Homilías Dominicales – Domingo 9 de junio de 2013 – 10 durante el año litúrgico. Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Lc. 7, 11-17)

Jesús con sus discípulos llegan a un pueblo llamado Naím, acompañados por mucha gente. En las puertas de la ciudad se encuentran que llevaban a enterrar a un hijo de una mujer viuda. Gran parte de la población acompañaba el entierro. Viéndola Jesús se compadeció de ella y le dijo: No llores. Y se acercó a tocar el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron. Y Jesús dijo : Joven! Te lo mando! Levántate! Y el que estaba muerto se sentó y comenzó a hablar y Jesús lo devolvió a su madre. La gente se llenó de asombro y hablaban de él diciendo que Dios había visitado a su pueblo con este gran profeta que les había llegado. Y su fama se extendía por la Judea y las regiones vecinas.

 

Síntesis de la homilía

Lucas es el único relator evangélico de este suceso, así como Juan es el único narrador de la resurrección de Lázaro. Dos hechos más que maravillosos, anticipatorios de la resurrección de Jesús,  aunque con la diferencia de que éstos, como resucitación, se dan en personas que volverán a morir, y la resurrección de Jesús es para una vida permanente junto al Padre Dios. Con este hecho Jesús se anticipa para dar sentido a la respuesta de Jesús a los enviados del bautista que son enviados desde la cárcel para preguntarle si él es el enviado prometido o hay que esperar a otro. Jesús acudirá al testimonio de lo que los mismos enviados están viendo: el cumplimiento de la profecía mesiánica de Isaías (35,5):”Los ciegos ven, los paralíticos caminan…los muertos resucitan”

El que Jesús haya reparado en la mujer afligida constituye una muestra más de reconocimiento de la dignidad femenina tan disminuida en la tradición patriarcal judía. Y además, de esa dimensión tan humana de la compasión y la ternura con el dolor de perder un hijo,  que difícilmente tenga superior en las relaciones afectivas humanas.

La interpretación literal de los hechos narrados en los evangelios, usando nuestros criterios modernos de historicidad, nos lleva con frecuencia a perder su significado más profundo. Lo que Lucas, como discípulo de Pablo, (que centra la vida cristiana en la resurrección de Jesús como anticipo de la nuestra), intenta  fijar en la fe de sus comunidades, es que Jesús, como enviado del Dios de la vida, es restaurador de la vida de los hombres con un sentido de permanencia que supera la mentalidad judía de vida larga con la de plenitud de vida en Dios que es lo que él vivió y estamos también invitados y destinado a vivir nosotros.

Si para el amor de una madre no hay nada mejor que la recuperación de la vida de su hijo, cuánto más para el  Dios padre y madre será la permanencia de nuestra vida junto a la suya en el misterio insondable de su amor sin medida.

No rechazar esta oferta supone aprovechar las huellas de Jesús, con el cuidado de todo lo que Dios ha puesto en nuestras manos para construir felicidad compartida, con el respeto a todo el entorno que nos rodea, con la disponibilidad para estar presentes en las oportunidades que se nos brinden para colaborar  en la búsqueda de la verdad y la justicia. Esas huellas marcan el camino de un sentido profundo de la vida y de la relación con Dios que incluye de manera esencial la relación con los hombres como hermanos.

Homilías Dominicales – Domingo 19 de mayo de 2013 – Festividad de Pentecostés. Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Jn. 20,19-23)
Por la tarde de aquel primer día de la semana, estando trancadas las puertas del lugar donde estaban reunidos los discípulos por temor a los judíos, llegó jesús, se puso en medio de ellos y les dijo “Paz con ustedes”

Dicho esto les mostró sus manos y su costado. Ellos se alegraron mucho de verlo. Les dijo nuevamente “Paz con ustedes” igual que el padre me ha enviado a mí yo los envío a ustedes Y diciéndoles esto, sopló sobre ellos y les dijo: reciban el espíritu santo A quienes uds, declaren libres de pecado quedarán libres y a quienes se los imputen quedarán imputados.

Síntesis de la homilía

Tanto los sinópticos como Juan omiten el relato de Pentescostés que Lucas coloca en el Libro de los Hechos con una cantidad de elementos simbólicos añadidos al hecho central de que el espíritu divino animaba a la comunidad después de la desaparición de Jesús su fundador. Tanto la pascua como Pentecostés son dos fechas de la cultura agrícola del pueblo judío, siembra y cosecha. Su etimología está ligada a la siembra y al período de espera para la cosecha. La historia del Exodo ligó la primera a la gran siembra de libertad recibida por el pueblo judío con la partida de Egipto y la segunda al establecimiento del pueblo elegido, en la tierra prometida. También los cristianos eligieron la primera para la celebración de la liberación definitiva y la segunda para la prolongación de la causa liberadora por parte de los seguidores de Jesús resucitado.

Como la misión encomendada por el Padre a Jesús suponía una situación interior penetrada por el espíritu liberador y amoroso del Padre, así también la misión de los enviados por Jesús. Con el mismo simbolismo con que el Génesis indica la creación y animación del ser humano (aliento de vida y soplo) Jesús asegura a los discípulos su compañía y la del Padre en el cumplimiento de su misión.

El relato de Lucas en los Hechos abunda en elementos simbólicos: el viento en lugar del soplo, con mayor energía renovadora y dinámica, el fuego que evoca la predicación del bautista (bautismo en espíritu santo y fuego) o el ardor del corazón comentado por los discípulos de Emaús, la presencia multitudinaria dentro de la sala, como símbolo de la multitud de propagadores del mensaje, y fuera de la misma el don de lenguas que hace inteligible para todos los idiomas el anuncio liberador.

El sentido general de todas las alusiones a este acontecimiento es una suerte de constatación de la madurez de la comunidad cristiana, realizando en un momento puntual la misión encomendada, gracias a un cambio del espíritu de temor por el de valentía, de la limitación humana y privilegista del judaísmo por la universalidad cristiana. Todo lo cual se irá desplegando concretamente en los acontecimientos que integran los relatos del Libro de los Hechos.

A nosotros, en nuestro tiempo, nos corresponde propagar el cambio Pentecostal, no ya con simbolismos motivantes sino con realidades palpitantes. La misión de encontrar en el mundo que nos rodea y nos envuelve, los acontecimientos que indican la presencia del espíritu divino para favorecerlos con nuestra aprobación y compromiso. La misión de que los pecados o el pecado del mundo ( que sustituye el amor por los egoísmos y el odio) sean remediados en sus efectos con actitu generosa y constantemente liberadora.

Domingo 28 de abril de 2013 – 5to. de Pascua del ciclo “C”. Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Juan 13,31-35)

Una vez que Judas salió del lugar de la Cena,  Jesús  dijo. Ahora el hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo y lo hará muy pronto.

Hijos míos, ya no estaré  mucho tiempo con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: ámense entre ustedes. Así como yo los he amado ámense entre ustedes. En esto reconocerán que son discípulos míos: en el amor que se tengan entre ustedes.

 

Síntesis de la homilía

Alguna información había llegado a Jesús además de su propio análisis de la situación que se iba creando a su alrededor, para sospechar de los manejos de Judas para entregarlo a los judíos. Así, después de la calidez misteriosa de la cena pascual compartida con los íntimos, él determina que ha comenzado el proceso de su propia glorificación con la de la voluntad del Padre.

Se está refiriendo a la entrega de su vida en la seguridad de que el objetivo de cumplir con lo que Dios quiere, habiendo establecido los principios y el testimonio de un reinado de amor, ya está conseguido.

Aprovecha entonces en ese contexto al mismo tiempo de cariño y dolor, para dictar su testamento breve y claro: “ámense entre ustedes. Como yo los amé”

A través de la historia, muchos hombres y mujeres han hecho de esa consigna el eje de su vida. Algunos hasta entregarla literalmente. Otros donándola cada día en la práctica de servicio y solidaridad. Unos con la valentía del desafío frente a los enemigos del reinado de la voluntad del Padre de todos, otros con el silencio testimonial de una prática constante en beneficio de los más desheredados y olvidados.

Quizás, aunque esos testimonios que no son exactamente los de los santos canonizados y elevados oficialmente al honor de los altares, sino los de muchos que mezclándose a la realidad ambigua del mundo hicieron su camino entre aceptaciones y rechazos y hasta en muchas oportunidades in comprendidos por aquellos mismo a quienes beneficiaron, quizás, digo, esas vidas nos parecen de perfección inalcanzable.

Si el juicio queda reservado al testigo permanente e insobornable que es el Padre de todos, eso no tiene que preocuparnos. Hasta lo más pequeño (un vaso de agua dando de beber al sediento) es valioso en la construcción del reinado de Dios.

El pesimismo que tantas veces nos acecha cuando echando una mirada a la historia concreta llegamos a constatar la lentitud y mezquindad de la evolución hacia un mundo más justo equitativo y feliz, es normal que nos aplaste el desaliento. Pero no hay que dejar que se pierdan en nuestra apreciación los gestos heroicos y luminosos brindados por tantos que nos rodean, que son semillas, que pueden morir, pero siempre desde los surcos perdidos  alcanzan fecundidad.

Domingo 21 de abril de 2013 – 4to. de pascua del ciclo “C”. Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Juan 10,27-30)

Decía Jesús: Mis ovejas escuchan mi voz. Yo la conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna, ellas no morirán jamás y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre que me kas dio, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. El Padre y yo somos una misma cosa.

 

Síntesis de la homilía

El clima en que se sitúa el relato de Juan es un enfrentamiento de Jesús con las autoridades del Templo que quieren apedrearlo como blasfemo. Enfrentamiento que también vivían las comunidades de fines del siglo primero con los gnósticos que negaban la corporeidad de Cristo porque una “emanación de Dios” no podía ser sino espíritu como ellos sostenían, buscando crecer en el conocimiento para liberarse  (con influencia de la filosofía platónica) y redimirse de todo lo material.

Se comprende entonces la drasticidad de estas afirmaciones de Jesús, que suenan como mazazos en una polémica.

Yo conozco a mis ovejas, ellas escuchan mi voz y me siguen. El conocimiento es mutuo

y compromete. A las ovejas con el seguimiento y al pastor con la ofrenda de su vida. Esa vida corporal que trascendiendo todo lo material se ofrenda para que las ovejas no le sean arrebatadas al Padre que es su definitivo pastor.

El trozo concluye con una afirmación atrevida y polémica. El Padre y yo somos la misma cosa. Esta identificación con el Padre puede entenderse como una disponibilidad absoluta para cumplir la misión encomendada por el Padre. Pero la interpretación de sus adversarios la eleva a la categoría de blasfemia porque afirman que quiere igualarse a Dios, al Padre.

El razonamiento teológico posterior hizo también una interpretación semejante, deduciendo de esta frase un argumento para afirmar la Trinidad que tardó mucho tiempo para quedar establecida como verdad revelada y presentación basada en la filosofía aristotélica.

Lo que Jesús asegura es que su misión es revelar el amor del Padre, conduciendo y defendiendo a las ovejas que muchos quieren arrebatarle. Y que, en eso, no tiene ninguna duda de que está identificándose con la voluntad de Dios.

El conocimiento, desfigurado por los gnósticos, está también de un modo distinto desfigurado por nosotros. En primer lugar porque no ponemos mucho interés en apropiarnos de la figura y el mensaje de Jesús presentado por el Nuevo  testamento. De conocerlo y escucharlo.

Fruto de esa negligencia es una interpretación absolutamente literal de la Biblia, pasando absolutamente por alto la adaptación a nuestro lenguaje, nuestra concepción de la historia, nuestra limitación para usar y valorar lo simbólico, nuestra mezquindad para establecer nuestro compromiso vivencial.

Y en segundo lugar porque la característica del “seguimiento” indicada por Jesús carga con una fuerza afectiva liberadora de la que muchas veces nos marginamos prefiriendo una cantidad de sumisiones en vez de madurar nuestro espíritu crítico para valorar cualquier oferta que aparece en nuestro camino. Allí es donde aparecen los “ladrones y engañadores” a los que hace referencia la continuidad del capítulo 10 del evangelio de Juan.

Domingo 14 de abril de 2013 – 3ro. de Pascua (ciclo”C”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema(Juan 21,1-9)

A orillas del mar de Tiberíades Jesús se apareció una vez más a los discípulos.  Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Mellizo, Natanael de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo “voy a pescar” y ellos dijeron: “vamos también nosotros”. Se embarcaron, pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer Jesús estaba en la orilla sin que los discípulos lo reconocieran. Les gritó: Muchachos! ¿tienen  algo de comer? Como ellos respondieron que no, les dijo: Tiren las redes a la derecha de la barca y allí encontrarán. Ellos  obedecieron y la red se llenó tanto de peces que les costaba arrastrarla.

El discípulo más querido de Jesús dijo entonces a Pedro: ¡Es el Señor! Pedro  apenas lo oyó se vistió y se tiró al agua. Los otros llegaron en la barca arrastrando la red porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había un fuego encendido, un pescado sobre las brasas y también pan.

 

Síntesis de la homilía

Aunque seguramente Juan el apóstol, no es el redactor del 4to. evangelio, el discípulo que asume esta tarea es muy fiel a las enseñanzas recibidas de su maestro.  El relato está por eso, cargado de un clima de afecto y comprensión, que infunde optimismo en los protagonistas y los lectores.

En la enumeración de los presentes hay un detalle que no hay que perder: Simón y los hijos de Zebedeo con los más cercanos a Jesús habitualmente. Los otros dos anónimos, han sido atraídos por la figura del Maestro. Pero Tomás y Natael son identificados especialmente. Los dos tienen en común la incredulidad que han vivido y expresado en algún momento.  “Si no lo veo y meto mis manos en sus llagas , no lo voy a creer”(Tomás) y “¿ de Nazaret puede salir algo bueno? (Natanael). Este detalle sugiere la intencionalidad del relato que es superar las vacilaciones y dudas que viven algunos miembros de las comunidades originales.

El episodio que copia uno muy parecido de Lucas (5) al comienzo de la predicación de Jesús, se encamina a restablecer la confianza de sus seguidores en el cumplimiento de la misión que les ha sido encomendada como prolongación de la recibida del Padre por el mismo Jesús. Aquí también es la indicación de Jesús la que los salva del fracaso de la pesca. Ciertamente en la Iglesia necesitamos constantemente renovar esa confianza. Es indispensable primero, decidirse como Pedro a encarar la misión o a acompañar su trabajo en búsqueda del cumplimiento de lo encomendado. Las indicaciones que provienen de un desconocido que est á a la orilla del Lago son escuchadas humildemente por los tripulantes de la barca. Y es que la Iglesia tiene que estar atenta a las indicaciones que le llegan desde la otra orilla, porque muchas veces son las de Jesús mismo. Así los hizo Juan XXIII cuando desde la barca puso atención al clamor del mundo pidiendo una actualización del rumbo de la Iglesia para responder a la realidad.

Y nosotros, como iglesia (convocados y seguidores) también tenemos que estar atentos, ayudándonos unos a otros y aprovechando desde cualquier nivel en que nos encontremos las sugerencias de quien sabe más por amar más.

La expresión que recoge Juan en el llamado de Jesús:”muchachos!” tiene toda la familiaridad y calidez de alguien que ama y aprecia. Y muchas veces los requerimientos de la gente que busca a la iglesia tiene también la confianza y el aprecio a su realidad como prolongadora del mensaje y el testimonio de Jesús.

Domingo 7 de abril de 2013 – 2do. de Pascua del ciclo “C”. Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema: Jn.20,19-31.

Al amanecer del primer día de la semana estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entró Jesús y se puso en medio de ellos y les dijo “Shalom!” y les enseñaba las heridas de sus manos y su costado. Ellos se llenaron de alegría. Jesús repitió:”Shalom!” Como el Padre me envió a mí yo los envío a ustedes. Y diciendo esto sopló sobre ellos y les dijo : reciban el espíritu santo y a quienes ustedes perdonen los pecados les serán perdonados y a quienes se los retuvieren les quedarán retenidos.

Tomás, uno de los doce no estaba con ellos cuando tuvieron esta visión. Cuando llegó, le contaban: hemos visto al Señor. El contestó: Si yo no veo en sus manos la señal de los clavos y meto la mano en su costado, no lo voy  creer.

Jesús hizo además muchos otros signos que no están relatados en este libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el mesías, el hijo de Dios y para que creyendo, tengan vida en su nombre.

Síntesis de la homilía

El saludo judío está pleno de significados: alegría del encuentro, paz del espíritu, buenos augurios…Todo esto es lo que los atemorizados discípulos experimentan con esa exclamación de Jesús que les pinta un horizonte mucho más luminoso que ése oscurecido por el miedo por el que están atrapados. Lo sustancial del mensaje es que adquieren conciencia de ser enviados. De que todo lo vivido se resume en una misión. Prolongar la resurrección. Por eso, de inmediato Jesús actualiza el signo de la creación, el soplo del espíritu del Dios de la vida. El realizador de toda resurrección. Tienen la misma responsabilidad que el Padre me encomendó: perdonar los pecados.

Nuestra rutina de entender por pecado sólo las transgresiones voluntarias a la ley, sin importar demasiado su gravedad o consecuencias, nos traslada inmediatamente al sacramento católico de la confesión (que ya ha cambiado su nombre aunque la persistencia de lo antiguo hace que la mayoría de la gente siga llamándolo así) El enfoque disciplinario y disciplinante de la iglesia oficial, la de las autoridades, ha aprovechado este sentido para imponer la confesión como una obligación a cumplir en una multitud de diversas circunstancias, si uno pretende estar preparado para el llamado de ese Dios, que sólo perdona cuando lo hace el ministro de la iglesia.

Pero bíblicamente la noción de pecado es mucho más amplia. Se extiende al pecado transgresión, al pecado incluido en la debilidad humana, a  las consecuencias del pecado que acarrea males inmerecidos personal y socialmente. De hecho la mentalidad judía no podía por eso disociar las enfermedades de las transgresiones que se hubieran cometido.

Lo que el espíritu divino, infundido con el signo del soplo en los discípulos, tiene como finalidad  es la lucha contra todos los males que afligen de distintos modos, a los seres humanos. Es espíritu de amor y liberación. El verdadero perdón no es una disculpa que tranquiliza, es un esfuerzo por borrar todas sus consecuencias. Y a esto son enviados los discípulos, siguiendo las huellas marcadas claramente por el Maestro.

Todo parece  venirse abajo con la incorporación del ausente Tomás en el episodio que tanto ha impresionado a sus colegas. Pone condiciones para dejar de pensar lo que se le ocurre a primera vista su sentido común, que es atribuir a miedo y sugestión comunitaria todo el relato de sus compañeros. En realidad Tomás está representando a una cantidad de hombres y mujeres(que existían concretamente en la comunidad joánica) que han puesto las mismas objeciones.

Por eso, el evangelista se ocupa de disipar drásticamente con una descripción muy tocante, esa duda sostenida por la afirmación gnóstica de que Jesús no tenía verdaderamente cuerpo humano.

El testimonio nos ha llegado así y  la elaboración del mensaje contenido puede resultarnos extraña, pero la confianza en Jesús y sus enviados nos lleva a recibir el mensaje liberador y a comprometernos con él.

Homilías Dominicales. Domingo 31 de Marzo de 2013. Pascua de Resurrección (ciclo “3”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Juan 20,1-9)

El primer día de la semana, muy temprano, fue María Magdalena al sepulcro y vio que la piedra de tapa estaba quitada. Corriendo fue a donde estaba Simón pedro con el discípulo al que Jesús quería tanto y les dijo: Han quitado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto.

Salieron entonces Pedro y el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro. Corrían los dos pero el otro discípulo se adelantó y llegó primero, Se asomó al sepulcro y vio los lienzos extendidos pero no entró. Cuando llegó Simón Pedro, contempló los lienzos y el sudario de la cabeza puesto en lugar aparte y doblado. Luego entró también el otro discípulo y vio y creyó. Hasta entonces no habían entendido lo que dice la Escritura, que tenía que resucitar al tercer día.

Síntesis de la homilía

El relato pormenorizado de Juan, da lugar a muchas consideraciones. La primera, presentando a María Magdalena como primer testigo de la resurrección. Su constatación de la ausencia del cuerpo en el sepulcro constituye el primer indicio del comienzo de una nueva y distinta presencia de Jesús entre los hombres.

Como para no dejar en falta a los dos principales discípulos, Pedro y Juan, los dos son presentados a la carrera, como urgidos para constatar el anuncio de María Magdalena. Lo que el relato dice que ven los dos, es bastante raro: los lienzos extendidos y el sudario doblado aparte. Ni María ni los soldados que dirán después que los discípulos robaron el cadáver, fueron testigos oculares. El testimonio del sepulcro vacío es insuficiente como prueba histórica. Y por ese motivo, la resurrección empieza a ser tratada como resultado de la fe de los discípulos, con la prueba de sus testimonios personales, con distintos grados de importancia simbólica en las circunstancias que caracterizan a cada uno. Las llamadas apariciones que, son seguramente visiones desde la fe, como confianza en la palabra y el testimonio vivo de Jesús viviendo con ellos, van determinando las decisiones del grupo apostólico que, en muchos casos presenta episodios de duda e incredulidad.

Afirmar que la resurrección de Cristo y también la nuestra, como lo afirma Pablo, son el fundamento de la fe, no significa que hay que aceptarlas sin pruebas, sino que su aceptación (que tiene que llegar a ser compromiso de vida), es el hecho de constatar la presencia del espíritu de Dios en la historia, en la iglesia y en nosotros mismos, como brújula e impulso para nuestra acción comprometida con la construcción de ese mundo nuevo de las relaciones humanas y cósmicas que se designa como reinado de Dios o de los cielos. Lo que se produce en concreto cuando vamos adquiriendo la posibilidad de diagnosticar comunitariamente los signos de los tiempos en su doble contenido.  Productos del egoísmo, la opresión, la mentira o la debilidad humana, por una parte, ó al revés, caminos de recuperación de la dignidad de cada uno, indicación de nuevos caminos de felicidad, novedad de principios inspiradores de vida siguiendo las huellas del testimonio de Jesús de Nazaret.

Pascua, la tradicional  fiesta de la primavera con el misterioso resurgimiento de la fecundidad y belleza de la naturaleza, es el horizonte de luz abierto para la humanidad, desde la vida, la acción, el sufrimiento, la solidaridad y la generosidad de entrega de la persona de Jesús de Nazaret.

La felicidad de la pascua no es, por eso, celebración transitoria y simbólica solamente, sino que, como lo fue para Israel, que en esa fecha situó la liberación de la esclavitud vivida en Egipto, se tiene que convertir en visión optimista de la historia con sus idas y venidas, sus avances y retrocesos, y en  trinchera de lucha por una humanidad superadora de lo que no corresponda a la voluntad de un Dios Padre, amante de todos sus hijos y en especial los más pequeños.

Homilías Dominicales. Domingo 24 de Marzo de 2013. Solemne entrada de Jesús a Jerusalén. Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Lucas: narración de la pasión)

 

Síntesis de la homilía:

Comenzamos una semana muy importante en la evocación litúrgica cristiana. La llamamos “santa”. Una palabra que, además de la ausencia de pecado suele identificarse con lo pacìfico, lo tranquilo, lo interiorista, lo humilde o de bajo perfil …

La santidad de esta semana tiene muy poco que ver con todo eso. El domingo de ramos constituye un desafío preparado y consciente por parte de Jesús. Lucas prepara durante todo el relato de su evangelio esta llegada a Jerusalén desde Galilea. En el camino Jesús va preparando su despedida con dos actitudes: una, la convicción de que su misión no se encamina a un éxito humano y temporal sino a convertirse semilla enterrada violentamente, para ser fecunda y fructificar en una humanidad de “nueva generación”, y otra, el afán de educar a sus seguidores para que siguiendo sus huellas  se compliquen con un protagonismo intenso en el cumplimiento del programa del reino.

El desafío consiste en servirse del anuncio profético de Zacarías (9,9) de la llegada del rey montado sobre un burro, para ordenar a los discípulos la preparación de este signo mesiánico y así sugerir lo que es su misión liberadora. Así logra entusiasmar a los que están cerca, y paulatinamente la gente, muy sensibilizada para estos anuncias de la proximidad de la llegada del mesías, se va añadiendo a los discípulos y aclamándolo por las calles de la ciudad santa, como el hijo de David. Jerusalén está llena de peregrinos extranjeros. El poder romano está alerta para sofocar cualquier intento de levantamiento de esas multitudes en la proximidad de la pascua. Pero Jesús está convencido de que su misión no quedará cumplida sin una clara manifestación en la ciudad capital, con el testimonio de judíos venidos de todas partes. Con esta actitud Jesús desafía definitivamente al poder imperial y al religioso, sometido y cómplice de aquel. La consecuencia no se deja ver inmediatamente. La marcha del pequeño grupo con ramas de árboles y gritos de aclamación no es interrumpida. Llegados a templo, Jesús se indigna al constatar el abuso de los vendedores de elementos para las ofrendas, concesionarios de los funcionarios del templo y aprovechándose para esquilmar a los devotos peregrinos con los precios de sus productos. Ha sido un gesto tremendamente agresivo. Su respuesta a la pregunta de con qué autoridad lo ha realizado y al reclamo de hacer callar a sus acompañantes aumenta la agresividad del desafío “Si esto callaran gritarán las piedras”

Jesús ha logrado expresar frente a los dominadores, los derechos y reclamos del pueblo.

Habiendo predicado y practicado la apertura y la bondad con los pobres, afligidos de toda índole, enfermos de toda clase, oprimidos por cualquier tribulación o poder, ahora, con un solo trazo muestra la indignación del Padre defensor de sus hijos más pequeños.

Por eso, inmediatamente después de esa procesión inicial de nuestra liturgia, la asamblea eucarística entra de lleno en el relato de la pasión. El poder humano se desquita de esa pretensión de acabar con la injusticia, las exclusiones, la opresión. Y lo hace de la manera más cruel con todos los medios disponibles en esa época. Las respuestas de Jesús humillado, menospreciado, ridiculizado, siguen siendo un desafío. Silencio ante Herodes, reprensión para el que lo abofetea, indicación de que Pilatos es poderoso porque sumiso, aprobación del rebelde crucificado con él que defendió su misma causa

con la violencia y acaba vencido por ella.

El domingo de ramos es una lección de coraje y valentía. Porque la santidad de la semana santa es la santidad de los que se juegan por los valores humanos y cristianos. La santidad de un Juan XXIII que la Iglesia tarda en canonizar porque es una santidad  “política” que ha disgustado a los mantenedores del orden establecido con el pensamiento, el discurso y la práctica y no la de los que institucionalmente se han acomodado d las exigencias del sistema capitalista con actitudes de sumisión y complicidad.

Homilias Dominicales. 17 de marzo domingo 5to de Cuaresma 2013. Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema: (Jn. 8 1-11)

Desde el monte de los Olivos, jesús salió camino del templo, al amanecer. El pueblo se le iba acercando, y él se detuvo para hablarles. Los escribas y fariseos le trajeron entonces a una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La pusieron en medio de todos y dijeron a Jesús: Maestro, hemos sorprendido a esta mujer en flagrante adulterio. Moisés en la Ley nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Decían esto para tenderle una trampa a fin de poder acusarlo.

Pero Jesús inclinándose comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo:  Aquel entre ustedes que no tenga pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella.

E inclinándose nuevamente, volvió a escribir en el suelo. Al oír estas palabras todos se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más ancianos y Jesús quedó solo con la mujer que permanecía allí. Entonces, incorporándose le preguntó: Mujer ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado? Ella respondió: Nadie, Señor. Yo tampoco te condeno le dijo Jesús. Vete y no peques más en adelante.

Síntesis de la homilía

Por el tema, el texto no parece pertenecer a Juan sino a Lucas( 21,37-38) con abundantes recursos al libro de Daniel, que contiene un relato muy parecido a éste, referido a una joven llamada Susana. En esa historia, los ancianos son los que condenan, los que  aluden a la misma ley de Moisés a quien, y los que, mintiendo, dicen haber visto con sus propios ojos, entre los árboles,   cometer el mismo pecado.

El adulterio tiene en Israel una vinculación muy fuerte con lo sagrado. Porque como tal, es calificada la conducta del pueblo que se entregó tantas veces a la adoración de los ídolos abandonando a su esposo legítimo, Yahvé. Entra por eso, en las abominaciones que merecen la muerte  a pedradas de acuerdo al Deuteronomio.

La astucia de los fariseos y escribas planea una estrategia que parece perfecta. Una adúltera llevada ante Jesús cunado lo rodea, en su camino al templo, la gente sencilla que quiere nutrirse de su mensaje. El pecado es realmente grave en el consenso de todos. Jesús permanece sereno y se entretiene haciendo líneas en el suelo, dándose y dando a los acusadores y el resto de la gente, tiempo para reflexionar, antes de una sentencia mortal.  Algunos opinan que lo que Jesús escribía eran distintos pecados cometidos por los escribas y fariseos, que por eso comenzaron prudentemente a retirarse. No es probable está interpretación. Bastaba con estar un poco enterado de la realidad de la vida de los dueños del Templo y la ley, para saber de sus hipocresías.

Después de ese tiempo de reflexión, Jesús pronuncia su sentencia. El que esté sin pecado arroje la primera piedra. Esta identificación del que se atreviera a comparecer ante la gente como absolutamente limpio, atemorizó a todos. Y los de más experiencia, los ancianos, comenzaron a retirarse.

Hasta este momento, la perspicacia de Jesús para responder a la trampa de los fariseos y escribas ha sido muy acertada.

Pero es sólo una preparación para lo más importante.¡Va a perdonar a la adúltera, sin señalarle otra cosa que trate de no repetir esa acción!  Se juega aquí el punto central de la buena noticia de Jesús. “Dios es padre” y qué padre o madre (no enceguecido por alguna clase de fanatismo) no perdonará a su hijo o hija antes de permitir que le quiten la vida?

Esta especie de “liviandad,” de que puede ser acusado Jesús al perdonar al adulterio, no es tal si se considera no un pecado de soberbia espiritual y profunda, sino un pecado de debilidad frente a una sexualidad no madurada en el sentido de regalo orientado a la felicidad no egoísta y humillante, sino a la felicidad compartida, que por eso es también fidelidad.

No por motivos bíblicos ni religiosos, sino simplemente por un sentido de discriminación sexista, entre nosotros como entre los judíos la mujer ha sido perjudicada  por un agravamiento social del uso de la sexualidad fuera del matrimonio, fácilmente excusable y justificada cuando es el varón quien lo protagoniza. Y esa transgresión ha pasado a considerarse el pecado más grande no por la infidelidad sino por el uso sexual mismo. Lo cual dio origen a que en la enumeración re-elaborada de los mandamiento de Moisés, la autoridad de la iglesia no lo mencionara solamente en el noveno sino también en el sexto para abarcar todas las otras experiencias del placer sexual.

La extraña conducta de Jesús frente a los pecadores marca lo ilimitado del amor de ese Padre presentado por Jesús que así debiera estar siempre presente en nuestras vidas y en nuestras relaciones humanas.

Homilías Dominicales. Domingo 3 de Marzo de 2013. 3er Domingo de cuaresma (ciclo ”C”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Lc.13,1-9)

Le cuentan a Jesús que Pilatos había mezclado la sangre de las oferentes galileos a la de las víctimas que ofrecías. Jesús les contesta ¿uds. están pensando que esos galileos eran más pecadores que todos ustedes? Se equivocan. Y si no dejan su pecado todos terminarán así. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé ¿piensan que eran más culpables que el resto de los habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no. Y si no se enmiendan todos ustedes perecerán.
Y añadió esta parábola: Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar higos y no loe encontró. Entonces dijo a cuidador: Ya ves, tres años vengo buscando higos a este árbol y no los encuentro. Córtalo. “para qué vas a estar esquilmando el terreno a otros árboles?”
Pero el encargado contestó: Señor, déjalo todavía un año más. A lo mejor da fruto más adelante, Y si no, la cortamos.

Síntesis de la homilía
La higuera es símbolo bíblico del pueblo judío. La parábola indica cómo Dios ha cuidado a ese pueblo través de su historia. Pero no ha dado frutos. Esos que Jesús quiere recoger como aceptación del reino del Padre predicado por él. Por eso, cuando le cuentan de la crueldad de esa matanza ordenada por Pilatos para prohibir la inmolación de animales en el templo, Jesús, adivinando que la gente estaba pensando para explicarse ese acto tan impactante e injusto, que esos galileos tenían que haber cometido graves pecados para merecer ese castigo de Dios, Jesús los saca de su error. Mientras mantengan su ceguera para admitir el reino de Dios, todos van derecho a la perdición.
En cuanto al acontecimiento de los 18 muertos al desmoronarse la torre de Siloé, al intentarse, presumiblemente, construir o reparar un acueducto debajo de sus bases, les enseña que no hay por qué pensar en que se trate de acciones divinas para castigar, sino que las deficiencias humanas explican esos hechos que ocurren con cierta frecuencia.
Pero que lo verdaderamente importante es vivir la sinceridad de obrar con justicia delante de Dios y eso es lo que impide muchos de los males que padecemos y sobre todo, el mal del rechazo del mismo Dios.
Todos los cuidados tomados para favorecer la fecundidad de la higuera, que se experimentan en la situación privilegiada(de acuerdo a la concepción de elegido) de Israel en medio del los pueblos, no han dado resultado como preparación para la implantación definitiva de una realidad como le agra a Dios, su reinado. La decisión entonces, plenamente justificada, a pesar del cariño del cuidador con su árbol; es arrancarlo para tirarlo como basura.
Nos parece una actitud muy justa. Israel no dio los frutos esperados.
¿Y nosotros? ¿Cuántos años de cristianismo?¿Cuántos ejemplos de vidas consagradas a propagar el Reino, practicando la justicia y el amor a los demás? Y¿han cesado las tragedias provocadas por la agresión a la naturaleza, por el egoísmo de los más acaudalados, por la opresión de los poderosos? No son resultado muchas veces de la actuación de los que se llaman y hacen profesión pùblica de católicos?
Es cierto que cada uno de nosotros no tiene `por qué cargar con lo que determinadas instituciones sociales, monopolios ideológicos y de toda índole, sistemas basados sólo en los valores financieros, corporaciones empecinadas en defender sus propios intereses contra los de la comunidad, tienen como norma de sus acciones y decisiones.
Pero en nuestra actividad personal, familiar o pública ¿no nos complicamos con ese pecado de hablar de fe cristiana y de amor, cuando sólo alimentamos la soberbia de creernos superiores, y de mantener las formas de opresión disimuladas arteramente para beneficiarnos desde cualquier lugar que ocupemos en la sociedad?