sostienen Pedro y sus compañeros. Por eso se pone a enseñarles sobre el sentido de su vocación de “enviado” o “mesías”

Pedro se da cuenta entonces de la diferencia entre su proyecto y el de Jesús y lo lleva aparte para advertírselo. Para cualquiera convencido de tener una misión importante constituye una tentación su cumplimiento en circunstancias propicias y con el mayor acogimiento posible. Ante la reprensión de Pedro, como había sucedido en la tentación del desierto, Jesús reacciona con fuerza y decisión haciéndole notar que le está poniendo una tentación. “Satanás” significa “el que pone a prueba”.

No va a prescindir de los discípulos, aunque los motivos del seguimiento sean en parte egoístas y plagados de ambiciones personales. Los necesita para llenar su misión. No quiere desalentar su juicio de que es el enviado, el cristo. Pero tampoco quiere ilusionarlos o engañarlos con un camino de éxitos y prestigios. Su causa es revolucionaria de la religión y la sociedad. Y necesariamente deberá enfrentar el rechazo de los que sostienen un proyecto distinto. Para seguirlo en su trayectoria hacia la consecución de la misión que él está seguro que el Padre le ha confiado, tienen que juntar coraje para renunciar muchas veces a sus criterios y ventajas personales. En realidad, cada uno en cada circunstancia tiene que estar preparado para cargar con el peso de la incomprensión, el fracaso y la persecución. La defensa de los propios intereses hasta convertirlos en el sentido central de la vida, conduce a la pérdida de la vida. Y, en cambio, la ofrenda de la vida para convertirla en servicio a la causa del nosotros, de la comunidad humana, le devuelve su pleno sentido y valoración. En nuestros afanes proselitistas, muchas veces nos dejamos llevar por la facilidad de conquistar en base a promesas en que comprometemos la acción de Dios a favor de los que ingresen a nuestro círculo de “escogidos”. Si examinamos el sentir de muchos hermanos católicos nos encontramos con una cantidad de acciones y compromisos encaminados a obtener beneficios particulares. A esas actitudes las calificamos como FE. Pero no están basadas en la convicción de que el Padre nos ama y en las buenas y en las malas está nuestra disposición su espíritu de amor, que nos impulsa a utilizar todas las posibilidades de felicidad que él ha depositado en nosotros, para bien de todos. Por eso una iglesia enquistada en el poder y preocupada por mantenerlo en la sociedad a través del autoritarismo y el  miedo es una tentación en que ha caído y sigue cayendo en muchas oportunidades.

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