Homilías Dominicales. Domingo  22 de marzo de 2015 – 5to. de Cuaresma (ciclo “B”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema: (Juan 12, 20-33)

Entre los judíos venidos para adorar durante las fiestas se contaban unos griegos que se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: “Queremos ver a Jesús”. Felipe fue a decírselo a Andrés y ambos se dirigieron a Jesús.

El les respondió: Ya ha llegado la hora en que el hijo de hombre será glorificado. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero, si muere, da mucho fruto. El que ama su vida la perderá pero el que la  detesta según el espíritu del mundo la conservará para la vida eterna. El que quiera seguirme será honrado por mi Padre .  Mi alma está turbada ahora. Pero ¿qué diré? ¡Padre líbrame de esta hora!? Si para eso he llegado hasta aquí. Padre glorifica tu nombre! Se escuchó entonces una voz del cielo: Lo he glorificado y lo volveré a glorificar. Los que estaban alrededor creyeron escuchar como un trueno. Otros decían: Le habló un mensajero de Dios! Y Jesús aclaró: Lo que oyeron no es `por mí sino por ustedes. Porque ha llegado el juicio de este mundo.  Ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.  Decía esto indicando cómo iba a morir.

 

Síntesis de la homilía

La curiosidad de los griegos de la “diáspora” (judíos e el extranjero), impacta a Jesús porque empieza a vislumbrar la importancia “universal” de su vocación. Felipe se lo comenta a Andrés como una gran novedad y ambos se la comunican a Jesús, que les confidencia su intimidad. Se acercan horas definitivas. Difíciles pero cuyo cumplimiento con esa ley de las semillas que se entierran como condición de fecundidad. No se le escapa que ante el poder combinado imperio-templo no podrá escapar a la persecución y eliminación. Han descubierto su peligrosidad para el orden establecido y no se lo perdonan. Se esmera entonces por contagiar a los discípulos la fuerza y esperanza exitosa de su vocación liberadora. Ustedes también, si saben desprenderse del espíritu mundano que se funda en el egoísmo, me seguirán y serán honrados por mi Padre.

Pero, no olvidemos que Jesús es hombre. Y el pensar en su muerte y, posiblemente adivinando también cuál será el camino elegido para eliminarlo, siente la tentación de apartarse de su proyecto que es el del Padre: la defensa de la dignidad humana hasta las últimas consecuencias! Pero es demasiado tarde. “Todo lo que hice fue para llegar hasta aquí, así que ¡Padre, adelante, porque esto será mi glorificación y la tuya, mi realización y la de tu plan de Amor. Con el acostumbrado recurso a una voz del cielo para significar lo que se juzga el querer, la voluntad de Dios, Jesús adquiere seguridad y firmeza en su decisión de no volverse atrás y aceptar que “levantado sobre la tierra”, dará comienzo a la instauración del reinado del Amor, como se lo había anticipado a Nicodemus.

Hay afirmaciones en este pasaje que ofrecen dificultad para aceptar. Por ejemplo la que incita a un menosprecio de la vida como condición para ganar el sentido definitivo de la misma. En realidad el cuidado sin exageraciones de la vida que es fundamento de nuestra acción, fecundidad, servicio y felicidad es un principio ético valorativo de un bien fundamental. No es legítimo ni cristiano renunciar a ello en vistas a otra vida teóricamente mejor, para después.

Lo mismo sucede con  el sentido de glorificación que Jesús da a su muerte. La explicación está sugerida por el texto que expresa que todo lo que ha realizado lo ha conducido a esta situación. Y eso  significa que ha cumplido con su misión costosa pero beneficiosa para todos. Nada entonces del sentido heroico que suele darse muchas veces a la inmolación de la vida terrenal para merecer la eterna. Lo que haya después de la muerte no puede ser otra realidad que el resultado o la prolongación del sentido de amor que se haya puesto en conservar la vida y hacerla fecunda.

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