Homilías Dominicales – Domingo 22 de diciembre de 2013 – 4to de adviento (ciclo “A”) – Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Mt 1, 18-24)

Así nació Jesús el mesías: María su madre estaba prometida a José y antes de convivir  resultó que esperaba un hijo del Espíritu santo. José que era hombre recto y no quería manchar su fama decidió romper con ella en secreto. Pero apenas tomó esta resolución, se le apreció en sueño un ángel del Señor que le dijo: José  hijo de David no tengas inconveniente en llevarte contigo a María porque la criatura que lleva en su seno viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y lo llamarás Jesús porque viene a salvar a su pueblo. Esto sucedió para que se cumpliera lo que Dios dijo por medio del profeta: Miren, la doncella concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Emanuel (Is.7,14) que significa “Dios con nosotros”

Cuando  José se despertó hizo lo que le había dicho el ángel y llevó a su mujer a su casa.

 

Síntesis de la homilía

Mateo, un evangelio dirigido de manera explícita a los judíos convertidos y por convertir al cristianismo utiliza los datos de su relato como argumentos de prueba sobre la mesianidad de Jesús. Por eso se refiere meticulosamente al nacimiento del mesías. Al origen de todo. Los datos mezclan evidentemente lo real, con lo interpretado de acuerdo al objetivo perseguido por el evangelista. José es el personaje real. El ángel (mensajero) del Señor  aporta la interpretación. José se alarma por el embarazo imprevisto y adopta una decisión crucial y dolorosa y lógica de abandonar a su prometida infiel. El mensajero, en el clima de los sueños, lo convence de que allí está obrando el Espíritu de Dios. La acción del hombre no explica el sentido de esa realidad que lo preocupa. Es el designio salvador de Dios el que lo envuelve- El “espíritu de Dios”.

Y José renunciando a considerar como lo más importante: el hecho no provocado por él, admite la interpretación, el sentido originado en el mensaje del ángel de sus sueños.

Mateo a su vez, hace de intérprete de la profecía de Isaías, el gran profeta mesiánico que para los judíos es “palabra santa”. El texto corrige la palabra “doncella de la corte” por la de “virgen” y así queda afirmado al mismo tiempo el cumplimiento de la profecía de Isaías y la intervención poderosa e inexplicable de Dios.

José el varón justo termina obedeciendo al ángel de Señor y así queda completada la narración, con la seguridad de que así se han cumplido las cosas.

La interpretación tradicional ha dado a la realidad una importancia secundaria. José aparece por eso como descolocado en su apreciación. La importancia absoluta ha sido fijada en la interpretación de los hechos como cumplimiento de lo que Dios quiere.

Como recurso apologético (de argumentación convincente) esto es plenamente aceptable en el lenguaje evangélico, orientado a comunidades concretas en un tiempo concreto y circunstancias absolutamente particulares.

Pero tenemos que reconocer que para nosotros esta facilidad de admitir cosas que están en contra de las leyes naturales, aunque traigan mensajes importantes en lo simbólico e interpretativo, no nos deja tranquilos.

Es justo entonces, una vez conocido e interpretado el testimonio de vida de Jesús de Nazaret desbrozado de todas la añadiduras transitorias aportadas por los condicionamientos de tiempo, circunstancias históricas, lenguaje y estilos utilizados,  nos adentremos en ese testimonio de vida aceptándolo como huella de nuestra historia y re-naciendo de alguna manera con él en circunstancias y tiempos muy lejanos,  para producir la recuperación definitiva de la dignidad del ser humano en la medida de nuestras posibilidades, como él lo hizo en la medida de la suya.

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