Muchos se lo preguntan. ¿Por qué varios entre ustedes los curas que se manifiestan absolutamente conscientes de las deficiencias de la Iglesia, no se apartan definitivamente de ella en lugar de criticarla tan duramente?
Si se mira a la Iglesia como un Club con reglamento aceptado por todos, la pregunta sería muy lógica y también indicaría lo razonable que sería abandonarla.
Pero, se trata de una comunidad de seguidores de Jesús de Nazaret que por distintas circunstancias históricas, institucionalizándose, se ha confundido en muchos aspectos con el poder temporal, sin renunciar a presentarse como continuadora del mensaje y el testimonio de Jesús. En ella el “reglamento” establecido, a pesar de todas las irregularidades que contiene, no se extiende más allá de la aceptación de las verdades evangélicas fundamentales y del establecimiento de normas que son consecuencia directa de las mismas. Cada cristiano que ha ratificado su bautismo como inserción a esta iglesia y cada sacerdote que ha sido ordenado para el servicio de la comunidad, no tiene por qué someterse a otros requisitos. Quedan entonces exceptuadas todas las disposiciones o conductas que excedan o contraríen aquellos principios. Ya esto, de por sí, constituye una causa para defender el derecho a permanecer, con disentimientos, en la Iglesia.
En el caso de los sacerdotes, la misión de servicio aceptada no como una función sino como un compromiso de vida, supone una actitud muy firme en defensa de la verdad, la fraternidad y la justicia como valores de la sociedad designada en el N.T como “reino de Dios”. Y éste compromiso se cumple más eficazmente desde el ejercicio del ministerio, desde adentro, porque se está más en contacto con la realidad eclesiástica y todos sus pormenores y también en relación más íntima con la comunidad cristiana, que tiene derecho a pensar con adultez. Éste es un segundo motivo muy importante.
¿Pero no será que preferimos permanecer como curas porque la iglesia nos mantiene y sería muy duro empezar de nuevo, sobre todo cuando se tiene cierta edad límite para acceder al campo laboral o profesional? Efectivamente aquí hay otro motivo, cultivado por la misma iglesia oficial, ya que en la formación de los sacerdotes ha evitado cuidadosamente toda capacitación y título que no se redujera a lo estrictamente cultual y al conocimiento de las ciencias eclesiásticas. Además, no tiene previsto, o mejor es absolutamente excluyente de la opción de conceder algún beneficio parecido a jubilación o subsidio, para quienes hayan servido pocos o muchos años, cuando se apartan del ministerio. Éste motivo muy fuerte de por sí, no influye demasiado para los más jóvenes con posibilidades de inserción en la sociedad civil y, generalmente, liberados por el enamoramiento, de la disciplina del celibato.
Para mí personalmente, que entre mis 26 y mis 30 años, estuve muy próximo a abandonar no sólo el ministerio sino también la iglesia, permanecer en ella como sacerdote, a los 83, aunque sin someterme a muchas disposiciones que creo claramente erróneas e interesadas, y poniendo corazón en cada una de las que realizo a pedido de quienes me conocen, significa no querer desprenderme de 50 años de comunicación y búsqueda compartidas con tantos hermanos que han dado a mi historia personal un sentido muy particular y profundo.
José G. Mariani (pbro)
Señor Mariani, me alegro de que no se haya ido de la Iglesia y de que no haya colgado los hábitos. Hubo una época en que muchos sacerdotes dejaron su ministerio y creo que entre ellos se perdieron muchos de los sacerdotes que más tenían que ofrecer, mientras que los de orientación más rutinaria y conformista se quedaron. Gracias por haber continuado sirviendo al Pueblo de Dios.
Pero quisiera matizar que cuando decimos “iglesia” podemos estar hablando de dos cosas diferentes. Una de las acepciones de “Iglesia” se refiere a la comunidad de los creyentes, al nuevo Pueblo de Dios nacido con la venida de Jesucristo. En otra de sus acepciones “Iglesia” es el aparato organizativo, que tiene incluso una importante burocracia, mediante el cual se organiza la actividad religiosa de la comunidad cristiana. En la primera acepción hay una sola Iglesia universal, en la segunda acepción hay varias Iglesias: la católico-romana, las evangélicas, las ortodoxas, las calvinistas, las anglicanas…
Así como celebro que no haya abandonado la Iglesia, la comunidad universal de los cristianos unida ante Cristo y que dedique su vida a ella como sacerdote ¿Realmente es necesario que siga vinculado al aparato organizativo católico-romano denominado Iglesia Católica Apostólica y Romana? ¿Es buena idea cuando está (estamos) completamente con su modo de funcionamiento y cuando existen otros aparatos eclesiásticos con un funcionamiento más participativo, justo e igualitario? ¿No cree que sacerdotes (e incluso ex-sacerdotes) con puntos de vista como los suyos podrían ejercer su ministerio más adecuadamente y con más coherencia, sin malgastar tantas energías en enfrentamientos con la jerarquía burocrática, si actuaran en el ámbito de una iglesia católica reformada de la comunión anglicana? La fidelidad a la Iglesia universal de Cristo me parece completamente elogiable y muy de agradecer, la fidelidad a un concreto aparato eclesial con el que se está en profundo desacuerdo me parece mucho más cuestionable y, salvando los motivos económicos que valientemente ha señalado, bastante absurda.