Homilías Dominicales – Domingo 15 de diciembre de 2013 – 3ro. de Adviento (ciclo “A”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema: (mt. 11,2-11)

Desde la cárcel Juan se enteró de las obras que hacía Jesús y mandó a dos discípulos a preguntarle: ¿Eres tú el que tenía que venir o esperamos a otro? Jesús le respondió: vayan a contarle a Juan lo que ustedes están viendo y oyendo:

Que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres reciben la buena noticia. Y…dichoso ¡el que no escandaliza de mí! Mientras los dos discípulos se alejaban Jesús comenzó a hablar de Juan a la gente. “Díganme ¿qué salieron ustedes a ver en el desierto? Una caña movida por el viento? ¿qué salieron a ver? Un hombre vestido con elegancia? Los que visten con elegancia están en las cortes de los reyes. Entonces, ¿a qué salieron? ¿A ver un profeta? Sí, desde luego: él es de quien está escrito:”Mira que te envío un mensajero por delante.

El prepara tu camino”

Les aseguro que no ha nacido de mujer, nadie más grande que Juan bautista. Aunque el más pequeño en el reino de Dios es más grande que él.

 

Síntesis de la homilía

Tremenda duda la de Juan!  Está en la cárcel, convencido de haber cumplido con la función que había sentido confiada por Dios. Su euforia por la llegada del Reino anunciado le había hecho anticipar los tiempos y confundir las características de esa liberación. Y Jesús, prácticamente un discípulo suyo, marchaba por un camino completamente diferente. Jesús se da cuenta de la angustia que seguramente invadía a su primo y amigo y sin muchas disquisiciones despliega ante los discípulos el testimonio de sus obras, coincidentes con las anunciadas para la llegada del mesías.

La exclamación con que concluye su respuesta es un indicio de su sensibilidad herida por el proceso natural humanamente que está viviendo Juan, pero que seguramente lo está destrozando por dentro.  ¡ que yo no resulte ocasión de escándalo para que pueda ser feliz! Y con toda delicadeza, para que la gente no piense que está menospreciando a Juan, hace de él la mayor alabanza en que se podía pensar como ser humano austero, sincero, valiente, sin doblez y humilde. Pero la propuesta divina es superadora de lo que el hombre puede y por eso quienes se embarcan en ella con decisión, comprometidos con su realización, son más importantes que el importantísimo Juan.

Es realmente aleccionadora esta divergencia entre el Bautista y Jesús, ocultada durante mucho tiempo para  no sembrar obstáculos en la presentación de los dos importantes personajes. Pero la realidad irrefutable es que se trata de dos hombres. Inspirados ambos por una fuerza interior que interpretan como querer divino, y ambos con muy buena voluntad de servir generosamente a esa causa. Ambos también, mártires de su convencimiento y de la causa promovida y defendida. Pero ambos con una interpretación distinta de los hechos y circunstancias vividas. Quizás nos “escandalicemos” es decir  nos resulte extraña la actitud de Jesús para con Juan, de algún modo preparador anunciante de su presencia que, finalmente, se siente defraudado por su conducta y sus obras. Pero la revolución de Jesús que sostiene  una visión nueva de la historia y de la relación del hombre con los demás hombres, abarca todo el pasado del paganismo y el judaísmo incluído Juan, a pesar de reconocer sus méritos y valores personales.

La historia de la Iglesia nos muestra muchas veces estas limitaciones humanas que se producen a pesar de la buena voluntad personal y, a Dios gracias, vamos recogiendo interesantes experiencias de cómo aquella revolución sigue dejando de lado propuestas que no reconocen al Dios liberador y deseoso de la realización feliz de la humanidad y del cosmos.

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