Homilías Dominicales – Domingo 19 de enero de 2014 – 2do. Domingo durante el año litúrgico (ciclo “A”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Juan 1, 29-34)

Mirando a Jesús que venía hacia él, Juan el bautizador  dijo: Miren al cordero de Dios que va a quitar el pecado del mundo. Éste es de quien yo dije que venía detrás de mí un hombre que se pone delante de mí porque estaba antes que yo.

Tampoco yo lo conocía pero si yo he venido a  bautizar con agua es para que él se manifieste a Israel. Y Juan dio este testimonio” yo he visto al espíritu descender sobre él como una paloma que baja del cielo, y quedarse en él. Cuando yo todavía no lo conocía fue el que me mandó a bautizar con agua quien me dijo: Aquel sobre quien veas que el espìritu baja y se queda es quien va a bautizar con el Espíritu Santo. Yo lo he visto y doy testimonio de que éste es el hijo de Dios.

Síntesis de la homilía

Indudablemente para Juan fue impactante la presencia de Jesús, mayor que él en edad y con la profundidad de un cultor permanente de la  investigación de la realidad para encontrar en ella, las expresiones de la presencia   de Dios y de su voluntad. Por eso no dudó en señalarlo como el mensajero y realizador del reino anunciado para limpiar el pecado de la humanidad. Intuición que el evangelio de Juan ratifica con alusión al profeta Isaías que pinta al enviado de Dios como cordero cargando con los pecados del mundo.  Juan reconoce que su bautismo es una ablución externa que con su simbolismo mueve a la renovación interior pero sabe que la verdadera renovación tiene que ser del espìritu y relativiza la importancia de su bautismo frente al que propiciará Jesús.

En cuanto a lo que el bautista presenta como una visión que se completa en la tradición interpretativa con la semejanza de una paloma, no se trata propiamente de un disfraz del espìritu de Dios para hacerse notar por la gente y demostrar al Bautista que JESÚS era el elegido como hijo amado lleno de su espìritu. Estamos ante una concepción simbólica que hace inteligible a todo nivel la riqueza interior que Juan ha adivinado en Jesús.

Este reconocimiento de Juan de la superioridad sobre él de uno de sus discípulos al que identifica como el liberador y salvador, señalándolo como el que carga con el pecado para redimirlo, es realmente ejemplar. Más adelante sabremos que desde la cárcel el Bautista duda de su propia intuición original  al no descubrir en el accionar de Jesús la imagen del reino de Dios que él  había imaginado. Pero la humildad de quien en ese momento cuenta con la popularidad de una convocatoria numerosa y entusiasta es realmente significativa para quienes tantas veces nos negamos a admitir las novedades descubiertas por quienes marchan delante de nosotros en conocimientos y cualidades destacables. Por eso, la envidia destructora que se manifiesta en tantas oportunidades frente a personas, grupos o instituciones, enriquecidas con capacidades superiores a las nuestras que las ponen públicamente al servicio de la sociedad. La popularidad de Juan podía haber ensombrecido la misión de Jesús. De hecho su prestigio continuó durante mucho tiempo entre los judíos y los primeros cristianos. Pero supo colocarse en su lugar. En el que según lo afirmó Jesús, Dios quería que estuviera cada uno.

Homilías Dominicales – Domingo 22 de diciembre de 2013 – 4to de adviento (ciclo “A”) – Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Mt 1, 18-24)

Así nació Jesús el mesías: María su madre estaba prometida a José y antes de convivir  resultó que esperaba un hijo del Espíritu santo. José que era hombre recto y no quería manchar su fama decidió romper con ella en secreto. Pero apenas tomó esta resolución, se le apreció en sueño un ángel del Señor que le dijo: José  hijo de David no tengas inconveniente en llevarte contigo a María porque la criatura que lleva en su seno viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y lo llamarás Jesús porque viene a salvar a su pueblo. Esto sucedió para que se cumpliera lo que Dios dijo por medio del profeta: Miren, la doncella concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Emanuel (Is.7,14) que significa “Dios con nosotros”

Cuando  José se despertó hizo lo que le había dicho el ángel y llevó a su mujer a su casa.

 

Síntesis de la homilía

Mateo, un evangelio dirigido de manera explícita a los judíos convertidos y por convertir al cristianismo utiliza los datos de su relato como argumentos de prueba sobre la mesianidad de Jesús. Por eso se refiere meticulosamente al nacimiento del mesías. Al origen de todo. Los datos mezclan evidentemente lo real, con lo interpretado de acuerdo al objetivo perseguido por el evangelista. José es el personaje real. El ángel (mensajero) del Señor  aporta la interpretación. José se alarma por el embarazo imprevisto y adopta una decisión crucial y dolorosa y lógica de abandonar a su prometida infiel. El mensajero, en el clima de los sueños, lo convence de que allí está obrando el Espíritu de Dios. La acción del hombre no explica el sentido de esa realidad que lo preocupa. Es el designio salvador de Dios el que lo envuelve- El “espíritu de Dios”.

Y José renunciando a considerar como lo más importante: el hecho no provocado por él, admite la interpretación, el sentido originado en el mensaje del ángel de sus sueños.

Mateo a su vez, hace de intérprete de la profecía de Isaías, el gran profeta mesiánico que para los judíos es “palabra santa”. El texto corrige la palabra “doncella de la corte” por la de “virgen” y así queda afirmado al mismo tiempo el cumplimiento de la profecía de Isaías y la intervención poderosa e inexplicable de Dios.

José el varón justo termina obedeciendo al ángel de Señor y así queda completada la narración, con la seguridad de que así se han cumplido las cosas.

La interpretación tradicional ha dado a la realidad una importancia secundaria. José aparece por eso como descolocado en su apreciación. La importancia absoluta ha sido fijada en la interpretación de los hechos como cumplimiento de lo que Dios quiere.

Como recurso apologético (de argumentación convincente) esto es plenamente aceptable en el lenguaje evangélico, orientado a comunidades concretas en un tiempo concreto y circunstancias absolutamente particulares.

Pero tenemos que reconocer que para nosotros esta facilidad de admitir cosas que están en contra de las leyes naturales, aunque traigan mensajes importantes en lo simbólico e interpretativo, no nos deja tranquilos.

Es justo entonces, una vez conocido e interpretado el testimonio de vida de Jesús de Nazaret desbrozado de todas la añadiduras transitorias aportadas por los condicionamientos de tiempo, circunstancias históricas, lenguaje y estilos utilizados,  nos adentremos en ese testimonio de vida aceptándolo como huella de nuestra historia y re-naciendo de alguna manera con él en circunstancias y tiempos muy lejanos,  para producir la recuperación definitiva de la dignidad del ser humano en la medida de nuestras posibilidades, como él lo hizo en la medida de la suya.

Homilías Dominicales – Domingo 15 de diciembre de 2013 – 3ro. de Adviento (ciclo “A”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema: (mt. 11,2-11)

Desde la cárcel Juan se enteró de las obras que hacía Jesús y mandó a dos discípulos a preguntarle: ¿Eres tú el que tenía que venir o esperamos a otro? Jesús le respondió: vayan a contarle a Juan lo que ustedes están viendo y oyendo:

Que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres reciben la buena noticia. Y…dichoso ¡el que no escandaliza de mí! Mientras los dos discípulos se alejaban Jesús comenzó a hablar de Juan a la gente. “Díganme ¿qué salieron ustedes a ver en el desierto? Una caña movida por el viento? ¿qué salieron a ver? Un hombre vestido con elegancia? Los que visten con elegancia están en las cortes de los reyes. Entonces, ¿a qué salieron? ¿A ver un profeta? Sí, desde luego: él es de quien está escrito:”Mira que te envío un mensajero por delante.

El prepara tu camino”

Les aseguro que no ha nacido de mujer, nadie más grande que Juan bautista. Aunque el más pequeño en el reino de Dios es más grande que él.

 

Síntesis de la homilía

Tremenda duda la de Juan!  Está en la cárcel, convencido de haber cumplido con la función que había sentido confiada por Dios. Su euforia por la llegada del Reino anunciado le había hecho anticipar los tiempos y confundir las características de esa liberación. Y Jesús, prácticamente un discípulo suyo, marchaba por un camino completamente diferente. Jesús se da cuenta de la angustia que seguramente invadía a su primo y amigo y sin muchas disquisiciones despliega ante los discípulos el testimonio de sus obras, coincidentes con las anunciadas para la llegada del mesías.

La exclamación con que concluye su respuesta es un indicio de su sensibilidad herida por el proceso natural humanamente que está viviendo Juan, pero que seguramente lo está destrozando por dentro.  ¡ que yo no resulte ocasión de escándalo para que pueda ser feliz! Y con toda delicadeza, para que la gente no piense que está menospreciando a Juan, hace de él la mayor alabanza en que se podía pensar como ser humano austero, sincero, valiente, sin doblez y humilde. Pero la propuesta divina es superadora de lo que el hombre puede y por eso quienes se embarcan en ella con decisión, comprometidos con su realización, son más importantes que el importantísimo Juan.

Es realmente aleccionadora esta divergencia entre el Bautista y Jesús, ocultada durante mucho tiempo para  no sembrar obstáculos en la presentación de los dos importantes personajes. Pero la realidad irrefutable es que se trata de dos hombres. Inspirados ambos por una fuerza interior que interpretan como querer divino, y ambos con muy buena voluntad de servir generosamente a esa causa. Ambos también, mártires de su convencimiento y de la causa promovida y defendida. Pero ambos con una interpretación distinta de los hechos y circunstancias vividas. Quizás nos “escandalicemos” es decir  nos resulte extraña la actitud de Jesús para con Juan, de algún modo preparador anunciante de su presencia que, finalmente, se siente defraudado por su conducta y sus obras. Pero la revolución de Jesús que sostiene  una visión nueva de la historia y de la relación del hombre con los demás hombres, abarca todo el pasado del paganismo y el judaísmo incluído Juan, a pesar de reconocer sus méritos y valores personales.

La historia de la Iglesia nos muestra muchas veces estas limitaciones humanas que se producen a pesar de la buena voluntad personal y, a Dios gracias, vamos recogiendo interesantes experiencias de cómo aquella revolución sigue dejando de lado propuestas que no reconocen al Dios liberador y deseoso de la realización feliz de la humanidad y del cosmos.

Homilías Dominicales – Domingo 8 de diciembre 2013 – 2do. de Adviento (ciclo “A”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Mt. 3,1-12)

Se presentó Juan el bautista en el desierto de Judea proclamando: Enmiéndense, que ya llega el reinado de Dios.

La gente acudía en masa desde Jerusalén, la Judea y el valle del Jordán a donde estaba Juan, confesaban sus pecados y él los bañaba en el Jordán. Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban para que él los bañara, les dijo : “raza de víboras! ¿Quién les ha enseñado a ustedes a escapar del castigo inminente? Si buscan eso, den los frutos que se esperan de su arrepentimiento y no se hagan ilusiones pensando que Abraham es su padre. porque les digo que Dios puede sacarle hijos a Abraham desde la piedras estas.

Además, el hacha ya está colocada en la raíz de los árboles y todo el que no da fruto será talado y echado al fuego. Yo ahora los bautizo con agua pero el que viene después de mí es más fuerte que yo y yo no soy bastante para quitarle las sandalias. Ése los va a

bautizar con espíritu santo y fuego.

 

Síntesis de la homilía

Juan es el último representante de la ideología israelita fomentada por los profetas. Yahvé no va a abandonar a su pueblo porque los enemigos de Israel son sus propios enemigos. Y en un momento determinado por él, los destruirá completamente, devolviendo a su pueblo la soberanía y el dominio perdidos. A eso se debe el éxito de la convocatoria de Juan, posiblemente influenciado por los esenios, un grupo de judíos ortodoxos que se habían retirado de Jerusalén y el templo para observar meticulosamente en el desierto, la Ley de Moisés.

Los fariseos y saduceos con fama de observantes de la Ley, a pesar de su complicidad con el imperio opresor, se consideraban el verdadero pueblo de Israel, descendiente de Abraham. Y eso les daba seguridad de no ser abarcados por la destrucción mesiánica de los enemigos de Yahvé. Juan les quita esa seguridad e indirectamente los señala como los árboles estériles que están destinados a la destrucción del fuego. Todas estas circunstancias hacen del mensaje del bautizador, una presentación de un Dios terrible y vengativo que constituirá para Juan algo más grave, como decepción, que el asesinato realizado por Herodes después de encarcelarlo por denunciar su adulterio. Porque, al parecer, ya en la cárcel se dará cuenta que el reino anunciado por los profetas y predicado por jesús no es destrucción, venganza y muerte sino de perdón, construcción y paz.

Tenemos que reconocer que nuestra Iglesia encajada en una tradición religiosa muy marcada con el sentido de superioridad racial del judaísmo que como pueblo se consideró elegido por Yahvé, ha repetido en muchas ocasiones y de diversos modos, una predicación y predicción de la llegada del reino con detalles aterrorizantes de condenas y castigos, al estilo del Bautista.

Una cantidad de mentes esclarecidas por el estudio, la investigación y la experiencia han devuelto a la Iglesia el sentido de anunciadora del reino anunciado por Jesús. A nosotros nos ha tocado vivir diversas etapas de ese proceso, a través de varios de los últimos pontífices y particularmente de ese acontecimiento absolutamente imprevisto y trascendental del Concilio vaticano II que permitió un giro fundamental desde la disciplina y sujeción tridentina a la libertad y el amor como características del reino.

Este segundo domingo que coincide este año con una evocación de la figura de MARÍA la madre de Jesús, es una oportunidad para liberar esa figura de una cantidad de características que se le han ido sumando y han llegado a convertirla en la que salva al mundo del instinto destructor de Dios y con su influencia detiene su ira y nos facilita la entrada clandestina al reino final y pleno. Nada más inexacto e injusto. La evocamos sí como la gran respuesta amorosa al Dios de Jesús que lo presentó, el primero entre los líderes religiosos de la historia, como el Dios Amor y el Dios del Amor.

Homilías Dominicales Domingo 29 de diciembre de 2013 – Festividad de la familia de Jesús. Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (lc. 2,41-52) Los padres de Jesús iban cada año a Jerusalén para la fiesta de Pascua. Cando Jesús cumplió los doce años subieron a las fiestas como acostumbraban y cuando se volvieron el niño se quedó en Jerusalén. Ellos creyendo que iba en la caravana al terminar el primer día se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos y como no lo encontraban se volvieron a Jerusalén. A los tres días lo encontraron  en medio de los maestros del templo escuchándolos y haciéndoles preguntas. Al verlo se quedaron extrañados y su madre le dijo: Hijo porqué te has portado así con nosotros? Mira con qué angustia te hemos andado buscando tu padre y yo. ¿por qué me buscaban? No se daban cuenta que yo tenía que estar en la casa de mi padre?

Ellos no comprendieron todo lo que quería decir. Jesús bajó con ellos a Nazaret sometido a su autoridad. Su madre guardaba en el corazón estos recuerdos. Jesús iba creciendo no sólo en edad y estatura sino también en el aprecio de los hombres y el amor de Dios.

 

Síntesis de la homilía

Lucas pone a Jesús subiendo tan sólo dos veces a Jerusalén, la ciudad capital, Ésta es la primera.  La segunda será para su pasión. Es como si a ambas les quisiera sacar todo su contenido. “todo el jugo” como decimos nosotros. Ésta le sirve a Lucas como de presentacion del personaje: Cumpliendo la Ley, dócil a las enseñanzas de sus padres, interesado en aprovechar toda la información que podían darle los especialistas de la Ley a la que él había prometido fidelidad en la solemne ceremonia de Bar Mitzvá, con claridad de ideas sobre lo que era más importante en cada circunstancia, libertad para exponer sus criterios pero pronto a admitir el razonamiento de los mayores.

Hay que advertir que no suena muy bien la respuesta a la madre que manifiesta su angustia  por buscarlo. Sucede en varios pasajes evangélicos. Aunque no se puede decir que se trata de textos completamente auténticos, eso es explicable si tenemos en cuenta que el clima es de una cultura fuertemente patriarcal en que la mujer y la madre estaban muy lejos de tener la presencia en los afectos y delicadezas con que hoy la consideramos.

El detalle de Lucas que apunta que María guardaba estas cosas en el corazón y la angustia a que hace alusión como madre incluyen en el relato una dosis de ternura que  el Jesús pintado por los evangelistas parece no cultivar.

Tener en cuenta la vida familiar de Jesús es indispensable para compenetrarnos de la dimensión real  de su humanidad que tantas  veces se nos esfuma.

La liturgia católica ha elegido este domingo posterior a navidad como festividad de la sagrada familia y el relato que manejamos pertenece exclusivamente a Lucas. Y en verdad como familia formada alrededor del mesías es venerable y sagrada por la simplicidad y compromiso con que cada uno de sus miembros cumple con su misión junto a Jesús. Pero, ciertamente no se trata de un modelo  para cualquier familia. La maternidad virginal  presentada como superior a la biológica, la oscuridad de José sin presencia prácticamente en la vida de Jesús, la reducción a un solo hijo como virtud,,,son elementos desencajados de una vida familiar auténtica y deseable.

La actitud a cultivar entonces en esta festividad no es tanto la entronización de la familia de jesús como la familia ideal, sino el agradecimiento al Padre Dios por haber confiado a una familia y a un hijo de mujer la misión de iluminar para la humanidad el camino de la felicidad. Lo cual aumentan nuestro gozo y responsabilidad de formar y vivir en familia utilizando todas sus riquezas espirituales para construir nuestra realización personal y social.

Homilías Dominicales – Domingo 1ro. de diciembre de 2013 – 1ro. de adviento (ciclo”A”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (mt.24,7-44)

Lo que pasó en tiempos de Noé pasará con la venida de este hombre, decía Jesús. Lo mismo que en los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba hasta el día en que Noé entró en el Arca, y estando desprevenidos llegó el  diluvio y se los llevó a todos, así sucederá también con la venida de este hombre. Entonces de dos que estarán en el campo uno será llevado y a otro lo dejarán, dos mujeres estarán moliendo y una será arrebatada y la otra dejada.

Por tanto estén vigilantes porque no saben el día en que vendrá el Señor. Si el dueño de casa supiera la hora de la noche en que va a venir el ladrón se quedaría en vela y no lo dejaría entrar a su casa. Uds. estén preparados también porque cuando menos lo piensen llegará este hijo de Hombre .

 

Síntesis de la homilía

Consecuentes con la idea de que la muerte de Jesús no podía ser su final, los primeros cristianos eufonizados por la confianza de los primeros testigos, estaban seguros de que Jesús volvería triunfando sobre sus enemigos, para establecer a sus amigos y discípulos en el reino definitivo, esperado y anunciado tantas veces por los profetas de Israel. Y, para ellos, esa vuelta iba a ser pronto.  “antes de una generación”, como lo habría anunciado el mismo Jesús.  Pero  el retorno, así como ellos se lo habían imaginado y los hubieran querido, no se produjo. Los evangelios sinópticos presentan esta situación en los llamados discursos apocalípticos que han sido tomados muchas veces como si se tratara de anuncios concretos y detallistas de un final concebido desde muy diversas perspectivas. Sólo pueden asumirse como real contenido de estos discursos, algunas normas de vida que los relatores evangélicos quieren trasmitir a sus comunidades. Y en Mateo, la norma central es la vigilancia. Lo que actualizó el Papa Juan XXIII inclinando a los cristianos a  descubrir y diagnosticar los “signos de los tiempos”. Muy distinto de lo que hasta no hace mucho,  fue la interpretación común  de estos pasajes con un sentido entre aterrorizante y evasivo.

Aterrorizante porque creaba una conciencia, con un ligero análisis de la situación que se vivía (que siempre fue terminal e irremediable para algunos) de que ya se estaba en los umbrales del final terrorífico. Y, a la vez, evasivo porque con muy poco razonamiento y experiencia se pensaba que si eso fuera a suceder sería después de mucho tiempo. Tanto que muy probablemente ninguno de los actuales personajes  viviría bastante como para padecerlo. Y en otras oportunidades, la venida del hijo de Hombre como se llama a sí mismo Jesús, se confunde con el momento de la muerte de cada uno, absolutamente incierto  en sus particularices de tiempo y modo.

La simplicidad del objetivo evangélico que es: inyectar el valor de la fraternidad como realidad fundamental del reinado de Dios, esquiva esas dos actitudes. La vigilancia es estado permanente  de atención y esperanza.  Atención para descubrir en lo que pasa a nuestro alrededor, la posibilidad de usar nuestras capacidades para producir  felicidad y paz. Atención para comprender, compadecer y ser solidario con el que necesita de nosotros en cualquier sentido y nivel de carencia. Y esperanza de que, procediendo así, el reino se acerca no en proceso de destrucción y venganza sino en clima de igualización fraternal que, concretando el querer del creador de todo, (para nosotros el Dios del Amor de Jesús de Nazaret), nos conduce a la feliz aunque misteriosa realización final.

Homilías Dominicales – Domingo 27 de Octubre de 2013 – 30 durante el año litúrgico (ciclo “C”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Lc.18,9-14)

Refiriéndose Jesús a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo esta parábola.

Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo y el otro, recaudador de impuestos. El fariseo, de pie, oraba así “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, y adúlteros, ni tampoco como ese recaudador. Ayuno dos veces a la semana, pago la décima parte de todas mis entradas.

En cambio el publicano, allá lejos, no se animaba siquiera a levantar los ojos del suelo y se golpeaba el pecho diciendo: Dios mío apiádate de mí porque soy un pecador.

Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no así el primero. Porque todo el que se ensalza acabará humillado y quien se humilla será levantado en alto.

Síntesis de la homilía

El templo era para los judíos, casi con exclusividad, el lugar del encuentro con Dios. Su seguridad, su majestad, su silencio, la estrictez de sus ritos y disposiciones hacían del espacio un lugar sagrado. Todavía algunos cristianos mantienen ese criterio. Por eso para excusarse de sus inasistencias al culto, comentan: me gusta ir a la iglesia cuando está sola. Allí me pongo en contacto con Dios. Posiblemente el silencio y, a lo mejor un delicado sonido de órgano hagan un clima propicio para la oración contribuyan a esa sensación de estar  frente a Dios. Pero, en realidad los templos no son construidos para practicar la oración solitaria sino para reunir multitudes en expresiones de búsqueda de la presencia y la bondad de Dios. De ese Dios que está presente en cada una de sus obras y que nos invita a entrar en comunicación con El respetando esas obras, admirándolas y gozándolas Y sobre todo, con el modo más auténtico de encontrarlo, que nos descubrió Jesús de Nazaret, y son, entre los seres humanos, los más pequeños y empobrecidos.

El fariseo pagaba sus impuestos religiosos ( el diezmo de sus entradas) para tener la seguridad de estar en comunicación con Dios. Por eso está de pie en el templo, como dueño de casa. Y su expresión de contacto con Dios es agradecer su diferencia con el resto de los hombres a los que condena simplemente con un juicio lapidario: ladrones, injustos y adúlteros, o como ese recaudador, viviendo a costas de los impuestos que pagan los demás. Este hombre busca en el templo hacer un monumento a su soberbia despreciando a los demás. También seguramente habrá detrás de esa suficiencia, pecados ocultos para sí mismo, que no entran en la enumeración.

Y allá está  el recaudador de impuestos, o mejor dicho el peón o empleado que ponía la cara por el contratado por Roma para exigir los impuestos, mereciendo el desprecio de quienes padecían la opresión imperial. La gente lo calificaba de “pecador” por traidor al pueblo y por vivir del dinero de otros. Y él aplastado por este menosprecio está en el templo sin atreverse siquiera a levantar los ojos. No hace por eso otra cosa que pedir al Dios justo que no lo castigue por esa situación.

Nos sucede con alguna frecuencia. Hay quienes descalifican públicamente y a veces desde los púlpitos a quienes viven situaciones calificadas tradicionalmente como “irregulares”. Divorciados, comerciantes del sexo, asaltantes o ladrones para comer,

faltos de higiene y educación…etc Muchas veces esas condenas son hipócrita justificación de transgresiones cometidas por ellos mismos, o incomprensión de situaciones extremas  que empujan a romper reglas, o simplemente un recurso para mantener un juicio elevado de sí mismos. La sentencia final de Jesús, es definitiva

Estos los últimos y no aquellos los primeros son los justificados ante Dios.

Homilías Dominicales Domingo 20 de Octubre de 2013 – 29 durante el año litúrgico (ciclo”C”) – Por Guillermo “Quito” Mariani

Domingo 20 de octubre de 2013 – 29 durante el año litúrgico (ciclo”C”) – Día de la madre

Tema (Lc. 18,1-8)

Jesús enseñó a sus discípulos, con una parábola, que para no desanimarse es necesario ser perseverante en la oración.

En una ciudad habían un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres, y en la misma ciudad había una viuda que iba a verlo diciéndole: Te ruego que hagas justicia con mi adversario. Durante mucho tiempo el juez se negó pero al fin dijo: No temo a Dios ni me importan los hombres pero como esta viuda me viene molestando  tanto, le haré justicia para que no siga viviendo a fastidiarme. Y concluyó Jesús:  Uds. han oìdo lo que hizo este juez injusto. ¿Y Dios no hará justicia con sus hijos queridos que claman a El de día y de noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia.

Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?

Síntesis de la homilía

Aunque la oración puede ser simplemente contemplación, detenimiento en analizar las maravillas de Dios en su relación con nosotros, esta comunicación es completa cuando resulta fortaleza para nuestra acción en la militancia por el reinado de Dios en la sociedad humana, no como autoridad soberana o dominante, sino como mantenedor de las relaciones fraternales entre los hijos. La importancia de la oración suele determinarse por la consecución de las cosas que pedimos en ella clamando desde nuestras necesidades. Interpretamos entonces que Dios interviene en nuestro favor para concedernos lo que hemos pedido. Aunque esa actitud de humildad y agradecimiento son loables porque aunque no supongan una intervención privilegista de Dios, las coincidencias que se dan para que se cumpla lo que pedimos o necesitamos son consecuencia de la combinación de causas naturales provenientes en último término de ese  Dios creador, que todo lo hizo bien. Sin embargo la verdadera naturaleza de la oración cristiana es la profundización de la fe, de la confianza en que, poniendo todo nuestro esfuerzo para buscar y realizar el reino de Dios, el resto vendrá como añadidura.

Es una renovada preparación para la acción capaz de fortalecerla a pesar de la tardanza de resultados.

La parábola de Jesús tiene un final feliz. La viuda, pidiendo mucho e insistentemente, obtiene justicia. No sucede lo mismo habitualmente en nuestra sociedad en que los más desprotegidos por la sociedad resultan también los menos atendidos por los jueces.

La figura aleccionadora es la de la viuda que a pesar de constantes defraudaciones por parte de ese juez sin temor de Dios ni valoración de lo humano, no pierde la esperanza de que algo suceda que lo mueva a ejercer su función de defensa de los humildes.

Ciertamente hay muchos y graves argumentos para argumentar en contra de la paternidad de Dios cuando la injusticia y el sufrimiento afectan a tantos inocentes y terminan con tantas vidas  e ideales que resultarían beneficiosos para la sociedad. La convicción de que es Dios quien debería intervenir para prevenir o remediar los abusos que se cometen en todos los niveles por parte de muchos que son como aquel juez, resulta a la vez que desesperante, alienante. Por que nos exime en muchas oportunidades de evaluar cada una de nuestras acciones, decisiones o proyectos como favorables o contrarios a la construcción del reinado de Dios en nuestra sociedad.

Apéndice para el Día de la madre

La evocación de la figura materna en este contexto evangélico que presenta a una mujer valiente y perseverante, resulta oportuna y conmocionante para nosotros. La relación tan profunda de la maternidad con la femineidad convierte en la situación más protegida y amparada en nuestra historia social, la de los hijos. Ser hijo es en realidad un privilegio porque la confianza en la protección y comprensión maternal no necesitan alimentarse en otra cosa que la realidad.

Decíamos que la bondad de Dios tiene en la práctica que es la vida rutinaria de los seres humanos, tantos argumentos en contra que como afirmaba Saramago, el más acusado en un juicio final que decidiera sobre los daños ocasionados a la humanidad, sería ese Dios señalado como autor todopoderoso que nunca detuvo las mayores tragedias de la humanidad.

Frente a la habitual actitud de las madres para con sus hijos, la preocupación y generosidad muchas veces teñida de valentía para defenderlos y protegerlos  es un hecho constatable casi diariamente.

Voy a pedirles realizar un signo de homenaje y cariño a las madres que, por otra parte, siempre se contentan con tan poco cuando viene de sus hijos. A quines están acompañados por su mamá les voy a pedir cuando yo lo indique (para hacerlo todos juntos) que abracen y beses con mucho cariño a la mamá y a los que no las tenemos presentes o en vida les voy a pedir apretando una mano con la otra como tantas veces desde bebés nos la apretó nuestra mamá, les demos a esas manos suyas y nuestras el beso de agradecimiento y cariño.

Homilías Dominicales – Domingo 6 de Octubre de 2013 – 27 del año litúrgico (ciclo”C”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Lc. 17,5-10)

En un momento los discípulos dijeron a Jesús “Señor, auméntanos la fe”. El les contestó: si uds. tuvieran fe como un granito de mostaza dirían a la morera que esta allí: arráncate y tírate al fondo del mar,  y ella obedecería.

Supongamos que alguien tiene un servidor para arar o cuidar el ganado: Cuando éste regresa del campo. ¿acaso le dirá: ven pronto a sentarte a la mesa? ¿o le dirá más bien: prepárame la cena y recógete la túnica hasta que yo haya comido y bebido y tú comerás y beberás después? ¿Deberá mostrarse  agradecido con el servidor porque hizo lo que le mandó? Así también ustedes cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber.

 

Síntesis de la homilía

Resulta laudable la humildad de los discípulos reconociendo la pequeñez de su fe. pero la fe no se aumenta desde el exterior de nosotros mismos.

Jesús va más allá, les descubre que en realidad no tienen fe. Si la tuvieran, con la proporción de un grano de mostaza (la cabeza de un alfiler) podrían arrancar la morera y arrojarla al fondo del mar.  ¿está hablando Jesús de eso a que nos había acostumbrado una propuesta con mucho aparato científico y difusión que se intitulaba “Control mental”? Pensando hasta el convencimiento sugestivo que una cosa va a suceder, ¿somos capaces de provocar el milagro de que se suspendan las leyes naturales y se produzca lo que nosotros deseamos?  Nada de esto.

El lenguaje de Jesús es evidentemente simbólico. En la conducta de los discípulos él está descubriendo la influencia de la mentalidad judía privilegista (como pueblo que se cree elegido por Dios) y los deseos de que restaure  todo el poder del reino de israel. Por eso jesús les indica que si tuviera confianza en él un poquitito más ya estarían trabajando en su interior el desprendimiento completo de la estructura social y religiosa judía para dar lugar a las ideas y programa del reino de los cielos anunciado por él. La morera y la higuera son símbolos bíblicos de la fecundidad de Israel como pueblo amado de Yahvé.

Arrojar la morera al mar significa la disolución de todos los elementos que en la conducta de los dirigentes judíos, se oponen al ideario de Jesús.

La parábola que sigue y refleja una realidad muy deficiente en el trato de patrones y peones para lo que es nuestra mentalidad actual, se aplica a la soberbia de los escribas y fariseos que, siendo nada más que servidores de la Ley y del culto del templo, se consideran más importantes que el mismo Dios en la conducta absolutamente autoritaria que observan para con el pueblo.

Arboles que dan frutos como la higuera y la morera pueden ser símbolos también de la Iglesia. Y la falta de fe de los discípulos puede ser referida a la falta de acción comprometida desde esta Iglesia, para desarmar las estructuras de poder opresor que tienen vigencia en tantos espacios sociales de nuestro tiempo. Poder ya no tanto atribuible a los poderes establecidos para el ordenamiento social sino al poder del dinero convertido a nivel internacional en el verdadero dueño del mundo.

 

Homilías Dominicales. Domingo 25 de agosto de 2013 – 21 durante el año litúrgico (ciclo”C”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Lc. 13,22-30)

Mientras se dirigía a Jerusalén Jesús enseñaba en ciudades  pueblos. Una persona se acercó a preguntarle: Señor ¿serán pocos los que se salvarán?

El contestó: Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, uds. desde fuera gritarán y golpearán diciendo : Señor ábrenos!. Y El les contestará: No sé de dónde son ustedes. Y comenzarán entonces a decir: hemos comido y bebido contigo y tú enseñaste en nuestras plazas. Pero él contestará: No sé de dónde son. Aléjense de mí todos lo que siguen los caminos del mal.

Habrá llanto y rechinar de dientes cuando uds. vean a Abraham , a  Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios y ustedes sean arrojados fuera. Y vendrán muchos de oriente y occidente, a ocupar su lugar en el banquete del reino de Dios. Algunos que son los últimos serán allí los primeros y otros que hoy son primeros serán entonces los últimos.

 

Síntesis de la homilía

El lenguaje simbólico muy natural en diversas etapas de la evolución humana es profusamente usado en la Biblia a través de los mil años de su elaboración como relato de la historia humana, enfocada desde el descubrimiento de esa presencia misteriosa pero real de un primer principio, un comienzo, una realidad originaria, sustraída como tal al conocimiento humano, aunque expresada con abundancia de signos accesibles sí, con diversos grados, a la inteligencia y sensibilidad humanas. Los símbolos con toda su riqueza constructiva, hay que tenerlo en cuenta, descubren realidades generalmente inaccesibles de otro modo, pero, al mismo tiempo, conservan el velo de su manifestación completa.

La salvación, entendida como realización no individual ni puntual, sino de toda la humanidad y de toda realidad oprimente, es simbolizada bíblicamente por un gran banquete al que son convocados para participar todos los buscadores y practicantes el bien en la medida de sus posibilidades. De ese símbolo se vale Jesús para responder a la pregunta aparentemente simple pero que responde a una incertidumbre que inquieta permanentemente  a una gran cantidad de seres humanos.

La descripción detallada de ese banquete simbólico que es la concreción de la voluntad de Dios con respecto a la historia de la humanidad, ofrece varios detalles que nos permiten analizar lo que ha de ser nuestro comportamiento en la búsqueda de la salvación, a propósito de lo que Jesús indica a los que, envueltos con una visión privilegista, se consideraban seguros partícipes de ese banquete final, como integrantes del pueblo elegido.

No hay condición exterior que sea suficiente para encaminarse a la salvación. Ni siquiera la proximidad al mismo salvador.(comimos contigo, predicaste en nuestras plazas) Seguir los caminos del bien es la condición indispensable. Abrirse a la participación de todos en igualdad de condiciones ( vendrán de oriente y occidente) es la caracteristica identificante. Contarse entre los últimos por el sufrimiento, las descalificaciones, las injusticias marginantes, es como una entrada de privilegio.

La salvación no es una irrupción repentina, es un camino que se va haciendo con otros y se va realizando acorde con el número de incluidos en ella. Porque es como un banquete que no se realiza si los  convocados no responden.