Tema (Mt, 5, 13-16).
Decía Jesús a sus discípulos: Uds. son la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa ¿con qué se la salará? Uds. son la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de una montaña. Ni tampoco se enciende una lámpara para ponerla debajo del lecho sino sobre un candelero para que ilumine a todos los que están en la casa, Bille así vuestra luz ante los hombres para que viendo sus buena obras, glorifiquen al Dios que está en el cielo.
Síntesis de la homilía
Este pasaje de Mateo, sigue inmediatamente al de la propuesta de las “bienaventuranzas” dirigido a los discípulos, como una especie de definición de identidad. Una fijación de principios que no son obligaciones impuestas sino raíces de la felicidad del reino predicado e instaurado por Jesús. Los pobres, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los comprensivos y bondadosos, los sinceros desde su intimidad, los que trabajan por la paz y los que aguantan la persecución por buscar la justicia. La felicidad del reino, la profunda felicidad humana, lo que da sentido a la vida, son esas situaciones que sitúan al margen de una clase de felicidad que se busca desde el egoísmo del mundo, para descubrir la que se construye desde la experiencia de la pobreza, el sufrimiento, la lucha , la persecución y el deseo ferviente de la paz. Desde esas trincheras se dispara el amor que es el verdadero material de la construcción social y la felicidad compartida Vivimos una época en que el sistema social que estructura y regula la vida de los ciudadanos, se basa en un principio absolutamente diferente: lo que lleva a la sociedad a gozar el sentido y felicidad de la vida es lo económico, Lo que hay que atender por encima de cualquier otra ideología es el crecimiento de los bienes materiales a través del trabajo, la especulación, la exclusión de los que no sepan o no puedan defenderse de los egoísmos que brotan espontánea y hasta furiosamente cuando son alentados por los responsables del ordenamiento social .La visión de Jesús en el pasaje de MATEO afirmando que desde aquella trinchera que llamamos bienaventuranzas tienen que circular incesantemente disparos de sabor y de luz que terminen venciendo el reinado de la tristeza, el desamparo y la oscuridad que siembran los egoísmos del sistema en que vivimos. A pesar de todos los adornos y complicidad periodística que acompaña los anuncios oficiales de adelantos económicos para felicidad del pueblo, ya conocemos suficientemente la dosis de engaño que se contiene en esas promesas que, no nos permite, sin ser ingenuos, esperar que algunos de esos anuncios se cumplan en el tiempo previsto. Tenemos, entonces, que poner en acción todo nuestro espíritu de solidaridad para mantener la comprensión, la ayuda, la alegría, de la comunidad en que vivimos, remediando en nuestras posibilidades, cualquier clase de exclusión discriminante que se esté viviendo, hasta que la conjunción de criterios de generosidad y amor, haga rebrotar el trabajo de reconstrucción de nuestros vínculos sociales.