Silencios sugestivos. Por Guillermo “Quito” Mariani

No se podía ignorar la noticia del asalto y robo a los SRT, coincidiendo con el proyecto de una radio con 24 horas de noticias que rivalizaría con medios muy poderosos. De modo que todos la publicaron (algunos con mezquinos espacios) y casi todos hasta enviaron su reprobación del atentado.

Fuera del meritorio trabajo de los empleados del canal que rearmaron lo disponible para no cortar los noticiosos, y de la firmeza y moderación con que la rectora Carolina Scotto respondió públicamente a la agresión, afirmando a la vez que la seguridad de una investigación profunda, la decisión de continuar con los proyectos anunciados, no se produjeron hechos significativos en repudio del  delito.

Clarín abarcó  el mundo con el escándalo de un tremendo atentado contra la libertad de expresión cuando sus empleados  bloquearon uno de sus portones para que no saliera a la venta el diario de ese día. La impresionante cantidad de ejemplares armaditos y atados en una especie de quietud impresionante, varados en el depósito, por decisión de los que organizaron y realizaron la protesta gremial, hizo impacto a nivel mundial.  Se apresuraron a condenar la acción  del bloqueo de uno de los portones,  las prestigiosas organizaciones como ADEPA que defienden, con muchas ambigüedades,  la libertad de prensa, o mejor, para ser claros, la libertad de empresa. Por su parte el gobierno de la ciudad capital lanzó un decreto penal para evitar en el futuro toda posible acción reivindicatoria contra los medios de prensa. No importa lo que las Empresas hagan en contra de la ley o su arbitrariedad en admisiones, despidos y venganzas contra delegados obreros. Ellas tienen derecho a salir con los “botines de punta” para desfigurar los hechos y defender sus intereses de   prestigio y rendimientos económicos. Pueden, en suma, usar la libertad de expresión para cercenar la libertad de expresión de los que no disponen de otros medios que la resistencia pasiva para lograr ser atendidos en sus reclamos justos.

En el interior, La Voz se plegó en Córdoba a la táctica porteña y aprovechó otro incidente gremial, el de los canillitas (no hay seguridad de que no haya sido incentivado por la misma Empresa para darse publicidad victimista, ya que ni para los protagonistas estaban claros los motivos del bloqueo y cesado éste, la Empresa misma se negó a la distribución de los diarios) Grandes títulos anunciaron en las publicaciones posteriores, el recurso a la Comisión de la OEA, confiriendo así jerarquía internacional al breve bloqueo producido ese Domingo.

Lo de los SRT, en cambio, no fue tomado demasiado en cuenta por los grandes medios. No se pronunciaron las organizaciones oficiales de la libertad de prensa. No se publicaron repudios importantes de la prensa internacional. No se habló compasivamente, como en el caso de Clarín y La Voz, de los pobres lectores que buscaron ese día los diarios en los quioscos y se tuvieron que volver a sus casas con los pesitos ahorrados en los bolsillos y la curiosidad vacía de noticias.  No se pensó en la expectativa de los que encendieron los televisores conectados a la red de aire,  que se quedaron esperando la reparación de la pantalla  blanqueada y silenciosa del Canal universitario.

En los bloqueos de Clarín, La Nación y La Voz el interés se puso en la postura política opositora de mostrar un autoritarismo en avance hacia la represión y la dictadura (Norma Morandini). Pero como los SRT saqueados son una especie de atentado contra el gobierno, un relativo y disimulado silencio, festejó por debajo, las limitaciones de la libertad de expresión significada y producida por el hecho.      José Guillermo Mariani

 

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