Tema (Jn. 20,19-23)
Por la tarde de aquel primer día de la semana, estando trancadas las puertas del lugar donde estaban reunidos los discípulos por temor a los judíos, llegó jesús, se puso en medio de ellos y les dijo “Paz con ustedes”
Dicho esto les mostró sus manos y su costado. Ellos se alegraron mucho de verlo. Les dijo nuevamente “Paz con ustedes” igual que el padre me ha enviado a mí yo los envío a ustedes Y diciéndoles esto, sopló sobre ellos y les dijo: reciban el espíritu santo A quienes uds, declaren libres de pecado quedarán libres y a quienes se los imputen quedarán imputados.
Síntesis de la homilía
Tanto los sinópticos como Juan omiten el relato de Pentescostés que Lucas coloca en el Libro de los Hechos con una cantidad de elementos simbólicos añadidos al hecho central de que el espíritu divino animaba a la comunidad después de la desaparición de Jesús su fundador. Tanto la pascua como Pentecostés son dos fechas de la cultura agrícola del pueblo judío, siembra y cosecha. Su etimología está ligada a la siembra y al período de espera para la cosecha. La historia del Exodo ligó la primera a la gran siembra de libertad recibida por el pueblo judío con la partida de Egipto y la segunda al establecimiento del pueblo elegido, en la tierra prometida. También los cristianos eligieron la primera para la celebración de la liberación definitiva y la segunda para la prolongación de la causa liberadora por parte de los seguidores de Jesús resucitado.
Como la misión encomendada por el Padre a Jesús suponía una situación interior penetrada por el espíritu liberador y amoroso del Padre, así también la misión de los enviados por Jesús. Con el mismo simbolismo con que el Génesis indica la creación y animación del ser humano (aliento de vida y soplo) Jesús asegura a los discípulos su compañía y la del Padre en el cumplimiento de su misión.
El relato de Lucas en los Hechos abunda en elementos simbólicos: el viento en lugar del soplo, con mayor energía renovadora y dinámica, el fuego que evoca la predicación del bautista (bautismo en espíritu santo y fuego) o el ardor del corazón comentado por los discípulos de Emaús, la presencia multitudinaria dentro de la sala, como símbolo de la multitud de propagadores del mensaje, y fuera de la misma el don de lenguas que hace inteligible para todos los idiomas el anuncio liberador.
El sentido general de todas las alusiones a este acontecimiento es una suerte de constatación de la madurez de la comunidad cristiana, realizando en un momento puntual la misión encomendada, gracias a un cambio del espíritu de temor por el de valentía, de la limitación humana y privilegista del judaísmo por la universalidad cristiana. Todo lo cual se irá desplegando concretamente en los acontecimientos que integran los relatos del Libro de los Hechos.
A nosotros, en nuestro tiempo, nos corresponde propagar el cambio Pentecostal, no ya con simbolismos motivantes sino con realidades palpitantes. La misión de encontrar en el mundo que nos rodea y nos envuelve, los acontecimientos que indican la presencia del espíritu divino para favorecerlos con nuestra aprobación y compromiso. La misión de que los pecados o el pecado del mundo ( que sustituye el amor por los egoísmos y el odio) sean remediados en sus efectos con actitu generosa y constantemente liberadora.