Tema (Mc. 6.7-13)
Jesús llamó a los doce y los envió de dos en dos, dándoles el poder de expulsar demonios impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón. Que no llevaran pan, ni alforja, ni dinero y que fueran calzados con sandalias y no tuvieran dos túnicas. Y les dijo : quédense en la casa que les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí sacudan hasta el polvo de sus pies en testimonio contra ellos. Entonces, ellos fueron a predicar, exhortando a la conversión: expulsaron muchos demonios, y curaron a muchos enfermos ungiéndolos con aceite.
Síntesis de la homilía
El número Doce que usa el evangelista para convocar Jesús a los apóstoles, tiene todo el simbolismo de convocatoria a un nuevo pueblo depositario de la misión especialísima de predicar un nuevo reino a Israel y al mundo. Por eso, tanto detallismo al especificar las características que tienen que respetar los discípulos. Todas ellas con un simbolismo que sobrepasa su sentido gestual natural. Es cierto que las apariencias de pobre no bastan. A veces se pone de moda el descuido en el vestir y la argumentación que favorece a los pobres, sin que eso conlleve una verdadera preocupación que luche por mejorar su posición social en lo más mínimo. Sandalias y bastón son señal de situación humilde y un reclamo mínimo de quien peregrina a `pie como lo hacían los discípulos con Jesús. Sin llevar pan. Esto es compasión y urgencia de remediar el hambre que acompaña la pobreza. El coraje para renunciar a la previsión de lo material para el futuro se expresa con la prohibición de dos túnicas. A lo mismo apunta el no llevar alforja, la reserva que con frecuencia es la excusa del acaparamiento, y el dinero que se convierte muy fácilmente en objetivo superior a todo cuando empieza a despertarse la posibilidad de gozar privilegios materiales, perdiendo de vista el entorno y las condiciones de carencia alrededor.
Si queremos tomar en serio estas indicaciones de Jesús a sus enviados para predicar y practicar el reino de los cielos, tendremos que reconocer que vivimos un alejamiento bastante pronunciado en nuestra realidad social concreta. En nuestra situación no preocuparse ni admitir que el acaparamiento de lo material y espiritual ,consumado y consumidor por los privilegiados de la abundancia, no deja lugar ni tiempo para tomar conciencia, de la desocupación, el hambre, la falta de salud, el frío y las consecuencias presentes y futuras para tantos que seguimos llamando “hermanos” sin considerarlos siquiera con la dignidad de seres humanos fundamentalmente iguales a nosotros.
La costumbre arraigada con mucha firmeza en nuestros ambientes religiosos. de interpretar el cristianismo como una serie de conceptos y conductas referidas a relacionarnos con Dios, rindiéndole culto para obtener sus favores, ha convertido la humanidad del mensaje de Jesucristo en una propuesta alienante ignorándolo muchas veces en su originalidad liberadora.