Homilías Dominicales. Martes 24 de diciembre de 2014 – Festividad del nacimiento de Jesús (ciclo “B”) Por Guillermo “Quito” Mariani

 Tema: (Juan 1,1-18)

La palabra que existía desde el principio estaba con Dios y era Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la palabra. Sin ella nada se hizo.

Todo lo que existe tiene vida en ella y la vida es luz para los hombres. La luz brilla en las tinieblas aunque las tinieblas no la reciban. Apareció un hombre enviado por Dios que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz y todos creyeran por medio de él. El no era la luz sino el testigo de la luz. La palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que llega a este mundo. Ella estaba en el mundo y el mundo fue hecho por ella y el mundo no la conoció. Vino a los suyos y los suyos no la recibieron. Pero a los que la recibieron, a los que creen en su nombre les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como hijo único lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él al declarar “Éste es aquel de quien yo dije: el que viene detrás de mí en realidad me ha precedido porque vivía antes que yo”- De su plenitud todos hemos recibido, regalo tras regalo. Porque la ley fue dada por Moisés, pero el amor y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios. El que lo ha revelado es el hijo único que está en el seno del Padre.

 

Síntesis de la homilía

Un discurso tan arrevesado, porque mezcla lo poético, con lo filosófico con la realidad que describe, no parece adecuado para la celebración tradicional de la Navidad alrededor de la evocación del nacimiento de Jesús de Nazaret, vivida simplemente como fiesta de ternura y de mutuos regalos en la noche iluminada por su luz-

Sin embargo, cuando tenemos el coraje de enfrentarnos directamente con el texto de esta introducción de la “buena noticia” trasmitida por el evangelista San Juan podemos descifrar la profundidad del mensaje, que descubre la gran fuente de felicidad que es para la humanidad el acontecimiento a que se refiere.

Lo primero es que el discurso se centra en la palabra y en la palabra identificada desde el comienzo con Dios. Porque, ante la absoluta trascendencia del Ser supremo, a que Juan se refiere asegurando que “a Dios nadie lo vio jamás” lo único a que nosotros tenemos acceso, es a su palabra creadora, su expresión hacia fuera, su comunicación. Que se nos entrega a través de todo lo que hay a nuestro alrededor, el mundo, el cosmos, y culmina con la presencia del gran enviado que es JESÚS DE NAZARET.

Sin anclarnos en la grandeza de la figura de ese Jesús que en esta celebración aparece con todas sus debilidades humanas porque no dispone de lugar y estilo digno de nacimiento, ni de padres poderosos y distinguidos, ni de toda esa magnificencia con que los que nos relataron su nacimiento creyeron que debían adornarlo, recurriendo a los misteriosos seres celestiales que son los ángeles y a los fenómenos meteorológicos que ligaron a su presencia entre nosotros, podemos tratar de seguir paso a paso las afirmaciones de Juan que directamente se enfocan a la palabra. A la de Dios y a la del hombre. Porque si bien Jesús es palabra de Dios que podemos aceptar, si decidimos hacerlo, cada uno de nosotros es también palabra que debe hacerse aceptable para los demás siguiendo la línea de esa misteriosa encarnación (humanación) que Juan nos presenta.

Al margen de los tiempos concretos que vivimos y que, de un modo u otro. siempre están invadidos por las ambiciones de poder, aún en democracia, y por eso nos insertan constantemente en espacios electorales, que recomienzan sin pausa ni intervalos naturales de transición, entre los esperados resultados de las elecciones mayoritarias, la experiencia cotidiana nos convence del escaso valor de la palabra. La palabra el medio privilegiado de la comunicación humana, generadora del amor y la felicidad, revelación de lo humano y también revelación de lo divino, se convierte en instrumento de confrontaciones que no respetan ni la dignidad de las personas, ni la verdad de los hechos y acontecimientos desfigurados sin ningún escrúpulo para lograr el triunfo de los propios intereses generalmente ligados profundamente al dinero y a las finanzas identificados como el escalón más eficiente hacia el poder .

No es mucho lo que podemos hacer y lograr, desde una perspectiva cristiana que honre la palabra humana y así se acerque aun sin nombrarlo, a la propuesta de Jesús de Nazaret. Pero si somos constantes en cultivar y contagiar el respeto a la palabra que nace en nosotros y nos entrega a los demás mejoraremos en gran medida la riqueza de las relaciones humanas para construir un mundo mejor para todos.

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