Homilías Dominicales. Domingo 21 de febrero 2016 – 2do domingo de cuaresma. Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema( Lc. 9,28-36)

Unos ocho días después de este discurso, Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan y subió a la montaña a orar. Mientras lo hacía, su rostro cambió y sus vestidos se volvieron blancos y resplandecientes. De pronto hubo dos hombres conversando con él. Eran Moisés y Elías, que también resplandecía y hablaban de su éxodo, que iba a completar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño pero alcanzaron a despertar y vieron su aspecto glorioso y el de  los hombres que estaban con él. Mientras ellos se alejaban, Pedro dijo a Jesús. Maestro, nos viene muy bien estar aquí. Podríamos hacer tres chozas, una para ti y otras para Moisés y Elías. No sabía lo que decía. Mientras él hablaba se formó una nube que los cubría y de ella salió una voz que decía: éste es mi hijo amado, escúchenlo. Calló la voz, se disipó  la nube y ellos estaban solos con Jesús y por el momento, no contaron a nadie lo que habían vivido.

 

Síntesis de la homilía

Un hecho maravilloso e impresionante para los tres discípulos más cercanos a Jesús. El que fueran tres los que lo compartieron, explica en cierto modo, la fuerza con que se fijó en sus mentes. Esa que aparece en Pedro que, en su segunda carta, hace cálida alusión a la voz escuchada en la montaña santa como argumento para sostener la fe de su comunidad. No importa fijarse en los detalles escenográficos tan caros a Lucas para fortalecer los mensajes trasmitidos.

Desde luego que la cuestión más importante no es averiguar cómo pudo darse esa transformación mágica del rostro y las vestiduras de Jesús y esa visión tan concreta de los líderes del pueblo judío Moisés y Elías, conversando con él y anticipándole el resultado de su camino a Jerusalén.  Pero el mensaje está claro: se avecina un tiempo difícil. Lo van a vivir con mayor intensidad los más cercanos y comprometidos con Jesús, afectiva y vivencialmente. Entre la seguridad religiosa del templo y la ley que se abalanzarán sobre el maestro y la inseguridad de un amigo perseguido y rechazado hasta un final trágico, tiene que haber algún elemento fortaleciente. La visión de la gloria de Jesús que implica un triunfo y la palabra desde la nube que lo señala como el elegido (palabra muy cargada de sentido para un israelita) aparece aquí como ese elemento fortaleciente.

El poder de la mente es tremendamente anticipador. En especial bajo la influencia emocional, se producen muchos casos de anticipación previsora o preparatoria. El fenómeno muchas veces vivido por muchos de participar de un acontecimiento y creer que lo mismo ha sido vivido con anterioridad es explicado por la psicología afirmando que hay detalles no incluidos conscientemente que, sin embargo, han sido objeto de percepción inconsciente y de este modo causan la impresión de repetidos. Pero aun sin esa experiencia, en cuántas oportunidades no damos cuenta de que algo que sucedió nos estaba preparando para algo imprevisto. De que un sueño o un presentimiento resultaron como un aviso. Y en esta línea entran también las proyecciones de nuestra intimidad que se transforman en visiones.

La sabiduría de la naturaleza que encierra para nosotros la sabiduría del creador nos permite admirar y tener en  cuenta estos fenómenos como una presencia que induce seguridad y fortaleza.

 

 

 

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