Tema ( Marcos 1, 7-11)
Juan predicaba diciendo: detrás de mí viene alguien que es más poderoso que yo y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatarle la correa de las sandalias. Yo los bautizo con agua pero él los bautizará con el espìritu santo. Desde Nazaret, llegó Jesús de Nazaret de Galilea y también fue bautizado por Juan en el Jordán. Y al salir del agua vio que el cielo se abría y el espíritu de Dios descendía sobre él como si fuera una paloma. Y escuchó una voz que le decía: tú eres mi hijo muy querido, mi predilecto.
Síntesis de la homilía
Jesús no llega de repente. Tiene una historia biológica (nacido de mujer, dice Pablo) y social (ligado a toda la línea de los profetas que po0demos identificar con lo que nosotros llamamos “los políticos” (nada que ver con los politiqueros) encargados de velar por el bien del pueblo con un análisis de la realidad basado en principios superiores a la cotidianeidad de las inquietudes humanas y de anunciar y juzgar los buenos y malos acontecimientos que han de sucederse a través del tiempo y como consecuencias del proceder del pueblo.
En Abraham y el pueblo originado en él hubo una vocación. La experiencia de un llamado interior muy fuerte y presionante con el descubrimiento de sus propias posibilidades para acceder a él y cumplirlo. A través del resultado de la obediencia a ese llamado, un pueblo que se consideró con la misión de sostener el monoteísmo con su testimonio y su conducta, llenó la vocación histórica, consciente de que estaba cumpliendo con la voluntad del Creador. Juan, el hijo de un sacerdote judío, experimenta también la fuerza de un llamado respondiendo a las inquietudes del pueblo oprimido y ansioso de ver el cumplimiento de antiguas promesas de sus dirigentes religiosos. Y esa fuerza lo lleva a desafiar al Templo y a las autoridades religiosas e imperiales, desde el desierto, haciendo de mediador de otro llamado: la vocación de Jesús de Nazaret para instaurar el reinado de Dios entre los hombres. El bautismo que Juan está realizando en las aguas del Jordán (un baño purificante muy popular para Israel) convoca a Jesús quien inmediatamente del gesto de identificación con el pueblo oprimido y esperanzado, vé , escucha y siente interiormente la seguridad de que el Ser supremo instala en él su fuerza y voluntad haciéndolo hijo predilecto con una vocación excepcional y hermosa.
Esta continuidad histórica de la vocación es decir de la preparación que advertimos, para que en la realidad se vayan cumpliendo diversos acontecimientos que la acercan al plan que el Ser supremo ha tenido al originarla , no es una cosa extraordinaria. Es resultado de una conciencia expresa o implícita, del sentido de los acontecimientos y circunstancias que nos toca vivir a cada uno. Cuando el Concilio Vaticano II usa una expresión originada en Juan XXIII “atender a los signos de los tiempos” se refiere a esto. Estar alertas para descubrir la propia vocación desde la realidad circundante y de las posibilidades a nuestra disposición, para remediar sus deficiencias o promover su mejoramiento. Si a veces se ha dado que algunos han experimentado ese llamado como una voz de Dios, a no ser que signifique una presunción para justificar su estado, entendemos la fuerza que para Juan y Jesús tuvo una clase particular de llamado que aceptaron como vocación y cumplieron como el pueblo judío, equivocándose en el sentido que le dio considerándose “elegido”, o como Juan, que supuso una irrupción violenta y destructiva de dios contra los enemigos del pueblo, o como el mismo Jesús y sus discípulos que tuvieron por seguro una vuelta inmediata y triunfante. Pero, en los tres casos, el llamado, la vocación, fue cumplida dando el fruto de acuerdo a la voluntad de Dios, sobrepasando las debilidades o fallas personales.