Cuando el acompañamiento es de persona a persona pueden darse alternativas. O el contagio con la maldad del otro, o la conversión y mejoramiento del mismo. Por otra parte, cuando alguien atrae y convoca a mucha gente puede que sea un líder carismático. Cuando, en cambio, uno es el que se añade a una multitud, resulta generalmente un arrastrado, sobre todo si espera que sus intereses se vean así favorecidos.
Son muchas las variantes que pueden darse al contenido de ese refrán “dime con quién andas y te diré quién eres”, pero podemos especificarlas con una observación objetiva que no necesita ser demasiado minuciosa.
La noticia es de un encuentro del Sr. Cardenal Bergoglio con los principales representantes de la “oposición”. Entre ellos, Nosiglia, López Murphi, Hilda de Duhalde, Ernesto Sanz, Margarita Stolbizer y la ausencia de los convocados Domingo Cavallo y María Julia Alzogaray. La finalidad del encuentro no era un “retiro espiritual”, con el modelo Cardenal Primatesta, que organizaba estos encuentros con gremialistas y políticos para embeberlos con el mensaje de Cristo en favor de la iglesia católica. No. Bergoglio hace una convocatoria directamente política para presentar (aunque él lo niega) un plan de gobierno. Resulta difícil explicar cuáles son sus objetivos. ¿Convertirse en conductor de la oposición? ¿Candidatearse (ilusionado con Lugo) para la presidencia de la nación? ¿Añadir méritos para un futuro Cónclave?
Fracasado el intento de contar con toda la dirigencia opositora en el Te Deum de la catedral metropolitana, para hacerles escuchar sus críticas al gobierno nacional, el recurso se inclinó a presentar este documento “Contrato social para el desarrollo”. Una especie de proyecto concreto de gobierno para realizar en lo que ya se denomina “poskirchnerismo” desde el 2011. El largo documento cuya paternidad se atribuye al abogado oficial del Arzobispado de Buenos Aires, Roberto Dromi, especifica los primeros objetivos consensuados para llegar a la unidad tan ansiada por el pueblo “crispado”, según expresión del mismo cardenal, por las divergencias y rivalidades. Allí se alude a la eliminación de las retenciones (debiera abogarse también por la penalización de los evasores de impuestos en la comercialización de la soga y el maní, 450 en el sur de Córdoba solamente, que han defraudado al Estado en unos 2.000 millones de pesos) También se propicia el cese de los juicios a genocidas (Duhalde), la baja de impuestos para asegurar la ganancia empresaria que motive inversiones, la devolución de la autarquía al banco central y la libertad para las empresas informativas, que se admiten como integradas por privados con alguna participación del estado, para lograr información variada y veraz.
El intento de Casaretto con el documento sobre la pobreza, que experimentó el rechazo de las entidades gremiales y debió por eso “cajonearse”, es reavivado ahora con un plan que se aparta de los reclamos de justicia social. Y a estar por algunas declaraciones, incluye también la exigencia de disminución de la acción social igualizante que preocupa constantemente al gobierno actual. En definitiva, cuando se trata de simpatizar con las políticas liberales capitalistas, para lograr beneficios y privilegios, los pobres desaparecen de escena para quienes en otras oportunidades han denunciado la “escandalosa pobreza”.
El mencionado consenso presentado por Bergoglio no hace alusión a la inserción de Argentina en América latina y en el mundo. Y es realmente significativo que, en momentos en que aumenta la solidaridad de las naciones suramericanas no se mencione a ninguna de las organizaciones importantes que expresan esa “unidad” tan buscada por el Cardenal en base a propiciar la adhesión a los intereses más voraces de la República Argentina. Ni tampoco haya alusión alguna al quiebre del sistema en el mundo capitalista que nos hiere mucho más levemente gracias a muchas de las decisiones oficiales adoptadas en este proceso.
Ignoramos la aceptación, por parte de los presentes en el Encuentro, (ligados de diferentes modos a los 4 gobiernos anteriores, Menem, de la Rúa,Rodríguez Saa y Duhalde) de las propuestas cardenalicias, que ciertamente acuerdan con los criterios más o menos compartidos por las distintas organizaciones. Por lo pronto, si éstas en conjunto no pudieron o no quisieron elaborar un programa o plataforma para el 2011, ya lo tienen, presentado por el más elevado representante de la jerarquía eclesiástica nacional. Y eso es casi “sagrado”. ¿Será de consagración de todos los candidatos, por aquello de que “dime con quien andas y te diré quién eres”?
José Guillermo Mariani (pbro)