Homilias Dominicales – Domingo 25 de febrero de 2018.- 2do de Cuaresma. Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Marcos 9,1.9

Un día Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan y los llevó a un monte elevado.   Allí se transfiguro en su presencia. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie hubiera podido blanquearlas. Y entonces se aparecieron Elías y Moisés hablando con él . Y Pedro dijo a Jesús: Maestro qué bien estamos aquí. Hagamos tres carpas una para ti otra para Moisés y otra para Elías. En realidad Pedro no sabía qué decir porque estaban llenos de temor. Entonces  una nube los cubrió con su sombra y salió de ella una voz: “Este es mi hijo muy querido. Escúchenlo. De pronto miraron a su alrededor y nadie estaba con ellos, sólo Jesús. Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el hijo del hombre resucitara. Ellos obedecieron esta orden, pero entre ellos se preguntaba qué significaba eso de que “hasta que él resucitara”

 

Síntesis de la homilía

Es evidente que el relato no es histórico en el sentido de que las sucedieran tal cual las cuenta Marcos  Hay varias circunstancias que contrarían el sentido común, como la aparición de personajes, la voz humana brotada de la nube, y los detalles de la majestad adquirida repentinamente por Jesús maravillando a los discípulos. Se trata de un mensaje que cobra importancia en las circunstancia de contrariedad que vivía el grupo de discípulos, aguijoneado por la persecución de los judíos dirigentes que pedían un signo del cielo para aceptar el mensaje  y no dejaban de hostigar a los discípulos, ridiculizando las pretensiones de Jesús de que Elias y había venido como precursor del enviado  y mesías definitivo. Era indispensable fortalecer la postura de los líderes del  pequeño al que Jesus lleva a un cerro muy alto, expresión de la importancia de la reunión propuesta, una especie de retiro espiritual, aprovechando con sus enseñanzas penetrar la sensibilidad imaginativa de los discípulos con descripciones que impresionando su simplicidad pudiera convertir sus palabras y enseñanzas en un elemento fortaleciente de su militancia por el reino. Quienes han recibido durante un tiempo más o menos prolongado la formación católica tradicional saben de cuántas manera se han usado métodos parecidos a estos para ilustrar las ideas y principios que se querían inculcar . Los discípulos recurrieron también completando relatos orales y enseñanzas teóricas recibidas con esta especie de “materializaciones o apariciones convincentes proyectadas desde adentro de la voluntad de los seguidores y desde fuera de las circunstancias de disponibilidad popular para aceptar sin demasiado espíritu crítico esos métodos pedagógicos.

Todo eso, con el símbolo bíblico de una voz misteriosa “del cielo” enunciando el mensaje concreto,  “Es mi hijo predilecto ¡Escúchenlo!” sintetiza  lo que esa voz y esa escenografía pretenden afirmar como enseñanza para el discipulado.   Hay alguien a quien no se debe dejar de escuchar: Jesús de Nazaret, quien no ha estado con nosotros para describirnos o prometernos un cielo, sino para impulsar a vivir en la cotidianeidad de esta tierra, construyendo con él, el reinado de Dios que es la felicidad del hombre.     Muchos cristianos de hoy excluyen del mensaje liberador de Jesús de Nazaret todo lo referido a los  asuntos terrenales que nos agitan y preocupan con problemas que nada tienen que ver con discusiones  acerca del cielo o de otra vida. Y esa actitud no tiene nada de cristiano y siempre ha sostenido por quienes no tienen ningún interés por el ser humano y su historia como lo ha tenido Dios al vivir con nosotros por Jesús de Nazaret.

 

 

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