Homilías Dominicales – Domingo 28 de Agosto de 2016 – 22 durante el año litúrgico (ciclo “c”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Lc. 14,1 y 7-14)  

Un sábado Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban. Al notar cómo los invitados iban buscando los primeros puestos, les dijo esta parábola. Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que llegue otro más importante y el que los invitó a los dos Al guien tiene, evidentemente que ocupar los puestos mportantes en una reunión venga a decirte: “déjale el sitio” Y así lleno de vergüenza tengas que colocarte en el último lugar.

Al contrario, cuando te inviten ve a colocarte en el último sitios y entonces cuando llegue el que te invitó, te diga ”amigo, acércate más” y entonces quedará bien delante de todos los invitados. Porque siempre el que se ensalza resulta humillado y el que se humilla, ensalzado. Después dijo al que lo había invitado “Cuando des una comida o una cena, no  invites a tus amigos, ni a tus hermanos y parientes ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu compensación. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, los lisiados, los paralíticos y  los ciegos. Y entonces será feliz porque ellos no tienen cómo retribuirte y tendrás tu compensación en la resurrección de los justos.

Síntesis de la homilía 

Alguien  tiene evidentemente, que ocupar los puestos importantes en cualquier reunión organizada.  Y los  puestos importantes son aquellos que se merecen por consenso expreso o tácito de la comunidad  en base a razones de autoridad o mérito. Cuando esas condiciones no se cumplen, aparece la ambición de agrandarse a sí mismo. Un procedimiento que Jesús descubre como humanamente ineficaz, a pesar de los éxitos momentáneos que se pueden lograr. Con todo lo que esto tiene de consecuencia en la vida y relaciones sociales, tenemos que reconocer que todas esas ambiciones de prestigio y honra por parte de la gente han quedado si no diluidas completamente, sí disminuídas en gran escala por el lugar importante que da la posesion abundante de dinero. El capitalismo ha deslucido las honras por honestidad, generosidad, heroísmo, valentía por defender la verdad, afán de servir a la felicidad de todos y valores semejantes que podamos sentirnos felices porque nuestra vida tiene sentido positivo para nosotros y nuestro entorno.

Cada vez más nos  adentramos más, en el convencimiento y en la práctica de que las gestiones o tareas que tienen relación con la obtención de dinero son las verdaderamente importantes, sin medir demasiado lo que haya que sacrificar para obtener ese objetivo. Y  de que el único camino de la felicidad y contento social es el resultado del manejo económico productivo que termina siempre siendo beneficio para unos pocos y defraudación para muchos.

En realidad es una pretensión casi inalcanzable,  que haya algunos capaces de hacer un banquete para pobres, lisiados, paralíticos y ciegos con la actitud interior de felicidad que produce el agrandamiento de corazón y el achicamiento de los bolsillos. A lo más que se puede llegar es a mirarlos con lástima porque ni siquiera piensan que se les pudiera brindar semejante regalo.Sin embargo, sólo cuando nuestra sociedad llegue a valorar esa felicidad por encima de los éxitos empresariales, podremos vivirl la ambicionada tranquilidad de la amistad y la felicidad que necesitan brotar de la raíz de la justicia y el amor fraternal.

 

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